domingo, 27 de febrero de 2011

Para fastidiar. Por Alfonso Ussía

No tengo dudas al respecto. Saben que van a perder con holgura las elecciones. Entonces se reúnen, y Zapatero pregunta: «¿A quienes fastidiamos esta semana?». Rubalcaba, muy agudo, reparte el juego. «Esta semana le toca a Elena Salgado». Y Elena Salgado toma la decisión con su acostumbrada ligereza: «A los que tienen coche». Y rebajan la velocidad admitida en autopistas y autovías a 110 kilómetros a la hora.

Más multas y un ahorro ridículo. La cosa es robar al que sea. Los ecologistas «sandía» están encantados con la nueva prohibición. Supongo que el ministro Sebastián obligará a partir de ahora a las fábricas de automóviles a retroceder en el tiempo. La SEAT fabricará de nuevo el «seiscientos», la Renault el 4.4, y Citroën el «Dos Caballos». Así no habrá manera de superar los miserables 110 kilómetros por hora en las autopistas. Con los coches que hoy se venden, y me refiero a los más modestos, se alcanzan los noventa kilómetros por hora con la primera marcha.


La cosa es fastidiar, prohibir, molestar y hacer el imbécil. Lo tienen perdido y se desahogan.
Hay algo más peligroso que un tonto. Un tonto malo. Y este Gobierno, el más tonto e inculto de cuantos hemos padecido los españoles, tiene muy malas intenciones. No hay más accidentes en Alemania que en España, y allí la velocidad en las autopistas es opcional. No hay más accidentes en Italia que en España, y allí el límite de velocidad es de 130 kilómetros por hora. Prohibido fabricar coches con cuarta y quinta velocidad. Volvamos a la romántica y limpia época de las diligencias y los coches de caballos. Lo malo es que lo que ahorraríamos en petróleo lo gastaríamos en tiempo perdido y en cuadras, que hay que ver lo que cuesta mantener un caballo. Que fue así, no lo duden. ¿ Vamos a perder cuatro millones de votos? Pues se van a enterar.

Pero me parece injusto que limiten la velocidad a 110 por hora y a los motoristas de Tráfico no les obliguen a circular en vespinos. No tiene sentido. Esas motos enormes y formidables que usan nuestros agentes son exageradas para perseguir tortugas. Las autoridades en Vespino, y los policías municipales en «Velosólex», aquellos artilugios en los que había que pedalear y alcanzar una mínima velocidad antes de accionar el motor. En las bajadas superaban los cuarenta por hora, pero en las subidas, con motor y todo, era necesario darle a los pedales para no terminar abrazado al primer árbol de la cuneta. Lo que no puede hacer un Gobierno es cobrar treinta mil euros de impuestos a quien compre un Ferrari y obligarle a circular a 110 por hora como máximo, que es como exigir a los de la Ceja que rueden sus películas en blanco y negro con No-Do incluido.

Y por supuesto, los Audi de los ministros a los garajes oficiales. A partir de ahora, los ministros en SEAT 1500, que estaban muy bien y lucían aparentes. Porque rodar a 110 kilómetros rumbo a Benidorm y experimentar el adelantamiento del Audi de Leire Pajín a 160 kilómetros por hora porque la nena quiere llegar a tiempo a la cena que le han preparados sus padres, se me antoja muy poco edificante. Si nos tenemos que fastidiar, hagámoslo todos.

En mi caso particular, no tengo problema. No me gusta la velocidad y me preocupa la carretera. Pero no se trata de eso, como la soviética ley del tabaco. A este paso, Elena Salgado va a obligar a los aviones a volar muy despacio y muy bajito. ¡Tontooooss!


La Razón - Opinión

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