martes, 1 de marzo de 2011

La oposición de la oposición. Por M. Martín Ferrand

Esa demasía peyorativa con la que el PSOE quiere presentarse como oposición de la oposición es nociva para la democracia.

PODRÍA ser que, contra lo que muchos venimos pensando, José Luis Rodríguez Zapatero no fuera el más inútil entre los de su grupo. Ahora, cuando las encuestas pintan bastos y los más pícaros tratan de salvarse con el pretexto de servir para otras batallas que están por venir, son muchos los socialistas notables que nos enseñan sus vergüenzas. Quieren taparse la cara con el sayo —algunos con el mandil— para no salir en la foto del gran fracaso final del zapaterismo y nos enseñan las posaderas. José Blanco, que podría ilustrar con su fotografía el término friki, o friqui, en un diccionario enciclopédico les ha llamado frikis a los líderes del PP por no prestarle su apoyo a la chorrada gubernamental de reducir la velocidad máxima en las autovías para ahorrar combustible.

Aunque el nombre es nuevo, en España tenemos larga tradición de frikis notorios y de campanillas. Entre los que he tenido la oportunidad y el gozo de tratar subrayaría el talento errático de Chicho Sánchez Ferlosio, que hizo un buen trabajo en Antena 3 de Radio. En sus Coplas retrógradas, que algunos sabios de la Historia entendieron como canciones olvidadas de la Guerra Civil, nos cantaba: «Dicen que son mis coplas/ del dieciocho/ porque yo a lo podrido/ lo llamo pocho./ Ay, Pero Grullo/ si tuvieran las Cortes/ consejo tuyo». ¿En quien pensaría Blanco para hablar de frikis —¡y de «anarcoides»!— en el PP?

La descalificación del contrario es legítima en la confrontación política siempre que no conlleve desprecio a la inteligencia de los ciudadanos. Esa demasía peyorativa con la que el PSOE, incapaz de gobernar, quiere presentarse como oposición de la oposición es nociva para la democracia y destructora para el propio socialismo. Las imágenes de un Mariano Rajoy anarquista y de una friki María Dolores de Cospedal resultan tan chuscas como la de un sesudo Zapatero empeñado en el bien de una Nación que él mismo entiende como «discutida y discutible». Lo más tremendo de todo ello es que el vuelco electoral que producen las encuestas que ayer aparecieron en tropel obedece más al fracaso socialista que al mérito del primer partido de la oposición que, por elemental sentido de la responsabilidad, debiera ya ajustar programas y depurar planteamientos. El zapaterismo y sus frikis que llaman friki a quienes no saben lo que eso significa es una etapa estéril y dañina de nuestra historia reciente. Por ello resulta imprescindible el valor regenerador del relevo. En 1996 estábamos como ahora estamos y la hipótesis regeneradora que nos anunciaba José María Aznar se desinfló, como un suflé, en los salones del Majestic.


ABC - Opinión

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