viernes, 18 de febrero de 2011

Un Gobierno faisanado. Por José María Carrascal

La lógica del Gobierno Zapatero durante su primer mandato fue justo hacer lo contrario de lo que la lógica aconsejaba.

EL faisán neocelandés coloca sus huevos en montones de vegetales en descomposición para que se incuben solos, y alguien dejó un huevo en forma de teléfono móvil en el bar Faisán de San Sebastián, para advertir a los «cobradores» de ETA de que no se acercaran pues iban a ser detenidos. Con ello faisanaba, es decir pudría, a cuantos intervinieron en la operación, desde quien dio la orden desde arriba a los policías que la ejecutaron, sin olvidar a jueces y fiscales que quisieron darle el carpetazo. Se nos dijo que era para salvar las negociaciones con ETA. El ministro del ramo nos dice ahora que intentaba «impedirse que se rearmara durante la tregua de 2006». Explicación exotérica, pues ya me dirían ustedes cómo se impedía el rearme de la banda terrorista protegiendo a su red de extorsión. Eso más bien facilitaba su rearme.

Pero la lógica del gobierno Zapatero durante su primer mandato fue justo hacer lo contrario de lo que la lógica aconsejaba, lo que explica la penosa situación en que se encuentra, y nos encontramos, a más de que tenga que estar cambiando de arriba abajo su política, desde la terrorista a la nuclear, por no hablar ya de la económica, antes de que no nos hundamos del todo. Lo malo son esos huevos que ha dejado entre la basura, que apestan el ambiente, sin que haya forma de obviarlos. Con el agravante de que el ministro del ramo en aquel entonces es hoy el vicepresidente primero del gobierno y sucesor in pectorede Zapatero según todas las apuestas, aunque, conociendo al personaje, tampoco nos extrañaría que le haya puesto ahí para que reciba las bofetadas a él destinadas, en espera de uno de esos milagros que de vez en cuando ocurren cambie las tornas y pueda presentarse a las próximas elecciones. ¡Imposible!, me dirán algunos. Para las personas como él, no hay imposibles. Recuerden como lo tenía en 2004, y como acabó en la Moncloa. ¿Fue de lo que habló con Bono en esas dos horas que departieron a solas mientras llovían venablos en el Congreso? No creo, porque Bono también está faisanándose. Así que lo más probable es que el «número uno» quisiera simplemente quitarse de en medio mientras asaetaban en el pleno a su segundo, que según las malas lenguas, pronto tendrá que salir de la cámara no por el garaje, sino por las alcantarillas.

En su libro de cocina «La casa de Lúculo» —que convendría leyesen todos esos chefs de mucho plato y poca sustancia—, Camba remonta el faisanaje a la cocina china, colocándole en el límite de la civilización, «allí donde sólo una tenue línea, inapreciable para el bárbaro, separa la podredumbre del refinamiento».

En nuestro caso, quiero decir en lo que se conoce como «caso Faisán», diría que no alcanza esa línea, quedándose en la podredumbre.


ABC - Opinión

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