lunes, 18 de octubre de 2010

El pacto de estado. Por César Alonso de los Ríos

La «estrategia» de Zapatero ha consistido en crear el Estado Confederal que anunció desde el comienzo. Las «tácticas», hacerlo en las mejores condiciones para el PSOE. Así, en Cataluña ha pactado con CiU el Estatut teniendo a Montilla al frente de la Generalitat y en el País Vasco ha negociado con el PNV el futuro teniendo a Patxi López como lendakari. Con Basagoiti de hombre bueno. Lo he explicado hasta el aburrimiento. Inútil. Aquí apuntas al cielo y te miran al dedo. Son cosas que no se aprenden en las oposiciones de notarías o registros. Esto hay que mamarlo en los partidos. La izquierda lo hace.

Desde el punto de vista de CiU y el PNV la identificación con Zapatero ha sido total. Siempre ha prevalecido para ellos el soberanismo (la estrategia) por encima de objetivos inmediatos como pueden serlo los poderes territoriales (la táctica). En definitiva, Zapatero y los nacionalistas siempre han estado de acuerdo con el proceso global mientras cada uno trataba de conseguir las mejores posiciones. Pero, al final, los nacionalistas y los socialistas han estado siempre en el mismo lado frente al enemigo común, esto es, el PP como defensor del viejo Estado corregidos ciertamente por la Constitución y la práctica de estos treinta últimos años.

Dicho esto, el PNV estaba obligado a prolongar la permanencia de Zapatero en Moncloa. En su vuelta a Vitoria deberá ultimar la definición del País Vasco (Euzkadi, con perdón) mientras CiU recupera el poder en Cataluña (Catalunya) y, de este modo, el Estado nuevo será la expresión más ajustada de la nación de naciones que preconizan Zapatero y los socialistas. Después de estas acotaciones elementales pero necesarias ¿queda más claro todo para los estrategas del PP? ¿Lo entenderán ya Mariano Rajoy y su equipo? Es posible que este pacto sea el «epitafio» de Zapatero pero, desgraciadamente, no del Estado confederal.


ABC - Opinión

Zapatero. El nuevo señor de Bembibre. Por Agapito Maestre

Zapatero ha dicho una cosa plausible; a saber, "el problema de Rajoy es que no hace nada, y que nadie sabe lo que quiere hacer". Terrible. Zapatero es preciso. Contundente. Zapatero se prepara para ganarle las elecciones a Rajoy.

Zapatero ha reaparecido en el Bierzo como un nuevo señor de Bembibre. El paisaje y las palabras de Zapatero me han recordado la candorosa e infantil novela de Enrique Gil, El señor de Bembibre, la mejor colección de paisajes que hizo el siglo XIX de Ponferrada y su entorno. Todo en esta novela es incoherente y extraño, raro y confuso, excepto el paisaje que no cambia. Situada la fábula de la novela en la Edad Media, lo decisivo es el retrato romántico de la Naturaleza. La naturaleza es sólo naturaleza. Siempre está igual a lo largo de los siglos. Las variantes son mínimas. Siempre estarán ahí las arboledas y las umbrías, la calma de las lagunas y el verdor de la orilla del Sil.

En un paisaje de otoño y, como diría Azorín, en la melancólica tierra del Bierzo, Zapatero quiso sentar sus reales enseñanzas. Sus conquistas políticas, es decir, su entrega al destrozo de la nación. Habló con parsimonia a la vez que retaba al jefe de la oposición. Quería escenificar con toda pompa y orgullo que está "sobrado de fuerzas". Apareció relajado. Tranquilo. Acorde con el domingo suave y otoñal del Bierzo. Le importa una higa lo que pase en España. Él ya tiene asegurado año y medio de poder.


Mientras tanto, seguirá ayudando a la independencia del País Vasco, naturalmente costeada por el resto de los españoles como ya hecho con Cataluña. Mantendrá el cambalache con los asesinos de ETA y proseguirá su tarea con descaro y alevosía para que los batasunos sigan en los ayuntamientos. Protege y garantiza el curso inexorable y terrible de las leyes ideológicas, como la de la "memoria histórica", que él ha potenciado mirando al futuro de su partido; se trata de seguir acumulando odio, resentimiento e ira suficiente, en fin, un "capital político" revolucionario que le permita legitimar, en el futuro, una perpetúa venganza contra quienes alguna vez osaron ganarle una batalla a la izquierda.

Y, además, en el Bierzo, Zapatero ha dicho una cosa plausible; a saber, "el problema de Rajoy es que no hace nada, y que nadie sabe lo que quiere hacer". Terrible. Zapatero es preciso. Contundente. Zapatero se prepara para ganarle las elecciones a Rajoy. Pudiera ser verdad que los líderes del PP se hundieran un poco en sus silencios, pero, en verdad, dudo de que Zapatero se crea algo de lo que ha dicho en Ponferrada. El otoño, su otoño, ha comenzado. Tendrá que atravesar un duro invierno y, quizá, al final no habrá para él primavera, porque la "Naturaleza entera", cuando habla Zapatero en el Bierzo, parece despedirse del tiempo alegre, como en la novela del Señor de Bembribe, y prepararse para los largos y oscuros lutos del invierno.

¡Quién sabe!


Libertad Digital - Opinión

The Tea Party no es una party. Por José María Carrascal

Se trata de un movimiento de protesta contra los dos grandes partidos y contra el Gobierno federal.

Dada la confusión europea sobre la política norteamericana —comenzando por el término «liberal», que en Estados Unidos significa socialdemocracia y en Europa, centro derecha—, he querido esperar a estar aquí para pronunciarme sobre «The Tea Party», ese temblor de tierra que sacude la política USA. Tras una semana viéndoles y oyéndoles, me atrevo a decir que no es algo nuevo en este país, aunque sí más fuerte. Se trata de un movimiento de protesta contra los dos grandes partidos e, indirectamente, contra el Gobierno federal. Quieren una vuelta a «la América auténtica», que consideran han echado a perder Washington y sus políticos. Un movimiento que suele emerger en los momentos de depresión y de derrota, durante la guerra en Vietnam y la toma de rehenes en Teherán, que costaron la presidencia a los demócratas. Pero también surgió en 1992, bajo Bush padre, que perdió la Casa Blanca por culpa de Ross Perot, que le restó votos republicanos debido a la crisis económica. Hoy, ese movimiento apunta a Obama, pese a no haber tenido nada que ver con las dos guerra que libra el país y las enormes dificultades que sufre. Pero es el presidente, lo que basta y sobra para que la América profunda, que pierde su casa, sus ahorros y su empleo, le eche de la que ocupa. Tanta frustración les hace rechazar la reforma sanitaria recién aprobada, sustituir el impuesto progresivo de la renta por un porcentaje —digamos un 25 por ciento— de todos los ingresos, imponer un presupuesto sin déficit, dejar sólo los ministerios de Defensa, Justicia, Tesoro y Asuntos Exteriores y ajustarse a la letra estricta de la Constitución sin interpretaciones progresistas. Un intento, en fin, de volver a la América original, de «ciudadanos libres y gobierno mínimo».

Dadas las tremendas dificultades que atraviesa el país, la frustración es tal que se vuelve contra ella misma. El Tea Party se ha apoderado del partido republicano, laminando a sus moderados. Pero al hacerlo lo ha reducido, lo que puede asustar al resto de los ciudadanos. A dos semanas de las elecciones parciales, en las que se renovará toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado, la situación es la siguiente: ¿llega la frustración de los norteamericanos tan lejos como para alejarse de la gran corriente centrista y echarse en manos de la extrema derecha? Todo va a depender de la capacidad de movilización de Obama, de que consiga convencer a sus compatriotas de que el futuro es él, no los que miran al pasado. Pero esta vez lo tiene bastante más difícil que cuando fue elegido presidente. Entre otras cosas, porque la situación también lo es, y no ha conseguido evitarlo.

ABC - Opinión

Zapatero vende a Patxi López por un plato de lentejas. Por Federico Quevedo

Y todo ello con el único fin, que justifica estos medios, de arañar unos meses más su permanencia en el poder. El acuerdo alcanzado por el Gobierno con el PNV para aprobar los Presupuestos del año 2011 tiene una doble lectura. Por un lado, en clave de la política vasca, damnifica al lehendakari Patxi López, oxigena al PNV y encumbra a Antonio Basagoiti. Por otro, en clave de política nacional, alarga unos meses más la agonía de Rodríguez y nos condena a seguir inmersos en una crisis cuya salida cada vez está más lejos porque, de hecho, lo que hace el Pacto es dar carta de naturaleza a unos Presupuestos que nadie cree y en los que nadie confía, ni siquiera el propio PNV, que lo único a lo que aspira es a cerrar el traspaso de las transferencias pendientes al País Vasco para rentabilizar esa victoria electoralmente. Tan es así que los nacionalistas vascos tenían preparada su propia enmienda a la totalidad por si acaso el acuerdo no se cerraba a su agrado, lo cual indica la confianza que la totalidad del Parlamento tiene en las cuentas del Estado para el año que viene, que van a ser las que más enmiendas a la totalidad reciban, al menos de las que hasta ahora ha presentado el Ejecutivo de Rodríguez.

Pero Rodríguez, que está políticamente muerto y lo va a estar más después de las elecciones catalanas, necesitaba ese acuerdo para conseguir una prórroga que lo mantuviera unido a la máquina de respiración asistida durante unos cuantos meses más, y estaba dispuesto a firmar lo que fuera con tal de obtenerla. De hecho, es más que probable que haya parte de ese acuerdo que todavía permanezca bajo el epígrafe de top secret y que tenga mucho que ver con lo que ocurra en el País Vasco tras las municipales de mayo, y con la negociación encubierta con ETA a pesar de que ambas partes se hayan empeñado es desligar el pacto de ese condicionante. Lo cierto es que quien sale más perjudicado por esta nueva vuelta de tuerca de Rodríguez a la política autonómica es su compañero de filas y actual lehendakari, que ve como el principal partido de la oposición en el Parlamento Vasco le roba el protagonismo en la negociación con el Gobierno central, que es de su mismo partido. Vamos, que Rodríguez ha dejado a López en pañales sólo por una ambición personal, lo cual dice mucho del personaje. En fin, lo que ya sabíamos, solo que hasta ahora practicaba con sus adversarios; ahora también con los de sus propias filas. Un angelito.

«Ése era el objetivo de los nacionalistas, poder hacer una campaña en la que quedara claro que, a pesar de no gobernar, siguen siendo ellos los que consiguen beneficios para el autogobierno vasco.»

Los próximos meses pueden ser un calvario para Patxi López, viendo como el PNV rentabiliza de cara a las elecciones de mayo su acuerdo con Rodríguez. Ése era el objetivo inmediato de los nacionalistas, poder hacer una campaña en la que quedara claro que, a pesar de no gobernar, siguen siendo ellos los que consiguen beneficios para el autogobierno vasco y, por lo tanto, es a ellos a los que hay que votar y no al PSE. La campaña puede serles rentable de cara a conseguir una posición dominante en las tres diputaciones forales, lo que pondría en un serio aprieto el pacto de socialistas y populares porque, y esta es la parte que puede responder al pacto bajo la mesa, es más que probable que el PNV haya exigido a Rodríguez como pago por su apoyo más allá de la tramitación presupuestaria el que el PSE les garantice el poder foral. De ser así, y si López traga, el pacto con el PP estaría muerto. Y eso, lejos de perjudicar a los populares, lo que hace es encumbrar a su líder, Antonio Basagoiti, que se erigiría como el único referente del constitucionalismo y la responsabilidad, en detrimento del apoyo electoral a los socialistas que verían muy mermadas sus posibilidades de volver a gobernar en Euskadi, salvo como partenaire del PNV.

Pero si el plato de lentejas le permite aguantar algo más a Rodríguez, aún a costa de dañar la imagen del actual Gobierno vasco, quizá lo más grave es esa condena que antes mencionaba a seguir inmersos en una profunda crisis de la que cada vez vemos más lejana la salida, allá por el 2017 o más. Los Presupuestos que va a avalar el PNV porque a los nacionalistas les da igual las consecuencias ya que solo se preocupan de su propio beneficio, no es que sean malos, es que son un auténtico horror, además de una farsa y un engaño. De entrada, el propio Ejecutivo miente cuando afirma que la tendencia de aumento del desempleo se va a corregir en los próximos meses y en los mismos Presupuestos nos anuncian más paro para 2011, con una tasa próxima al 20%. El engaño no queda ahí: el Gobierno ha estimado una tasa de crecimiento, el 1,3%, que ningún organismo internacional respalda ya que sitúan ese crecimiento entre el 0,6% y el 0,8%, muy por debajo de la previsión gubernamental fundamentada a su vez en la esperanza en una reactivación del consumo que, lejos de recuperarse, presenta un encefalograma plano. Tan solo la constatación de que el Gobierno peca de un optimismo exagerado conduce a afirmar que va a ser imposible cumplir las previsiones de ingresos, luego eso también convierte en papel mojado la estimación de déficit para 2011. Y los mercados, que nos tienen en su punto de mira, lo saben.

Más impuestos a las clases medias, falsa austeridad, la congelación de las inversiones productivas, el incremento del coste de la deuda y de las cuantías de las prestaciones por desempleo fruto de la alarmante tasa de paro, el recorte en el gasto social y en las políticas de dependencia, la merma en la financiación autonómica que pone en riesgo la prestación de servicios públicos esenciales, la mayor desigualdad y la resignación a no adoptar políticas activas que favorezcan el crecimiento… Ese es el resumen que puede hacer de las cuentas del Estado para 2011. Una auténtica chapuza de la que solo sacan tajada los nacionalistas vascos y un Rodríguez comatoso dispuesto a llevarnos a todos a la ruina y a su partido a la peor catástrofe electoral que puedan imaginarse. Pero es lo que hay.


El Confidencial - Opinión

Zapatero. La única noticia que importa. Por Emilio Campmany

Todo lo que pase en el entorno de Zapatero y su Gobierno ha dejado de tener interés. Lo único que importa saber es si se va y cuándo. Todo lo demás da igual.

Corbacho se va. ¿Le interesa a alguien? Hay que nombrarle sustituto. Podría ser Zarrías u Octavio Granado. ¿Qué más da? A lo mejor ocurre que se fusionan Igualdad y Trabajo y hacen a Bibiana Aído superministra. ¿Es relevante? Parece que Trinidad Jiménez se queda. ¿Y qué? La crisis de Gobierno podría afectar a más ministerios. ¿Cambiaría algo?

Éstos no son más que algunos de los rumores que rodean al Gobierno de Zapatero. Pertenecen a esa clase de chismes que tanto gustan a políticos y periodistas. Y, sin embargo, ahora, parecen no preocupar a nadie. Y es que todo lo que pase en el entorno de Zapatero y su Gobierno ha dejado de tener interés. Lo único que importa saber es si se va y cuándo. Todo lo demás da igual.

Sabido es que padecemos una crisis económica y otra institucional. El inconstitucional y gratuito estatuto de Cataluña ha agravado la crisis institucional por culpa de Zapatero. Y la política de despilfarro presupuestario de la que él es el único responsable ha empeorado la crisis económica. No obstante ser evidente que nos dirigíamos a los dos precipicios, Zapatero negó el peligro. Aun hoy, niega la crisis institucional y sólo reconoce la económica.


Por eso, no cabe esperar de él ninguna política que nos saque de la sima en el que se ha hundido el Estado. Su reciente pacto con el PNV es buena prueba de ello. Pero ni siquiera en el ámbito económico, donde a regañadientes está intentando hacer lo que se supone que hay que hacer, nadie le cree. Y en esto, como en casi todo cuando de una sociedad moderna dominada por la opinión pública se trata, la confianza es primordial. Aun suponiendo que las medidas económicas adoptadas en el recorte del déficit fueran eficaces, ¿quién duda de que Zapatero volverá a despilfarrar al minuto de que las cuentas empezaran a cuadrar?

Nadie, ni fuera ni dentro, espera que España se recupere de ninguno de sus gravísimos problemas mientras Zapatero sea presidente de Gobierno. Esta falta de confianza sería un grave obstáculo muy difícil de salvar incluso en el improbable supuesto de que el presidente tuviera la sincera intención de hacer todo lo posible para sacarnos del hoyo. Por eso, haga lo que haga, da igual. Los que desean reformas profundas y eficaces no creen que las que Zapatero anuncie se vayan a llevar a la práctica realmente. Y los que no las desean y quisieran que continuara centrifugando España y despilfarrando su presupuesto se sienten traicionados y dudarían de la sinceridad de cualquier marcha atrás que anunciara. Cuando los que reciben las órdenes desconfían de quien las da porque la última contradice a la anterior, tienden a desobedecerlas. Total, que a Zapatero nadie le hace caso, sólo algún ministro, mientras que los demás están deseando sacudirse el baldón de pertenecer a este Gobierno.

Por eso, lo único que importa es saber si se va y cuándo. Una moción de censura exitosa es imposible porque los nacionalistas de todo pelaje siempre prefieren a un presidente de Gobierno débil y más que éste no lo van a encontrar. De modo que la única esperanza que nos cabe es la dimisión. Y, dado que él no va a decidir tal cosa por sí sólo, habrá que ver si hay alguien con capacidad para convencerle de que preste este último (y único) servicio a su patria. Al parecer, sólo escucha a Sonsoles. En sus manos estamos.


Libertad Digital - Opinión

En fase espectral. Por Félix Madero

Zapatero ha terminado por dar la razón a Arzalluz, que en enero proclamó: el de López es un gobierno de ocupas.

HACE unos años unos cuantos periodistas nos reunimos con Xabier Arzalluz, entonces presidente del PNV. Recuerdo que se expresaba con un dominio del español tan perfecto que conseguía que sus palabras significaran lo que a él le daba la gana. En ese encuentro Arzalluz hablaba de la necesidad de que hubiera en el País Vasco un referéndum para la independencia de España. En un momento de la conversación le preguntamos: ¿Qué pasa si lo pierden? El viejo presidente del PNV hizo una pausa, apuntó algo en un papel y respondió: Convocaríamos otro. Insistimos alborotados: ¿Y si pierden también el segundo? Pues convocaríamos un tercero, y así hasta que saliera el sí, dijo sin ruborizarse. En ese mismo encuentro escuché por primera vez eso de que los de ETA son unos hijos de puta, pero son nuestros hijos de puta. Y antes de terminar y para que no hubiera equívocos esbozó la siguiente teoría: El nacionalismo es como una escalera mágica: uno sube escalones y no encuentra jamás un descansillo, siempre hay un paso que dar, nunca se acaba la escalera; cuando uno cree que ha llegado al final descubre que siguen quedando escalones que subir.

Bien, luego vino lo que sabemos todos, Ibarretxe y su plan, la deriva de Lizarra, y la salida de Josu Jon Imaz, incapaz de dirigir una formación que se sustenta en la impostura histórica y el medievalismo político. Con este PNV ha pactado Zapatero. Este PNV es el que le va a dar oxígeno para llegar a 2012 como jefe de un Gobierno que desgasta y debilita España. Lo hace sin que le tiemble la mano, con la seguridad del que no es capaz de detenerse un momento y preguntarse: Pero, ¿qué estoy haciendo? Cuando veo el abrazo y la risa de Urkullu y Erkoreka al presentar al PNV el acuerdo, me gustaría saber qué siente y qué se pregunta Zapatero. En esta fase espectral, un ser sin vida pero con los votos de seis escaños, seis, pacta con una fuerza que no esconde que España es para ellos una molestia de la que convenientemente se aprovechan. Independicémonos, pero lentamente, por favor.

No, ya no importa a estas alturas lo que Zapatero crea. Uno quisiera escuchar hoy a Patxi López, Eguiguren, Alfonso Guerra, Bono y Barreda, Rodríguez Ibarra; a Marcelino Iglesias, Griñán, López Aguilar, Caldera, Jordi Sevilla, Ramón Jáuregui, Jesús Cuadrado y tantos socialistas de fuste que callan en este momento de deriva y descomposición. Nunca el silencio, por tibio y consentidor, fue más responsable. Zapatero ha terminado por dar la razón a Arzalluz, que en enero proclamó: El de López es un gobierno de ocupas. Hecho. Al final ha conseguido lo que nadie: hacer más profunda la división entre los de derechas y los de izquierda, y ahora, entre los que se sienten españoles y los que no. En el PSOE hay muchos que todavía leen la E de la histórica sigla socialista. Tantos como los que callan. Y eso termina pasando factura.


ABC - Opinión

ZP confía en la prórroga para volver a ganar el partido. Por Antonio Casado

Zapatero ha hecho una buena operación y sus enemigos lo saben. No me extraña que el presidente del Gobierno elogiase ayer el “sentido de la responsabilidad” y la “capacidad de pacto” del PNV y CC por facilitar la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado de 2011. Es algo más, naturalmente. Es un seguro para año y medio de vida política. Una prórroga, sí, puede ser, como dice Rajoy. Pero también en la prórroga se puede ganar el partido. Que se lo pregunten a Andrés Iniesta.

Prórroga, canto del cisne, epitafio o tiempo añadido. Ninguna de las figuras retóricas utilizadas contra el pacto explican el subidón de Zapatero en Ponferrada (León). Los acuerdos alcanzados con Urkullu y Erkoreka, con retransmisión especial al lehendakari, Patxi López, le permitieron ironizar con la ansiedad del PP: “En la oposición las Legislaturas parecen eternas”. Y bromear con la de su líder, Mariano Rajoy: “Para estar otros cuatro años en la oposición no debería tener tanta prisa”. Hace apenas una semana, cuando se complicaron las negociaciones y los sondeos cantaban la bancarrota socialista, a Zapatero no se le hubiera ocurrido hablar así ante sus compañeros de Castilla y León.


La causa de ese estado de ánimo es la capacidad de maniobra política recuperada en vísperas del debate presupuestario. Por muchas vueltas que le demos al fichaje de los seis diputados del PNV (más los dos de CC) como costaleros del Gobierno, todas las partes implicadas tienen algo que ganar. Todas menos el PP, que pierde protagonismo en Euskadi y potencia de tiro contra el PSOE en Madrid. El apoyo de Basagoiti le sigue saliendo barato a Patxi López. Y en el Congreso Zapatero queda blindado frente a eventuales escaramuzas parlamentarias.

Un 'salvavidas' para Zapatero

Se confirma así el escaso interés de los nacionalismos periféricos por apadrinar el salto de Mariano Rajoy a la Moncloa, a pesar de que tanto catalanes como vascos pudieron haber tenido la tentación de desquitarse por el golpe recibido en sus últimas elecciones autonómicas. Por sus respectivas manos ha pasado la llave de tumbar a Zapatero. Sobre todo desde que éste perdió el apoyo de la izquierda, y de gran parte de su propio electorado, a raíz del volantazo de mayo en materia de política económica.

Dos ocasiones han tenido los nacionalistas. Los catalanes de CiU, con el famoso “tijeretazo” (el decreto sobre medidas de ajuste y reducción del déficit público), cuya votación del 27 de mayo fue planteada en el Congreso por el PP como “una auténtica moción de censura contra Zapatero”, según reconoció Rajoy ante los dirigentes de su partido. Pues bien, la abstención de CiU salvó in extremis a Zapatero de la disolución de la Legislatura y las elecciones anticipadas. Por un solo voto de diferencia.

Y los vascos del PNV también acaban de optar por la continuidad de Zapatero después del pacto de transferencias conocido a finales de la semana pasada. A cambio de algo, claro. Nada inconfesable, más allá de la calenturienta imaginación de la derecha furiosa, sobre todo en su expresión mediática.


El Confidencial - Opinión

Díaz Ferrán. Trabajar más, cobrar menos. Por José García Domínguez

Consejas, meditaciones, dichos, muletillas y eruditos arbitrios del tipo: "con la que está cayendo", "hay que ponerse las pilas", "no puede alargarse más el brazo que la manga", "los políticos tienen que mover ficha"...

Algún alma caritativa debiera explicarle al (todavía) presidente de la CEOE que para reclamar del prójimo sangre, sudor y lágrimas conviene llamarse Winston Churchill, pequeño detalle que Díaz Ferrán parece ignorar. Aunque, si bien se mira, la última deposición suya resulta mucho más propia de Fray Gerundio de Campazas que de cualquier otro cráneo privilegiado. Me refiero, huelga decirlo, al célebre "debemos trabajar más y cobrar menos". Reflexión, ésa de don Gerardo, que ni por sutileza ni por profundidad intelectual tiene nada que envidiar a los grandes clásicos que ha engendrado el genio patrio en las barras de los bares con tal de exorcizar la crisis.

Consejas, meditaciones, dichos, muletillas y eruditos arbitrios del tipo: "con la que está cayendo", "hay que ponerse las pilas", "no puede alargarse más el brazo que la manga", "los políticos tienen que mover ficha", "vivimos por encima de nuestra posibilidades", "se deben acometer reformas estructurales" o "la culpa es de la codicia", imprescindibles todos en cualquier tertulia de rebotica que se precie. Muy surtido recetario de inconfundible aroma a moralina de la abuela que, por lo demás, suena bien siempre que uno no se pare demasiado a pensar en su contenido. Y es que la panacea del ínclito Díaz Ferrán recuerda bastante al modelo turco.

Es sabido, un habitante cualquiera de Estambul trabaja diez horas más a la semana que su equivalente español. Y, por supuesto, gana menos. Algo parejo a lo que igual acontece con el modelo rumano, el búlgaro, el tailandés, el marroquí o el guatemalteco. No obstante, el que en verdad debe querer emular Díaz Ferrán es el modelo de Montilla. ¿Para qué servirán, acaso, todos esos ninis que el Honorable pretende adocenar parasitando el presupuesto de la Generalidad, sin dar palo al agua? Huérfanos de formación, de autodisciplina, de iniciativa, de espíritu de sacrificio y de vergüenza torera, ¿qué podrán hacer con sus vidas tantos inútiles inducidos en cuanto se agote la sopa boba institucional? ¿En qué otra cosa habrán de devenir más que en triste carne de cañón, perpetua mano de obra barata de ésa con la que fantasea Ferrán? He ahí la utopía de la mediocridad del jefe de la patronal convertida en promesa estrella de la campaña socialista. Dios los cría...


Libertad Digital - Opinión

Una eternidad. Por Ignacio Camacho

Un año y medio de poder son millones de horas de usufructo, millones de sueldos, millones de privilegios repartidos.

CUANDO el objetivo principal de la actividad política consiste en la consecución del poder nada resulta más lógico que la segunda prioridad sea la de mantenerse en él una vez alcanzado. El poder es un inmenso mecanismo funcional del que viven colgadas cientos de miles, acaso millones, de personas que a su vez proporcionan el combustible electoral para continuar luchando por su modo de vida. Cada hora de permanencia no sólo es un tiempo de usufructo propio, sino un tiempo de ocupación que se le resta al adversario. El poder ya no es la capacidad de promover efectos sociales basados en la aplicación de la ideología o los principios, sino que se ha convertido en un fin en sí mismo; el nuevo fuego sagrado de la política.

Mediante su acuerdo con el PNV, Zapatero ha alquilado dieciocho meses más de poder, una permanencia que trasciende su mera estancia en la Moncloa para dar cobertura a multitud de intereses ramificados. Un año y medio de poder son millones de horas, millones de sueldos, millones de privilegios repartidos entre millares de individuos vinculados directa o indirectamente al control del presupuesto.


Significa también un paréntesis de esperanza para un partido y un Gobierno devastados, un tiempo de hipótesis abierto a eventuales mejoras circunstanciales. En dieciocho meses el presidente puede obtener un ligero repunte de su crédito descalabrado, siquiera un remanso de su vertiginoso desgaste; puede esperar golpes de suerte o errores de impaciencia de la oposición que comprometan sus perspectivas de triunfo. Puede producirse incluso un leve, improbable, soplo de recuperación socioeconómica. Y aunque ya nada le quede por hacer en una legislatura prematuramente muerta, se tratará de tiempo consumido en el ejercicio de una iniciativa que el rival no puede manejar por falta de instrumentos a su alcance.

Poco puede esperar el país de ese tiempo estéril. Más de lo mismo, más aventuras improvisadas, más titubeos, más bandazos de rumbo, más proyectos absurdos, más concesiones de soberanía en pago adelantado de los minutos de prórroga. Más meses postrados en la cansina espera de un cambio de ciclo. Pero en el ritmo de la política se trata de un capital de oportunidades y, en todo caso, del patrimonio impagable de un privilegio esencial: el que proporciona la toma de decisiones. Un año y medio más al calor de los despachos, de la influencia, de la expectación, de la capacidad de resolver contratos, nombramientos, destinos, repartos. Un año más al frente del aparato gigantesco que mueve una Administración hipertrofiada. Y un año y medio menos lejos del frío y del silencio, de la orfandad del poder perdido y los teléfonos que no suenan. Toda una eternidad para los que la viven… y para los que la esperan.


ABC - Opinión

Cambio de Gobierno

El presidente del Gobierno compareció ayer en Ponferrada con el ánimo de quien se ha quitado un peso de encima con el acuerdo que le garantiza la estabilidad parlamentaria hasta 2012. Rodríguez Zapatero se siente fortalecido con los votos del PNV. Con un año y medio por delante, el presidente confía en remontar las encuestas e ilusionar de nuevo al electorado socialista que parece haberle dado la espalda. Según sus propias palabras, «las encuestas muestran que no estamos bien, pero la sociedad y los sondeos se mueven muy rápidamente». La capacidad del presidente para interiorizar sin consecuencias aparentes la desventaja política puede provocar que no interprete adecuadamente la evolución de los acontecimientos. Porque el estado de la opinión pública es concluyente. El sondeo de NC Report para LA RAZÓN refleja un sentir mayoritario hacia un cambio de Gobierno, incluido un relevo en el liderazgo socialista. Dos de cada tres españoles opina que Rodríguez Zapatero no debe encabezar el cartel electoral del PSOE en los comicios de 2012. Sin embargo, el presidente dio a entender en Ponferrada que será el candidato y que anunciará su decisión en función de la estrategia política.

Los españoles tienen también sus favoritos para la sucesión y en esa carrera hay dos nombres que parten con clara ventaja sobre el resto de los aspirantes. Según el sondeo de LA RAZÓN, José Bono es apoyado por el 39,7% de los encuestados, seguido por Pérez Rubalcaba, con el 34,9%, y ya más atrás por José Blanco, Carme Chacón, Javier Solana y Patxi López. Según confesión propia de la pasada semana, las aspiraciones de Bono no pasan por asumir liderazgo alguno, pero la realidad es la que es, y la imagen moderada del presidente del Congreso siempre ha despertado una importante corriente de adhesión.

Zapatero confirmó ayer que sólo reemplazará a Celestino Corbacho. No habrá, por tanto, crisis de Gobierno, sino un relevo puntual obligado por las circunstancias. Los españoles, sin embargo, creen imprescindible una intervención de mayor alcance. Casi ocho de cada diez encuestados reclaman nuevas caras en el gabinete. Es la consecuencia lógica de la valoración de los ministros. Ninguno de ellos aprueba. El mejor parado es Pérez Rubalcaba, con 4,3 puntos. Pero es que doce de ellos no alcanzan ni el 4, con Bibiana Aído como la peor, con un 2,8, toda una censura a su trabajo.

El inmovilismo político lanza un mensaje inquietante a una sociedad con graves problemas y carencias como la española. Las perspectivas no son buenas y la recuperación está lejos, más todavía cuando las previsiones internacionales auguran una ralentización de la reactivación económica. El país tiene potencial suficiente para superar la crisis, pero se necesita un giro de 180 grados en la gestión. Este Gobierno ha demostrado que su tiempo estaba agotado. La necesaria alternancia política actuaría con un efecto regenerador e ilusionante. Pero lo cierto es que las próximas elecciones generales están demasiado lejanas para lo que este país necesita.


La Razón - Editorial

Lo que queda de Obama

El presidente estadounidense se enfrenta a unas elecciones que pueden ser catastróficas.

Todo lo que sube está irremisiblemente condenado a caer. Y el presidente estadounidense, el demócrata Barack Obama, se vio aupado al ser elegido hace dos años a tal delirio de exaltación y esperanza que no podía sino caer de nuevo, propinándose un batacazo más que regular.

El próximo 2 de noviembre se celebrarán en Estados Unidos elecciones de mid term -medio mandato- que permiten tomar la temperatura al cuerpo político cuando el presidente ya ha desplegado sus mejores artes, pero aún se halla en flotación la obra de esos primeros años. Y todo apunta a que en la renovación de la Cámara baja de 435 representantes y 36 senadores -un tercio- va a sufrir el más grave correctivo; perder ambas mayorías, con lo que el resto de mandato gobernar tendrá que ser toda una filigrana.


Hasta aquí, sin embargo, business as usual, el electorado norteamericano es un maestro en recortar las alas de sus presidentes. Pero en este caso hay factores de nuevo cuño que harán que la previsible derrota esté especialmente cargada de significado. Un movimiento popular, primitivo, nativista y xenófobo, el Tea Party, que solo sabe decir menos Estado, menos impuestos y abajo el socialismo, desconociendo, por supuesto, qué es eso del socialismo sobre todo en versión contemporánea, está cobrando el volumen de una revolución que parece capaz de tomar el partido republicano desde dentro, forzando una inquietante inestabilidad de fondo en el bipartidismo nacional.

Cabe que Obama no fuera exactamente lo que una Europa estragada del segundo Bush creía que era, y parece claro que lo profundo de Estados Unidos no estaba preparado para un presidente tan distinto, entre otras cosas por lo europeizante. Pero la ironía es que fuera o no Obama lo que en él se quiso ver, su presidencia ha sido lo bastante prudente como para no satisfacer al radicalismo que le votó en masa y, menos aún, complacer a la derecha extrema e iletrada, que le tacha nada menos que de comunista. Por eso su índice de aceptación popular ha caído de más del 70% del electorado a un 45%.

Así son hoy relativamente pocos los que aplauden una reforma sanitaria que supone, pese a todo, un paso de gigante en la cobertura de salud para el ciudadano, pero queda corta ante lo que Europa edificó tras la II Guerra; los que reconocen que paró cuando menos el primer y peor golpe de la catástrofe financiera. Y en lo tocante a la política exterior, de igual manera una cierta indefinición sigue reinando: en Irak y Afganistán solo se puede hablar de retiradas de momento parciales o únicamente anunciadas, mientras que en Oriente Próximo el estancamiento es el de toda la vida.

La obvia sinceridad de Obama, su esfuerzo y su anhelo por fabricar un país mejor, no deberían haber dicho la última palabra. El tiempo que media hasta las presidenciales de 2012 será por ello tan duro como decisivo. Con dos concepciones de país gravemente enfrentadas.


El País - Editorial

Ni hacen ni dicen nada bueno

Rajoy y los suyos sólo serán útiles para España si derrotan a Zapatero en el campo de las ideas, no si lo asimilan en su corrosivo populismo.

España está sumida en una profunda crisis económica e institucional y el principal responsable de la misma tiene nombres y apellidos conocidos por todos los españoles: José Luis Rodríguez Zapatero. Si bien ambas crisis no estuvieron en ningún momento completamente desligadas –el gasto desbocado de las autonomías o la especulación con el suelo de los ayuntamientos son muestras de ello– nunca antes como ahora se fusionaron de manera tan perversa: el Gobierno socialista compra a golpe de permanentes cesiones el voto favorable de los nacionalistas vascos y canarios con tal de mantenerse unos pocos meses más en el poder y seguir arruinando a nuestro país.

Tanto socialistas como populares son conscientes de esta trágica realidad. Unos pueden ocultarlo y autoengañarse para no sentirse culpables de haber apoyado a tan nefasto político y los otros esperan con ansias que lleguen las elecciones para regresar a la Moncloa. Los primeros confían en que Zapatero no repita y de hecho ya llevan tiempo buscando un candidato alternativo para 2012; los segundos creen que si no hacen ni dicen nada, el poder les caerá en las manos como si de una fruta madura se tratara. Ambos, por desgracia, siguen anteponiendo sus particulares intereses partidistas a las necesidades de los españoles.


Los socialistas, si aun sintieran un mínimo apego hacia la nación que tanto han contribuido a disolver, forzarían la dimisión de Zapatero e impedirían que nadie mínimamente cercano a su equipo y a sus ideas ocupara la secretaría general del partido. Pero desde el momento en que José Blanco y Alfredo Pérez Rubalcaba, a cual más siniestro e incompetente, suenan como dos de los principales aspirantes a sucederle, parece claro que los socialistas siguen en instalados en el mismo atroz sectarismo de siempre.

Por su parte, los populares, si de verdad quisieran sustituir la arquitectura institucional que nos ha abocado a la actual crisis económica y nacional, deberían de empezar por articular un discurso coherente que girara en torno a dos ejes básicos: la unidad de España y la libertad económica. Pero ello supondría, por un lado, rechazar de antemano todo pacto con los partidos que no acepten la soberanía nacional y el régimen de libertades básicas que consagra la Constitución y, por otro, defender la necesidad de liberalizar todos los mercados –incluido el laboral– y de recortar enérgicamente el gasto público. En su lugar, sin embargo, el PP, cuando se ha dignado a abrir la boca, se ha dedicado a coquetear con CiU (e incluso con el PNV) y a rechazar cualquier recorte de "derechos sociales". No se sabe si se trata de un discurso deliberadamente errático o de una exteriorización de las auténticas convicciones y del futuro programa del nuevo PP, pero, en cualquier caso, Rajoy y los suyos sólo serán útiles para España si derrotan a Zapatero en el campo de las ideas, no si lo asimilan en su corrosivo populismo.

En definitiva, estamos en los peores momentos de nuestra historia democrática y contamos con una de las peores clases políticas posibles. Dependerá, pues, de los ciudadanos, de su capacidad de rebelión y movilización, el que las cosas puedan cambiar a mejor.


Libertad Digital - Editorial

El mito del funcionario

Solo el 60 por ciento de los empleados públicos son funcionarios de carrera. El resto está formado por personal laboral y cargos de confianza e interinos.O

EL recorte de salarios a los funcionarios públicos tenía un mensaje implícito que daba a la opinión pública otro chivo expiatorio para la crisis. Atacando las nóminas públicas se señalaba a los funcionarios como uno de los agujeros por los que se iba el dinero del Estado. También quedaban expuestos a los tópicos habituales que los dibujan como vagos e indolentes, privilegiados con un trabajo de por vida. La cara oculta de esta publicidad subliminal contra los funcionarios está en los datos que hoy publica ABC: solo el 60 por ciento de los empleados públicos, sin contar los que están en la nómina de empresas públicas, son funcionarios de carrera por oposición. El resto está formado por personal laboral y, hasta un 13 por ciento, por cargos de confianza e interinos. Los porcentajes se invierten en la Administración Local, en la que los contratados superan el 60 por ciento.

Cuando se denuncia el exceso de gasto salarial en las administraciones públicas, no se repara en discriminar cuánto de ese gasto corresponde a funcionarios que han ingresado por oposición y cuánto a personal designado a dedo por los responsables políticos. Esto explica que, a pesar del recorte de nóminas, la masa salarial siga aumentando en este año, porque las administraciones siguen contratando personal. Para rebajar el gasto bastaría con cerrar la contratación de asesores y gabinetes, redistribuir el trabajo entre el funcionariado de carrera ya existente y reducir la interinidad. Se trata de un compromiso que deben asumir no los funcionarios, que llevan años perdiendo poder adquisitivo, sino los responsables políticos que utilizan las administraciones bajo su control como agencias de colocación. Es cierto que es necesaria una reforma de la Función Pública. Debe aumentar la eficiencia con los actuales recursos; es preciso un control de la productividad que evite abusos en la disposición de permisos y en la flexibilidad horaria; y debe haber una mayor consideración de los cargos políticos hacia el trabajo de los funcionarios, obligados muchas veces a secundar instrucciones más de partido que de servicio público.

Estos aspectos deben recibir una respuesta alejada del mito del funcionario indolente. Quienes lo utilizan olvidan que son funcionarios, entre otros, los maestros, los policías, los médicos o los bomberos, es decir, los que sostienen una sociedad desarrollada y segura. Esa respuesta necesaria debe poner el foco en las carencias reales de la función pública y renunciar a la demagogia.


ABC - Editorial