domingo, 20 de febrero de 2011

El peligro de Marruecos

La revuelta social que sacude el mundo árabe amenaza con prolongarse en el espacio y en el tiempo. La clave de este movimiento transnacional es que sus raíces son profundas y parten de problemas comunes a los que se han dado parecidas respuestas del todo insatisfactorias. Lo que comenzó como una movilización popular en Túnez, que acabó con el régimen de Ben Alí, y continuó en Egipto para fulminar también a Mubarak, afecta ya a Yemen, Libia, Argelia o Bahréin. Hablamos de un fenómeno equiparable que parte de una población juvenil, muy mayoritaria en estos países, frustrada e insatisfecha por la falta de perspectivas, en el marco de unas sociedades sometidas a la pobreza y a la corrupción del poder mientras una élite se enriquece. Una ciudadanía subdesarrollada además culturalmente que comprueba, gracias a la irrupción de las redes sociales, el auge de los países occidentales de la otra ribera del Mediterráneo.

Este guión está prácticamente calcado en todas las naciones árabes donde han germinado las revueltas. Y, bajo sus peculiaridades, se da también en nuestro vecino Marruecos. Existe ese caldo de cultivo en una nación donde el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas la sitúa en el puesto 130, dentro del grupo de países de nivel medio, con indicadores similares a los de Tayikistán, Namibia, Suráfrica, India o Laos, entre otros. Un país, por ejemplo, donde las familias dedican el 63% de su renta a costear los alimentos. Y todo ello bajo una suerte de monarquía teocrática en la que el rey tiene una de las mayores fortunas del mundo.


En ese contexto, hoy están convocadas manifestaciones en una veintena de ciudades en el denominado «Día de la Dignidad». El Movimiento 20 de Febrero, integrado por jóvenes que crearon un grupo en Facebook, reivindica para su país la democracia, la separación de poderes y los derechos sociales. Se trata, por tanto, de un movimiento de base que no ha contado con el respaldo de los partidos políticos del régimen.

Para España es una situación potencialmente peligrosa. El ejemplo de lo sucedido en Túnez y la invasión posterior de la isla italiana de Lampedusa con miles de sin papeles procedentes del país africano nos obliga a estar extremadamente atentos y en alerta a la evolución de los acontecimientos de nuestro vecino del sur, con el que tenemos frontera terrestre. La ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, ha insistido durante todos estos días en que no existe riesgo alguno de que la revuelta árabe se extienda a Marruecos, pero esperamos que esa retórica prudente y medida esté acompañada bajo cuerda de los correspondientes planes de contingencia. Que prenda o no la llama en el reino alauí es algo que a España no le podrá coger desprevenido porque nos jugamos demasiado. La inestabilidad en esa región crítica para nuestros intereses exigen del Gobierno y de los resortes del Estado máxima atención. Y hay que exigir también que Occidente y, especialmente, Europa sean capaces de desarrollar una política exterior mucho menos contemplativa que hasta este momento y se esté preparado para afrontar cualquier crisis.


La Razón - Editorial

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