jueves, 4 de noviembre de 2010

Vuelve la señorita Pepis. Por M. Martín Ferrand

La escuela política de Rajoy se sustenta en el silencio y la paciencia. No decir nada que pueda establecer compromiso.

EN los años setenta, cuando la Transición, una tal señorita Pepis se convirtió en gran estrella de la tele. Las mocitas que hoy comienzan a ser abuelas suspiraban por sus maletines y sus kits. Para jugar a enfermeras o modistas, para maquillarse dentro de un orden o revestirse con los hábitos cursilones de una princesa de cuento rosa, era imprescindible un equipo de la señorita Pepis que, de repente, desapareció. ¿Qué habrá sido de ella? Acabo de vislumbrarla junto a Javier Arenas, el líder popular que más pronto se levanta de la siesta. La campaña con la que el PP andaluz pretende batir a José Luis Rodríguez Zapatero tiene que ser, por coherencia de estilo, un diseño de la señorita Pepisque, del mismo modo que podría haber profesado en la clausura de un convento o trabajar con una ONG en el África central, se ha inscrito en la cofradía de la gaviota.

Con epicentro creador en Sevilla, el PP distribuye ya por toda España unas tarjetas postales con el siguiente lema en su anverso: «Yo no te abucheo. Solo quiero un empleo». El reverso incluye la dirección postal del presidente del Gobierno y el diseño de la campaña contempla que los parados le remitan las tarjetas a quien, según el PP, «se columpia con las mujeres». Piensan los estrategas populares que la tarjeta puede movilizar a las más de dos millones de paradas que completan el censo del desempleo y, vista su estética funcional, cabe atribuirle su ideación a la señorita Pepis que, por las trazas y el calendario, ya debe peinar canas y, solidaria, quiere colaborar con Arenas y demás sabios clausewitzes del PP.

La escuela política de Mariano Rajoy se sustenta en el silencio y la paciencia. No decir nada que pueda establecer compromiso y esperar a que el tiempo lo arregle todo. En ese entendimiento un pareado mal medido, como el de la postal con la que quieren darle pellizquitos monjiles al líder socialista, y una tarjeta con franqueo constituye una elegante y dinámica manera de no hacer nada. Quizás haya desconocimiento, o menosprecio, de la realidad intelectual y política de las españolas, en paro o con trabajo, por parte de quien diseña campañas tan infantiles como ésta en la que no se sabe qué ponderar más, si su ridícula vaciedad o la confianza en el servicio postal. Si como dicen, a dúo, Arenas y Mercedes de la Merced —la Bibiana igualitaria del PP—, de lo que se trata es de hacer «visibles» a las mujeres en paro quizás resultara más barato y notable la organización de bailes regionales en las plazas públicas o el asado de castañas en las colas del INEM. Cualquier cosa menos desenterrar, pobrecita, a la señorita Pepis.


ABC - Opinión

Elecciones EEUU. We the People. Por Alberto Acereda

Hoy el pueblo norteamericano, "We the People...", ha dejado muy claro que Estados Unidos es un país que repudia las agendas políticas socialdemócratas y que se ubica cómodamente y sin complejos en la derecha liberal-conservadora.

El pueblo norteamericano acaba de mandar hace unas horas en las urnas un contundente aviso y repudio a Barack Obama y a los líderes del Partido Demócrata. En unas elecciones intermedias históricas, por el abultado triunfo de la derecha liberal conservadora, el sujeto político soberano "We The People" –con el que se abre el preámbulo de la Constitución– ha dejado claro su contundente rechazo a la agenda política socialdemócrata de Obama y su partido.

Que la victoria es histórica resulta incuestionable porque desde 1932 ningún partido había ganado tantos escaños en la Cámara de Representantes. La famosa revolución conservadora de 1994, con 52 asientos ganados en dicha Cámara, se ha quedado pequeña con lo ocurrido este 2010. Lo acontecido este martes confirma el repudio a la Casa Blanca y el hecho de que estamos ante el principio de un proceso de cara a las elecciones presidenciales de 2012.

Porque la victoria de la derecha norteamericana representada por el Partido Republicano se ha dado en la Cámara de Representantes, donde estaban en juego todos los escaños convirtiendo los resultados en una radiografía exacta del sentir nacional. En el Senado, aun no siendo el momento más propicio para los republicanos por las limitadas plazas geográficas en disputa, también el avance ha sido notable casi triplicando los asientos ganados respecto a lo que es común en otras elecciones intermedias. Asientos senatoriales como el de Illinois, otrora del propio Obama, han ido a parar a los republicanos.


Tan importante, o incluso más, resulta el éxito logrado por el GOP en las elecciones gubernamentales de varios estados, alcanzando victorias en plazas claves como Ohio o Pennsylvania, centros electorales donde Obama y Biden habían puesto todo su empeño en mantener. Lo mismo ocurre en los respectivos Congresos de cada estado donde las mayorías republicanas han sido más que notables abriendo así el campo para las importantes decisiones de distritos electorales en 2012. No cabe duda, pues, que el mapa electoral es ahora muy distinto al de hace dos años.

Tras la inauguración presidencial de Obama los agoreros de la revista Time anunciaban en portada la muerte del republicanismo conservador al que juzgaban como "especie en extinción". Han bastado sólo unos meses para ver que si hay algo en extinción en este país ahora mismo es la agenda de Obama y los cantos de sirena de la izquierda socialdemócrata. La ascendencia del conservadurismo norteamericano impulsado por el "Tea Party" queda así constatada en estas elecciones y anuncia el camino para las presidenciales de 2012. Paradigmático del pulso electoral es el caso de Marco Rubio, el nuevo senador de la Florida que encarna ese nuevo dinamismo en la derecha norteamericana.

El hecho mismo de ostentar ahora los republicanos la mayoría en una Cámara pero no en el Senado, pone todavía más responsabilidad en Obama y los demócratas a la hora de mover ficha y deja a los republicanos en una posición perfecta para poner freno al Gran Gobierno e impulsar una agenda de gobierno limitado y responsabilidad fiscal. Se verá ahí entonces por dónde respira Obama en el nuevo horizonte político. Con todo, lejos del triunfalismo, el GOP y en particular John Boehner y su equipo deben actuar sobre los principios que les han llevado a este éxito electoral y deben responder a las demandas ciudadanas liderando un cambio de rumbo en la política norteamericana ligado directamente con el "Tea Party". No caben, pues, carantoñas al presidente ni tratos de medio pelo en los pasillos de Washington, sino la puesta en práctica de auténticas políticas liberal-conservadoras. Si Obama veta sus iniciativas, quedará en evidencia y el GOP estará labrando el camino para recuperar la presidencia en dos años.

Los grandes derrotados de estas elecciones, por tanto, son Obama y los demócratas, incluidos Nancy Pelosi y Harry Reid (aunque ambos hayan mantenido sus escaños). Está todavía por ver si Pelosi seguirá ahí y si a Reid no le saldrán contrincantes en su propio partido para liderar el Senado. En cualquier caso, estos y los que hoy han perdido estas elecciones son los que durante estos años han venido insultando al "Tea Party" y al GOP llamándolos extremistas, ultraconservadores, nazis, fascistas y toda clase de falsedades. Pero hoy el pueblo norteamericano, "We the People...", ha dejado muy claro que Estados Unidos es un país que repudia las agendas políticas socialdemócratas y que se ubica cómodamente y sin complejos en la derecha liberal-conservadora. Caída la máscara de Obama, su agenda política queda derrotada en una noche histórica que debe tener su segunda parte en noviembre de 2012.


Alberto Acereda es catedrático universitario en Estados Unidos y director de The Americano.

Libertad Digital - Opinión

De odios y fobias anticristianas. Por Hermann Tertsch

Ese coro es incapaz de emitir una palabra de condena ante la monstruosidad de la muerte.

«INSURGENTES» llamaba el locutor de una televisión española a los terroristas de Al Qaeda que asaltaron la iglesia de Nuestra Señora del Socorro en Bagdad en la víspera de la Festividad de Todos los Santos en Bagdad. Para después proseguir con el relato coherente que nos explicaba que fue el intento de rescate por parte de las fuerzas de seguridad iraquíes la causa de que allí murieran al menos 58 personas, la mayoría mujeres y niños. Para que nos entendamos, los responsables de la matanza hay que buscarlos entre quienes ordenaron liberar a los rehenes, sólo en segundo término por los «insurgentes» que los tomaron como tales. A este tipo de aberraciones conduce esa pócima tóxica de irreprimible simpatía por todos los enemigos de «los invasores» de Irak y la fobia hacia todo lo cristiano que alcanza en nuestro país carácter patológico en un izquierdismo auspiciado por el partido gobernante. La organización terrorista Al Qaeda amenaza a todos los cristianos y exige que se le entregue a mujeres convertidas al cristianismo, unas monjas y otras no. Pretende que son retenidas contra su voluntad. Está perfectamente claro lo que quieren hacer con ellas. «Que sepan estos infieles y a su cabeza el Vaticano que la espada de la muerte no se va a levantar de los cuellos de sus seguidores hasta que (el Vaticano) anuncie que no tiene nada que ver con lo que hacen los perros de la Iglesia egipcia» dice. E insiste en la amenaza al Vaticano. Si no se pliega a sus exigencias, «se abrirán las puertas de la destrucción y los mares de sangre». En esto se confunden Al Qaeda, tan acostumbrada a que algunos, el Gobierno español a su cabeza, acaten sus órdenes. Pedirle al Vaticano que se distancia de la milenaria iglesia copta, tan romana como Roma misma, es como exigirle la abolición de la curia. Los intentos de borrar la huella del cristianismo de la región donde surgió, Oriente Medio, no son nuevos. Pero está claro que en Irak el radicalismo islamista cree poder lograrlo a corto plazo. Un tercio de los más de 800.000 cristianos han huido del país desde el año 2003. Si trágica es esta evolución, no deja tampoco de serlo el hecho de que no haya voz alguna del islam moderado que llame a acabar con esta tropelía criminal. Por unas caricaturas en parte falsas, todos los imanes del mundo islámico desde Marraquech a Yakarta se ponen de acuerdo de inmediato en llamar a sus fieles a rugir indignados, ante la matanza del 31 de octubre y en general ante la tragedia cristiana en Oriente Medio la indiferencia es absoluta.

La fobia al cristianismo forma extrañas alianzas. La «comprensión» que demuestra el izquierdismo anticlerical militante hacia las diferentes formas de coacción y despotismo que emanan del islamismo llevan a algunos socialistas a defender hasta el uso del «burka». Y para qué hablar del silencio del coro feminista en nuestro país ante la anunciada ejecución por lapidación u horca de la iraní Shakineh Ashtiani, que a la hora de escribir estas líneas esperaba su muerte inminente. Ese coro, omnipresente en su desatada indignación cuando se trata de condenar una mera grosería, es incapaz de emitir una palabra de condena ante la monstruosidad de la condena y la muerte. Pero no se sorprendan. Conozco ya a algún testigo de afirmaciones del presidente Zapatero ante políticos europeos jactándose de ser el principal enemigo de la Iglesia en España. Debe ser por eso por lo que no acudirá a ninguno de los actos que celebrará el Papa Benedicto XVI este fin de semana en Santiago y Barcelona. No vaya a molestar a sus correligionarios que organizan las burlas y demás ofensas al Papa previstas para estos días. Cuando quiere una buena ceremonia religiosa, se va con su amigo Erdogán a celebrar el Bairam del Ramadán.

ABC - Opinión

Elecciones EEUU. ¿Las barbas a remojar?. Por Rafael L. Bardají

Si hay un mensaje claro que emerge de los votantes y candidatos del Tea Party es que a los conservadores de todo el mundo no debe temblarles la mano. A la hora de defender lo que creen; a la hora de estar orgullosos de lo que dicen ser.

El terremoto electoral americano de este martes está claro: los votantes han repudiado nítidamente las políticas radicales de su presidente, Barack Hussein Obama, que han juzgado demasiado alejadas de las esencias de Estados Unidos. Así, aunque los republicanos no han logrado la mayoría en el Senado, han obtenido una victoria histórica en la Cámara Baja y en número de gobernadores electos. Esos son datos indisputables.

Lo que no está tan claro son las implicaciones políticas de esta derrota demócrata. ¿Presagia que Obama será presidente de un solo mandato como Jimmy Carter? Quienes eso creen basan sus juicios en dos supuestos: el primero, que mientras la economía no mejore y Obama se empeñe en defender el déficit y el gasto público como el mejor remedio ante la crisis, los demócratas están acabados; el segundo, que los republicanos han aprendido la lección y no caerán en la tentación de hacer lo que han venido haciendo en los últimos años: ser cómplices en la expansión del gobierno en abierta contradicción con sus raíces ideológicas.

Pero precisamente quien ha votado por los republicanos porque no había otra opción, habida cuenta del férreo sistema bipartidista, aunque en sintonía con los principios que han venido defendiendo los promotores del Tea Party, ven su apoyo al Partido Republicano como algo condicional. Les han votado para preservar las esencias políticas, y de seguridad de Estados Unidos pero con ese claro mandato. Si retornan a sus prácticas de defender una cosa y votar la contraria, de no querer frenar el aumento de los impuestos o luchar por reducir el gasto público, entre otras cosas, será complicado garantizar que sus votantes les seguirán fieles en las presidenciales del 2012.


Y es que aunque la economía –la política económica de Obama, no la crisis–ha revoloteado sobre estas elecciones, el respeto a los valores constitucionales, al sistema político, a la libertad de elegir libremente sin imposiciones del gobierno, han sido asuntos que han movilizado a buena parte del electorado. Si dentro de dos años quienes han votado hoy para repudiar a Obama se sienten también traicionados por el establishment republicano, buscarán nuevas alternativas.

En España estas elecciones han despertado una inusitada expectación. Sin duda no tanto porque se sigan los entresijos electorales de Alaska o Nevada, por citar dos casos, sino porque se cree –o se quiere creer– que el fenómeno del Tea Party es replicable en nuestro país. Y es verdad que entre Estados Unidos y España hay muchas cosas en común: un presidente que se considera un desastre nacional; una situación económica empeorada por las malas decisiones del Gobierno; una oposición de la que se espera más acción e ilusión; y un monumental cabreo nacional por una miríada de razones, desde el déficit a la prohibición de los toros en Cataluña, en nuestro caso.

Y los socialistas tendrían sobradas razones para estar preocupados con las posibles lecciones a aprender del resultado electoral americano, a pesar de las distancias. Culpado de haber generado muchos de los problemas, el apoyo directo de Obama a los candidatos demócratas ha resultado más negativo que positivo. Y eso puede muy bien pasar en España con Zapatero. Igualmente, los socialistas españoles se pueden convencer de que la batalla por el centro la tienen perdida, como sus homólogos americanos, y se escorarán aún mas había el radicalismo y, para justificarse, pondrán en marcha otra vez las campañas del miedo al dóberman que viene. Lo bueno es que se equivocarán como se han equivocado los demócratas.

En el Partido Popular pueden estar más tranquilos. Sus estructuras no permiten el lanzamiento de candidatos como los del Tea Party en América. Aquí, por desgracia, no cabe esperar figuras como Marco Rubio, Rand Paul o Ron Johnson. Pero al mismo tiempo deben ser muy conscientes de que el voto de castigo al Gobierno de turno es un voto no sólo condicional sino muy volátil. Y en ese sentido si los votantes españoles le otorgan su confianza al PP en marzo del 2012 o cuando se convoquen las próximas elecciones generales, será, en palabras de Marco Rubio, "una segunda oportunidad". Pero claramente para hacer lo que hay que hacer y no sucumbir a las presiones.

Si hay un mensaje claro que emerge de los votantes y candidatos del Tea Party es que a los conservadores de todo el mundo no debe temblarles la mano. A la hora de defender lo que creen; a la hora de estar orgullosos de lo que dicen ser.


Libertad Digital - Opinión

Cambio de marea. Por José María Carrascal

El pueblo norteamericano ha hablado alto y claro, y ha dicho que no le gusta cómo le estaban gobernando.

EL único consuelo de Obama es que pudo ser peor. Pudo perder también el Senado, lo que le hubiese dejado maniatado para gobernar. Pero lo retuvo por los pelos, mientras en el resto la derrota fue clamorosa. Una marea conservadora barrió la Cámara de Representantes y los gobiernos de los Estados, dando a la republicanos una capacidad que antes tenían los demócratas. El pueblo norteamericano ha hablado alto y claro, y ha dicho que no le gusta cómo le estaban gobernando.

¿Qué puede hacer Obama ante ello? Tiene dos caminos: echar la culpa a la oposición de no poder gobernar o adaptarse a la nueva situación. ¿Cuál es la nueva situación? Lo se voy a explicar con sus ejemplos: el nuevo speaker de la Cámara Baja es un oscuro hombre de Ohio, John Boehner, con once hermanos, que fregó suelos, lavó platos, no fue a Harvard, sino a un modesto college, con la consigna «hay que devolver América a los americanos». El segundo, son las tres advertencias de Evan Bay, uno de los demócratas que dejan el Senado, a su partido: «Bajar los impuestos, atacar el déficit y acercarse al centro». Es exactamente el mensaje que envió ayer el pueblo norteamericano a su gobierno: déjate de repartir riqueza —que está desapareciendo— y concéntrate en la creación de la misma. Y para crear riqueza, la iniciativa privada es mejor que la gubernamental. Los déficit son una hipoteca para el futuro y para los hijos. Y nada de elitismos. El norteamericano medio es centrista, que se ve hoy abandonado. Esos han sido los tres pecados de la administración Obama y lo que le llevó al revolcón de ayer.


Obama puede hacer caso de esa advertencia o ignorarla. De ello dependerá que sea reelegido o no en 2012. Mucho apunta de que lo hará, se bajará a la calle y se pondrá a crear empleo, que es lo que desde allí se pide. De hecho, ha empezado ya a hacerlo, al ofrecer colaboración a los republicanos. Pero tendrá que hacerlo con hechos, no con palabras, y sin titubeos. Porque si sigue con una agenda socialdemócrata, se equivocó de país. Eso puede funcionar en Europa, no en Estados Unidos. E incluso en Europa está, de capa caída.

Por último: las elecciones de ayer encierran también una advertencia para los republicanos. Aunque la marea es hoy conservadora, si la llevan al extremo puede conducirles a cometer los mismos errores que los demócratas. El triunfo del Tea Party es más aparente que real, ya que han sido sus candidatos radicales que se presentaron en algunos Estados como tercer partido quienes impidieron al candidato republicano alcanzar la victoria, y a su partido, la mayoría en el Senado. Y es que la mayoría norteamericana es de centro. De centro derecha.


ABC - Opinión

PP. La agenda oculta. Por Cristina Losada

Les acusarán de querer privatizar la sanidad, la educación, las carreteras y hasta el aire. Les sacarán la "agenda oculta", de inexistencia indemostrable. Y lo único que podrá seguir demostrando el PP es que carece de una agenda pública sólida.

La "agenda oculta", anglicismo con el que se designa la existencia de un plan o un propósito no declarado, es un tema clásico del thriller político que acaba de resucitar el Gobierno remodelado. Estos días, sus portavoces advierten, excitados, de que el partido de la oposición guarda, bajo siete llaves, todo un programa. Como los de Rajoy han sido parcos, cuando no confusos, acerca de sus propuestas, el hecho de que tuvieran, no importa dónde, un programa completo y detallado sería, en realidad, una buena noticia. Pero los socialistas, como es natural, desean difundir la noción de que el PP lo esconde a causa de su esencial contenido perverso. Estamos ante un bonito argumento circular. No se puede demostrar que existe, puesto que es secreto, pero como es secreto tampoco se puede demostrar que no existe.

González Pons ha atribuido a Guerra la autoría de esa estratagema, pero los socialistas, entonces como ahora, se limitan a explotar un filón tan antiguo como el hambre. Siempre hay predispuestos a creer en planes ocultos, igual que en poderes en la sombra y manos misteriosas que mueven los hilos, llámense Sabios de Sión, Trilateral o equis. Y aunque esa creencia no conoce fronteras políticas, la izquierda se ha entregado a ella con especial placer. De hecho, el marxismo se propugnaba como único pensamiento capaz de penetrar bajo el barniz de lo percibido y de llegar, así, a la verdad escondida y más profunda. Era, como escribe Paul Johnson, una suerte de gnosticismo. El mundo no es lo que parece. Y, según alertan los socialistas, el PP tampoco.

Ya puede Pons llorar por los pensionistas, ya puede proclamar Cospedal que el PP es el partido de los trabajadores, ya pueden acusar a coro a Zapatero de haber infligido el mayor recorte social de la democracia. Ya pueden que no pueden. Puestos a competir por la "agenda social" con los profesionales de ese negociado demagógico, no podrán ganar nunca. Les harán decir, como han hecho, que su modelo es el ajuste de Cameron, "el mayor tijeretazo al Estado de bienestar desde la II Guerra Mundial". Les acusarán de querer privatizar la sanidad, la educación, las carreteras y hasta el aire. Les sacarán la "agenda oculta", de inexistencia indemostrable. Y lo único que podrá seguir demostrando el PP es que carece de una agenda pública sólida.


Libertad Digital - Opinión

Poleo Party. Por Ignacio Camacho

Los sucedáneos del Tea Party sólo conducen a la agitación del espantajo ultramontano que necesita la izquierda.

EL Tea Party no existe en España ni podrá existir mientras en el Partido Popular no haya elecciones primarias, pero esto no evita que algunos traten de tomarlo como modelo para constituir grupos de presión destinados a entorpecer el proyecto de centro que trata de construir Mariano Rajoy (con graves errores tácticos, por cierto, como el de la ya célebre y pardilla entrevista-boomerang que la maquinaria propagandística de Rubalcaba ha convertido en arma arrojadiza). Desde que el aznarismo perdió su rumbo moderado para involucrarse en una deriva seguidista de los neoconservadores americanos, en la derecha española no han dejado de surgir intentos de desestabilizar el único discurso que ha sido capaz de levantar una mayoría social frente a la dominancia histórica de la izquierda, y que no es otro que el de una oferta de amplio espectro entre la socialdemocracia y el liberalismo. Cuando no ha sido desde el integrismo católico ha sido desde un alborotado fundamentalismo economicista o desde una interpretación cerrada y ultramontana del hecho nacional; a veces los tres vectores han convergido a la vez para sabotear la posibilidad de que el PP vuelva a ser el partido atrapalotodo —all catch party— que logró la única mayoría absoluta no socialista en treinta años de democracia. El destino del moderantismo español parece siempre sometido a la tensión de los propios demonios familiares de una derecha que no necesita adversarios para dilapidar sus escasas oportunidades de gobierno.

En un país sometido a la hegemonía moral e intelectual de un sedicente progresismo que identifica como tabúes los conceptos de conservador, derechista o incluso liberal, las encuestas señalan de modo recurrente el predominio de un electorado mayoritario que gusta de situarse a sí mismo en la definición de centro-izquierda. Con ese panorama la victoria de cualquier alternativa de corte distinto sólo puede producirse por abandono, renuncia o desengaño de los votantes del Partido Socialista, beneficiario del espectro político más solicitado. Cualquier acento «desacomplejado» —ése es el término que más gusta a quienes no son aficionados a refrenar sus impulsos extremistas— en el programa del centro-derecha desequilibra la percepción de la opinión pública hacia un temor antiautoritario que permanece en el subconsciente de la sociedad, y vuelve a movilizar la coalición de intereses que va desde el socialismo a los antisistema pasando por los nacionalistas. Las emulaciones más o menos sucedáneas del Tea Party sólo conducen a la favorable agitación del espantajo retrógrado que, bien agitado por una eficacísima propaganda, suele proporcionar a la izquierda la pintura que necesita para dibujarle al proyecto centrista un falso retrato de involución cavernaria.

En ésas estamos. Ganar elecciones siempre es difícil, pero cada cual está en su derecho de elegir el mejor modo de perderlas.


ABC - Opinión

‘MinisTrini’ se estrena con un nuevo capítulo de humillación patria. Por Federico Quevedo

Reconozcamos que había cierta expectación por comprobar como daba sus primeros pasos la nueva titular de Exteriores, Trinidad Jiménez -también conocida por minisTrini o por ‘cómo llegar a ministra tras perder hasta la cartera’-, después de que la semana pasada la UE diera al traste con la pretensión española de acabar con la Posición Común sobre Cuba. ¿Y qué ha hecho? Pues eso a lo que estamos acostumbrados: aceptar sin rechistar un nuevo capítulo de humillación colectiva patria delante de sus narices y de las del indeseable ministro de Exteriores marroquí, Taieb Fassi-Fihri, culpable del desaguisado. Me explico, ambos ministros comparecían en rueda de prensa después de haber mantenido una reunión conjunta, y el diplomático alauita aprovechó la circunstancia para insultar a los periodistas españoles, por un lado, y no hacer ni puñetero caso a las falsas acusaciones que este fin de semana sirvieron de apertura en todos los telediarios del reino, según las cuales un guardia civil habría matado de un disparo a bocajarro a un adolescente musulmán en Melilla.

Dos cuestiones graves, muy graves, que empañan aún más la ya complicada relación diplomática entre los dos países, siempre turbia por culpa de la arrogancia alauita y la debilidad española, sobre todo en estos años de gobierno de Rodríguez, en los que ha primado el buenismo y la complacencia, es decir, la cobardía, en esas relaciones. El titular de Exteriores marroquí se quejó delante de la ministra de la prensa española, de cómo elaborábamos nuestras informaciones y, sobre todo, nuestras opiniones, sin tener en cuenta la versión oficial. Nos acusó de cometer excesos y de confundir nuestros deseos con la realidad. Menos mal que los compañeros presentes protestaron, porque lo que es la ministra se limitó a asegurar que no compartía esas opiniones, pero que las respetaba… ¡Pero cómo que las respetaba! ¿Ahora se respetan las actitudes intolerantes, los ejemplos de totalitarismo, las manifestaciones de fascismo fundamentalista, o solo cuando se trata del Gobierno de Marruecos? Porque, cuando se trata de insultar a gobiernos de centro-derecha, a Rodríguez y los suyos les sobran palabras, y sino vean ustedes como están poniendo de vuelta y media al Gobierno de James Cámeron por sus medidas anticrisis.
Y nosotros bajándonos los pantalones y aceptando todas las afrentas, todos los insultos y todas la soflamas de ese Gobierno corrupto y totalitario. ¿A cambio de qué, señor Rodríguez? O mejor dicho, ¿por qué? ¿Qué le debe usted a Marruecos?
Pero que además el Ejecutivo de Marruecos se permita el lujo de no denunciar la manipulación informativa y el embuste con el que se ha sembrado la sospecha sobre una de nuestras instituciones más respetables, la Guardia Civil, debería ser objeto de una protesta formal y firme de nuestro Gobierno, que encima permite que el sátrapa alauita nos tome el pelo retrasando sine die la presencia de su embajador en nuestro país. Y nosotros bajándonos los pantalones y aceptando todas las afrentas, todos los insultos y todas la soflamas de ese Gobierno corrupto y totalitario. ¿A cambio de qué, señor Rodríguez? O mejor dicho, ¿por qué? ¿Qué le debe usted a Marruecos, señor presidente del Gobierno, para que sigamos haciendo el ridículo de la manera más humillante y denigrante posible? El ministro de Exteriores marroquí se permite el lujo de venir a Madrid a insultar a la prensa, a dejar sembrada la sospecha sobre la Guardia Civil y a mentir sobre las razones por las que su país no permite la entrada de periodistas en el campamento saharaui de Agdaym Izik, en las afueras de El Aaiún, y nuestra ministra de Exteriores asiste a este humillante ejercicio de prepotencia con su sempiterna sonrisita.

Espero que esto dure poco, porque vamos a acabar en el estercolero de la ONU…


El Confidencial - Opinión

Benedicto XVI. Comecuras. Por José García Domínguez

Llámese doctor Ratzinger o Perico de los Palotes, aquí, al que ose piar en tono discordante procede machacarlo; fulminarlo; pisotearlo como a una cucaracha, si no pudiera ser de obra, al menos de palabra.

Las airadas proclamas iconoclastas de tanto comecuras a cuenta de la visita del Papa a uno le recuerdan lo que contaba Pío Baroja sobre un tal Morote. Al parecer, el Morote en cuestión no cesaba de pontificar en periódicos y gacetillas de la época contra la generación del 98. Pues, según él, ninguno de aquellos autores habría sabido componer obras populares que llegasen a las masas. Aunque acto seguido añadía que su influencia sobre el país fue nefasta. Quedaría en el misterio, sin embargo, cómo pudo ser tan terrible el efecto de unos escritos que no leyó nadie. Y es que en España, a decir de don Pío, rige una herencia ancestral que ordena no conformarse con rechazar cualquier doctrina o corriente que se tenga por hostil.

Llámese doctor Ratzinger o Perico de los Palotes, aquí, al que ose piar en tono discordante procede machacarlo; fulminarlo; pisotearlo como a una cucaracha, si no pudiera ser de obra, al menos de palabra. Así, siguiendo el magisterio de Morote, hay que propalar que al díscolo nadie le hace caso, que es un necio, un inepto, y que su prédica carece de ascendiente alguno sobre el común. Mas, al tiempo, urge dar la voz de alerta sobre su muy siniestra influencia entre la población. Como ese estadista de Hospitalet, el cesante Corbacho, que acaba de afear a la Iglesia el "haber intentado muchas veces imponer sus criterios contra la voluntad soberana del pueblo".

Y por qué no lo habrá conseguido nunca, cabría preguntarse. ¿No será, acaso, porque se limita a tratar de convencer de la bondad de sus postulados al pacífico, democrático y muy civilizado modo? En fin, sea como fuere, lo que en verdad ha de parecer intolerable provocación a Corbacho es eso de que los católicos se empecinen en seguir la doctrina de Cristo. Un delito de lesa posmodernidad que igual ha denunciado un Ricard Gomà, regidor paleocomunista de Barcelona, al deponer que "Ratzinger es la cara más rancia y más oscura de la Iglesia". "Parece un cura", le faltó añadir. Vaya usted a saber, quizá esperase de Benedicto XVI un canto a la poligamia, la ablación del clítoris y las gansadas de Carod con la corona de espinas. Cuánto Morote suelto, Señor.


Libertad Digital - Opinión

Barack Obama, una música diferente. Por José Mª de Areilza Carvajal

«Henry David Thoreau, uno de los escritores que mejor formularon el individualismo del alma americana, escribió: «Si un hombre no camina al mismo paso que sus compañeros, tal vez es porque oye una música diferente».

BARACK Obama llegó a la Casa Blanca hace diecinueve meses dispuesto a inaugurar una nueva etapa de la política americana. Tras una campaña perfecta, logró la victoria en buena medida por su capacidad de entender la situación económica mejor que su rival republicano e inspirar moderación y unidad. Pretendía dejar atrás una presidencia que en ocho años dividió el país en dos bloques antagónicos, arruinó la economía y desprestigió la proyección de la superpotencia en el mundo. A cambio, las expectativas creadas en torno a la figura carismática del primer jefe de Estado perteneciente a una minoría racial en la historia de Estados Unidos fueron exageradas, rayando en el culto a la personalidad y la idolatría. Igualmente desmesurada fue la magnitud de los problemas que heredó —dos guerras y una economía al borde del colapso—.

El nuevo presidente decidió cumplir de modo inmediato con su programa de reformas (sanitaria, financiera, becas para estudiantes, rebajas de impuestos para clases medias y por supuesto el paquete de estímulo económico). Al no poder pactar con un partido republicano dispuesto a hacer una oposición frontal, optó por aprovechar la ventaja demócrata en el legislativo. Durante este año y medio, la actuación política del presidente Obama en ocasiones ha puesto de manifiesto su inexperiencia, por ejemplo en su primer intento de conseguir un valioso pacto sanitario sin tener en cuenta el vuelco que podía suponer la pérdida del escaño demócrata en Massachusetts.


Esta limitada experiencia de Obama ya había sido detectada a lo largo de la campaña presidencial, aunque en dicho contexto era una ventaja, porque permitía construir la utopía, vender frescura y estilo sobre sustancia y encarnar de este modo el sueño americano, siempre orientado hacia un futuro nuevo y mejor. Pues bien, la paradoja de estos meses ha sido que Obama ha logrado reformas no menores y en mayor proporción que la mayoría de los presidentes en su primer mandato, pero sus logros han menoscabado su capacidad de emprender en vez de acrecentarla. En el terreno legislativo, Obama ha actuado sin contar con pesos fuertes en el Capitolio que fueran sus aliados y protegieran su presidencia. En el ámbito de la comunicación, no ha sido capaz de explicar los resultados de sus trabajos, a pesar de sus buenas dotes para la pedagogía política. La pesada herencia recibida de George W. Bush ha acabado por ser un lastre. No solo ha movilizado en su contra a los republicanos, en cuyos márgenes extremos ha surgido un odio fanático hacia su figura, sino que ha desencantado a la izquierda de su partido, impaciente y crítica con la Casa Blanca, a la que acusan de ser demasiado pragmática.

La división en dos mitades del país ha empeorado a medida que el paro ha crecido y se ha extendido la sensación de que la recuperación económica esta vez tarda demasiado en llegar. Los malos resultados de las elecciones legislativas de ayer suponen un revés muy serio para Obama, que es en buena parte responsable del retroceso demócrata. No obstante, como político puro que es, con condiciones extraordinarias para el servicio público, ya ha empezado a reinventarse.

El movimiento del Tea Party, con el que simpatizan cuatro de cada diez votantes, ha marcado estas elecciones. Aglutina a americanos de clase media y baja que han perdido la fe en las instituciones de gobierno de Estados Unidos por el desbocado gasto federal y la angustiosa situación económica. Cuenta con algunos donantes individuales señalados, beneficiados por el reciente fallo del Tribunal Supremo que, en nombre de una mal entendida libertad de expresión, elimina entre otras las restricciones a las contribuciones de las empresas a las campañas electorales. Este movimiento ilustra una vez más la vitalidad democrática de EE.UU. y acentúa al máximo la tendencia libertaria y el discurso individualista, muy presentes en la historia norteamericana. Destacados analistas, como David Brooks, han señalado que no es un movimiento conservador, ya que no presenta programa más allá de la radical reducción del tamaño del Estado y la destrucción de la clase dirigente, como si Washington fuera un nuevo Londres imperial. En este sentido, choca con la tradición republicana de un gobierno federal limitado pero enérgico, cuyo mejor representante fue Abraham Lincoln. Si este movimiento sigue creciendo, puede acabar haciendo igual de daño a los republicanos que al bando demócrata. Tal vez por eso Karl Rove, el veterano estratega que urdió la doble victoria de Bush hijo, ha empezado a criticar a Sarah Palin, la política favorita de los del partido del té, cuyas aspiraciones presidenciales podrían facilitar un segundo mandato del presidente Obama.

El hoy derrotado Obama ha demostrado a lo largo de su vida una gran capacidad de recuperación. Tiene algo de apostador en situaciones difíciles, como ocurrió cuando inició su carrera política en Chicago y no consiguió suficientes votos de afroamericanos, o cuando se presentó a las primarias presidenciales aunque nadie lo tomase del todo en serio. Ya ocupa un sitio en la historia, pero sabe que desde hoy debe hacer todo lo posible para ganar de nuevo en 2012, reconstruyendo la coalición que lo eligió. Necesita afirmar su figura y su visión, de modo que su paso por la política norteamericana no se interprete solo en función del deseo muy extendido de cambio que tuvo lugar al final de la presidencia anterior.

Como hizo Bill Clinton una vez que su partido perdió el control del legislativo en 1994, Barack Obama podría intentar ser en lo sucesivo más presidente, elevarse por encima de los partidos y aprovechar así sus mejores cualidades, aquellas que le llevan a ser un símbolo nacional y un arquetipo de una generación de votantes nuevos, los de la generación del milenio, volcados en la autoexpresión en las redes sociales y decisivos hace dos años. Esta reinvención de Obama no será fácil porque la aguda división del país en dos mitades no deja mucho resquicio para triunfar como estadista moderado y centrista, pero no es imposible. La situación de bloqueo legislativo, con la Cámara de Representantes en manos republicanas y el Senado todavía con mayoría demócrata, le debería permitir desgastarse menos y exponer la falta de un proyecto claro de sus rivales a la hora de tomar medidas económicas y sociales contra la crisis. Mientras expone a los republicanos como el partido del no, esperará la ansiada recuperación económica, clave en los comicios de 2012, y podrá seguir empleando el no despreciable poder regulatorio del Ejecutivo. Las normas y costumbres que regulan la presidencia de Estados Unidos posibilitan además la encarnación en una persona de los ideales de la gran nación norteamericana, en buena parte por la gran responsabilidad que atribuyen al presidente en política exterior y en defensa, y, previsiblemente, Obama dedicará más esfuerzos a estas tareas.

Henry David Thoreau, uno de los escritores que mejor formularon el individualismo del alma americana, escribió a mediados del siglo XIX: «Si un hombre no camina al mismo paso que sus compañeros, tal vez es porque oye una música diferente». Barack Obama tiene esa capacidad para percibir lo nuevo y lo cambiante, pero también para hacer que esa música distinta le lleve otra vez a ser admirado por los suyos.


José Mª de Areilza Carvajal, es titular de la cátedra Jean Monnet-Instituto de Empresa.

ABC - Opinión

Debilitado Obama

La abultada derrota de los demócratas complica sobremanera la agenda del presidente de EE UU.

El resultado de las elecciones legislativas estadounidenses ha confirmado los pronósticos: el Partido Republicano se hace con el control absoluto de la Cámara de Representantes, mientras que los demócratas mantienen una ajustada mayoría en el Senado. El presidente Barack Obama ha sufrido un serio revés que no difiere, salvo en grado, del que hubieron de enfrentar predecesores como Clinton o Reagan; está dentro de la tradición de Estados Unidos que las elecciones de mitad de mandato sean la ocasión para que los ciudadanos expresen su malestar.

Pero en el caso de Obama llama la atención la rapidez con que se ha producido su desgaste político. Sin duda, ha sido víctima de la terrible crisis económica iniciada antes de su llegada a la Casa Blanca. A ello se ha unido un estilo de gobierno en el que algunas de las reformas emprendidas, imprescindibles para afrontar la crisis y evitar en lo posible recaídas futuras, se han interpretado por amplios sectores ciudadanos como indiferencia hacia sus problemas más inmediatos, entre los que el paro -casi el 10%- ocupa el primer lugar. El vapuleado presidente parece haber tomado nota de los puntos débiles y de la frustración de sus compatriotas, a juzgar por su comparecencia de ayer. Obama reconoce que falta eficacia en la lucha contra el paro y se muestra dispuesto a escuchar nuevas ideas y buscar terrenos comunes con los republicanos, también a propósito de su controvertida reforma sanitaria.


Un factor nuevo que ha contribuido al apagón presidencial ha sido el fenómeno del Tea Party, configurado a partir de la derrota republicana en las elecciones de 2008 y articulado sobre una figura hasta entonces marginal como Sarah Palin. Más allá de la victoria de ese movimiento en algunas circunscripciones, su creciente relevancia radica en su demostrada capacidad para radicalizar la agenda política, apoyándose en medios de comunicación afines. Desde la irrupción del Tea Party, Obama se ha visto forzado a abandonar sus iniciales intentos de adoptar iniciativas bipartidistas. El Partido Republicano, por su parte, se ha resignado a seguir la estela de los ultraconservadores.

Los resultados de este martes de noviembre, con una Cámara de Representantes bajo absoluto control opositor, hacen prever una parálisis legislativa que podría marcar el final del periodo reformista de Obama. Falta por ver sus efectos sobre la política exterior, aunque las perspectivas no son esperanzadoras. Las estrategias adoptadas por la Casa Blanca en los asuntos más espinosos heredados de Bush son difíciles de desarrollar sin un consenso interno. El pragmatismo recuperado por Barack Obama podría dejar paso de nuevo a una política exterior fuertemente ideologizada.

El presidente de EE UU dispone de tiempo para reaccionar y aspirar con posibilidades a la reelección, en dos años. Lo que no es seguro, en cambio, es que disponga de suficiente margen político.


El País - Editorial

Obama: una paliza "planetaria"

Hace dos años la mayoría defendía que "el Gobierno debe hacer más para solucionar los problemas"; hoy son mayoría los encuestados que hacen suya la idea de que "el Gobierno está haciendo demasiadas cosas que es mejor dejar hacer a empresas e individuos".

Una "paliza". Así ha tenido Barack Obama que calificar los resultados de los comicios legislativos celebrados este martes en EEUU, que han concedido una amplia victoria al Partido Republicano, al lograr el control en la Cámara de Representantes y avanza seis escaños en el Senado. Y no es para menos: los republicanos necesitaban 39 escaños para hacerse con el control de la Cámara Baja, pero al final se espera que su avance sea de 60 puestos. Un margen de victoria que los republicanos no habían conocido desde la "revolución conservadora" de 1994, cuando llegaron a sumar 53 escaños en la parte del Congreso con mayor responsabilidad en materia económica. Tal vez nada refleje mejor la razón de este cambio a dos escasos años de la proclamación de Obama como presidente que lo que se desprende de los sondeos hechos a pie de urna por el grupo Pew Reserch en ambas ocasiones: mientras en 2008 la mayoría de los encuestados se alineaban con la idea de que "el Gobierno debe hacer más para solucionar los problemas", hoy son mayoría quienes hacen suya la idea de que "el Gobierno está haciendo demasiadas cosas que es mejor dejar hacer a empresas e individuos".

Ciertamente, ha sido el asfixiante intervencionismo y el desatado déficit público llevados a cabo por la administración Obama los que han encendido todas las alarmas. Desde esta perspectiva hay que ver el impulso que el movimiento del "Tea Party" ha dado a favor de este cambio electoral y que ha logrado imponer a algunos de sus candidatos en relevantes victorias, sobre todo en la Cámara Alta, tal y como es el caso de Rand Paul en Kentucky o Marco Rubio en Florida.

Por mucho que la mayoría de los medios de comunicación en España se empeñen en denigrarlo como "radical", este movimiento social no hace más que reivindicar las bases liberal-conservadoras sobre las que se asientan los Estados Unidos, favorables a un gobierno limitado, bajos impuestos y la más amplia libertad individual de los ciudadanos. La política de gasto público, de regulaciones, y de progresiva estatalización no sólo han demostrado su incapacidad para salir de la crisis económica, sino que es vista por una mayoría cada vez más amplia de ciudadanos como un ataque a lo que los Estados Unidos representan y pretenden seguir representando.

Con todo, se equivocarían los republicanos si pretenden apropiarse de lo que significa este movimiento surgido de la sociedad civil para luego traicionarlo con componendas con los demócratas en los dos años que quedan para las próximas elecciones presidenciales. El Tea Party defiende ideas no partidos, y si bien Barack Obama es un sectario del que no cabe esperar que modere su programa socialdemócrata, tampoco es descabellado que los republicanos vuelvan a olvidar por qué y en defensa de qué los ciudadanos les han dado ahora su apoyo.


Libertad Digital - Editorial

Los ciudadanos castigan a Obama

Los norteamericanos le han enviado un mensaje clarísimo para que se preocupe de resolver sus problemas más acuciantes.

BARACK Obama hace bien al asumir toda la responsabilidad de la derrota sufrida por los candidatos demócratas, porque lo sucedido en Estados Unidos ha sido, ante todo, una reacción contra su forma de gobernar, más que un éxito de la campaña desplegada por sus adversarios republicanos, incluidos los activistas del ahora célebre Tea Party. Hace sesenta años que un presidente norteamericano no era objeto de un castigo electoral de esta envergadura, que alcanza elementos tan simbólicos como la pérdida del que había sido su propio escaño de senador en Illinois. El mito político más relevante de las últimas décadas se ha desvanecido a una velocidad de vértigo, generando no tanto indiferencia sino incluso un rechazo militante en una parte de la sociedad que no ha entendido sus razones para emprender una reforma de elementos básicos de las relaciones entre los ciudadanos y el Estado. Se ha dicho que con la herencia que recibió Obama —dos guerras y una crisis económica— era muy difícil haberlo hecho mejor. Lo que no puede decir el presidente es que ignorase la situación que tenía que afrontar cuando se ofreció ante sus conciudadanos para dirigir el país. Otros presidentes antes que Obama también perdieron la mayoría en la Cámara de Representantes (en el Senado, los demócratas la conservan porque solamente estaba en juego un tercio de los escaños), pero nadie antes que él había vinculado su mandato de forma tan emblemática a una serie de políticas que ahora ya no podrá llevar a cabo. Los ciudadanos le han enviado un mensaje clarísimo para que se preocupe de resolver sus problemas más acuciantes y deje de lado esas partes de su agenda que cimentaron su figura política.

Los dirigentes republicanos, por su parte, harían bien en realizar una lectura inteligente de estos resultados, porque la reacción ante el rumbo político adoptado por Obama ha provocado una irritación bien aprovechada por el Tea Party, que a su vez aboga en ciertos aspectos por una reacción política que está tan lejos de la natural alternancia razonable como lo han estado algunas de las iniciativas de Obama. Al apartarse del consenso mayoritario, ha fracasado Obama. Eso mismo puede darles a los republicanos una idea de hacia dónde tampoco sería bueno que llevasen la discusión política.


ABC - Editorial