jueves, 24 de febrero de 2011

El 23-F de Zapatero

Si quería solemnizar lo que supuso aquel día —el triunfo de la democracia— negarse ayer a responder a Rajoy es un pésimo golpe... de efecto.

EL presidente del Gobierno no tiene derecho a ignorar el control parlamentario de la oposición, porque esta es la actividad nuclear de la democracia parlamentaria. Pero ayer Rodríguez Zapatero se refugió en la efeméride del intento de golpe de Estado de hace treinta años para no contestar la pregunta del líder del PP sobre la crisis económica. Con solemnidad impostada dijo Zapatero que «hoy no es un día en el que quiera discutir con usted». Si el presidente del Gobierno pretendió dejar para la posteridad un gesto de alta política, no solo no lo consiguió, sino que transmitió la imagen de que quería ahorrarse un mal trago a cuenta de una crisis que no acaba y de la que, por ejemplo, el viernes se supo que había provocado una caída del PIB en los cuatro trimestres del año 2010, en contra de lo anunciado por el Ejecutivo.

Refugiarse en el aniversario del 23-F es una manipulación de los sentimientos y de la historia, como si fueran necesarios todavía actos de reconciliación u homenaje a la democracia. Todo lo contrario, la normalidad en el funcionamiento de las instituciones es el homenaje más adecuado a la democracia que se hizo fuerte aquel día. Zapatero ha pretendido presentarse como custodio de la memoria histórica, cuando solo quiso dar un golpe de efecto a costa del control parlamentario. Pues nada habría sido más oportuno para celebrar el fracaso de la embestida golpista que haberse ajustado a la sesión de control como estaba previsto y como se hace cada miércoles de los periodos de sesiones. Puro escapismo manipulador con el que Zapatero pretendía dejar en mal lugar a la oposición por no tener su fina sensibilidad histórica y no renunciar a la confrontación parlamentaria en día tan señalado.

Gracias a que el golpe de Estado fracasó, ayer Mariano Rajoy pudo preguntar al Gobierno; y gracias a ese fracaso golpista Rodríguez Zapatero tenía ayer la obligación de contestar al líder de la oposición. Resulta excesiva esta tendencia del presidente del Gobierno a presentarse como encarnación de las virtudes cívicas y democráticas, como un santón del diálogo y la tolerancia. El 23-F ha tenido suficientes recordatorios, y cada día de vida democrática es una prueba de su fracaso. No hace falta que Zapatero venga a descubrir la democracia. Su responsabilidad es respetarla y contestar a Mariano Rajoy cuando le pregunte.


ABC - Editorial

0 comentarios: