lunes, 4 de abril de 2011

Madrid, cazuela hirviendo. Por Félix Madero

Se va para demostrar que es y era una falacia aquella sandez de que cualquier español puede ser presidente del Gobierno.

QUE Zapatero no se ha ido lo demuestra que no hay columna de opinión que no hable de él. ¿Podremos vivir sin él?, pregunta una afligida amiga de Aguilar de Campoo. Sí, le contesto. Otra cosa son los efectos colaterales del Zapaterismo ultramontano —¡pero es que hay otro!—, que como la radiactividad en el agua y el campo dura años. Quitar esa plasta viscosa que nos ha hecho más escasos llevará tiempo. Pero Zapatero sigue, como decía en la televisión en blanco y negro Joe Rígoli. ¿Se acuerdan? Yo sigo. El actor argentino fue persona de mucho arte, pues sólo con arte se puede uno llamar actor y ganarse la vida con dos palabras. Más o menos lo mismo que Zapatero, que para saltar a la arena política lo hizo, no con dos palabras, pero sí con un acrónimo: Zp. Y poco más.

En este momento, las consideraciones personales no importan. Por eso, a la hora de decir a los suyos que no optará a un tercer mandato mete de matute a su familia. No la nombra, pero se refiere a eso que llaman «el factor Sonsoles». Conste que en lo personal y familiar le deseo a Zapatero lo mismo que deseo para mi y los míos, que no haya dudas. Pero justificar el desastre y la poquedad política apelando a la familia ante un Comité Federal que te está echando es un improperio. Se va porque ha fracasado y se ha equivocado. Porque cuando no se ha equivocado nos ha mentido; porque cuando no ha mentido ha negado; porque cuando ha negado no sabía qué pasaba, y, entonces, afirmaba; porque cuando afirmaba desconocía, y cuando desconocía, desbarraba. Se va para demostrar que es y era una falacia aquella sandez de que cualquier español puede ser presidente del Gobierno. No señor. Igual que no todos los futbolistas pueden ser el 7 del Madrid, la presidencia del Gobierno exige preparación, trabajo, esmero, cualificación, audacia e inteligencia. Y ya puestos, idiomas. Dicen que su mujer se queja de que Madrid es una ciudad en la que no se puede vivir, que es una sartén hirviendo. No es verdad, yo vivo aquí hace muchos años y no la cambio. Hierve en primavera de desencanto, de gente mustia, de parados apostados a la fachada de Caritas, de febriles ciudadanos que no se atreven a pronunciar el nombre del que se va pero se queda: éste hombre, le llaman.

Pero he hablado de efectos colaterales del zapaterismo que nos atrofia y paraliza. ¿Hay algo peor que el escándalo? Sí, la indiferencia ante él. Pedro Solbes, el probo funcionario de lápiz, goma y manguitos, y parte activa como ministro a la hora de que Enel se hiciera con Endesa va a ser fichado y retribuido por los italianos sin que nadie pida explicaciones. Le han puesto una silla en el Consejo de Administración. Como suena, oiga. ¡Eh, en el PP! ¿Hay alguien ahí? Despierten, hombre. Despierten.


ABC - Opinión

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