sábado, 19 de febrero de 2011

El túnel del tiempo. Por M. Martín Ferrand

No es ajena a la situación de la Nueva Rumasa la situación crítica del sectorfinanciero nacional.

LA imagen de José María Ruiz-Mateos en la primera página de los diarios españoles es volver a vivir lo ya vivido. Algo que forma parte de las costumbres españolas, de las que arranca la inevitable fatiga de ser español. La semana que viene se cumplen 28 años desde que el Estado español, con Felipe González en la presidencia del Gobierno y Miguel Boyer en el Ministerio de Economía y Hacienda, por el expeditivo procedimiento de un decreto-ley, expropió Rumasa, el conglomerado de empresas del piadoso empresario jerezano. Fue un atropello jurídico que, al margen de las razones económicas que pudieron motivarlo, necesitó el aval del Tribunal Constitucional y el suicidio profesional de su primer presidente, Manuel García Pelayo. La entonces naciente Antena 3 de Radio retransmitió en directo la entrada y ocupación de las oficinas centrales de Rumasa, en la Plaza de Colón, en Madrid, de fuerzas del orden armadas hasta los dientes. Un aviso a navegantes y una exhibición de fuerza del felipismo que, después, con la privatización de lo incautado, inauguró un gran periodo de sospechas de corrupción y enriquecimiento inexplicables y, lo que es peor, inexplicadas.

Como en la vieja serie de televisión de los sesenta, El túnel del tiempo, volveremos a vivir lo vivido. Ahora con un diferente protagonismo del Estado que, como consecuencia de sentencias firmes y no ejecutadas, le debe a Ruiz-Mateos unos cuantos miles de millones. Es difícil tomarse en serio a un empresario que, para defender sus intereses, está dispuesto a convertirse en Superman y a pretender darle un capón a su demonio particular; pero también lo es que, a pesar de las advertencias de la CNMV, el redivivo emprendedor, haya conseguido, sin más artimaña que una oferta publicitaria, captar capital entre los inversores nacionales.

No es ajena a la situación de la Nueva Rumasa la situación crítica del sector financiero nacional. Ruiz-Mateos no encuentra la financiación que consiguen sus equivalentes en los países de la UE. La mitad de ese problema, las Cajas de Ahorros, tienen una responsabilidad en el caso. Han distraído el ahorro de los españoles en operaciones sospechosas, aeropuertos sin aviones e industrias sin futuro, a más de en ladrillos, sin atender el interés de sus impositores y el bien de la Nación. Han gastado en salvas y supuestas obras sociales lo que hoy se les priva a los únicos que crean y pueden crear empleo y, lo que es más grave y desmoralizador, siguen a su frente, convirtiéndolas en bancos —¡qué San Carlos Borromeo nos asista!—, los mismos que engendraron la catástrofe. Volverán las oscuras golondrinas...


ABC - Opinión

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