sábado, 18 de septiembre de 2010

Una historia de Guerra. Por Arturo Pérez Reverte

Alguien escribió en cierta ocasión que si una historia de guerra parece moral, no debe creerse. Y alguna vez lo repetí yo mismo. Pero eso no es del todo verdad. O no siempre. Como todas las cosas en la vida, la moralidad de una historia depende siempre de los hombres que la protagonizan, y de quienes la cuentan. Ésta de hoy es una historia de guerra, y quiero contársela a ustedes tal como algunos amigos míos me han pedido que lo haga. La moralidad la aportan ellos. Yo me limito a ponerle letras, puntos y comas.

Base de Mazar Sharif, Afganistán. Cinco guardias civiles, de comandante a sargento, perdidos en el pudridero del mundo, formando a la policía afgana. Cinco guardias de veintidós llegados hace cinco meses y medio, desperdigados por una geografía hostil y cruel, en misión de alto riesgo, en una guerra a la que en España ningún Gobierno llamó guerra hasta hace cuatro días. Los cinco de Mazar Sharif, como el resto, eran gente acuchillada, porque lo da el oficio. Sabían desde el principio que a la Guardia Civil nunca se la llama para nada bueno. Y menos en Afganistán. Si lo que iban a hacer allí fuera fácil, seguro, cómodo o bien pagado, otros habrían ido en vez de ellos. Aun así, lo hicieron lo mejor que podían. Que era mucho. Atrincherados en una base con americanos, franceses, holandeses y polacos, vivían con el dedo en el gatillo, como en los antiguos fuertes de territorio indio. Igual que en los relatos de Kipling, pero sin romanticismo imperial ninguno. Sólo frío, calor, insolaciones, sueño, enfermedades, soledad. Peligro. Los únicos cinco españoles de la base, de la provincia y de todo el norte de Afganistán.


Ellos y sus compañeros habían llegado a la misión tarde y mal, aunque ésa es otra historia. Que la cuenten quienes deben contarla. Aun así, con la resignada disciplina casi suicida que caracteriza al guardia civil, se pusieron al tajo. Como era de esperar, no encontraron la mesa puesta. Quien estuvo por esos mundos con militares norteamericanos, holandeses y franceses, sabe de qué van las cosas. Sobre todo con los norteamericanos, que tienen a Dios sentado en el hombro como los piratas llevan el loro. Para hacerse un hueco entre sus aliados, distantes y despectivos al principio, no hubo otra que la vieja receta de Picolandia: aprender rápido, trabajar más que nadie, no quejarse nunca y ser voluntarios para todo. Y por supuesto, tragar mierda hasta reventar. Y así, a base de orgullo y de constancia, poco a poco, los cinco hombres perdidos en Mazar Sharif se hicieron respetar.

Un triste día se enteraron de la muerte de sus dos compañeros en Qualinao. De la pérdida de dos guardias civiles de aquellos veintidós que llegaron hace medio año, y de su intérprete. Y pensaron que el mejor homenaje que podían hacerles era que la bandera norteamericana que ondea en la base fuese sustituida, aquel día, por la española a media asta. Eso no se hace allí nunca, aunque a diario hay norteamericanos muertos, los franceses sufrieron numerosas bajas, y también caen holandeses y polacos. Así que el jefe de los guardias civiles, el comandante Rafael, fue a pedir permiso al jefe norteamericano. Accedió éste, aunque extrañado por la petición. Saliendo del despacho, el guardia civil se encontró con el jefe del contingente francés, quien dijo que a él y a sus hombres les parecía bien lo de la bandera. En ésas apareció otro norteamericano, el mayor James, que nunca se distinguió por su simpatía ni por su aprecio a los españoles, y con el que más de una vez hubo broncas. Preguntó James si los muertos de Qualinao eran guardias civiles como ellos, y luego se fue sin más comentarios.

A las ocho de la tarde, cuando fuera de los barracones apenas había vida, los cinco guardias se dirigieron a donde estaba la bandera. Formaron en silencio, solos en la explanada, cinco españoles en el culo del mundo: Rafael, Óscar, Rafa, Jesús y José. Cuando se disponían a arriar la enseña, apareció el teniente coronel francés con sus cuarenta gendarmes, que sin decir palabra formaron junto a ellos. Luego llegaron el mayor James, el teniente Williams y veinte marines norteamericanos. Y también los polacos y los holandeses. Hasta el pequeño grupo de Dyncorp, la empresa de seguridad privada americana destacada en Mazar Sharif, hizo acto de presencia. Todos se cuadraron en silencio alrededor de los cinco españoles, que para ese momento apretaban los dientes, firmes y con un nudo en la garganta. Y entonces, sin himnos, cornetas, autoridades ni protocolo, el capitán Rafa y el sargento José arriaron despacio la bandera. Una historia de guerra nunca es moral, como dije antes. Si lo parece, no debemos creerla. Pero a veces resulta cierta. Entonces alienta la virtud y mejora a los hombres. Por eso la he contado hoy.


XL Semanal

Un listo de Archidona. Por M. Martín Ferrand

Que Pastrana diga lo que dice, pero por cuenta propia o, todo lo más, a escote entre sus compañeros.

MANUEL Pastrana, natural de Archidona (Málaga) y de profesión sindicalista, hubiera hecho feliz a Luis Carandell, creador de Celtiberia Show. En su condición de secretario general de UGT en Andalucía, en arrebato de imaginación creadora, el tal Pastrana asegura que los abuelos «son parte fundamental para el funcionamiento de este país». En esa mostrenca consideración nos propone a todos los abuelos de España que, para poder secundar la huelga general, dejemos «de cuidar a los nietos ese día». A mí me cuidan más mis nietos que yo a ellos y, quizás por eso, me resulta divertida la parida de Pastrana en la que se confunden el tocino y la velocidad, lo íntimo y familiar con lo laboral e, incluso, la gimnasia con la magnesia. Lo único que me solivianta es que el líder sindical, como todos los de su especie, cursa con cargo al Presupuesto. La deuda del conjunto de las Administraciones públicas españolas supera ya los 600.000 millones de euros y, lejos de tratar de reducirla, precisamente para garantizarle un futuro a nuestros nietos, gastamos un monto respetable de nuestros impuestos en pagarle el sueldo a Pastrana y a sus colegas.

Los sindicatos españoles, que viven amancebados con el PSOE, necesitan un certificado de su existencia real y por ello, más que por ninguna otra cosa, han convocado una huelga extemporánea, inoportuna y hueca de contenido. Una huelga, por cierto, que no depende de su capacidad de convocatoria y movilización, sino del Ministerio del Interior y de sus equivalentes autonomicos. Sin piquetes «informativos», sin silicona en las cerraduras, sin la paralización violenta de los medios de transporte colectivo y la obstrucción de las vías públicas, la huelga del día 29 será un fracaso. Su éxito depende de Alfredo Pérez Rubalcaba y sus colegas periféricos. Si son diligentes, dado el pulso de la opinión pública, solo dejarán de ir al trabajo quienes no lo tienen, como los parados, o los que no están acostumbrados a hacerlo, tal que los liberados sindicales.

El crecimiento de la deuda que señalan los datos del segundo trimestre es tan elefantiásico que ya debieran estar sonando las sirenas de alarma. Urge el recorte del gasto público en todo lo que no sea esencial y, aunque no sea el mayor, habrá que ir pensando en reducir las partidas asignadas a los sindicatos, patronales y otros organismos que se dicen representativos y lo son, solo, bajo palabra de honor. Es importante, para que encontremos la salud económica, que Pastrana diga lo que dice, pero por cuenta propia o, todo lo más, a escote entre sus compañeros en la dirección de UGT y las cuotas de sus afiliados.


ABC - Opinión

Nuevo es el ruido. Por Hermann Tertsch

«Bonn paga a Bucarest a cambio de que ésta acepte a los gitanos rumanos que han entrado ilegalmente en Alemania». Dinero tirado por la ventana, sugiere el primer ministro rumano, Nicolae Vacaroiu, a «El País»... «Nuestras relaciones con Bonn han permitido la repatriación de muchos gitanos rumanos. Gran parte de ellos seguro que ya están de vuelta en Alemania», dice Vacaroiu, un hombre sincero. Sin embargo, en la cuestión gitana, hasta Vacaroiu cae en los eufemismos. Cuando habla de «buenas relaciones con Bonn» se refiere al pago de una serie de millones de marcos que Alemania concede a Rumania para la ayuda social a los expulsados, pero que, según los líderes gitanos, jamás llegan a su destino». Este texto precedente les habrá planteado incógnitas. En Bonn ya no hay gobierno, yo escribo en ABC y Vacaroiu se perdió en las brumas de la traumática historia de la Rumania post Ceaucescu. Se explica. Está escrito en Bucarest el 3 de noviembre de 1993, después de uno de mis largos viajes transilvanos por pueblos alemanes centenarios, abandonados por su población germana y ya en ruinas tras ser ocupados por gitanos. Estos intentaban seguir los pasos de suavos y sajones también hacia Alemania. Con menor éxito. Los alemanes de Rumania eran bienvenidos, los gitanos no. Ya por entonces deportaba por tanto Alemania a gitanos. Y la solución adoptada no era muy distinta que la tomada por el presidente Sarkozy. Con una salvedad: el pago se hacía al Gobierno receptor y no a los deportados. Angela Merkel no tiene que imitar a Sarkozy. Y no está sola. Muchos gobiernos deportaron y deportan. Sin publicidad, porque creen no les conviene. Sarkozy ha decidido que a él sí. De ahí el ruido. Ésa es la novedad. Revela el humor social en Europa y conviene tomarlo en serio.

ABC - Opinión

Inmigración. Exceso de cabida. Por Maite Nolla

La visita de la señora Camacho a Badalona ha provocado la reacción contraria de ERC, por considerarla racista, xenófoba y todo lo demás, aunque ERC fue uno de los partidos que propuso impedir el empadronamiento de ilegales en el ayuntamiento de Vic.

Algunos piensan que la inmigración y sus derivados se han convertido en un tema electoral en Cataluña, aunque curiosamente todos los partidos tengan en esta cuestión la misma postura. Vamos, que no hay partida; que entre PP, PSC, CiU y ERC la única diferencia en este tema es quién lleva la iniciativa. Les digo esto porque este viernes ha sido Alicia Sánchez-Camacho la que aprovechando el asunto de Sarkozy se ha ido a Badalona a hacer campaña. Debe ser que es casi fin de semana, porque si bien la postura oficial de la señora Camacho es que "en Cataluña no cabemos todos", hace unos meses pudimos ver como un domingo ayudaba a repartir propaganda a García Albiol y el lunes le dejaba a los pies de los caballos, renegando del contenido de la propaganda que ella ayudó a repartir, presionada por los medios locales y no locales.

La visita de la señora Camacho a Badalona ha provocado la reacción contraria de ERC, por considerarla racista, xenófoba y todo lo demás, aunque ERC fue uno de los partidos que propuso impedir el empadronamiento de ilegales en el ayuntamiento de Vic, en contra de lo que establece la ley. El ayuntamiento de Vic, como ya dijimos en su día, no está gobernado por Anglada, sino por un señor de CiU y la propuesta ilegal contó con el apoyo del Partido Socialista de los "papeles para todos". CiU, ese partido que en su día aprobó en el Congreso una reforma de la Ley de Extranjería con el único propósito de infligir una derrota a Aznar antes de las elecciones de 2000, aunque lo que consiguió fue auparle a la mayoría absoluta. Aquella reforma duró apenas unos meses, pero fue el precedente del modelo de Caldera. Pasados los años, CiU, contraria a prohibir el uso del burka en los espacios públicos de Barcelona, presentó una iniciativa para prohibirlo en los espacios públicos de Lérida. El alcalde de Lérida, del partido de Caldera y del partido que había rechazado la propuesta en Barcelona, apoyó la iniciativa de CiU, y ha prohibido el burka en Lérida. Eso sí, esforzándose ambos partidos en relacionar burka e inmigración, no vaya a ser que no produzca efecto. Todo ello, pese a que hace unos años, tanto CiU como el PSC en Lérida tragaron con la humillación de un imán que se negó a ser entrevistado por una mujer en una tele local. Una tele subvencionada, es decir, pública a todos los efectos.

Siguiendo con este pequeño manual de la postura sobre inmigración de los partidos en Cataluña, al igual que sucedió durante este verano, el ayuntamiento de Lérida se ha visto obligado a clausurar la mezquita de la calle del Norte por superar, como siempre, el aforo del local. No siendo una cuestión que tenga que ver exactamente con la cuestión islámica ni con la inmigración, tanto la comunidad musulmana como el ayuntamiento se están esforzando en que se vea como una polémica que sí tiene que ver con ello. Para resumir, pese a que el ayuntamiento ha ofrecido y facilitado una nueva ubicación, como se ha hecho con otras comunidades, los líderes religiosos locales se niegan a moverse por un motivo: la mezquita está en el centro de la ciudad, y en la calle del Norte y en las adyacentes se han ubicado numerosos bares, restaurantes, locutorios, carnicerías y demás. En la mezquita de Lérida hace años que no se respeta el aforo permitido en el local, y el alcalde ha hecho la vista gorda, por la multiculturalidad y todo el rollo, hasta que CiU ha subido el listón y se ha leído el programa de Anglada de cara a las municipales.

¿Conclusión? No busquen en ninguno de los partidos un razonamiento algo estructurado sobre la libertad, la dignidad, el respeto a la legalidad o el trato a las mujeres como personas y no como mulas de carga. Pasado noviembre y pasado junio, a otra cosa.


Libertad Digital - Opinión

Huelga de abuelos. Por Ignacio Camacho

Propone la UGT una huelga de afecto, un día sin mimos, un paréntesis de generosidad en la entrega de los mayores.

LO sublime y lo ridículo, la genialidad y la estupidez, están a menudos separados por un leve hilo de oportunidad, por el matiz suave de una modulación, por la efímera luz de un fogonazo de brillantez; sólo un segundo de tardanza o un instante de impremeditación convierten la ocurrencia más feliz en una solemne patochada. En ocasiones depende de la personalidad del autor, de su marca de prestigio intelectual o de su aura sensatez moral, que la formulación de una misma idea sea percibida como la afortunada expresión de una inteligencia privilegiada o una pedestre destilación de vulgaridad insufrible. Dalí solía decir, con su sarcástica arrogancia, que todo el mundo consideraba genial la mayor bobada que brotase de sus labios mientras cualquier acierto de un mediocre continúa siendo siempre una mediocridad insoslayable.

Algo así ocurre con la insólita propuesta del secretario general de la UGT andaluza para que los abuelos hagan huelga de afecto el día 29; no está claro si se trata de una clamorosa majadería, una fastuosa salida de pata de banco, o una sofisticada y revolucionaria iniciativa estratégica. A simple vista parece, desde luego, el despropósito marginal de un sindicalista desnortado ante una convocatoria que se presume de incierto seguimiento; pero también podría tratarse, si se mira con cierta benevolencia, de una novedosa manera de abordar la protesta social desde el interior de los núcleos sentimentales y afectivos que estructuran la vida laboral contemporánea más allá de las leyes, los estatutos y los convenios. Una huelga de abuelos para bloquear un país; un cierre masivo de la inmensa guardería familiar que permite a tantos padres y madres incorporarse a un trabajo que no podrían atender sin el auxilio silencioso y gratuito de unos abnegados mayores con las pensiones congeladas. Genialidad o sandez; tal vez las dos cosas al mismo tiempo.


Porque, por inteligente que pudiese resultar la fórmula en la mera teoría de las relaciones productivas, efectivamente dependientes en gran medida de ese callado tejido anudado con lazos de cariño, el sindicalista Pastrana olvida en su sectaria elucubración el papel supremo de los sentimientos para subordinarlos a un prosaico designio ideológico. Y soslaya el valor de las risas infantiles, del ruido alborotado de la chiquillería, de los abrazos y de la ternura como terapia impagable contra la soledad y el desamparo. Propone el ugetista una huelga de besos, un día sin juegos ni mimos, un paréntesis de generosidad en las casas de unos ancianos a los que en su delirio identifica con simples niñeros resignados capaces de declarar un paro técnico de su infinita entrega. Sí, definitivamente un desatino, una memez, una simpleza. O algo peor: el siniestro, inconsciente delirio orwelliano de una sociedad dominada por la pauta unívoca de la política.

ABC - Opinión

¿A mamporros?. Por Alfonso Ussía

Tengo para mí que en UGT están en la primera fase de la cogorza nacional, que en tiempos del franquismo se establecía en cinco peldaños. La verborrea convincente o la solemne memez como punto de partida. La exaltación de la amistad. Los cantos regionales. El tuteo a la autoridad, y por último, el insulto al clero. Cuenta Cela que el jotero Marcelino Sangarrén, alias «El Bizco», se vio obligado a cantar una jota en homenaje al cardenal Benavides en Calahorra, y que lo hizo ante todas las autoridades de la época y en el quinto grado de la embriaguez.

«El monte cría conejos
y las laderas dan vides
y que le den cuatro leches
al cardenal Benavides».

Pasó la noche en el cuartelillo. Encerraba más riesgo el cuarto grado, el tuteo a la autoridad. Un conocido marqués, cimero borrachín, en estado de supina alcoholemia, preguntó a un policía municipal –aún portaban un casco blanco en la cabeza–, por la ubicación de una calle. –Oye, Bwana, ¿la calle del Pez?–. Fue llevado a una dependencia municipal y pagó una multa considerable. Pero los más pelmazos eran los inmersos en la primera fase. La verborrea convincente o la solemne memez. Muy habituales en las barras de los bares y siempre dispuestos, como los buitres, a despedazar a los incautos. Decían grandes bobadas con solemnidad y pompa, y las repetían hasta la saciedad. Para mí, que el máximo dirigente de la UGT en Andalucía, compañero Manuel Pastrana, transcurre por esa primera fase para no desmerecer de su jefe nacional, el compañero Cándido Méndez, el de Chiquilicuatre.


El compañero Pastrana ha pedido que los abuelos hagan huelga el 29 de septiembre y no se ocupen de sus nietos. Me extraña que se le haya olvidado solicitar también la holganza de los padres para no cuidar a sus hijos y la de todas las tías abuelas para abandonar a sus sobrinos nietos. Lo que no nos ha explicado el original compañero Pastrana es el método de seguimiento y coacción que van a padecer los abuelos para impedir que cumplan con su maravilloso y voluntario deber. ¿Piquetes informativos armados de trancas tocando los timbres de edificio en edificio para sorprender a la abuela esquirola cambiándole el dodotis a su nieto? ¿Persecución por el parque del fascista abuelo esquirol que pasea de la mano de su nieta y le muestra los cisnes del estanque? ¿Ha calculado el compañero Pastrana la cantidad de liberados piqueteros que se precisan para conculcar los derechos de los abuelos de toda España? ¿Amanecerán el día 30 de septiembre todos los abuelos con señales de democráticos mamporros? Estimo que el compañero Pastrana ha expuesto su petición en estado de verborrea convincente. Y hay que animarlo a que se tome otra copita, porque de ahí se pasa a la exaltación de la amistad, y con un vaso más, a los cantos regionales, que es la fase menos peligrosa. Resulta muy complicado perseguir a un abuelo contrario a la huelga con nieto de la mano mientras se entona el «Romance de Valentía» o «Valencia es la tierra de las flores». Ante peticiones como la del compañero Pastrana sólo hay una recomendación posible:
–Pastrana: sobriedad.


La Razón - Opinión

La Meca. Como Rufete en Águilas. Por Pablo Molina

La soledad desdeñosa que las instituciones públicas han recetado a los dueños de La Meca en este asunto es un síntoma de que nadie está dispuesto a defender los valores que nos han hecho libres.

Sobre la polémica en torno a la discoteca La Meca de Águilas, la primera obviedad que es necesario constatar es que va a seguir llamándose así por más que el rótulo de la instalación diga otra cosa. El centro de ocio va a seguir siendo conocido con ese nombre a semejanza de lo que ocurre con muchas calles de los pueblos de España, en cuyo rótulo puede poner por ejemplo, "Calle Pablo Iglesias" y sin embargo todos los vecinos y la oficina de correos siguen refiriéndose a ellas como pasaje del Caudillo o avenida General Mola.

La elección de "La Isla" como nuevo sustituto de la discoteca es el impuesto revolucionario para evitar sobre el papel las suspicacias de los practicantes de "la religión de la paz". Tampoco es que se les haya licuado el cerebro a los promotores de la nueva denominación, dado que justo enfrente del recinto se encuentra el paraje de la Isla del Fraile, así que imagino que la elección habrá sido el resultado de una breve tormenta de ideas llevada a cabo a las puertas de las instalaciones entre los propietarios y los representantes de las comunidades, que sólo tuvieron que mirar en lontananza para encontrar un motivo inspirador.


Sorprende que todos hayan aceptado con tanta naturalidad el agravio de que unos señores de fuera obliguen a cambiar el nombre de una empresa privada, pero como la defensa de la tradición occidental es considerado un exceso reaccionario, al final ha pasado lo que todos suponíamos desde que surgió la controversia.

Los empresarios han actuado de acuerdo a sus intereses y por tanto no hay nada que reprocharles. Su objetivo legítimo es ganar dinero y no tienen por qué sacrificar su negocio y los puestos de trabajo que mantienen por un asunto en el que no han encontrado el menor apoyo institucional.

¡Qué ocasión para que los distintos gobiernos hubieran dejado claro que en España cada uno pone a su negocio el nombre que considera oportuno y su disposición a preservar ese derecho de los empresarios afectados! Los dueños hubieran cambiado el nombre y la decoración igualmente, pero hubiéramos dado una imagen de dignidad que habría servido, de paso, para hacer una muy buena pedagogía en casos similares que se puedan presentar en el futuro, que se presentarán. La soledad desdeñosa que las instituciones públicas han recetado a los dueños en este asunto es un síntoma de que nadie está dispuesto a defender los valores que nos han hecho libres, probablemente porque en el mundo de la política es difícil encontrar a alguien que crea en ellos. En otras palabras, hemos quedado como Rufete en Lorca. Por cierto, localidad muy cercana a La Meca, digo, La Isla.


Libertad Digital - Opinión

Sindicatos sin rumbo

DE acuerdo con la Constitución, los sindicatos desarrollan una labor esencial en el Estado democrático para la defensa de los intereses de los trabajadores. Resulta lamentable por ello que actúen de forma irresponsable e incluso zafia en la transmisión de sus mensajes a la opinión pública. Es notorio que una gran mayoría de ciudadanos rechaza la convocatoria de huelga general por parte de unas organizaciones que se han mostrado sumisas al Gobierno durante mucho tiempo y pretenden ahora salvar la cara adoptando la peor de las opciones posibles. Además de ser una decisión equivocada, el llamamiento a los trabajadores de cara al día 29 a través de videos de tono grosero y declaraciones desafortunadas contribuye al creciente desprestigio de los dirigentes sindicales. Así, un alto responsable de UGT en Andalucía apela a los abuelos para que dejen de cuidar a sus nietos en la jornada de huelga. La serie de videos puestos en circulación por las organizaciones convocantes está plagada de tópicos y vulgaridades que constituyen en muchos casos un insulto a la inteligencia y al sentido común.

La sociedad española recibe con perplejidad los datos sobre el número de «liberados», que siguen cobrando de su empresa pero que dedican todo su tiempo a la actividad sindical. Se generaliza además el rechazo de muchos sectores profesionales al paro del 29-S. Si no lo «remedia» un posible boicot organizado a los transportes, la huelga general apunta a un fracaso rotundo. A la vista de las expectativas, algunos responsables sindicales han perdido el rumbo y lanzan mensajes absurdos que causan indignación en los ciudadanos. La situación es muy seria y no es momento de zafiedades ni de tonterías.


ABC - Editorial

La píldora del fracaso

El 28 de septiembre se cumplirá un año de la decisión del Gobierno de permitir la venta de la píldora del día después en farmacias sin necesidad de receta médica. La polémica que desató aquella actuación política no ha decrecido, porque, entre otras razones, el seguimiento de las consecuencias de la iniciativa ha demostrado la tremenda equivocación que supuso. El balance de las cifras reales de venta en estos doce meses, a las que ha tenido acceso La Razón, describen un tan notable como sintomático aumento del consumo de un fármaco con importantes efectos secundarios. De hecho, se ha convertido en el producto que más ha crecido en las farmacias. De las 935 diarias que se despachaban hace un año se ha pasado a las 2.100 unidades después de que el Ejecutivo marginara a los médicos en la prescripción, lo que supone un crecimiento del 139%, cuando era un fármaco en claro decrecimiento, según las estimaciones del sector. Para los profesionales del mercado farmacéutico, los espectaculares números son sólo comparables proporcionalmente a los del lanzamiento de un medicamento estrella, pero lamentablemente hablamos de un cóctel hormonal de impredecibles consecuencias.

La génesis de aquella decisión del Ministerio de Sanidad puso de manifiesto que al Gobierno le interesó más que se vendiera la píldora que preservar la seguridad médica de las usuarias, la mayoría jóvenes que necesitaban del consejo médico. Ese propósito fue evidente cuando se desoyeron las protestas reiteradas de los farmacéuticos y las advertencias de distintas instancias médicas y científicas sobre su uso excesivo o cuando se ocultó un informe de la Agencia Española del Medicamento que detectaba problemas de seguridad en el principio activo de la píldora. Incluso cuando se alteró el protocolo farmacológico, que determinaba que esa sustancia en concreto debía ser prescrita por un facultativo. Se ignoraron todas las razones científicas que desaconsejaban esta especie de «barra libre» para ese medicamento y se sortearon las trabas administrativas con piruetas como clasificar la píldora como «medicamento ético» para facilitar la venta libre y con publicidad.

Hoy, un año después de la controvertida decisión, el Gobierno saca pecho de los 3.000 abortos menos practicados el pasado año y lo atribuye a la dispensación de la píldora del día después. Pero más allá de que ese discutido descenso en el número de interrupciones sea cuestionado hasta por las propias clínicas o que el número de 112.000 abortos sea dramático en sí mismo, el país no puede acompañar al Ejecutivo en su entusiasmo por una política global contra el derecho a la vida, en la que la «Ley Aído» y la libre comercialización de las píldoras postcoitales son instrumentos fundamentales, y que atenta contra principios básicos de toda sociedad justa. Detrás de ese uso indiscriminado de estos fármacos, fomentado desde la Administración de manera temeraria e irresponsable, se esconde además un potencial problema de salud para miles de mujeres a las que no sólo no se ha informado adecuadamente, sino que se las ha hecho creer que lo que tomaban era inocuo.


La Razón - Editorial

Hacer cumplir la ley no es racismo

La acusación de racismo es un exabrupto sin base real, porque ninguno de los expulsados por Francia lo ha sido por pertenecer a una etnia concreta. El día en que se demuestre lo contrario podremos especular con la existencia de otros motivos más oscuros.

Las deportaciones de inmigrantes rumanos de etnia gitana llevadas a cabo por Francia han provocado en el seno de la Unión Europea la controversia, en algún caso subida de tono, que cabía aventurar tratándose de un asunto tan propicio para la demagogia. La comisaria europea de Justicia, Viviane Reding, llegó a comparar estas expulsiones con las que llevaban a cabo los nazis en el III Reich, exceso que no debiera permitirse dadas sus actuales responsabilidades.

Al margen de estas salidas de tono, más propias de políticos ociosos que de representantes de altas instituciones, es evidente que lo que está haciendo el Gobierno de Sarkozy con el problema de algunos inmigrantes rumanos no tiene absolutamente nada que ver con las acusaciones de racismo y xenofobia con que los medios de masas desinforman habitualmente a sus audiencias.


Que muchos gitanos tienen una forma de vida incompatible con los usos y las leyes de las sociedades modernas es un hecho de sobra conocido. Si además su asentamiento indiscriminado en zonas comunales –y en algunos casos en plena propiedad privada–, provoca problemas de inseguridad pública, la responsabilidad del Gobierno afectado es salvaguardar la seguridad de sus ciudadanos siempre dentro de la más estricta legalidad que, salvo que se demuestre lo contrario, y aún nadie lo ha hecho, es exactamente lo que está llevando a cabo el Ejecutivo de Sarkozy.

Las leyes francesas, de acuerdo con la normativa europea para la integración progresiva de los últimos países incorporados a la UE, establecen que los rumanos pueden permanecer libremente en el país galo durante tres meses. A partir de esa fecha, han de demostrar que tienen un empleo, que están estudiando o bien cuentan con ingresos suficientes. Si ninguno de esos requisitos se cumplen, el estado francés está perfectamente capacitado para deportarlos a su país de origen, que es lo que está llevando a cabo la administración de Sarkozy de acuerdo con las leyes de cuyo cumplimiento él es el principal responsable.

La acusación de racismo es un exabrupto sin base real, porque ninguno de los expulsados por Francia lo ha sido por pertenecer a una etnia concreta. El día en que se demuestre que Sarkozy ha expulsado a un ciudadano que cumple con todos los requisitos legales para permanecer en un país miembro de la Unión Europea podremos especular con la existencia de otros motivos más oscuros.

Mención especial merece la aportación de Zapatero al debate poniéndose de parte de su homólogo francés, aunque conociendo a nuestro presidente es evidente que no se trata de un rapto de racionalidad a los que tan poco propenso resulta el personaje, sino a su deseo de saldar una vieja deuda con la comisaria Reding. Y es que la comisaria de Justicia se atrevió a calificar de chapucera la propuesta estrella de Zapatero para su presidencia semestral –una vez Obama le dio calabazas, claro–, consistente en pergeñar una normativa europea para unificar la respuesta de los gobiernos contra el maltrato de la mujer. De haber surgido las críticas a Sarkozy en otro lugar del consejo europeo, podemos estar seguros de que la reacción de Zapatero hubiera sido distinta. Es decir, tan patética como siempre.


Libertad Digital - Editorial

La inmigración rompe la izquierda

Junto a la izquierda, desarmada ideológicamente ante los principales retos de las sociedades europeas, como la inmigración, la segunda víctima de esta crisis ha sido la propia Unión Europea.

EL apoyo explícito y directo de José Luis Rodríguez Zapatero a la repatriación de gitanos rumanos emprendida por el Gobierno de Nicolas Sarkozy ha dejado estupefacta a la izquierda española, que se encuentra de nuevo ante otra contradicción insuperable entre la realidad y sus principios. Así es como, a día de hoy, el socialismo español aprueba recortes en prestaciones sociales, abarata el despido y congela pensiones, asumiendo la finitud del Estado de bienestar y la necesidad de limitar el gasto público. Con su respaldo a Sarkozy, Zapatero ha sumado a esta descolocación ideológica de la izquierda un súbito giro en materia migratoria, cuando no hace muchos años su Gobierno puso en marcha una legalización masiva de inmigrantes que provocó la alarma en Bruselas y la protesta de varios socios europeos. En un nuevo golpe de péndulo, Zapatero ha hecho renunciar al socialismo español a su propaganda multiculturalista y seráfica sobre la inmigración.

No es, en absoluto, criticable que apoye a Nicolas Sarkozy, sino que desdoble sus mensajes, diciendo en Bruselas o París lo contrario de lo que defiende, o defendía, en España. Porque, al margen de la incongruencia permanente en la que se halla la izquierda española, lo cierto es que el debate sobre la repatriación de gitanos rumanos ha puesto sobre la mesa unos diagnósticos que no son nuevos, pero que no terminan de cuajar en un tratamiento coherente. La valoración que merece la política francesa de repatriación no puede sustentarse en el sentimentalismo, ni en los desbarros dialécticos de la comisaria de Justicia, Viviane Reding. Se ha suscitado un importante debate sobre la libertad de movimiento dentro de la Unión Europea, pero sería un error de enfoque culpar al Gobierno francés. El problema es previo a la decisión de repatriar gitanos rumanos y tiene que ver con el voluntarismo aplicado a los últimos procesos de ampliación de la Unión Europea y con la lógica preeminencia de las políticas internas en asuntos de seguridad interior o cohesión social. En este sentido, la comisaria Reding ha contraído la grave responsabilidad de provocar una polémica sin medir sus fuerzas y que, al final, ha exhibido la debilidad política de Bruselas frente a los grandes Estados europeos. Junto a la izquierda, desarmada ideológicamente ante los principales retos de las sociedades europeas, como la crisis y la inmigración, la segunda víctima de esta crisis ha sido la propia Unión Europea, retratada nuevamente como una conjunción inestable de intereses nacionales sometidos a decisiones de conveniencia interna.

ABC - Editorial