lunes, 20 de junio de 2011

Cualquier anónimo. Por Gabriel Albiac

La voz es sólo eco multiplicado, que no viene de ninguna parte. Viene de todas: ¡Bye, Bye, Rubalcaba!

LO malo de lo nuevo es lo deprisa que envejece. Por eso Beau Brummell, que inventó al dandy, no se ponía jamás ropa que no hubiera sido previamente estrenada por alguno de sus criados. Lo nuevo apesta. Porque se pudre muy deprisa. Y deja la melancolía de lo que pudo ser: lo que no fue, porque nunca pudo serlo.

El 15 de mayo de 2011 tuvo lugar una movilización inesperada. No un movimiento. En eso está su belleza. Eso hizo que todo aquel que quiso abrir los ojos quedara entre estupefacto y fascinado. Ni lo uno ni lo otro —asombro o fascinación— son conocimiento. Pero, en esta jodida caída continua en lo más gris que es la vida española, uno busca agarrarse a lo que sea para no morirse de asco antes de que el estampido final contra el fondo del abismo nos mate a todos de ruina. Yo —como tantos de mi edad— hubiera dado media vida por tener los años —y las neuronas nuevas— de quienes, desde la red, fulguraron la jugada de vértigo informático que puso, sin organizaciones sindicales ni políticas mediando, a una muchedumbre de desconocidos en la calle. Lo otro, la acampada de Sol y su posterior descomponerse, ya me lo sabía: era cosa de aquel viejo mundo que se extingue conmigo y con los de mi edad. Me eran simpáticos. En buena parte, porque ni se daban cuenta de lo viejos que eran. La progresiva degradación de la asamblea, la podía prever cualquiera con un mínimo de experiencia en eso. Afortunadamente, los más inteligentes se replegaron en la noche del 22 de mayo, justo después de las elecciones. Para retornar a la red, que es el único lugar en el cual ningún Fouché pueda meterles mano. Y desde donde podrán emerger súbitamente siempre que tiempo y circunstancias les sean propicios.


No se les debe confundir con el residuo muerto que quedó varado en la Puerta del Sol. Aún menos con los pequeños comandos que actuaron en Barcelona hace diez días, como habían venido actuando desde hace, al menos, un par de decenios, al abrigo de una autoridad municipal que siempre los consideró parte del arsenal sociológico que, convenientemente infiltrado, nunca plantearía problemas de fondo insolubles.

Interior actuó… No contra los que incomodaban al vecindario en Sol o se liaban a tortas en Barcelona. Contra Anonymous, esa no-organización que a ningún ciudadano de a pie ha incomodado en lo más mínimo. Uno rara vez yerra al elegir al enemigo. Rubalcaba sabe que el coste electoral de los que acampan o de los que le atizan al político catalán es, para él, cero. En el peor de los casos. Rentable incluso, si la infiltración sabe moverlos del modo más adecuado: léase el aleccionador Agente secreto de Conrad. Lo de la red es otra cosa. Y el ministerio, al servicio de la candidatura Rubalcaba, pudo experimentarlo a las 24 horas de «descabezar» a Anonymous: la mayor serie de ataques DDos desencadenada por los «cualquiera» que adoptaban un nombre —un no-nombre— tras el cual no hay organización a la cual golpear. Sólo un deseo difuso de ser libre. Lo único que —por ser tan deliciosamente antiguo— no envejece. Anonymoussonríe. Como Odiseo, es Nadie. Y nadie se ríe tras la careta. La voz es sólo eco multiplicado, que no viene de ninguna parte. Viene de todas: ¡Bye, Bye, Rubalcaba!


ABC - Opinión

0 comentarios: