jueves, 25 de noviembre de 2010

Hagan sitio, señores. Por Fernando Fernández

Si el Gobierno no se atreve a aplicar un plan de estabilización como el de 1958, que se quite de en medio.

LA economía española se tambalea castigada por la crisis de la deuda europea y no se trata de insistir en lo que no somos, sino en hacer realidad lo que decimos querer ser. El gobierno de coalición irlandés se resquebraja y la bomba de relojería que supone una imperfecta Unión Monetaria puede saltar por donde nadie lo esperaba. El guión oficial apuntaba a España o Italia como escenarios de la partida definitiva. Por tamaño, historial y también, por qué no, por su carácter pasional, se temía que un gobierno mediterráneo fuera incapaz de asumir los exigentes compromisos que supone el euro y cayera víctima de la tentación populista. Pero la inestabilidad política irlandesa, la obcecación europea y el crónico sectarismo de nuestro Gobierno, más preocupado en culpar al PP que en responder a la realidad de unos mercados financieros que se han secado para España, amenazan con precipitar los acontecimientos.

La Unión Europea es una construcción llena de matices, con un indudable éxito político y económico, pero escasa presencia internacional y cero sentimientos. La hemos convertido voluntariamente en el tío de Alemania, el pariente rico que pagaba las facturas sin preguntar ni pedir explicaciones. A veces nos rebelábamos contra ella, hasta los pobres tienen dignidad, pero nunca llegaba la sangre al río porque los generosos fondos estructurales y de cohesión saciaban nuestras ansias de justicia. Además siempre se podía jugar con las normas y aplicar las directivas a nuestro ritmo y con exquisito respeto a los intereses políticos de los gobiernos de turno. Pero la Unión Monetaria es otra cosa. O hacemos como los chinos, aislamos la balanza de pagos y declaramos el euro moneda no convertible, o nos sometemos cada día al juicio de los mercados. La crisis nos pilló con la casa europea a medias, sin reglas fiscales, sin armonización bancaria y sin margen para hacer política europea de estabilización. Y con un Gobierno español instalado en la arrogancia del que no quiere ver la realidad. El resultado fue barra libre al gasto público en la vana esperanza de que el crecimiento económico retornara pronto. No ha sido así, como era perfectamente previsible. La crisis ha acentuado los desequilibrios y contradicciones internas de la Unión. Ésta se ha convertido para muchos ciudadanos europeos en el cobrador del frac, en el avaro sin conciencia ni compasión que nos exprime hasta la médula. Y ha expuesto las vergüenzas de una economía española que presumía de jugar en la Champions con dinero prestado.

Una gran parte de la clase dirigente europea ha sucumbido a la tentación de endosar a la Unión la responsabilidad del ajuste. Cuántas veces hemos oído a nuestro presidente decir «yo no quería pero me lo exige Europa». Esa Europa que lleva el neoliberalismo en su ADN. No nos sorprendamos ahora farisaicamente de que los irlandeses, como los portugueses y quién sabe si los españoles, puedan volverle la espalda a Europa. La crisis era real, la hemos gestionado fatal y tenemos un problema mayor. El Gobierno pensaba que tenía un par de fusibles en Irlanda y Portugal para llegar a las elecciones municipales y con un poco de suerte para entonces ya habría cambiado el decorado y la recuperación habría tomado cuerpo. Pero la descarga ha sido fulminante y ha cortocircuitado los mercados de crédito de tal manera que esto se parece cada vez más a una crisis de economía emergente. Si el Gobierno no se atreve a aplicar un plan de estabilización como el de 1958, un programa de ajuste típico del FMI, que se quite de en medio. Porque acabarán imponiéndonoslo.


ABC - Opinión

Crisis. El filo de la navaja. Por Emilio J. González

¿Qué va a dar de sí, entonces, la reunión? Pues nada de nada. Todo quedará en un mero ejercicio de marketing de cara a una galería cada vez más despoblada mientras el presidente vuelve a demostrar que la economía española está en manos de un irresponsable.

El presidente del Gobierno ha convocado una reunión este sábado con las treinta mayores empresas y entidades crediticias de nuestro país. Evidentemente, la cita es la respuesta que Zapatero quiere dar al informe sobre las reformas que necesita España que algunos grandes empresarios presentaron recientemente al Rey. Pero mucho me temo que el encuentro no sea más que una nueva estrategia de cara a la galería, como es habitual con ZP, para tratar de dar la impresión de que las críticas que le dirigen desde el ámbito empresarial y las peticiones que realiza carecen de justificación. Con la economía al borde del abismo, el actual inquilino de La Moncloa, por tanto, sigue sin reaccionar y todo lo fía a su estrategia permanente de marear la perdiz y no hacer nada, como si con la que nos está cayendo en los mercados eso todavía sirviera tan siquiera para ganar tiempo.

Zapatero, de entrada, establece que el objetivo del encuentro será movilizar la economía y la inversión españolas mediante la apertura de nuevos mercados y la consecución de pedidos en el exterior a través del Gobierno. Y esto lo plantea un presidente que se ha caracterizado en todos los años que lleva en el poder por dar la espalda a los intereses económicos españoles en el exterior y dejar vendidas, en todo momento, a nuestras empresas, guardando silencio cuando tipos como Chávez, Morales o Corredor han abusado y abusan de las compañías con pasaporte español que operan en Venezuela, Bolivia o Ecuador. Este es el presidente que ahora pretende abrir o ampliar mercados para ellas, cuando siempre ha renegado de que la diplomacia española tenga que defender los intereses económicos de nuestro país. Además, para poder lograrlo hace falta prestigio internacional, que es algo de lo que Zapatero está huérfano a todas luces.


Lo que le preocupa a las empresas, sin embargo, es algo muy distinto. Actualmente, nuestras multinacionales, pese a ser compañías globales para cuya cuenta de resultados España no es más que una región –lo mismo que para las multinacionales que operan en nuestro territorio–, los mercados financieros se han cerrado porque las consideran cien por cien españolas y, por tanto, afectadas por los mismos problemas que están provocando el nuevo castigo de los mercados. Esa es una de sus principales inquietudes, pero ¿qué les puede decir un Zapatero sin credibilidad alguna e incapaz de tomar una sola decisión? Porque lo que tiene que hacer el Gobierno es anunciar este mismo viernes un amplio tijeretazo al gasto público, concretado por ministerios, programas y administraciones, autonomías y ayuntamientos incluidos; cuantificado en cifras y con entrada en vigor este mismo fin de semana, con el objeto de empezar de verdad a enviar a los mercados mensajes de calma y de seriedad. ¿Lo va a hacer? Ni lo sueñen.

Con lo de la reforma laboral ocurre tres cuartos de lo mismo. Las empresas piden a gritos, sobre todo las pymes, tanto el abaratamiento del despido como la reforma de la negociación colectiva, con el fin de crear las condiciones necesarias para que pueda volver a generarse empleo y, de esta forma, reducir el paro, estimular el crecimiento y recortar el abultado déficit público por la vía de los ingresos. Sin embargo, conviene recordar en este punto que, en las pasadas negociaciones sobre la reforma laboral, el Gobierno trazó sendas líneas rojas en lo relativo a esas demandas y se negó a actuar en consecuencia influido por esos sindicatos cuya reforma también piden los empresarios. Dudo mucho de que el Ejecutivo vaya a cambiar ahora de postura justo cuando trata de recomponer sus relaciones con UGT y CCOO y menos aún con unas elecciones municipales y autonómicas a la vuelta de la esquina. El mismo argumento es válido para la reforma de las pensiones.

¿Y la reforma del sistema electoral para que en España puedan surgir mayorías parlamentarias que no tengan que depender de los nacionalistas, con todo lo que ello implica? Pues teniendo en cuenta que Zapatero se mantiene en el poder gracias al PNV y a Coalición Canaria y que pretende acercarse a CiU para aislar al PP, aquí tampoco va a hacer nada, porque lo que Zapatero tiene claro es que va a hacer todo lo posible por seguir en la poltrona presidencial hasta el final de la legislatura, le cueste lo que le cueste. Acceder a esa petición supondría muy probablemente la caída inmediata de su Gobierno, provocada por quienes hoy le sostienen, y eso ZP jamás lo va a permitir. Como tampoco va a permitir un sistema de listas abiertas en el que cada diputado tenga de verdad que dar cuenta de su gestión ante los electores de su circunscripción porque entonces serían los propios socialistas los que inmolarían a Zapatero para tratar de salvarse ellos in extremis.

¿Qué va a dar de sí, entonces, la reunión? Pues nada de nada. Todo quedará en un mero ejercicio de marketing de cara a una galería cada vez más despoblada mientras el presidente vuelve a demostrar a los mercados que la economía española está en manos de un irresponsable y un incapaz, político y psicológico, que, ante la que está cayendo en los mercados prefiere seguir caminando por el filo de la navaja.


Libertad Digital - Opinión

Lo peor del Gobierno. Por M. Martín Ferrand

Ante una crisis tan económicamente profunda y socialmente dañina no se puede andar con paños calientes.

MIGUEL Ángel Fernández Ordóñez, MAFO, gobernador del Banco de España, tiene tanto talento como tuvo su ya desaparecido hermano Francisco, el creador, con UCD, de la reforma fiscal que, con la Constitución, significó la mayor de las transformaciones experimentadas en aras de la Transición. En el franquismo solo pagaban impuestos, y pocos, cuatro panolis. Era un sistema político «gratuito» para los ciudadanos y de ahí buena parte de sus éxitos y la razón primera de su perdurabilidad. Lo que le pasa a MAFO es que tiene menos habilidad escénica, representativa, que su hermano. Durante los últimos tres años, los de la llegada y aterrizaje de la crisis que nos empobrece y anonada, debió hablar continuamente y señalar la desmesura de las Cajas, la alegría de los Bancos y la ligereza de los planteamientos económicos del Gobierno. Guardó silencio. Ahora, ignoro si arrepentido, empujado por los acontecimientos o aterrorizado ante la que se nos viene encima, le ha dado por hablar. Más vale tarde que nunca, dicen los conformistas.

Está claro que lo peor del actual Gobierno de España, incluso por encima de su falta de rumbo y proyecto, reside en su falta de credibilidad internacional. José Luis Rodríguez Zapatero ha cambiado tanto de planes, ha dicho y se ha desdicho tantas veces, que en el ámbito de la UE no es el hazmerreír en jefe porque hay mucha competencia para el cargo; pero son pocos quienes le toman en serio y le valoran como debiera serlo el primer ejecutivo de una Nación como España. Por eso resulta oportuno que MAFO, recuperado de sus muchos silencios —unos culpables y otros cómplices—, pida, por doloroso que resulte, que se acelere la reforma de las pensiones. Ello serviría, dice, «para reafirmar el compromiso del Gobierno con la disciplina presupuestaria y con su capacidad para efectuar reformas de calado».

Ante una crisis tan económicamente profunda y socialmente dañina no se puede andar con paños calientes ni aplazamientos interesados o sentimentales, desde los que inspira el calendario electoral a los que marca la Navidad. Hay que obrar con energía. La demora nunca tuvo virtud terapéutica alguna, todo lo contrario. Los pactos de estabilidad y semejante tipo de zarandajas no sanarán la enfermedad. Hay que actuar. La credibilidad será el primer fruto y la rebeldía social que, sin duda, provocarán los recortes que exige el sistema, entran en el sueldo de quienes lucen la púrpura del poder. Cualquiera puede resultar simpático, pero muy pocos resultan eficaces. ¿Se trata de que cada uno se lleve a Zapatero a su propia casa o de considerar su relevo en los próximos comicios?


ABC - Opinión

Izquierda. El pueblo como basura. Por Cristina Losada

Es argumento reiterado por los partidos de izquierda que las propuestas restrictivas con la inmigración son "electoralistas"; gustan a la gente. Vaya opinión que tienen del pueblo. Están convencidos de que alberga repulsivos instintos y sentimientos.

En sus años de diputado en Madrid, Joan Herrera ha conocido a gente –es lo que tiene esa ciudad– y ahora sus nuevos amigos le han sacado un manifiesto favorable, que es lo que tienen por costumbre los artistas que todos conocemos. Para qué nombrarlos. Ayer firmaban y refirmaban por Zapatero y hoy firman por Herrera, el "ecosocialista", para no entendernos. Aunque, precisemos, desde la distancia: si vivieran en Cataluña, este domingo votarían por él. La deslocalización del "mundo de la cultura" también es un problema.

Me ha gustado el argumento de un veterano en el oficio de compañero de viaje, Juan Diego, quien declara: "Si perdemos la dignidad de ser de izquierdas nos convierten en basura, y Herrera no pierde esa dignidad". Con qué cuidado ha evitado decir "nos convertimos en basura". De qué manera se elude responsabilidad por haber apoyado a Zapatero. La suprema dignidad de ser de izquierdas tiene una virtud envidiable: uno nunca sale enfangado de los tratos con la realidad. La basura está en otra parte.


El candidato Herrera daba una pista al respecto. En el debate de los seis candidatos, al reprocharle al PP sus propuestas sobre inmigración, afirmó que la "política del odio" saca votos en los barrios. De hacer caso a nuestro "ecosocialista", los barrios catalanes están poblados por personas predispuestas a odiar a los inmigrantes y a votar a quien prometa mano dura contra ellos. Cree, entonces, que muchos de sus conciudadanos son racistas declarados o en potencia a los que habrá que reeducar, naturalmente. Cierto que podía haber sido un desliz, pero no. Es argumento reiterado por los partidos de izquierda que las propuestas restrictivas con la inmigración son "electoralistas", esto es, gustan a la gente. Vaya opinión que tienen del pueblo. Están convencidos de que alberga repulsivos instintos y sentimientos.

La cuestión trasciende la anécdota y nos asoma a uno de los rasgos más desagradables de la izquierda. Téngase en cuenta que la mala voluntad del hombre siempre se ha interpuesto en la realización de las buenas intenciones de la elite iluminada. Por algo los regímenes comunistas trataban a la gente –y tratan los que aún perviven– como basura. Allí la mandaban directa al gulag. El ecosocialismo la envía al reciclaje. Todo está en la "dignidad de ser de izquierdas". La superioridad moral implica la inferioridad de los demás. La basura está en casa.


Libertad Digital - Opinión

¡Que vienen los separatistas!. Por Edurne Uriarte

José Montilla ha hecho de la alerta sobre el independentismo de CIU su mensaje de los últimos días.

El grito de alarma no es de los nacionalistas españoles, como alguien pudiera pensar, sino de José Montilla que ha hecho de la alerta sobre el independentismo de CIU su mensaje de los últimos días. Cuidado con CIU que es más independentista que autonomista y vigilen ustedes al PP que parece dispuesto, vaya escándalo, a investir un presidente independentista que «sí quiere romper España» (sic, en entrevista en este periódico).

Y lo dice el hombre que ha gobernado con el ala más radical del nacionalismo catalán, el genuino, ERC, y el adosado, ICV. El hombre que ha amenazado con rebeliones institucionales porque el Constitucional no les ha aprobado un Estatuto separatista. El que impulsa, junto a Zapatero, un proyecto de reforma del poder judicial para trampear la sentencia del Estatuto. Y el que explica que él es español, pero no españolista, eso es cosa de la derecha, sino federalista.
Es el mensaje a la desesperada de un partido que no sabe cómo contener el abandono de sus votantes. Que no sólo castigan al PSC por la gestión de la crisis, en Cataluña y en toda España, sino por su gobierno tan o más nacionalista que los del independentista CIU. Y que dejan a los líderes del PSC en una situación de imposible ideológico creado por ellos mismos.

Puestos a optar por gobiernos nacionalistas e independentistas, los catalanes tienen mucho dónde elegir. Pero, puestos a escoger entre otras alternativas, el propio PSC se ha encargado de demonizarlas como anticatalanas o catalanófobas. De sacar fuera de la buena y aceptable sociedad catalana a los populares y a Ciutadans.
Y lo del federalismo es otra trampa, conceptual, en este caso, para enmascarar un mensaje puramente nacionalista. Para ser lo mismo que el independentista CIU. Y para que los electores tengan solo dos opciones, la nacionalista, con Montilla incluido, y la de los disidentes del PP y de C´s.


ABC - Opinión

El Tripartito se despide con una decisión de cercanías. Por Antonio Casado

Ayer se celebró en Barcelona la última reunión ejecutiva del Gobierno Montilla, antes de entrar “en funciones” y antes de que el próximo domingo se oficie el funeral por el "Tripartito". No consta que ninguno de los consejeros asistentes padeciese el síndrome de la cámara oculta. Una prueba más de que el “Tripartito” ha entrado en coma y ya no siente ni padece. Porque nadie en su sano juicio hubiera dejado de preguntarse ¿Dónde está la cámara?, si por un azar del destino hubiera tenido ocasión de asistir al debate y aprobación del nuevo decreto de la Generalitat sobre alojamientos turísticos catalanes.

El decreto dispone que ningún establecimiento hotelero podrá obtener la máxima calificación oficial si no incluye en los desayunos “productos de cercanías”, como el pan con tomate o los típicos embutidos catalanes. Ustedes sí que son de cercanías, señores consejeros. Todos. El de Innovación, Universidad y Empresa, Joseph Huguet (ERC), que ha tenido la ocurrencia, y quienes le han dado luz verde para llevarla al boletín oficial de la Generalitat, sin haber considerado la posibilidad de estar siendo víctimas en el juego de la cámara oculta.


Y no lo eran, oiga. La cosa iba en serio. Ahí estuvo el propio Montilla explicando la aportación del nuevo reglamento hotelero a la seguridad jurídica de usuarios y operadores. A lo mejor tiene razón, vaya usted a saber, porque uno no conoce la textualidad del decreto, pero es inevitable desviar la atención hacia semejante extravagancia. Ya lo saben ustedes: si un hotel quiere superar la calificación de las cuatro estrellas y alcanzar las nuevas categorías de “Cuatro estrellas superior” y “Gran Lujo”, tiene que incluir en el desayuno los platos de la tierra. Pan con tomate y embutidos típicos, entre otras cosas.
Es como un chiste surrealista relacionar la modernidad de Cataluña, como destino turístico, con la imposición por decreto del “pá amb tumaca” en los desayunos de sus mejores hoteles
Y para colmo nos lo venden como una decisión orientada a actualizar una normativa hasta ahora dispersa (de hecho deroga ocho decretos y cinco órdenes) y, atención, “obsoleta”. Es como un chiste surrealista relacionar la modernidad de Cataluña, como destino turístico, con la imposición por decreto del “pá amb tumaca” en los desayunos de sus mejores hoteles. Ni esa delicia, dicho sea de paso, ni ninguna otra, por supuesto, puede ser condición impuesta para determinar la calificación de un establecimiento hotelero en competencia con los secadores de pelo en los baños, los metros cuadrados de la habitación o la suavidad de los cojines.

Desde que se formó en diciembre de 2003 el “Tripartito” ha sufrido continuos sobresaltos (la excursión de Carod a Perpignan, la crisis del Carmel, el “3 por 100”, la corona de espinas, caso del Liceo, el impuesto revolucionario de Vendrell, las genialidades de Maragall, el gatillazo del Estatut, etc...), pero nunca la política catalana se había vuelto tan barata como en este final de trayecto, con una campaña electoral marcada por la vulgarización del sexo y otras estupideces como forma de atraer a las urnas a los catalanes que, por supuesto, son bastante más lúcidos y tienen bastante más sentido común que sus políticos.


El Confidencial - Opinión

ERC. Collonades. Por José García Domínguez

Los establecimientos que se quieran de cinco estrellas deberán ofrendar a sus clientes, amén de las hogazas mancilladas con esa verdura infame, un vasto –y basto– surtido de "embutidos de proximidad".

Hasta ahora, solo en las cárceles, las guarderías infantiles, los hospitales y los reformatorios, instituciones todas ellas donde los inquilinos permanecen recluidos contra su voluntad, era la autoridad quien decidía el menú de los internos sometidos a custodia. Pero, a partir de hoy, a ese inventario del totalitarismo gastronómico habrá que añadir el circo. Y no el Price, el Ruso o el de Manolita Chen, sino el catalán, tan justamente célebre en el mundo entero por la gracia sin igual de sus payasos. Así, los hermanos Tonetti del Tripartito han decidido clausurar la temporada artística local obligando a los hoteles de lujo a servir pan con tomate al prójimo.

En patriótica consecuencia, los establecimientos que se quieran de cinco estrellas deberán ofrendar a sus clientes, amén de las hogazas mancilladas con esa verdura infame, un vasto –y basto– surtido de "embutidos de proximidad". Requisito que quizá apele un régimen de almuerzos a base de butifarra de payés para los turistas árabes en tránsito por Barcelona. Aunque igual la norma se refiere al preceptivo desfile de chorizos catalanes a través de salones y comedores, con Prenafeta, Millet y Macià Alavedra encabezando la comitiva. En fin, habrá que esperar a la publicación del reglamento con tal de salir de dudas.

Tal es el alto cometido con que cierto Josep Huguet, el aún consejero de Industria, ahuyenta el ocio tras haber consumado otra gesta estratégica. Como bien habrá adivinado el lector, me refiero la cruzada liderada por el Gobierno de la Generalidad contra el comercio impune de muñecas flamencas y figuritas de toreros en las tiendas de souvenirs de las Ramblas de Canaletas. Gloriosa contienda en la que los mercaderes de la zona acabarían capitulando sin condiciones ante el ardor guerrero de ese Huguet, sujeto también conocido por alias de El Lenin de Manresa a raíz de otras mil hazañas de parejo calado cosmopolita. Por algo, cuando la República escribió el maestro Pla: "De vez en cuando, la gente pregunta: ¿en qué consiste la política de Esquerra? ¿En qué va a consistir? Pues muy sencillo: va a consistir en tres años de anarquía sindical, de predominio de las ideas de la Asociación de Viajantes y el correspondiente caviar". Mas las "collonades", le faltó añadir.


Libertad Digital - Opinión

El bombardeo. Por Ignacio Camacho

Con el riesgo-país en estado crítico la catástrofe puede ocurrir en horas; una situación así requiere gestos de liderazgo.

ESPAÑA está bajo un intenso bombardeo financiero y el presidente no sale del bunker. Las madrugadas son largas porque los mercados bursátiles no duermen y son capaces de arruinar a un país mientras está en la cama. El Estado se acuesta una noche con déficit y tal vez se levante al día siguiente en quiebra. Con el riesgo-país en estado crítico y la deuda pública en precios casi de estraperlo la catástrofe puede ocurrir en unas horas; los días parecen siglos bajo el cañoneo sin piedad de los acreedores. La banca española ha tenido que quedarse con los nuevos bonos porque no había manera de colocarlos en el extranjero; para ella puede ser un negocio pero el dinero invertido lo va a detraer de los ya muy escasos créditos. El Gobierno pretende aguantar el chaparrón sin moverse porque tiene la mirada puesta en el horizonte electoral de mayo y no se quiere jugar sus pocas bazas con más medidas de ajustes; esperar hasta la primavera podría parecer una actitud cándida si no fuese una dilación irresponsable. No nos van a dar tiempo; si no actuamos nosotros lo hará la Unión Europea, y en ningún caso va a resultar agradable.

Una situación tan grave requeriría gestos de liderazgo. Hablar claro al país, convocar a la oposición, negociar a cara de perro con los sindicatos. Brío, determinación, coraje. Zapatero permanece encerrado sin dar la cara y cuando lo haga será para tronar contra la voracidad de los especuladores y contra la falta de colaboración del PP. De nuevo está por detrás de los acontecimientos, que es lo peor que le puede ocurrir a un gobernante. La vicepresidenta apenas asoma la melena y ha delegado las explicaciones en su tríada de secretarios de Estado, que se multiplican pidiendo calma, acaso lo único que ahora mismo no tienen los mercados. El escueto mensaje oficial repite los argumentos de nuestra supuesta solvencia como una jaculatoria. Sólo el gobernador del Banco de España dice en voz alta lo que convendría hacer, pero a él no le corresponde tomar las decisiones. Mientras la cúpula del poder sigue bloqueada, Europa ha hecho los cálculos del rescate: 350.000 millones de euros, cuatro veces más que Irlanda, que nos van a cobrar en sangre. Sangre social, sangre de bienestar, sangre de estancamiento.

En realidad, el hieratismo del Gobierno ante esta crisis descomunal responde a un análisis de costes políticos, que son la prioridad del zapaterismo. Prefiere asumir el riesgo de otro ajuste impuesto desde fuera que tomar la iniciativa de nuevas reformas, porque si al final las dictan los socios de la unión monetaria el presidente siempre podrá victimarse y culpar al perverso mecanismo financiero internacional. Quizá podría bastar con un acelerón en las fusiones de las cajas y el replanteamiento real, sin maniobras dilatorias, del sistema de pensiones, pero eso destrozaría el calendario electoral. Puro voluntarismo; a día de hoy lo que debería calibrar el presidente es si bajo este turbión va a llegar incólume a las elecciones.


ABC - Opinión

Otra foto de propaganda

La reunión que el presidente del Gobierno ha convocado para el sábado con 30 grandes empresarios resulta muy sospechosa en la medida en que no se ve su utilidad real, más allá del efecto publicitario que pueda tener. A juzgar por encuentros anteriores con banqueros y constructores, no conviene crearse grandes expectativas. De entrada, el día elegido es inoportuno porque coincide con la jornada de reflexión de Cataluña, lo que supone una interferencia clara en la campaña al protagonizar los telediarios del día. Podrá argumentarse desde las filas socialistas que una foto de esa naturaleza, de Zapatero rodeado del núcleo del poder económico, tendrá un efecto sedante sobre unos mercados recalentados y mostrará al mundo que en España el Gobierno y las empresas hacen un frente común para salir de la crisis y volver al crecimiento. Pero es muy dudoso que los inversores sean receptivos a una foto de estudio, otra más, en la que, además, faltará inexplicablemente el ministro de Industria, departamento imprescindible cuando se habla de competitividad. En Europa prefieren la imagen real del día a día, que muestra una política económica titubeante, unas reformas que no acaban de concretarse y unos volúmenes de gasto público que se resisten al recorte. En el ámbito estrictamente nacional, tampoco resulta convincente la cumbre de Zapatero. Después de dos años largos de crisis y deterioro del empleo, el hecho de convocar a la flor y nata empresarial cuando la confianza en la economía española alcanza mínimos históricos sugiere que el presidente quiere diluir responsabilidades y parapetarse detrás del prestigo ajeno. Porque, veamos, ¿cuál es el objeto de la reunión?: Escuchar las inquietudes de las grandes empresas e implicarlas en la recuperación con más inversión, competitividad y creación de empleo, según dijo ayer el ministro de la Presidencia. Si ya resulta sorprendente que se convoque a unos empresarios para que expongan en privado lo que vienen pidiendo en público desde hace muchos meses, es todavía más asombroso que se les aconseje cómo hacer su trabajo. Si todos ellos son dirigentes de grandes multinacionales, respetadas y admiradas en el exterior, es porque han realizado y realizan una gestión sobresaliente. Por tanto, no es el presidente del Gobierno quien debe «implicar» a los empresarios, sino los empresarios los que deben convencer a Zapatero para que siga sus consejos. Claro que para eso no era necesario improvisar una cumbre: bastaba con releer las propuestas que viene realizando la CEOE desde el verano pasado, que son suscritas no sólo por el Ibex 35, sino por todos los medianos y pequeños empresarios. O también era suficiente con prestar atención a los análisis del Instituto de la Empresa Familiar, de Fomento del Trabajo y de los trabajadores autónomos, que conforman el tejido fundamental de nuestra economía y son los llamados a revitalizarla. En suma, al presidente del Gobierno le habría resultado mucho más util escuchar al PP, cuyas propuestas económicas coinciden con las empresariales, que organizar desayunos sociales en La Moncloa. España necesita que sus dirigentes hagan política con mayúscula, no efectos especiales.

La Razón - Editorial

Cerca de Irlanda

La debilidad de la deuda española y la vacilante gestión política suponen un riesgo para el euro.

La gravedad de la crisis irlandesa queda reflejada en toda su crudeza por la invocación del ministro alemán de Economía, Wolfgang Schäuble: "El euro está en juego". Sin caer en histerias, parece urgente que las autoridades económicas europeas dispongan de un plan para reconducir los ataques de pánico de los mercados, que ayer llevaron la prima de riesgo española a los 250 puntos básicos; un coste de financiación tan excesivo infunde temor sobre la solvencia de España. El euro está en juego porque la estabilidad de la deuda española lo está. La medida que calibrará el riesgo real del euro es la respuesta que den las bolsas y la deuda al ajuste de Irlanda, conocido ayer. Por el momento, Europa arde, desde Lisboa a Dublín.

El plan de austeridad irlandés se ciñe al protocolo de ajustes para tiempos de crisis. El esfuerzo es muy elevado (ahorro del gasto en 15.000 millones hasta 2014), recortes sociales, un tijeretazo importante en la burocracia (se desprenderá de casi 25.000 funcionarios) y una subida de impuestos cuyo mascarón de proa es el aumento del IVA. Más la puesta en almoneda de los bancos, causantes de la crisis. Los mercados concederán al plan la credibilidad que tenga la subida de ingresos (el recorte del gasto se puede simular) y la capacidad de gestión del nuevo Gobierno.


El miedo de Schäuble y del Gobierno español procede de una hipótesis endemoniada: si el plan irlandés y Angela Merkel no calman los mercados, la crisis de la deuda avanzará contra Portugal y España; y entonces ya no podrá atajarse. Merkel tiene el poder de pronunciar las palabras mágicas, con el permiso del Tribunal Constitucional alemán, que apaciguarían (de momento) el vendaval: los 85.000 millones de rescate no dependerán de una quita de los acreedores privados. Merkel desveló antes de tiempo su intención de hacer pagar (con quitas en la deuda) parte del coste de la crisis a quienes la crearon (fondos privados, especuladores, bancos de inversión); pero el análisis es correcto. Por supuesto, sería deseable que el BCE resucite y siga con las compras de deuda.

Pero el drama está en España, debido al abismo que media entre la amenaza que se cierne sobre su deuda pública y privada y la aparente impasibilidad del Gobierno. A pesar de la letanía oficial de que España no es Irlanda (una obviedad, aunque no sea más que por la excelente solvencia de los dos grandes bancos españoles), lo cierto es que ambos países tienen algún punto en común. Por ejemplo, la dependencia del ahorro externo. En contra de España juegan su déficit exterior, la elevada tasa de paro y la escasísima proyección de crecimiento. Hay dos factores que ensombrecen todavía más la confianza de los inversores sobre España. Uno es la débil estructura fiscal, que se hunde en periodos de recesión; el otro, la mediocre gestión del Gobierno, capaz de anunciar en falso una reforma de las pensiones, aplazarla después y condicionarla a un acuerdo con los agentes sociales, o de demorar las reformas financiera y laboral. Un lastre añadido es la pobre calidad política que perciben los inversores en el PP. El supuesto recambio no ofrece garantía alguna a los agentes de la inversión mundial.

La crisis irlandesa, se quiera o no, ya es asunto de España. Las finanzas públicas y privadas pueden salvarse de la quema (el margen de maniobra es escaso) si se anuncia ya una reforma de las pensiones; la ejecución inminente de las fusiones de cajas, propuestas para recortar los costes sanitarios a partir de 2011; y un compromiso político para rebajar deuda y gastos autonómicos. Las promesas hay que cumplirlas, y el Gobierno ha trasteado torpemente con las que hizo sobre pensiones, mercado de trabajo y reforma financiera, hasta perder mucho de su crédito.


El País - Editorial

Corea del Norte y la paz del mundo libre

Lo peor es que la dictadura comunista norcoreana no se limita a cercenar las libertades y a tener a su población en la miseria, sino que periódicamente muestra su hostilidad a sus vecinos y antiguos compatriotas, como evidencia el brutal ataque del martes.

Kennedy utilizó el ejemplo de las dos Alemanias para mostrar cuan distinto destino le esperaba a la gente, por mucho que tuvieran un mismo punto de partida, dependiendo de si disfrutaban de una democracia y una economía de mercado o padecían un régimen comunista, ajeno como tal a toda noción de libertad política y económica. Aun es más elocuente ejemplo de ello el caso de Corea, que continúa separada y enfrentada desde finales de la Segunda Guerra Mundial: mientras la democrática y capitalista Corea del Sur es uno de los países más prósperos y desarrollados del mundo, Corea del Norte es una de las dictaduras más férreas y totalitarias del planeta que somete a su población a recurrentes hambrunas.

Lo peor es que el dictador comunista Kim Jon-Il y su hijo y heredero Kim Jong-un no se limitan a cercenar las libertades y a tener a su población en la miseria, sino que periódicamente muestran su hostilidad a sus antiguos compatriotas, como evidencia el brutal ataque del martes contra la base militar que los surcoreanos tienen en la isla de Yeonpyeong y sus alrededores, que ha causado cuatro muertos, entre ellos dos civiles, decenas de heridos y numerosos edificios destruidos a causa de los incendios provocados por los más de cincuenta proyectiles lanzados.


Recordemos que el pasado marzo, un submarino norcorano ya torpedeó un buque militar de Corea del Sur, provocando la muerte de los 46 tripulantes que llevaba a bordo. La excusa que dio entonces el régimen comunista para justificar el ataque fue una inexistente violación de sus aguas territoriales; la de ahora consiste en considerar "provocativas" las maniobras militares en la isla surcoreana.

A pesar de que entonces no hubo la menor respuesta militar por parte de Seúl y de que la de ahora se ha limitado a responder con fuego de artillería a los ataques que estaba padeciendo, Pyongyang ha proseguido sus amenaza advirtiendo que lanzará sus misiles "sin piedad" contra sus vecinos si no se someten a sus dictados.

Aunque tanto Washington como Seúl vinculan estas provocaciones con los cambios en la cúpula militar norcoreana y con la sucesión del liderazgo a favor de Kim Jong-un, "un tipo muy peligroso e impredecible", raro será que este lo sea más que lo que lo ha sido su sanguinario y enloquecido padre y, sobre todo, no hay que perder de vista el programa nuclear que el régimen comunista no oculta y está apunto de completar. De hecho, el Gobierno de Pyongyang ya ha conseguido desarrollar bombas atómicas en las modernas instalaciones de Yongbyon, aunque aun carece de la tecnología necesaria para ensamblarlas en cohetes de largo alcance.

Bien está que la Casa Blanca trate de que China use la gran influencia que tiene sobre Corea del Norte para enviarle un claro mensaje de que tiene que cesar sus provocaciones. Bien está también que EEUU y Corea del Sur hayan acordado celebrar maniobras militares conjuntas en el Mar Amarillo, para lo cual se desplazarán a la zona cuatro buques de guerra estadounidenses, entre ellos el muy disuasivo portaaviones nuclear estadounidense George Washington. Con todo es mucho más lo que se ha de hacer para impedir que un régimen como el de Pyongyang se dote de armamento nuclear operativo. Ya es triste que seamos condescendientes con la diferencia señalada por Kennedy entre un país comunista y otro libre, pero lo que no podemos tolerar es que la diferencia radique en que uno sabe atacar y el otro no se sabe defender.


Libertad Digital - Opinión

El gran responsable

«No somos Grecia o Irlanda». «No necesitamos ayuda». «No somos insolventes». El discurso del Gobierno se limita a un simple «nosotros no».

NO hace falta profundizar mucho entre los análisis que circulan en medios económicos de reconocido rigor para descubrir que España ha entrado ya en el baile de números y de fechas. Números, en relación con el importe de un hipotético rescate financiero internacional. Fechas, en relación a cuándo cabe esperar que tal hipótesis sea verosímil. ¿Podemos preguntar acerca de la probabilidad del momento? ¿Podemos preguntar sobre sus consecuencias? ¿Podemos preguntar acerca de lo que es exigible al Gobierno para alejar semejante tragedia? ¿Podemos, por último, preguntar si ya hemos llegado tarde para que esté en nuestras manos evitar las consecuencias de semejante humillación? Podemos y debemos.

No tenemos todas las respuestas, pero se hace cada vez más evidente que podemos dibujar algunas. Basta comprobar el nivel alcanzado por los indicadores de alarma. Es suficiente escuchar los llamamientos a la calma y a la confianza que se lanzan desde el Gobierno. Los argumentos comienzan a estar plagados de negaciones. «No somos Grecia, Irlanda o Portugal». «No necesitamos asistencia». «No somos insolventes». Resulta que los argumentos de los que nos provee el Gobierno para poner frente al mensaje que lanzan los mercados y que recogen en sus informes los analistas se resumen en un simple «nosotros no». Más que suficiente para poder responder que sí, que hemos llegado tarde, y que ya no está en nuestras manos conducir el destino inmediato.

Cala, cada vez más profundo, un sentido de urgencia, de intentar acelerar reformas, de demanda de más ambición. Y no viene ya de oscuros y avariciosos especuladores, sino desde el propio gobernador del Banco de España, que ha exigido que se acelere la reforma del sistema financiero y que el Gobierno instrumente «las medidas adecuadas», porque «la Banca española está igual que hace tres meses». El problema es que son demasiadas las cosas que están igual que hace tres meses. La reciente crisis de Gobierno es ya un manifiesto fracaso. Una gran oportunidad perdida. Una más. Las oportunidades se están desgraciadamente agotando y el coste del fracaso está cerca de tener que ser repartido. Y hay un gran responsable: Rodríguez Zapatero.


ABC - Editorial