lunes, 26 de julio de 2010

Ejército de monaguillos. Por Félix Madero

El maná de los políticos catalanes resulta inapreciable para quienes ocupan su tiempo en capear el temporal.

Presidente, perdamos las elecciones, pero respetemos las leyes. Perdamos el poder, pero ganemos honra y dignidad.

La política catalana, que no Cataluña, anda entretenida con el Estatuto. El agravio, un estado para vivir como otro cualquiera, resulta ser un alimento espiritual en el que algunos viven cómodos. Ideas pocas; ocurrencias, muchas. Pero la retahíla de que no nos dejan ser lo que queremos les funciona. El maná del que comen los políticos catalanes resulta inapreciable para las familias catalanas que ocupan su tiempo en capear el temporal. No creo que aquellas casas en las que todos están parados anden deprimidas porque España no les deja ser una nación. No escucho las demandas nacionales de parados de larga duración o de licenciados que no encuentran trabajo.


Este y no otro es el verdadero estado de la Nación española, y para que no se enfade nadie, también el de la catalana. No caben más mentiras. Es imposible que los que mandan allí y los que aguantan aquí demuestren con más elocuencia hasta qué punto su trabajo es prescindible. Por eso hacen gracias, y vuelven a escenificar el sainete de la política con verdadera devoción. A ver, que dice Artur Mas que Montilla es el monaguillo de Zapatero. Bien. A ver, que el independentista Puigcercos asegura que «a diferencia de hace treinta años, ya no hay riesgo de una represión militar». Ya ven, Puigcercos es muy ocurrente porque, aunque habla sin demostrar lo que dice, no repara en que la militar no es la única forma de reprimir a un pueblo. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Razón lleva Martín Ferrand cuando decía ayer que Cataluña se va acatetando. De «cateto», se entiende, ¿verdad, don Manuel?

Acatetados reparamos en que Zapatero lleva diez años al frente del PSOE, y seis en La Moncloa. El hombre enérgico del talante y buen rollo entre españoles ha degenerado en un político lábil al que la división siempre le da una oportunidad. Cuentan que golpeado por la realidad de la crisis algunas noches no duerme. Vaya por Dios. El sueño se lo quita la crisis, pero no que España sea un lugar en el que las leyes, empezando por su presidente, no se cumplan. Ahí están él y su monaguillo catalán, a ver cómo la sentencia termina diciendo lo que no dice y no quiere decir. Elige el camino fácil, el del pacto que le haga mantenerse en el poder. Me gustaría verlo rodeados de seres críticos y respetuosos con la ley que le digan: dignidad. Pero está rodeado de monaguillos. Montilla no es el único. En el PSOE hay unos cuantos que escapan del cara a cara y le envían mensajes en los periódicos. Quizás el más destacado sea Rodríguez Ibarra, que asegura ahora «que la cohesión nacional debe ser una competencia que jamás un Gobierno español debe perder». Cómo han de estar las cosas para que semejante obviedad resulte hoy un ejercicio de valentía. O un vulgar juego de monaguillos.


ABC - Opinión

Negociación con ETA. Los últimos del 36. Por Salvador Ulayar

Por desgracia en la España zapatera uno relaciona sin dificultad este asunto ideológico y melancólico con la Memoria Histórica, el abuelo de ZP, el traidor empeño de su nieto por negociar con la ETA, el famoso cordón sanitario sobre la derecha...

Los pasados 16 y 17 de julio, la fundación DENAES celebró su IV Escuela de Verano en Santander. El amigo Santiago Abascal tuvo la mala idea de llevarme allí como ponente, cosa que le agradezco. Por entre las ponencias y los coloquios, iniciados por la de José Antonio Ortega Lara, me llamó vívamente la atención sobre todas una afirmación del antropólogo Mikel Azurmendi. A ver si en el intento de explicarla no destrozo su idea: el más importante y auténtico impulso matarife de los etarras es su convicción de ser los últimos combatientes de la Guerra Civil, conque atacan al Estado de Derecho con el fin de ganarla. Y hombre, dicho así, sin anestesia, la cosa sorprendió a este ciudadano de a pie. Paseaba después por los jardines de La Magdalena con este donostiarra. Profesor universitario, ex miembro de la banda en los años sesenta, hace muchísimos años sinceramente arrepentido, activo luchador contra todo lo que representan sus antiguos camaradas y por tanto víctima de la persecución del separatismo vasco, nada tiene que ver con esos etarras de Rubalcaba, en cuyo supuesto arrepentimiento el mentiroso ministro apoya sacarlos de la cárcel. Mikel Azurmendi vive rescatando su propia persona del mal o el error cometido y eso nos rescata de alguna manera a todos. Un tipo honrado que con su testimonio pone en valor el verdadero, el sincero arrepentimiento. El que camina en dirección a la enmienda, a la derrota política y social del terror separatista; y por tanto al perdón. Asuntos el del arrepentimiento y el perdón que no obstan la justicia, claro está, y sin los que no podemos reconocernos completamente civilizados, creo yo.

El caso es que el hombre reflexionaba nuevamente sobre lo dicho de la Eta y la Guerra Civil. Y me vino a la cabeza un incidente que relaté en apoyo de lo que allí nos contaba el profesor. Lo sufrió mi hermano mayor, Jesús. Fue un encuentro casual en Pamplona con los hermanos Vicente y Juan Nazábal, etarras asesinos de nuestro padre. En un momento del lamentable topetazo el segundo habló su odio adoptando un gesto que podríamos situar a mitad de camino entre el primate cuasi erguido y el forajido que se apresta a desenfundar: "en el 36 nos ganasteis, pero ahora no va a ser igual." O así. Y yo pensaba que el tipo vive en una realidad inventada, en la mentira fabricada como excusa para asesinar. Y ya está, sin más análisis. Gran error. Creo que el busilis estaba en lo dicho por Azurmendi. El etarra no vive sin más en el pasado, sino que su expresión y actitud, la de la ETA, busca la prolongación de la Guerra Civil hasta hoy ¡para ganarla! Es el primer y principal suministro de odio de la banda. La ideología nazionalista separatista está adosada, pero el primer impulso para disparar es la revancha por aquella guerra perdida. Así que estos tipos, que por cuestión cronológica no tuvieron la oportunidad de aquellos gudaris de traicionar al bando rojo rindiéndose en Santoña al fascismo italiano, de alguna manera sobreviven ideológicamente en este anacronismo atroz, fusil en mano, en el para ellos "frente" de la España de la Transición y la Constitución.

Por desgracia en la España zapatera uno relaciona sin dificultad este asunto ideológico y melancólico con la Memoria Histórica, el abuelo de ZP, el traidor empeño de su nieto por negociar con la ETA, el famoso cordón sanitario sobre la derecha, las rosas blancas de la roja Bardem para la abogada proetarra Goirizelaia, el Otegi con discurso de paz... Pistas. Cuenta mi amigo Alcaraz una negra anécdota padecida por su familia que arroja parecida luz sobre el penoso paisaje. Tiene que ver con el día en que enterraron en Torredonjimeno a su hermano y sus dos sobrinas, asesinadas por la ETA en 1987 mediante coche bomba contra la casa cuartel de Zaragoza. El entierro se verificó en la localidad jienense de Torredonjimeno, pueblo de las víctimas y feudo de Izquierda Unida, asunto nada menor. Mientras avanzaba el triste cortejo para dar tierra a aquellos tres jovencísimos cuerpos destrozados, desde los muros del cementerio una pintada estrujaba el corazón de la familia Alcaraz con cruel saña, pues que escupía un salvaje "Viva la ETA".


Libertad Digital - Opinión

Nación y delincuencia. Por Gabriel Albiac

¿Merecen más remilgos los tan convencionales nacionalistas catalanes que los gánsteres homicidas de la UCK?

LO igual se dice sólo de lo distinto. Siempre. Es eso lo que nos permite hablar: agrupar cosas diferentes bajo un mismo nombre. Y, cuando decimos de algo que es distinto de otra cosa, estamos suponiendo ya la posibilidad de comparar ambos. Y de definir criterios para catalogarlos en una u otra casilla del hablante. Es tan originario ese problema que Platón puso en él la única razón de ser de la filosofía: ¿con qué legitimidad hablamos cuando atribuimos un mismo nombre a cosas, ninguna de las cuales es por completo idéntica a las otras? Son «las maravillas acerca de lo uno y lo múltiple», que, dice en el Fileboel maestro griego, nunca podrán ser agotadas porque están en la estructura misma del hablar.

La sentencia sobre Kosovo del Tribunal de La Haya pone en marcha el tipo de malentendidos que arrastra un uso necio de la lengua. Tras los cuales, hay el desasosiego de un rechazo: un «no, esa sentencia no habla de nosotros», un «entre ellos y nosotros no hay semejanza alguna». «Ellos» se refiere, claro está, a la dinamitada Yugoslavia. «Nosotros» —no se exige gran perspicacia para percibirlo— designa lo que la deriva nacionalista ha abierto como proceso constituyente en Cataluña.

Por más matices que los magistrados hayan buscado a su fallo, el criterio conforme al cual ninguna norma de la jurisdicción internacional prohíbe las declaraciones de independencia, abre un horizonte de cinismo desolador: la independencia es fruto de un acto de fuerza triunfante, no de legitimidad jurídica de ningún tipo. Decir frente a eso, como lo ha hecho la señora De la Vega, que «es irreal comparar la situación de España con la de los Balcanes» es una simpleza, sí, aunque sólo fuera por el principio elemental de que comparable con otra es cualquier cosa, y la disyunción o incompatibilidad sólo pueden establecerse tras haber comparado conforme a criterios claros de similitud y diferencia. Pero hay algo más grave que esa simpleza, algo que horada su retórica: lo que la vicepresidenta calla. Y eso que calla es lo más obvio al leer el fallo: la certeza —la literal certeza— de que no hay territorio alguno al cual no pueda ser extendido un criterio como ese que establece que «ninguna norma de la jurisdicción internacional prohíbe las declaraciones de independencia». Ni en la antigua Yugoslavia, ni en la presente España. Ni en ningún sitio.

En los muy medidos —pero no tan convincentes— términos de la Administración americana, lo «único» que establece la sentencia de La Haya es que la declaración de independencia de Kosovo «no violó ninguna ley internacional». Que esa independencia fuera promovida por una mafia a la cual la Interpol, el Observatorio Europeo sobre las Drogas y el informe encargado por Clinton a Robert Gerbald responsabilizaban del tráfico de la heroína afgana en Centroeuropa, nada modifica. Nada modifica, que el gobierno estadounidense la incluyera en su listado de organizaciones narcoterroristas hasta el año 1998. A partir de la proclamación de la independencia, esa banda y el Estado kosovar son lo mismo. ¿Merecen más remilgos los tan convencionales nacionalistas catalanes que los gánsteres homicidas de la UCK? Lo igual se dice ciertamente sólo de lo distinto.


ABC - Opinión

ZP. El malvado sansirolé. Por Emilio Campmany

El proceso de paz será un acierto suyo cuando finalmente culmine. Al menos, en eso confía el insensato. Qué razón tiene Mayor Oreja cuando afirma que el proceso sigue. Y cómo miente Rubalcaba cuando lo niega.

Pavor da leer el publirreportaje que El País le ha hecho a nuestro presidente. Pero, antes que el pavor, lo primero que embarga al lector es el alipori. El autor de la incensada, José Luis Barbería, es más cursi que Laura Ingalls con bata de cola. Vean si no como empieza: "El adolescente que imitaba ante el espejo los ademanes y la abovedada voz de Felipe González se mira ahora en las doradas lunas del palacio de la Moncloa y encuentra a un hombre de rostro angulado, expresión seria, bolsas en los ojos y mirada rígida". No sé si Zapatero tendrá algo rígido, pero eso no será la mirada, que, de ser algo, será vacía. Y lo de tener una voz abovedada no se lo han dicho a Felipe González ni cuando la mitad de las españolas querían un hijo suyo.

Luego, el periodista descubre la pólvora citando a un antiguo colaborador de ZP que prefiere permanecer en el anonimato: "Lo que mejor caracteriza al presidente es su vocación de poder. Supedita todo al supremo objetivo de ganar las elecciones". Hasta ahora ninguno habíamos reparado en ello.


Pasado el alipori, llega el pavor. Da como siempre miedo oír la serie de frases huecas, afirmaciones insustanciales y soberanas obviedades que habitualmente dice el presidente, como "que hay que hacer análisis con las luces largas (a saber quién le ha suministrado la metáfora) y que no te puedes atar a las cosas coyunturales". Tiene guasa que lo diga él, que vive permanentemente, no atado, sino pegado a la coyuntura. También lo da cuando señala entre sus logros la retirada de las tropas de Irak, un acto ignominioso, vergüenza de nuestro Ejército, que ha dañado irremisiblemente nuestro prestigio exterior.

Luego vienen las emociones fuertes y horripilado se queda uno al leer que el sujeto se reconoce a sí mismo el acierto del proceso de paz. ¿Cómo puede llamar acierto a un proceso que descarriló antes de culminar? Sobrecogido quedará quien lea la explicación: "Tengo la convicción de que ahí se sembró una solución definitiva. Tengo esa confianza". O sea, que el proceso de paz será un acierto suyo cuando finalmente culmine. Al menos, en eso confía el insensato. Qué razón tiene Mayor Oreja cuando afirma que el proceso sigue. Y cómo miente Rubalcaba cuando lo niega.

Por si fuera poco, cuajado queda quien lea que ZP aspira a pasar a la historia "como el presidente que (...) transformó la economía", y lo dice como quien manifiesta la intención de sacarse el título de perito mercantil. ¿Y en qué dirección quiere transformarla? No lo dice. Se limita a fijar el tiempo que va a emplear en hacerlo, que iba a ser cinco o seis años, pero que con la crisis ha decidido que lo hará en uno. O sea, que está diciendo en serio que se propone transformar la economía de la novena potencia económica mundial en un año.

Por si todo esto no provocara suficiente canguelo, ahí va la última perla: "No tengo una sensación de soledad. Soy un presidente comunicativo que habla mucho con los ministros y los dirigentes del partido. Y hablando de soledad, he tenido durante estos años la gran satisfacción de contar con el concurso del Rey, no sólo en el plano político, sino también en el personal. Ha sido muy importante para mí, le tengo un gran reconocimiento". Les digo que de esta no hay santo que nos salve.


Libertad Digital - Opinión

¿Quién dijo independencia?. Por César Alonso de los Ríos

Me temo que a la independencia de Cataluña tendremos que llamarla de otro modo.

Me temo que a la independencia de Cataluña tendremos que llamarla de otro modo. De momento estamos ya, según ZP, en un punto muy avanzado del proceso de «autogobierno» y en cuanto se lleven a cabo las correcciones al fallo del TC podrá hablarse de Cataluña como de un «Estado libremente asociado» sin que alguien pueda calificarlo como independiente. Es verdad que en los museos y en los libros se dirá que la Conquista de América, la Inquisición y los Borbones fueron hechos «españoles» y no precisamente catalanes; que Cataluña tendrá una jurisdicción propia; que se abrirán embajadas donde decida la Generalitat y que quizá la OTAN siga utilizando a España para las cuestiones defensivas.. Porque el recurso al «Estado» servirá para lo más vidrioso o costoso… Incluso la referencia «estatal» será necesaria para la selección catalana en el próximo mundial de futbol. El pacto que venimos viviendo hará no sólo indoloro el parto de la independencia sino irreconocible el momento que permita hablar de un antes y un después. Es posible que a las fuerzas catalanas les llegue a interesar la creación de una fiesta «nacional» pero sin que ello obligue a un hecho formal como el que supuso la partición en dos de Checoslovaquia. Porque no es verdad que, como ha dicho Sostres, todas las independencias hayan requerido violencia. Como no ha sido verdad que la española haya sido la «transición» más pacífica de todas. Aquí nos ha costado mil víctimas mientras el paso de Pinochet a la democracia no costó un solo tiro. ¿Cuál es el secreto de este pacífico proceso español? Que lleva produciéndose con normalidad desde el 78, a excepción del Estatut, y que esto se debe a que puede más la memoria de la guerra civil que la defensa de otro valor incluido el de la «indisoluble unidad de la nación española». Eso sí: nada impedirá que este promontorio del sur de Europa sea, más que Estado, un inmenso adefesio. Inestable, además.

ABC - Opinión

Tontería económica. Recaderos y amigos. Por Carlos Rodríguez Braun

Argumentar que el Smiley de la Moncloa que sube los impuestos respeta los mercados, es decir, a las mujeres y los hombres libres, es un absurdo, porque más bien parece claro que hace lo contrario.

El líder de Izquierda Unida, Cayo Lara, afirmó que PP y PSOE son "neoliberales" y amigos del capitalismo. En el caso particular de Rodríguez Zapatero, añadió Lara que es un "recadero de los mercados" y del "neoliberalismo que ha provocado la crisis". El escritor Manuel Cruz lamentó las críticas contra los sindicatos, cuando han asumido "la defensa de los intereses de los trabajadores frente a sectores que están dando sobradas pruebas de una avidez y una codicia sin límites".

La similitud entre derecha e izquierda pasa por lo contrario de lo que Cayo Lara denuncia: por el antiliberalismo. Si hay algo que une a PP y PSOE es la defensa del estado del bienestar, no de la libertad. Argumentar que el Smiley de la Moncloa que sube los impuestos respeta los mercados, es decir, a las mujeres y los hombres libres, es un absurdo, porque más bien parece claro que hace lo contrario, igual que parece claro que la crisis está asociada al intervencionismo de las autoridades, en particular las monetarias, y no a la libertad. Si los gobiernos de toda condición están ahora reduciendo el gasto público, lo que pone de los nervios a don Cayo, eso no se debe a ninguna presión de "los mercados", sino a que esos mismos gobiernos emprendieron antes políticas expansivas contradictorias e insostenibles.


Insostenibles son también los argumentos del señor Cruz, porque no es patente que los sindicatos defiendan a los trabajadores, dado que sus recomendaciones intervencionistas de política económica perjudican a los más débiles, en particular a los parados. Cabría alegar que defienden a los trabajadores con empleo fijo, en especial los del sector público, pero no a toda la población activa.

Don Manuel concluyó evocando una sentencia de El Roto: "puede que no haya derecha e izquierda, pero sigue habiendo arriba y abajo". Aplaudir a los sindicatos con esta idea resultó revelador, hablando de abajo, porque hace poco tiempo millones de trabajadores quisieron ir abajo a usar el Metro de Madrid y se encontraron con que unos sindicalistas matones y privilegiados habían decidido, como es habitual, fastidiar a los más humildes. ¿Dónde está la avidez y la codicia sin límites?


Libertad Digital - Opinión

El patrón del Estado español. Por Ignacio Camacho

Matamoros y patrón de España: una celebración fastidiosa para un gobernante posmoderno.

NO estuvo el presidente en Santiago, claro, cómo iba a estar: una incómoda fiesta religiosa en torno al mito atávico de un santo políticamente incorrecto, de una triple y ominosa incorrección incompatible con el discurso progresista. De un lado, la leyenda del Matamoros, un oprobio en toda regla para la Alianza de Civilizaciones; de otro, los ribetes vaticanistas y episcopales del Xacobeo con el riesgo de una homilía cargada de alusiones; y por último, el patronazgo de ese concepto llamado España, la nación discutida y discutible, el eterno epítome de la desavenencia identitaria. Una celebración definitivamente fastidiosa para un gobernante posmoderno. Si al menos se tratase del patrón del Estado español y de la nación de naciones podía haber ido a escenificar una acción de gracias por la década prodigiosa de su esclarecido liderazgo, o a endilgar una versión laica y actualizada del Camino como lugar de encuentro de identidades plurales. Pero ante el Matamoros, hay que entenderlo, se le debe de hacer muy cuesta arriba la liturgia. Y para botafumeiroya le sobra con el de sus adictos de cámara, pelotas del poder y demás obsequiosos escanciadores de incienso.

Así que no fue. Le dejó el marrón a Pepe Blanco, adecuado ministro de jornada en su condición de cristiano y gallego. Para el discurso institucional ya estaba el Rey, que se sabe el papel y el protocolo y lo ejerce con mano experta, tacto delicado y sensibilidad histórica. El Rey es un hombre de otro tiempo que aún cree en la fuerza de la espiritualidad y domina los ceremoniales simbólicos de la vieja España, y como tiene la obligación de ser neutral no puede señalar responsabilidades directas. El ausente se ahorró el trago de escuchar cómo Su Majestad le pedía al Apóstol, con la retórica votiva al uso de la tradición, que ilumine a nuestra dirigencia política para sacarnos del atolladero de la crisis y de la barranca del sectarismo. Ante una clase política que sólo se guía por las luces cortas de las encuestas y no conoce otra luz que los halógenos de la demoscopia, el ruego real tiene que ver, más que con una profesión de fe, con una infinita esperanza en los milagros.

La presencia casi en solitario del Rey, apenas arropado por autoridades locales, quedó ayer en Compostela como la ultima ratiovisible de España, la antigua nación que durante siglos fue articulada por el tránsito peatonal de los peregrinos a través de la ruta jacobea. Sin dirigentes nacionales a su alrededor, la Corona elevó ante el Santo la plegaria por una política tolerante y sensata. En nombre del pueblo, creyente o no, que sufre la carencia de una gobernanza juiciosa y un rumbo equilibrado. Fue el Rey el que habló ayer de solidaridad entre territorios, de cohesión social y de respeto a la Constitución. Ante el patrón de España, esa cosa difusa e indeterminada sobre la que nunca acabamos de ponernos de acuerdo pero de la que no podemos apartar, como pedía Blas de Otero, el cáliz de la discordia.


ABC - Opinión

Kosovo. Tonto es el que hace tonterías. Por José García Domínguez

A estas horas la única Yugoslavia que aún resta en pie en la vieja Europa se llama España. ¿A qué vendrán, entonces, todas esas lágrimas de cocodrilo por mor de la independencia de Kosovo?

Como gustaba repetir Lord Palmerston a propósito del Reino Unido, los países no tienen amigos permanentes sino intereses permanentes. Aunque quizá le faltó apostillar que algunos, para compensar, procuran dotarse de un muy variado surtido de bobos transversales. He ahí, sin ir más lejos, el ecuménico entusiasmo que, en España, despertó la destrucción de Yugoslavia misiles de la OTAN mediante. Recuérdese la soberbia lucidez estratégica que entonces demostraron derecha e izquierda, cuando el compañero Javier Solana proclamó a bombazos el inalienable derecho a la autodeterminación de los pirómanos que pugnaban por arrasar lo poco que quedaba en pie de la razón ilustrada en los Balcanes.

Instinto de conservación dicen que se llama la figura. Al punto de que hasta el culiparlante Zapatero se olvidó de su cantinela favorita, la cargante matraca de las guerras ilegales que no explotan con la sagrada bendición del Consejo de Seguridad de la ONU.Y es que, por lo visto, a los cráneos privilegiados de Génova y Férraz les urgía echar una mano a sus sepultureros. Procedía, pues, destruir un Estado soberano con tal de sentar el necesario precedente que en su día nos permita suicidarnos con todas las de la ley. Tal que así, a estas horas la única Yugoslavia que aún resta en pie en la vieja Europa se llama España. ¿A qué vendrán, entonces, todas esas lágrimas de cocodrilo por mor de la independencia de Kosovo?

Una banda de criminales de guerra y delincuentes comunes, la UCHK, en un paréntesis de lo que se antoja su actividad principal, los asaltos a viviendas en la costa malagueña, dio en proclamar independiente su guarida. Una asonada que, por cierto, consumaron merced a la connivencia pasiva del Ejército español, por entonces invasor de esa provincia serbia. Y las delicadas plañideras de Occidente, con tal de quitarse de encima el muerto, ahora optan por mirar hacia otro lado. Igual que ocurriera, por cierto, cuando sus pares, los carniceros ustachi, emprendieron la limpieza étnica en Croacia mientras los tartufos de Unión Europea callaban como muertos. ¿A qué, insisto, tanto llanto? Si deberían estar saltando de alegría. ¿O acaso las alegres tropas de la ceguera histórica no han alcanzado, por fin, sus últimos objetivos? Oh, cuánta razón llevaba el gran Forrest Gump: "Tonto es el que hace tonterías".


Libertad Digital - Opinión

Una ley injusta y cara

La ley del aborto no era objeto de ninguna demanda social y solo contribuye a romper el consenso en una cuestión de conciencia.

LA nueva ley del aborto promovida por Rodríguez Zapatero es una norma injusta que vulnera frontalmente el derecho a la vida del nasciturus, reconocido por la Constitución y por la jurisprudencia del TC. Además de los argumentos éticos y jurídicos que cabe invocar en su contra, el informe que hoy publica ABC desvela que la ley tiene también un notable coste económico para la sanidad pública. Sin embargo, el Ejecutivo no parece dispuesto en este caso a aplicar recortes ni planes de austeridad, porque se trata de financiar una operación de ingeniería social al servicio de un falso progresismo ideológico. La «economía» del aborto tiene un núcleo de referencia en el interés de algunas clínicas privadas que hacen negocios a costa del drama personal y moral que supone la interrupción del embarazo. Por una u otra vía, la nueva ley tendrá un coste estimado de cincuenta millones al año, que se acumulan sobre un sistema sanitario que sufre ya un déficit de 12.000 millones de euros.

Así pues, el presidente del Gobierno piensa gastar el dinero de todos los ciudadanos en beneficio exclusivo de una operación oportunista para hacer guiños ideológicos a ciertos sectores radicales. En efecto, la ley impulsada por Bibiana Aído no era objeto de ninguna demanda social y solo contribuye a romper el consenso en una cuestión de conciencia sumamente delicada. Sin embargo, todos los contribuyentes van a sufragar el coste de unas prestaciones públicas que muchas personas rechazan por razones éticas. Cuando le interesa al PSOE, el Ejecutivo no tiene inconveniente en promover gastos innecesarios. Ello hace que crezca la indignación social ante una ley que vulnera el derecho a la vida, fundamento lógico de todos los Derechos Humanos.

ABC - Editorial

Nada cambia en ETA

A estas alturas de la lucha contra el terrorismo, sorprenden todavía las interpretaciones simplistas y optimistas sobre los comunicados o los silencios de ETA. De la lectura de unas líneas por parte de tres encapuchados en el homenaje al terrorista Jon Anza en la plaza del Ayuntamiento de Ciboure (Francia), hay quien se ha apresurado a concluir la imagen falsa de que algo está cambiando en el seno de la banda. Como en otras ocasiones, entran en juego los mismos intereses opacos que justificaron en su día las negociaciones con ETA y que, todavía hoy, alientan para un desenlace dialogado. Cuando los encapuchados de Ciboure hablaron de que «Euskal Herria está a las puertas de vivir un periodo de cambio, para poder recuperar su propia voz» o de la necesidad de «deponer la amenaza de las armas» para «superar el conflicto político y armado, por vías justas y democráticas», repitieron una retórica conocida y superada. En realidad, no hubo compromiso alguno, sino que establecieron una relación de igual a igual con España y Francia. Fueron más ellos mismos cuando reivindicaron el asesinato y amenazaron con que los «caídos no han dado su vida para que continúe la imposición». La banda fijó sus condiciones, sus exigencias políticas para dejar de matar. ¿Dónde está, por tanto, el cambio? ¿Qué novedad contiene un mensaje que, por lo demás, es una repetición del lenguaje retorcido de siempre? No hay catarsis a la vista ni indicio alguno que nos permita atisbar la entrega de las armas y la rendición, que son los objetivos principales de la política antiterrorista.

El próximo viernes 30 de julio se cumplirá un año del último atentado mortal de ETA en España, que les costó la vida a dos guardias civiles en Mallorca. Esos 365 días sin víctimas han sido posibles no por la voluntad de los terroristas, sino por la eficacia de las Fuerzas de Seguridad y la cooperación internacional. En este tiempo, la banda lo ha seguido intentado con una enfermiza determinación, pero las reiteradas operaciones policiales la han debilitado y acorralado. La eficacia policial y la contundencia judicial han sido las claves de una estrategia que ha funcionado y que ha demostrado un resultado decisivo. Sin duda, hoy el escenario del combate contra ETA es infinitamente mejor que el que deparó la estrategia de la negociación con la banda. Hoy, la unidad política, el respaldo y el respeto de las víctimas, y el compromiso de la Justicia son puntales que el diálogo condicionó en una disparatada pretensión que acabó con la voladura de la T-4. Por ello, el mal denominado «proceso de paz» no fue un gran acierto político ni sembró una solución definitiva al terrorismo. Fue la estrategia marcada por distintos gobiernos, y especialmente la diseñada por el presidido por José María Aznar, la que arrinconó hasta asfixiar a la banda y empujarla a una situación crítica. Hay que aprender de las experiencias pasadas, de los aciertos y de los errores para no tomar atajos que prolonguen el camino del sacrificio. El éxito pasa por no variar un milímetro la actual política promovida por Gobierno y PP, por el respeto a las víctimas y por sacar a ETA de las instituciones.

La Razón - Editorial

Recorte sin reforma

La reducción generalizada de subdirecciones generales dañará la calidad de la Administración.

Durante los últimos meses se han sucedido una serie de medidas, dentro de los planes de austeridad anunciados por el Gobierno, que afectan a la reducción de las Administraciones públicas. Fue, primero, una disminución en el número de directores generales, cuya cuantificación en términos de ahorro resultó irrelevante; el último Consejo de Ministros aprobó una disminución de secretarías de Estado, concretamente en los Ministerios de Exteriores y de Industria; y se viene anunciando un plan para reducir el número de subdirectores generales. En apariencia, el Gobierno está enfocando la reducción de cargos como un ejercicio de recorte del gasto público, es decir, como un apartado más del plan de austeridad que reclaman los inversores y acreedores financieros para mantener la solvencia del Estado.

Hay que decir que las reestructuraciones en la Administración son positivas si tienen como objetivo mejorarla, hacerla más ágil y acorde con los tiempos y las tecnologías disponibles; pero sus efectos económicos son normalmente modestos (apenas se han ahorrado hasta ahora 18 millones de euros) en comparación con medidas como la reducción o congelación de los sueldos públicos la oferta de empleo público o las pensiones.


En el caso de los subdirectores generales, la escasa repercusión económica es todavía más evidente, porque normalmente se trata de funcionarios de niveles altos, de forma que la diferencia de retribuciones según desempeñen o no la función de subdirector general, es muy escasa. Por otro lado, suele ser este nivel de la Administración el que desempeña sus tareas más básicas y también más especializadas, asegurando la continuidad de su funcionamiento. La estabilidad es el principio que garantiza la neutralidad y el buen funcionamiento de la burocracia; por razones históricas, la estabilidad en la Administración española está depositada en los subdirectores generales (en otras, la estabilidad llega a las direcciones generales). Una reorganización selectiva de los subdirectores generales, con o sin reducción, dirigida a optimizar la estructura de la Administración, será positiva, pero si se trata de una reducción indiscriminada, orientada solo al ahorro, puede dañar a la función pública con efectos económicos inapreciables.

Por eso, el anuncio de la supresión de subdirecciones ha suscitado un malestar generalizado en la propia Administración, que teme que empeore el nivel de sus prestaciones. Choca que las medidas anunciadas no afecten a la multitud de asesores, cuya utilidad es menos clara y su supresión sí supondría un ahorro al no ser normalmente altos funcionarios. La tarea de optimizar la Administración es de la mayor importancia, pero lo que se requiere es un conjunto de medidas adaptadas a cada sector, ministerio o nivel. No siempre una disminución generalizada de funcionarios supone una mejora, sino que puede dañar a la función pública, un factor esencial en el buen funcionamiento del Estado de bienestar.


El País - Editorial

Un éxito para ETA y para Zapatero

Si la primera negociación nos hizo perder 6 años y 12 vidas, nada nos indica que los efectos de una segunda vayan a ser distintos. Por eso, llegado el momento, habrá que combatirla con las mismas armas que aquélla: la rebelión cívica.

Cualquier observador externo de la situación española medianamente objetivo debería llegar de inmediato a la conclusión de que el mal llamado "proceso de paz" con ETA fue un rotundo fracaso para toda la sociedad española con excepción de la propia banda terrorista. En unos momentos en los que los asesinos estaban acorralados, asediados y deslegitimados desde todos los ámbitos, el Gobierno socialista de Zapatero les proporcionó una respiración asistida de urgencia que, al final, logró reanimarlos para hacer lo único que una banda terrorista desea hacer: matar.

El atentado de la T4 el 30 de diciembre de 2006 supuso el inicio de una nueva escalada criminal: desde entonces, ETA ha añadido 12 muertos más a su tenebroso balance de asesinatos, el último hace apenas cuatro meses en suelo francés. En España, sin embargo, la banda no ha sido capaz de perpetrar un atentado con víctimas mortales desde agosto de 2009, en buena medida debido a una intensa presión policial que desde el fin de la nefasta paz sucia se ha reforzado hasta reducir a la banda a una posición de debilidad similar a la de 2004. En otras palabras, el balón de oxígeno que Zapatero lanzó a ETA nos ha hecho perder seis años de lucha antiterrorista y, lo que es peor, 12 vidas humanas.


Como decíamos, sería de desear que el PSOE hubiese aprendido la lección y que nunca más volviera a las andadas. De hecho, así lo reafirmaron destacados dirigentes del partido cuando hace unos meses Jaime Mayor Oreja denunció que los socialistas habían retomado las negociaciones con la banda. El problema es que tratándose del partido más mentiroso de nuestra historia, sus palabras no resultan demasiado creíbles. Si no teníamos ya razones suficientes para dudar del propósito de enmienda del PSOE con hechos como el mantenimiento de la resolución parlamentaria que autoriza a negociar con ETA, la no disolución de los ayuntamientos gobernados por ANV, la obstrucción a la investigación del oscuro caso del chivatazo del Bar Faisán, la no destitución del presidente del PSE, Jesús Eguiguren, tras apostar por una nueva negociación con ETA y el trato de favor concedido a diversos miembros de la banda (Josu Ternera, Rafael Díez Usabiaga, Arnaldo Otegi o Iñaki de Rentería), ayer el presidente del Gobierno se encargó de dejarlo bien claro: no sólo no se arrepiente de haber negociado con ETA, sino que lo considera un éxito.

"El proceso de paz sembró una solución definitiva", afirmó en una entrevista a un periódico afín. Parece, pues, que se va abonando el terreno para una nueva negociación que, otra vez, permita a ETA remontar el vuelo en unos momentos de extrema necesidad. Los terroristas desde luego lo tienen claro: sus años de terror se están traduciendo en réditos políticos. Aquello que no podíamos permitir de ningún modo –que los terroristas no perdieran toda esperanza de lograr alguna contrapartida política a golpe de bomba– lo ha conseguido ETA de la mano de la primera negociación de Zapatero y, a la vista está, de los deseos de emprender una segunda, si es que no está ya en marcha.

Si aquélla nos hizo perder 6 años y 12 vidas, nada nos indica que los efectos de ésta vayan a ser distintos. Por eso, llegado el momento, habrá que combatirla con las mismas armas: la rebelión cívica que frustró la rendición del estado de derecho ante ETA. No podemos permitir que Zapatero y ETA, cada uno desde sus propios intereses, se anoten otro "éxito" con la nueva negociación. Nos jugamos demasiado.


Libertad Digital - Opinión

Mensaje de unidad

Las referencias a la solidaridad entre comunidades autónomas forman parte de un mensaje inequívoco por parte del Rey, en el sentido de destacar aquello que nos une.

CUMPLIENDO con una tradición que se mantiene desde hace cuatro siglos, su Majestad el Rey dirigió ayer la ofrenda al Apóstol Santiago con motivo del Año Xacobeo. Don Juan Carlos y Doña Sofía acudieron una vez más a la capital compostelana para celebrar la fiesta del patrono de España. Rodeado del afecto popular y de muchos miles de peregrinos, el Monarca ha realizado su segundo desplazamiento fuera de Madrid desde que fue sometido, el pasado mes de mayo, a una delicada operación quirúrgica. Se trata, sin duda, de una ocasión significativa, puesto que la ofrenda al Apóstol es un acto especialmente solemne en el marco del Jubileo, al que acuden gentes procedentes del mundo entero. El Camino de Santiago es fiel reflejo de una fe religiosa con hondas raíces espirituales, así como de la vocación europea de España y de una cultura plasmada en manifestaciones artísticas del más alto nivel. En su intervención, el Rey pidió «amparo e intercesión» al Apóstol para todos los españoles y para la Familia Real, con una mención especial a los políticos, al solicitar a Santiago que ilumine su actitud al servicio del interés general. Las referencias a la cohesión, el entendimiento y la eficacia para afrontar los problemas de los ciudadanos, así como a la solidaridad entre comunidades autónomas, forman parte de un mensaje inequívoco por parte del Jefe del Estado en el sentido de destacar aquello que une a todos los españoles frente a las tendencias particularistas y disgregadoras.

En el cumplimiento ejemplar de las funciones que le atribuye la Constitución, el Rey de todos los españoles ha sabido conectar una vez más con la sensibilidad de la gran mayoría social. En efecto, como se demuestra en los momentos importantes, España actúa como una «gran familia unida» al tiempo que «diversa y plural», y ello genera un sentimiento de legítimo orgullo en muchos millones de personas. Sin olvidar las referencias a quienes sufren la violencia terrorista, el mensaje real ante el Apóstol ha puesto énfasis especial en la vertebración social y territorial de una nación cuya trayectoria histórica queda simbolizada en el Pórtico de la Gloria, que constituye la meta para quienes recorren el Camino de Santiago. De nuevo, Don Juan Carlos ha cumplido con la letra y el espíritu de Constitución al expresar al Apóstol, en nombre de todos los españoles, a los que representa como Jefe del Estado, la preocupación colectiva de todo un pueblo en horas difíciles para todos.

ABC - Editorial