sábado, 19 de febrero de 2011

Intangible innegociable. Por Hermann Tertsch

Bahréin y Libia son dos países ricos en los que el poder compraba la sumisión a los súbditos. Lo que ahora exigen no se compra.

Los acontecimientos se precipitan. No sabemos aún cuántos muertos hubo ayer en Bahréin o en Libia. Y ocioso aventurar cuántos habrá. Claro está ya que la legitimidad que sustentaba la autoridad en estos dos países tan distintos quedó ayer hecha añicos y sumida en sangre.

Puede ser cierto que el Rey de Bahréin no quería recurrir a la fuerza. Que fue su tío, el primer ministro, el que creyó poder restablecer la autoridad a sangre y fuego. Da igual, porque es ya probable que los dos miembros de la familia real Al Jalifa, que gobierna Bahréin desde finales del siglo XVIII, acaben de dirimir sus diferencias en un exilio lejano.

Y Muamar Gadafi, el implacable sátrapa bufón de Libia, puede estar a punto de tener que buscar un parque muy remoto para instalar sus jaimas. Era demasiado pedir tanto a unos como al otro, que lleva 41 años en el poder, que entendieran las claves del momento. Que fueran ellos capaces de poner patas arriba sus regímenes para gobernar de forma totalmente opuesta a como lo han hecho.

Les va a resultar muy difícil a todos los caudillos, ayatolás y reyes de la región, incluido nuestro vecino Mohammed VI, adaptarse a la nueva situación con la velocidad que exige el trepidante ritmo de los hechos. Lo que podía haber dado una tregua a alguno hace unos días, puede ser inútil mañana.

Y salvo en Irán, y sólo por el momento, da la impresión de que el terror y la fuerza ya no serán suficiente. Bahréin y Libia son dos países ricos en los que el poder compraba la sumisión a los súbditos. Lo que ahora exigen no se compra. Es un intangible innegociable. Llámese dignidad de la nación, derechos del individuo, honor de la persona, libertad en suma.


ABC - Opinión

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