jueves, 24 de febrero de 2011

La amenaza del petróleo

Europa teme que el encarecimiento del crudo por la crisis norteafricana origine una subida de tipos.

En plena convalecencia de una recesión, Europa se enfrenta al impacto de los vientos de cambio político en el norte de África y en Bahréin. Las Bolsas han sufrido dos días de pérdidas, pero el choque más peligroso procede del petróleo. La matanza perpetrada en Libia por Gadafi y el cierre de al menos una cuarta parte de la producción de crudo del país -situación que puede prolongarse porque las petroleras europeas, como Repsol, han suspendido la producción- han empujado el precio del barril por encima de los 110 dólares. La escalada de precios resiste incluso el bienintencionado mensaje de la OPEP, dispuesta a producir más para compensar el colapso libio. El problema es que los mercados ya descuentan que los efectos de la revuelta no acabarán en Libia, cuya producción, unos 1,6 millones de barriles diarios, puede sustituirse con relativa comodidad; de ahí que muchos países europeos hayan anunciado que no peligra su abastecimiento energético a corto plazo. Lo que inquieta a los inversores es que la rebelión puede extenderse a otras zonas árabes con una producción mayor.

Para las economías europeas la amenaza principal procede del contagio inflacionista que puede provocar la subida del crudo si la situación no se estabiliza en un tiempo razonable (un máximo de dos meses). La presión del petróleo sobre los precios está tasada: por cada 10 dólares de subida del barril la inflación en Europa puede aumentar hasta en dos décimas. Conste que los efectos inflacionistas no proceden solo del crudo. En los últimos meses los precios de los alimentos y de otras materias primas se han disparado. El encarecimiento del trigo fue una de las causas de la rebelión contra Mubarak.


Para combatir la inflación, los bancos centrales apenas tienen otro recurso que subir los tipos de interés. Un encarecimiento del dinero equivaldría a frenar las expectativas de crecimiento y de creación de empleo. En España, un alza de tipos en una fase de crecimiento muy débil (apenas el 0,7% anual en 2011) retrasaría el momento de la creación neta de empleo en seis meses al menos. Las supuestas ventajas de la crisis en el norte de África, como por ejemplo el aumento del turismo, serían irrisorias en comparación con el daño causado por un endurecimiento de las condiciones crediticias.

Los riesgos económicos de la crisis norteafricana son evidentes, pero no están definidos todavía, dependerán del tiempo que duren los enfrentamientos, del estado de los pozos cuando retorne la estabilidad y de las soluciones políticas que se arbitren. Sería deseable que la vuelta a la normalidad implicase la democratización de los países de la zona. En todo caso, la situación exige respuestas europeas y nacionales inmediatas. La prioridad es garantizar el suministro. El Gobierno español ha anunciado un plan de ahorro energético para responder a posibles dificultades de abastecimiento. Esperemos que esta vez el plan sea serio.


El País - Editorial

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