lunes, 4 de abril de 2011

Un año en campaña

El día después de que el presidente del Gobierno anunciara que no sería el candidato socialista fue testigo de una auténtica fiebre electoral de los dirigentes del PSOE, que se lanzaron en tromba con múltiples actos de precampaña electoral con el propósito de aprovechar una especie de efecto posZapatero y de trasladar al electorado un mensaje de unidad y compromiso con un proyecto. El discurso de la cohesión y de la ilusión por un nuevo liderazgo que está por definir, de apuesta común por la hoja de ruta diseñada por Zapatero en el Comité Federal tendrá la vigencia que los propios de dirigentes quieran otorgarle. Los estrategas socialistas saben que el electorado castiga con severidad a los partidos que aparecen fracturados, pero también deben ser conscientes de que la imagen de consistencia interna que ofrecieron será difícil de mantener. De hecho, ayer mismo, menos de 24 horas después de que Zapatero se despidiera, los dos favoritos en el debate sucesorio, Alfredo Pérez Rubalcaba y Carme Chacón, fueron recibidos en sus respectivos actos políticos al grito de «¡Presidente, presidente!» La escena simboliza lo que se le viene encima a un partido con una historia de luchas internas que no sugiere que el proceso pueda ser incruento. La jornada sirvió también para calibrar a un PSOE sin un liderazgo político definido. La imagen de una tricefalia socialista –Zapatero, Rubalcaba y Chacón– aporta más confusión que decisión, más alboroto que sosiego, cuando se demanda otra cosa.

Los socialistas marchan contrarreloj. El adiós de Zapatero no ha logrado frenar la caída en la intención de voto, que adquiere dimensiones dramáticas. La primera encuesta tras el anuncio del presidente, que hoy publica LA RAZÓN, refleja una pérdida significativa de apoyos para el PSOE respecto al último sondeo de febrero, que ya era crítico. Un retroceso de otro medio millón de votos para dejar a los socialistas en la representación que tenían durante las legislaturas de finales de los años setenta. El partido en el Gobierno obtendría hoy entre 123 y 124 escaños. Su electorado se ha reducido desde 2008 en 3,9 millones de votantes. El panorama es aún más límite si se le compara con los resultados del PP. Según el estudio de NC Report, los populares aventajan al PSOE en 15,24 puntos, con una holgada mayoría absoluta de entre 185 y 187 diputados. La ventaja de hasta 64 parlamentarios es una brecha que recoge el enorme reproche a la gestión del presidente y de sus ministros y la recompensa a una oposición responsable y centrada en los problemas reales del país. La distancia con el PP se ha ampliado en la era posZapatero porque el fracaso socialista ha tenido muchos padres y no sólo uno como quieren vender algunos.

La fiebre socialista dominical fue un avance de lo que le espera al país. Cuando un partido antepone su estrategia al interés general sucede que ya sólo existe la campaña electoral. Un año de mítines y de refriega no es lo que España necesita y era un escenario del que Zapatero nos debería haber librado. Afrontar ajustes, reformas y sacrificios como los que España necesita con el ruido y las estridencias partidistas de por medio creará más dificultades y desconfianza.


La Razón - Editorial

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