domingo, 30 de enero de 2011

Crisis. Davos, pim, pam, pum. Por José T. Raga

Miren ustedes, a título de ejemplo, el espectáculo de las pensiones. ¿Creen ustedes que España merece todo ese festival tragicómico? Presidente cautivo, sindicatos amenazantes, patronal que no se sabe si va o viene.

Glorioso comienzo de la reunión del Foro Económico de Davos; oprobio del Gobierno español y vergüenza y humillación de todos los españoles. Es verdad que apenas había por allí algún español, entre ellos algún digno representante de significativas entidades privadas, y con no tanta dignidad y escasa o ninguna autoestima, alguna autoridad pública, llamada a hacer el ridículo y a servir de blanco al que dirigir los más crueles improperios –no por ello menos merecidos– que había que encajar como el mejor de los sparring.

No estaba el señor presidente, que sólo acude a aquellos lugares en que, como invitado, cuenta con la cortesía del anfitrión, tanto en frases de complacencia y alabanza, por falsas que estas sean, como con fotos con manos estrechadas y sonrisas hasta los lóbulos auditivos; la más reciente, si mal no recuerdo, la que aparece con el presidente Sarkozy en el mismísimo Elíseo.

Todo el mundo entiende que eso no es más que un escenario para, precisamente, dar a entender que es cierto lo que no ocurre en la realidad. Bueno, digo todos, cuando lo que quiero decir es: todos menos el presidente Zapatero. Él parece que se lo cree, que con ello gana peso y que se ufana situándose en un pontificado del que nunca estuvo más lejos.


Yo, lo que quisiera saber es de qué sonríen, tanto el presidente como su vicepresidenta económica, señora Salgado. Objetivamente, encuentro menos motivo para estas sonrisas que las que puedan fundamentar las de la hiena. Por dondequiera que se mueven, sólo recogen advertencias, en ocasiones son objeto de mofa, y siempre ejemplo a ridiculizar por los desatinos y por las idas y venidas de una ausencia de política que ha sumido a España en un caos de improvisación.

Lo de Davos de anteayer ha excedido con mucho el nivel de humillación al que nos tienen acostumbrados en pasadas ocasiones. Bien es verdad que no ha sido el juicio o la palabra de un político el que se ha fijado en nuestra noble tierra –entre ellos juega la vieja regla de hoy por ti y mañana por mí–, sino que la cosa ha corrido a cargo de un profesor de la Universidad de Nueva York, el señor Roubini, que, para desgracia nuestra, cuenta en este momento con un gran predicamento entre los que dedican su tiempo y su saber a analizar la marcha de la economía global y, en ella, la de países significativos, para bien o para mal.

Ya pueden ustedes imaginar que esta barroca referencia, lo ha sido para que, con la máxima dulzura, vayan ustedes haciéndose el ánimo de que la mención a nuestro país, lo fue para la segunda de las alternativas, es decir, para mal. Con una dureza inusitada, muy propia del mundo académico, que no hace concesiones a la galería, pero nada común en los parlamentos o declaraciones de los políticos, ha sacudido la credibilidad de España sin parpadear un instante.

El bueno de Nouriel Roubini se ha permitido juzgar a España en términos que a ningún español le hubiera gustado escuchar. España es, para el profesor neoyorkino, el mayor problema que tiene la Unión Europea, incluso llegó a ir más lejos afirmando que está entre los mayores riesgos para la recuperación de la economía mundial. Escuchar semejante opinión en una reunión de ese calibre estremece cualquier conciencia con un mínimo de responsabilidad.

Es verdad que el optimismo ancestral del presidente ZP, le puede llevar a la conclusión de lo importantes que somos, pues los desmanes de su Gobierno han configurado una España capaz de ser un problema para el mundo. El verdadero problema es que lo dicho en Davos, además de coincidir con la realidad –aunque la izquierda ciega española no quiera reconocerlo–, es una opinión muy cualificada para los agentes económicos y para quitarle el sueño al presidente y a sus amigos los sindicatos.

Ha venido a confirmar lo que ya sabíamos, y que tantas veces ha manifestado el Gobierno, aunque en sentido contrario: que España no es Grecia ni Irlanda ni Portugal. En efecto, España es, pese a todo, España; es decir, algo mucho más grave de lo que son los tres países mencionados considerados conjuntamente. También por el presidente del Foro se ha hablado de la elevadísima tasa de paro en España, más del doble de la media de la Unión Europea, alarmando más todavía, si es posible, la tasa de paro juvenil y de titulados superiores que lastran las posibilidades económicas de la Nación, y causan desánimo y fraude a los jóvenes respecto a la utilidad de su proceso educativo y de formación.

De todos modos, por encontrar algún punto de alivio en el marasmo zapateril, sólo me consuela que la reunión haya sido en Davos y no en Bruselas. Estoy convencido de que en la Unión ya no saben por dónde vamos. El Gobierno ha conseguido marearles tanto con medidas que no se implantan, que se reforman, que se vuelven a reformar, que dicen y se desdicen con tal profusión que, francamente, no hay quien sepa en estos momentos, dónde estamos y hacia dónde vamos. Eso, suponiendo que vayamos hacia algún destino.

Miren ustedes, a título de ejemplo, el espectáculo de las pensiones. ¿Creen ustedes que España merece todo ese festival tragicómico? Presidente cautivo, sindicatos amenazantes, patronal que no se sabe si va o viene. Se ha dicho siempre que la ropa sucia hay que lavarla en casa, pero estos que nos gobiernan no tienen pudor alguno en airearla para general conocimiento. ¡Qué le vamos a hacer! Seguro que algo tenemos que purgar.


Libertad Digital - Opinión

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