martes, 31 de mayo de 2011

La irrupción de Rubalcaba eclipsa a Zapatero y Rajoy. Por Antonio Casado

Ha sido tan potente la operación sucesoria de Rubalcaba en el mercado informativo que ha dejado en la sombra a los otros dos personajes de esta historia: Carme Chacón, que resbaló en la salida sin llegar a la primera valla, y José Luís Rodríguez Zapatero que, desbordado por los acontecimientos, vuelve a montar guardia frente a la prima de riesgo.

Un tercer personaje ha desaparecido de la escena política y mediática de estos últimos días. También tiene su explicación. Me refiero a Mariano Rajoy, el flamante ganador de las elecciones del 22 de mayo, en las que no participaba. Como diría su asesor, Pedro Arriola, seguro que habrá alquilado un balcón para ver desde la acera política de enfrente el guirigay de los socialistas y hacer odiosas comparaciones sobre la práctica del “dedazo” en los procesos sucesorios.


A Chacón ya se le ha pasado el berrinche. Queda recuperada para la causa del cierre de filas tras una larga conversación con el candidato “in péctore” sin perder el rumbo. Así es la vida: hoy se te quema la casa y mañana te toca la lotería. Su forzada renuncia a las primarias internas deja abiertas sus aspiraciones a la Secretaría General del PSOE. Y tal vez haya descubierto ya que mejor que estrenarse con una derrota como candidata (en primarias o en generales) es estrenarse como secretaria general aunque haya por delante una travesía del desierto.
«En todo caso el “dedazo” sería el de Rubalcaba para mantener a Zapatero en el cargo de secretario general y no el de Zapatero para designar a Rubalcaba como cabeza de cartel en las próximas elecciones generales.»
En cuanto al aún presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, le cuadra el patrón de los vasos comunicantes que tan bien se adapta a su relación política y personal con Rubalcaba. Cuando uno sube el otro baja. Ahora le toca bajar a Zapatero. Hasta el punto del sarcasmo en lo que se refiere al supuesto “dedazo”, justo cuando la figura del líder se desploma en la escala del poder.

En todo caso el “dedazo” sería el de Rubalcaba para mantener a Zapatero en el cargo de secretario general y no el de Zapatero para designar a Rubalcaba como cabeza de cartel en las próximas elecciones generales. Si el dedo del jefe no sirvió para mantener el previsto careo político y generacional Rubalcaba-Chacón mucho menos iba a servir para imponer unilateralmente a su propio sucesor, como el Aznar sobradísimo de autoridad hizo en su día con Rajoy.

Habíamos quedado en que Mariano Rajoy, en la acera política contraria, es el tercer hombre en esta historia. Lleva diez días callado porque le compensa mirar desde lejos la lucha por el poder en el seno del PSOE. No gana nada metiendo baza, acaba de saber por las urnas que el mensaje de las encuestas era verdadero y, en el asunto del “dedazo”, las comparaciones son odiosas para él, que pierde en la comparación.

Por lo demás, el salto de Rubalcaba no es nada nuevo para Rajoy. Ni para sus asesores. Desde el nombramiento de aquel como vicepresidente del Gobierno, el estado mayor del líder del PP lleva trabajando con la hipótesis de que su adversario en la lucha por la Moncloa sería Rubalcaba. Me consta.


El Confidencial - Opinión

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