viernes, 18 de febrero de 2011

Película. Garzón Superstar. Por Cristina Losada

Kosslick, que prácticamente oía hablar de Garzón –y a Garzón– por vez primera, trazó esa muy discutible analogía entre la barbarie del Tercer Reich y las atrocidades de una guerra civil sobre el barro común del ajuste de cuentas con el pasado.

El Festival de Cine de Berlín escuchó a Baltasar Garzón, filmado por Isabel Coixet, con gran respeto y credulidad infinita. Es sabido que un "documental" dice siempre la verdad y toda la verdad. Por principio. La cinta tuvo el honor de contar con la presentación del director del festival, Dieter Kosslick, quien nos servirá de guía en la perplejidad. Y es que tras reconocer que apenas tenía algún conocimiento previo de las andanzas del juez, se manifestaba así después de visionar la película: "Para nosotros, que tardamos 60 años en ajustar cuentas con el Holocausto y los crímenes nazis, es increíble que un país que conocemos tan bien, un país de la UE, pase por esto". Sí, a algunos también nos parece increíble que en un país que conocemos tan bien, en un país de la UE, se tome a España por una democracia de tercera.

Kosslick, que prácticamente oía hablar de Garzón –y a Garzón– por vez primera, trazó esa muy discutible analogía entre la barbarie del Tercer Reich y las atrocidades de una guerra civil sobre el barro común del ajuste de cuentas con el pasado. Como los alemanes, a su juicio, tardaron sesenta años –que ya es tiempo– en "comprender" el suyo, mutatis mutandis, los españoles han de tener enormes dificultades para digerir su propia historia. En suma, una proyección completa la que realizaba el jefe de la Berlinale, desde la premisa incierta de que hasta la intervención de Garzón, en España nada se había querido investigar sobre la Guerra Civil y el franquismo. ¡Como si Garzón hubiera investigado! Hasta para un alemán es de una ingenuidad pasmosa. Valga como posible excusa que allí ha de ser impensable un carrerón como el del juez superestrella.

España ajustó cuentas con su pasado, por decirlo con la horrenda frase, del único modo que puede hacerlo un país que se quiera civilizado: mediante un acuerdo de reconciliación, que es un pacto de olvido desde la memoria. Hace más de treinta años se hizo. Nadie lo cuestionó. Tampoco los socialistas. Hasta que despertaron a la bestia, por cálculos cínicos y oportunistas, instante en que Garzón se subió al carro deprisa. Creer que se le persigue por antifranquista –será sobrevenido– equivale a acusar a las instituciones españolas y al Tribunal Supremo, en concreto, de connivencia con el franquismo. Y ahí topamos con el tufo ofensivo, paternalista, despreciativo, que desprende la visión de la realidad española que mantienen ciertas gentes europeas. Muy progresistas ellas, piensan que España aún tiene manchas, sigue infectada por su pasado y ocupa un escalón inferior al de sus propios países. Pero a estas alturas de la película no es España, sino Garzón quien tiene que ajustar sus cuentas.


Libertad Digital - Opinión

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