miércoles, 26 de enero de 2011

Pesan los ladrillos. Por Ignacio Camacho

Sin aflorar la verdadera escala del pasivo será difícil hallar primos que inviertan en la reconversión de cajas.

EL sistema financiero «más sólido del mundo» tiene un problema de viabilidad porque a las cajas de ahorros les pesan los ladrillos acumulados durante los años dulces de la burbuja inmobiliaria. Para aliviarlas del lastre los políticos van a tener que renunciar a uno de sus juguetes preferidos, aunque lo harán a expensas del dinero de los demás. Durante años el sistema autonómico se ha aposentado sobre una estructura clientelar en la que los barones gobernaban como señores feudales: con las cajas financiaban proyectos de relumbrón y grupos mediáticos complacientes, y con las televisiones regionales se garantizaban el autobombo como si fueran el espejito de la madrastra. La crisis se está llevando por delante los taifas financieros y acabará volviendo inviables las teles de la señorita Pepis, que ahora no se pueden vender porque lo impide la ley pero tarde o temprano pondrán a los virreyes en la tesitura de liquidarlas o empezar a cerrar hospitales. Si fuera por ellos algunos elegirían los hospitales.

Con ciertas cajas a punto de irse a pique, la nomenclatura autonómica va a tener que sacar de ellas las manos. El Banco de España metía prisa de mano dura pero el Gobierno ha optado por demorar el horizonte de reconversión hasta otoño, que es la única estación hábil que queda sin elecciones de aquí a marzo de 2012. El problema es que tal vez las haya incapaces de aguantar hasta septiembre disimulando la contabilidad, y que mientras no aflore la verdadera escala del pasivo inmobiliario será difícil encontrar un primo dispuesto a invertir en esos bancos instrumentales en que pretende transformarlas la vicepresidenta Salgado. Por no hablar de que el saneamiento previo puede necesitar bastante más dinero de esos cándidos 20.000 millones que el Gobierno calcula basándose en el simple hecho de que es lo que tiene a mano.

De todos modos más vale que esta táctica voluntarista funcione, porque ya no quedan muchas más oportunidades de prolongar el birlibirloque ante unos mercados financieros que no se acaban de tragar nuestro peculiar sistema de cajas y sospechan que se trata de un embeleco. En realidad es díficil de explicar que durante años unas entidades de ahorro popular han estado dirigidas por políticos sin el más mínimo currículo profesional y al servicio de intereses ruinosos de las instituciones. Tan complicado como lograr que ahora se retiren motu proprio y resistiendo la tentación de disfrazarse en órganos nuevos: fundaciones, obras sociales o consejos de las fusiones frías, un invento dilatorio al que ya se le está viendo el cartón . El tiempo se está acabando y en La Moncloa no quedan existencias de milagros.


ABC - Opinión

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