viernes, 1 de abril de 2011

Y si mañana ETA deja las armas, ¿les creemos o no les creemos?. Por Federico Quevedo

Ha dicho el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, que las actas de ETA son “bazofia llena de mentiras”. Ese es, básicamente, el argumento que están utilizando todos los dirigentes socialistas desde que el pasado lunes el diario El Mundo publicara las actas de las reuniones, y el martes continuara El País aunque, eso sí, ocultando parte de la información según parece. El lunes, en La linterna de la COPE, el ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, insistía en esa misma idea de no dar crédito alguno a nada que viniera de ETA, pero como a continuación se dedicó a echarle flores a la izquierda abertzale por su aparente compromiso de rechazo a la violencia, ya le planteé lo curioso del asunto: nos creemos a ETA cuando nos conviene.

De hecho, el Gobierno y la mayor parte de la izquierda española han dado por bueno el comunicado de ETA declarando la tregua para permitir a la izquierda abertzale un espacio sin violencia que le permita aparentar que algo ha cambiado en el entorno etarra. ¡Ah! Para eso sí creemos a ETA. Es más, si mañana por la mañana nos desayunáramos con un comunicado de la pandilla de asesinos diciendo que deja definitivamente las armas, ¿qué hacemos? ¿Les creemos o no les creemos? Si nos tenemos que fiar de las palabras de Rubalcaba, ni de coña, luego habrá que actuar en consecuencia pero, ¿alguien duda de que, si eso ocurre, el Gobierno le va a dar todo el crédito del mundo?


Alguno, muy cuco, podrá darle la vuelta al argumento: ¿por qué hay que creerse las actas cuando la derecha pone en duda los comunicados? Pero no es así, es más, se trataría de un argumento falaz porque lo que hace la derecha no es poner en duda la literalidad de los comunicados, sino la intencionalidad de los actos de ETA. En su último comunicado, ETA ha declarado una tregua indefinida, y eso nadie lo pone en duda. Lo que algunos ponemos en duda es la intencionalidad de la misma pero, ¿qué intencionalidad tienen esas actas, más allá de su propia finalidad de servir de ‘testigo escrito’ de la reunión? Ninguna. Por esa razón su literalidad es creíble, otra cosa es que pudiéramos dudar de las intenciones de ETA durante la negociación.
«Si no fuera por la oposición, por las víctimas, por la sociedad en general, por las Fuerzas de Seguridad y por las autoridades francesas, hoy no estaríamos hablando de la posible derrota de ETA, sino de su victoria gracias a un Gobierno que durante todo ese tiempo se creyó la "bazofia llena de mentiras".»
Segunda cuestión: sabemos, porque así se ha escrito y nadie lo ha desmentido, que además de las actas de ETA existen otras actas, firmadas por ambas partes, que obran en poder de la Fundación Henry Dunant, cuyo presidente a la sazón es el socialista español Javier Solana, y que están depositadas en una caja fuerte en un banco en Suiza, por lo que están fuera de la jurisdicción española y, salvo que una de las partes las reclame para darlas a conocer, de allí no se van mover jamás. El PP ha pedido esas actas más de una vez, y el Gobierno se ha negado a darlas a conocer, pero si realmente no tiene nada que ocultar lo lógico sería que las hiciera públicas para que los españoles supiéramos de una vez por todas qué ocurrió durante todas esas reuniones que el Gobierno de Rodríguez mantuvo con la banda terrorista, por un lado, y con su entorno ‘político’ por otro.

Porque esa es la otra pata de la cuestión: cuando desde el Gobierno y la izquierda se señala a Aznar por haber negociado con ETA y haber dicho aquello del Movimiento de Liberación Nacional Vasco, lo que nadie quiere recordar es que entre aquel Gobierno y ETA sólo hubo una reunión, que los mediadores fueron y volvieron con las manos vacías, y que aquel movimiento efímero fue producto de una tregua que los terroristas habían pactado, no con el Gobierno, sino con el nacionalismo vasco. Y punto. Eso fue todo lo que ocurrió.

Sin embargo, lo que ocurrió durante el mal llamado ‘proceso de paz’ fue que el Gobierno mintió y engañó descaradamente, negoció con terroristas, cedió a parte de sus exigencias y por eso hoy está ANV en unos cuantos ayuntamientos del País Vasco, y se saltó las líneas rojas que existen en toda negociación, al acabar poniéndose del lado de los terroristas en un asunto tan extremadamente grave como fue el del ‘chivatazo’ del bar Faisán. Lo más grave de todo esto es que todavía siga empeñado en hacernos creer, y esa es la doctrina que imparte estos días, que aquel ‘proceso’ ha conducido a la situación actual en la que parece que ETA está muy debilitada y que, según nos dice, toca a su fin.

Habrá que verlo, pero en cualquier caso eso no es un mérito del ‘proceso’, sino de la actitud de todos los demócratas que durante todo este tiempo se han negado sistemáticamente a ceder ni un milímetro en las concesiones a los terroristas, de la firmeza con la que, a pesar de algunos políticos, la Policía y la Guardia Civil se han empeñado en la lucha contra el terror y de la colaboración de las autoridades francesas, que han seguido persiguiendo etarras incluso cuando el Gobierno español estaba negociando y les decía que no lo hicieran. Es más, si no fuera por la oposición, por las víctimas, por la sociedad en general, por las Fuerzas de Seguridad y por las autoridades francesas, hoy no estaríamos hablando de la posible derrota de ETA, sino de su victoria gracias a un Gobierno que durante todo ese tiempo se creyó la “bazofia llena de mentiras” de la pandilla de canallas y la alentó para lograr un objetivo político cortoplacista.


El Confidencial - Opinión

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