lunes, 21 de junio de 2010

La Noria. Declaración de Bono. Por Agapito Maestre

Bono no podía visitar mejor programa que La Noria. Es su lugar natural. Bono y La Noria forman una "totalidad concreta", diría un marxista de los setenta.

Huyamos de lo inane y dejémonos evaluar por la maldad. Entre la Declaración de Cartagena del PP y las declaraciones enlatadas de Bono al programa estrella de Tele 5, voto por el señor de la Hípica Almenara; entre la inanidad "cultureta" de Rajoy y los rastros diabólicos que esparció por la tele de Berlusconi el presidente del Congreso no me cabe duda. Me quedo con la segunda. Es más divertida. Ahí hallamos las bases de una nueva crítica de la razón cínica. El cínico ya no dice lo contrario de lo que piensa. El cínico contemporáneo dice lo que piensa y hace lo contrario de lo que dice.

Bono siempre es un espectáculo de la cultura socialista española. Es un curioso reaccionario-progresista y, por supuesto, un refinado catador de las esencias populares. Populistas. Él es un arquetipo de la filosofía del arrabal. Cita siempre que le viene bien las Escrituras, se confiesa católico aunque hace objeciones a la Resurrección y, por supuesto, proclama a los cuatros vientos su orgullo de venir del pueblo. Quizá sea esta última faceta de su existencia la que más le gusta. Él, Bono, es un hombre del pueblo y para el pueblo. No es un aristócrata ni un gentilhombre. Él es sólo Bono. Hijo de un tendero y nieto de un arriero y un labrador. Grandioso. Majestuoso. Una joyita neoclásica. Alguien que se ha hecho a sí mismo. Un porvenir inalterable: Hípica Almenara.



Bono no podía visitar mejor programa que La Noria. Es su lugar natural. Bono y La Noria forman una "totalidad concreta", diría un marxista de los setenta. Bono en La Noria ya es un icono de la cultura popular española. Es una simbiosis de buen gusto y cultura popular. He ahí la mejor Weltanschauung del socialismo hispánico para el resto del mundo. Toda una concepción del mundo y de la vida. Bono: Pan y Circo. Bono ya es La Noria. Una rueda. Un ritual del caos cotidiano del socialismo transgresor de la nada.

Bono, en verdad, no se compenetró con el presentador de La Noria. Fue algo más íntimo. Bono y el director de La Noria se confesaban mutuamente sus afinidades. Sus sentimientos eran más que compartidos. Se penetraron, sí, mutuamente sus sentimientos. Las declaraciones de Bono en La Noria han rebasado todas mis expectativas. El presidente del Congreso ha conseguido el más difícil todavía. Los espectadores, los millones y millones de seres educados en los valores más altos del socialismo de Zapatero, verían con suma satisfacción una nueva aparición de Bono en el canal de Berlusconi. El pueblo entero se postra ante La Noria y pide asistir al ritual de Bono: Pan y Circo.

Todos quieren más, más y más. Todos quieren ver en directo, en cuerpo y alma, a Bono: Pan y Circo. Su verbo es una vuelta a la arcanos miserables de los setenta. Bono es único. Es el emblema de la política española. Un espejo de la profunda España. Vean, sí, otra vez la entrevista enlatada del programa estrella de Tele 5 y sabrán el significado de los términos impostura, populismo y socialismo. Los tres están sintetizados en la expresión de Bono, Pan y Circo: "Mi palabra es más torpe que mis sentimientos".


Libertad Digital - Opinión

Crisis. Volatilidad en el ojo del huracán. Por Jaime de Piniés

Mucho esfuerzo y dedicación van a tener que dedicar las autoridades de Washington y Berlín para dotar a España de credibilidad. Con reformas como las propuestas por nuestro Gobierno, los mercados simplemente analizan y actúan; si dudan, por algo será.

Otra semana de máxima volatilidad en los mercados de renta fija. El diferencial del bono español a diez años con el alemán superó 250 puntos básicos aunque a finales de semana retrocedió a 190. La escalada es fruto de la reforma laboral, a todas luces corta e insuficiente; en contraposición, el descenso se debe al aluvión de buenas palabras dirigidas hacia nuestro país desde el FMI y nuestros socios europeos, así como la oportuna filtración de que tanto el Santander como el BBVA son los dos bancos mas solventes de Europa según un stress test oficial aun no publicado.

Veamos primero los factores que desencadenaron el ascenso del riesgo país: la reforma laboral propuesta por el Gobierno a través de un decreto ley que será tramitada como ley en las Cortes.


La reforma del mercado de trabajo propuesta por Rodriguez Zapatero generaliza el contrato de fomento de empleo con una compensación de 33 días por año trabajado en caso de despido improcedente, en lugar a los 45 días para los contratos fijos ordinarios. Además, la reforma incluye un abaratamiento aun mayor de 8 días haciendo uso del Fondo de Garantía Salarial, el denominado Fogasa. Pero cómo se dota recursos Fogasa no se ha explicado y esto es fundamental. Si son los propios empresarios, flaco favor se les hace, pero es que cabe incluso la posibilidad de que una empresa sana podría acabar subsidiando los despidos de otra, aun dándose el caso de que fuera su competencia directa.

La reforma del mercado de trabajo también pretende aumentar el coste para el despido de los trabajadores temporales, pasando de 8 a 12 días de compensación al año. Esta medida no elimina la temporalidad y por ende, la dualidad del mercado de trabajo en España, más bien lo perpetúa. Pero es que el Gobierno, no sólo contento con esto, parece decidido a aplazar la entrada en vigor de este aspecto posponiéndolo hasta el año 2012.

Por otro lado, el proyecto incluye para las empresas en serios problemas económicos que los despidos objetivos se puedan llevar a cabo con una compensación de tan solo 20 días por año. Ahora bien, el Gobierno se niega a especificar las condiciones objetivas y lo deja en manos de los jueces. Es decir, judicializa el problema y esto es más que probable sinónimo de que no se abaratará el despido.

Otras lagunas en que incurre la reforma podrían ser la negociación colectiva que se mantiene igual, o cómo se va a financiar el fondo de capitalización para que cada trabajador "porte su seguridad social" de una empresa a otra (el llamado modelo austriaco). Aspectos, ambos, importantes para flexibilizar el mercado de trabajo español.

En definitiva, los mercados internacionales son fríos, calculadores y si los datos objetivamente son aceptables, reaccionan; por el contrario, si los datos no son aceptables, también reaccionan. La reforma presentada por el Gobierno, y pendiente del trámite en las Cortes que alargará aun más la incertidumbre sobre la reforma final, se queda muy cortita. Por lo tanto, la subida en el riesgo país estaba más que justificada.

Como contrapartida, el FMI y nuestros socios comunitarios han reaccionado cumpliendo el papel oficial que les corresponde: indican que el paso dado por el Gobierno de Rodriguez Zapatero se encuentra en la buena dirección. Tras años de inmovilismo, finalmente el Gobierno ha dado un paso de gobierno. Eso es positivo y así se lo han hecho saber. Por otro lado, la oportuna filtración de que España cuenta con algunos de los bancos mas solventes del mundo es también cierto y un importante puntal entre los contados puestos de competitividad que disfrutamos los españoles.

Sin embargo, mucho esfuerzo y dedicación van a tener que dedicar las autoridades de Washington y Berlín para dotar a España de credibilidad. Con reformas como las propuestas por nuestro Gobierno, los mercados simplemente analizan y actúan; si dudan, por algo será.


Libertad Digital - Opinión

La reforma laboral retrata a los actores del drama. Por Antonio Casado

Acometer una reforma laboral con el objetivo declarado de crear empleo, en estos momentos, en plena crisis económica, es como montar una escuela de surf en la Albufera de Valencia. Si no hay olas no puedes cabalgar sobre ellas. Y si no hay crecimiento no hay trabajo. A partir de esa verdad incontestable las discusiones de estos días sobre los contenidos de la reforma laboral fletada por el Gobierno nos conducen a la melancolía.

Es la perspectiva patronal. Veo a los empresarios muy escépticos sobre el supuesto valor de esa reforma como resorte para crear puestos de trabajo o, según el ministro Corbacho, para evitar que se destruyan. No reprueban, evidentemente, la revisión de una normativa que se ha quedado obsoleta y es demasiado rígida, aunque advierten de que lo prioritario aquí y ahora no es la reforma laboral sino la recuperación del crédito para devolverle la vida a las empresas.


Esa es la verdadera palanca de creación de puestos de trabajo. Y mientras no se den las condiciones para que vuelva a fluir el crédito, al empresario le parece extemporánea la controversia sobre el coste y las causas del despido, por ejemplo. Y no digamos la teológica discusión sobre la medida del retroceso en los derechos de los trabajadores, cuyos esforzados paladines, los sindicatos, ya lo han convertido en un casus belli contra el Gobierno de Rodríguez Zapatero, al que va dedicada la huelga general del 29 de septiembre.

Trato de resumir. Puertas adentro, escepticismo empresarial y sindicalismo a la búsqueda de la identidad perdida. Puertas afuera, los vagos parabienes de la UE y el FMI. Hasta ahora eso son los efectos visibles de la reforma laboral enviada por el Gobierno al BOE, en puertas de su convalidación parlamentaria y pendiente de su posterior tramitación como proyecto de ley. Sólo me falta una desganada aproximación al uso de la reforma como baza política en el juego de los partidos. Mañana se retratan en el Congreso, al votar si otorgan o no cobertura parlamentaria al decreto-ley.

De nuevo, todas las miradas están puestas en el PP, la alternativa de poder a un Gobierno seriamente averiado. A Mariano Rajoy esta reforma laboral le parece tardía, insuficiente y confusa. “Tendrían que cambiar muchas cosas para apoyarla”, ha dicho este fin de semana. Pero votarla negativamente equivaldría a renunciar de antemano al intento de cambiarla, que es la posibilidad ofrecida por la posterior conversión parlamentaria del decreto-ley en ley. Así que un “no” del PP, mañana, en el Congreso, desmentiría su voluntad de modificar el texto, salvo que quisiera reventar este nuevo mensaje de la economía española a los mercados y los organismos internacionales, como ya intentó, y a punto estuvo de conseguirlo, con los severos recortes del gasto público decididos por el Gobierno Zapatero.

Por tanto, y en coherencia con las declaraciones de Rajoy, solo le queda el sí o la abstención. El sí es absolutamente descartable, por razones obvias. Esta vez al PP no le va a quedar más remedio que abstenerse. Aunque solo sea para evitar luego las comparaciones odiosas con CiU y el sentido de Estado que le sobra a Durán y Lleida y le falta a Rajoy, como diría Leire Pajin. Por su parte CiU, que es la esperanza blanca del PSOE para remontar políticamente a partir de las elecciones catalanes, duda en estos momentos entre el sí y la abstención. “Sería una mala noticia para España que no se aprobase la reforma”, declaraba ayer Durán i Lleida en un periódico de ámbito nacional.


El Confidencial

Corbacho. Una reforma que no es "para crear empleo". Por Gabriel Calzada

Pero si una reforma laboral en un país con cuatro millones y medio de parados no es para ayudar a generar empleo y nadie en su sano juicio puede esperar que evite destruirlo, ¿para qué es?

El ministro de desempleo, Celestino Corbacho, ha afirmado este fin de semana que una reforma laboral que se hubiese aprobado allá cuando el Gobierno decía que no hacía falta y que mucho menos resultaba urgente, hubiese evitado parte de la destrucción de empleo que se ha producido en los pasados meses. A juzgar por lo que cuenta, el Gobierno hizo dejación de sus funciones porque "identificó que había que hacer esa reforma en el marco del diálogo social". No queda claro si el Ejecutivo nunca contó con que el diálogo social no fuera a llegar a buen puerto o si, teniendo presente esa posibilidad, realmente pensaban que la reforma no era importante. En cualquier caso, el desastre que han provocado con sus erróneos cálculos políticos es monumental.

Pero lo mejor de la entrevista llega cuando el periodista le pregunta al ministro si la reforma evitará que lleguemos a cinco millones de parados oficiales. Corbacho, ni corto ni perezoso, le responde que la "reforma no es para crear empleo". Usted, con toda la razón, se preguntará para qué demonios es entonces una reforma laboral que se aprueba en un momento en que el país tiene un 20% de desempleo. Corbacho sabe que esa pregunta es la que le haría cualquier español que escuchara su asombrosa afirmación y decide responderla antes de que se la formulen: "Es para evitar que se destruya". Esto ya es la repera. Si el objetivo de la reforma es realmente evitar la destrucción de empleo, resulta que llega con dos millones y medio de parados de retraso.

Aparte del sinsentido temporal de su contestación, la lógica de su argumento brilla por su ausencia. Según él, la generalización del despido a 33 días y los inciertos –y en todo caso modestos– resultados de los tímidos retoques en materia de convenios colectivos y despidos objetivos podrían ayudar a detener la destrucción de empleo. Lo cierto es que ninguna de estas tres medidas va a evitar más destrucción de empleo y, como él mismo reconoce, la reforma no contiene ninguna otra característica que permita albergar mucha esperanza para la creación de puestos de trabajo netos.

Pero si una reforma laboral en un país con cuatro millones y medio de parados no es para ayudar a generar empleo y nadie en su sano juicio puede esperar que evite destruirlo, ¿para qué es? Pues está claro: para decirle a los acreedores, esos que desde Alemania, Francia y EEUU le agobian a toda hora con llamadas exigiendo soluciones, que están haciendo algo y que el problema ya se encuentra en vías de ser solucionado. Se trata de aplicar internacionalmente la política pirotécnica que tan buenos resultados le dio en España. Claro que el cuento de que el nuevo mercado de trabajo será capaz de detener la destrucción de empleo se lo contará otro miembro del Gobierno a los socios europeos porque, tal y como viene a reconocer Corbacho, una cosa es lo que escribe el Gobierno en España y otra bien distinta la que cuenta el "ministro que habla con Bruselas". ¿Alguien se asombra todavía de que a España se le acabe el crédito?


Libertad Digital - Opinión

Economía. La contienda sobre la rigidez laboral. Por Juan Velarde Fuentes

La necesidad de una reforma muy a fondo del mercado laboral español ha sido puesta de manifiesto, de modo reiterado, por los especialistas españoles.

La necesidad de una reforma muy a fondo del mercado laboral español ha sido puesta de manifiesto, de modo reiterado, por los especialistas españoles. Hace años ya el benemérito Servicio de Estudios del Banco de España estimó la Nairu española, o sea la tasa de desempleo que no acelera la inflación. Ahora, acaban de actualizar esta estimación, y desde luego la han ratificado, los profesores de la Universidad Pablo de Olavide, Diego Romeo-Avila y Carlos Usabiaga Ibáñez, en su aportación «Presente y futuro del mercado de trabajo español» al volumen «El futuro de la economía española» (Cajamar, diciembre 2009). Encuentran que «para el conjunto del periodo analizado (1980-2008), la tasa de desempleo correspondiente a una tasa de inflación estable es del 12%. Si la tasa de desempleo fuese inferior a esa cifra se observaría una elevación de la inflación». Para comprender lo serio de esto, conviene tener en cuenta que, por ejemplo, la Nairu norteamericana «se suele situar en torno al 5-6%». De aquí surge una noticia muy grave sobre la constitución de nuestra economía. Si pretendemos acercarnos al pleno empleo crearemos una inflación tal que no podremos competir con el exterior, a no ser que nos salgamos del euro. Si así lo hacemos, la catástrofe caería sobre nosotros. Pero si permanecemos dentro, la falta de competitividad crea un déficit comercial que, por sí mismo frena el desarrollo y con ello, el empleo. Nos hemos metido en un callejón sin salida.

Y ello es así, porque la ley de Okun, que señala la vinculación entre la creación de empleo y el incremento del PIB, obliga, según los mismos investigadores, a un crecimiento anual en el PIB del 2,88%, y esto de modo continuo. Pero lograr esas tasas de crecimiento exige, en el caso de España tener una alta competitividad, lo que obliga a una alta productividad y una carencia de inflación. Para que se comprenda lo difícil de ese reto del incremento del PIB al 2,822 o más, conviene señalar que, desde 1850 a 2000, la economía española lo consiguió únicamente de modo discontinuo, salvo en cuatro periodos de más de tres años consecutivos. El primero, transcurre de 1954 a 1958, el basado en una política de sustitución de importaciones, que produjo lo que el profesor Torres llamaba una autofagia, o sea, una crisis exportadora que hizo necesario cambiar el modelo. El segundo, va de 1961 a 1974, año en el que lo liquida el choque petrolífero, porque uno de sus puntos de apoyo era una energía barata. El tercero es el que se inicia en 1985 y concluye en 1991. Recoge el impacto favorable de nuestra incorporación comunitaria, combinado con un fuerte y expansivo déficit presupuestario, altas tensiones inflacionistas y una notable llegada de capitales extranjeros a corto plazo, que al retirarse hacia Alemania, al finalizar la Guerra Fría, provocaron una fuerte crisis. Finalmente, a partir de 1997 se inicia la expansión que concluye en 2007 y que como llevaba, con claridad desde el año 2004, el plomo en el ala de un fuerte endeudamiento exterior, cuando en julio de 2007 se inicia una crisis financiera internacional, se hundió. En total, pues, desde 1850 a 2010 transcurren 160 años, y de manera continua sólo tenemos estos cuatro periodos y, por ello, un total de 37 años de clara creación de empleo, un 23% de toda esta etapa.

La raíz se encuentra en la existencia de un mercado laboral radicalmente diferente al de otros países. Lo malo es que esto se ha ido consolidando poco a poco. Primero con las decisiones de Largo Caballero. Luego con las de Girón. Recordemos el enlace básico de la Ley de Contratos de Trabajo de 1931 con la de 1944. Es algo que ha ido cristalizándose y en su consecuencia pasó a formar parte de nuestra cultura, como antaño para los empresarios formaba parte de ella el proteccionismo. Y como sucedió con éste, que ante una crisis muy grave, la de 1958, se inició su cambio radical, es posible que con la actual se origine algo parecido para el mercado de trabajo heredado. Como ocurrió con el citado proteccionismo, los economistas insisten en que o se cambia su rigidez, o los problemas de nuestra economía se agravarán más aún. Es el momento de pensar que ésta es una ocasión especialmente favorable porque es cierto lo que nos recordó en su conferencia «Las finanzas en la encrucijada» promovida el 25 de mayo de 2009 por José Manuel González-Páramo que había dicho Jean Monnet: «Los hombres no aceptan el cambio sino en la necesidad, y no ven la necesidad más que en la crisis». Y ésta es la mayor crisis económica que nunca ha sufrido España. Sin embargo, da la impresión, si no se modifica el proyecto actual, que será una oportunidad perdida.


ABC - Opinión

Reforma laboral: ni buena ni mala, simplemente irrelevante. Por Carlos Sánchez

Lo peor que le puede pasar a cualquier reforma económica -incluida la reforma laboral- es intentar contentar a todos. Al final sale un pastiche indigerible sin coherencia ni unidad de criterio. Y lo que es todavía peor, este tipo de ungüentos no suelen servir para nada. Cumplen la función de una especie de efecto placebo útiles para calmar momentáneamente a los mercados. Pero sólo eso. Es muy probable que la todavía non nata reforma laboral de 2010 pase a la historia como un documento sin valor alguno. Al menos en los términos que refleja el último documento del Gobierno.

Ironías de la historia, en tiempos de tribulaciones en los mercados de deuda, la reforma laboral propuesta por Moncloa comienza a parecerse a aquellas cédulas -billetes- que emitía a finales del siglo XVIII el Banco de San Carlos (antecedente del Banco de España) y que no era capaz de colocar entre los inversores.


Algo parecido le sucede a la reforma laboral. La reforma no tiene quien la quiera. Ni gusta a los sindicatos ni a los empresarios ni a los especialistas. Y no es por ser equilibrada. Todo lo contrario. Simplemente es incoherente. En palabras de Iñigo Sagardoy, estamos ante un documento ‘fetiche’ que no sirve para crear empleo, ya que tiene más de cosmético que de real. Y lo mismo opina el profesor Daniel Toscani, de la Universidad de Valencia, para quien estamos ante un Gobierno que intenta hacer juegos malabares con la reforma laboral para contentar a unos y a otros.

O sea, ante una especie de encaje de bolillos que pretende abaratar el coste de despido sin decir cómo en términos reales. Y que presenta como una rebaja de las indemnizaciones el hecho de que el Fogasa vaya a pagar ocho días del despido, cuando el Fondo de Garantía Salarial se nutre únicamente de cuotas de la patronal (que tendrán que subir para financiar el modelo austríaco). O ante un modelo que intenta reducir la tasa de temporalidad de la economía española sin poner medios para controlar la causalidad de los contratos temporales, lo cual hace inviable la intención del legislador. Si la reforma sale adelante, la contratación temporal seguirá siendo la norma para un tercio de los asalariados. O estamos ante un texto que se inclina (Corbacho dixit) por permitir que una empresa con seis meses en pérdidas pueda despedir por causas económicas, pero que no tiene en cuenta que la contabilidad tiene carácter anual para el 99% de las empresas.

«La reforma es tan incoherente que en lugar de simplificar el mercado de trabajo lo fragmenta todavía más.»

La reforma es tan incoherente que en lugar de simplificar el mercado de trabajo lo fragmenta todavía más. Hasta el punto de que al menos hasta 2014 convivirán contratos temporales con ocho, diez o doce días de indemnización (según el año de firma del contrato); contratos indefinidos con 33 días y contratos fijos con 45 días de coste de despido. O con cero pelotero, que decía Nicolás Redondo, en caso de contratos de interinidad o formación.

Y todos ellos conviviendo con una legión de trabajadores -la mayoría inmigrantes- sin ninguna relación laboral de carácter contractual que viven como pez en el agua en el universo de la economía ‘golfa’ por el mal funcionamiento de la inspección de trabajo. Como sostiene un experto laboral, se ha pasado de un mercado laboral dual a otro multilateral, en el que la complejidad es el perejil de todas las salsas.

Laudos y más laudos

Hay arbitraje obligatorio para resolver la litigiosidad en las empresas, pero también control jurisdiccional a posteriori. Hay -es verdad- más facilidades para que una empresa pueda descolgarse del convenio, pero si con la legislación actual el recurso de los trabajadores se plantea directamente antes los tribunales de justicia, ahora se interpone un laudo arbitral que tendrá la misma eficacia que un convenio colectivo.

Estamos, por lo tanto, ante la irrupción de una vieja figura en el derecho del trabajo, los laudos obligatorios, que ahora se convierten en el núcleo central de la reforma. Ponga un laudo en su vida, debería subtitularse la reforma si en lugar de tramitarse como proyecto de ley se tramita editorialmente.

Es lo que tiene un Gobierno ‘adolescente’, que diría el economista José Luis Feito refiriéndose a los sindicatos. Que legisla mirando lo que dice el profesor (el mercado), y eso explica que se quiera obligar a estar tres meses en el paro para tener derecho a celebrar un contrato de fomento de la contratación indefinida (el de los 33 días) ¿Por qué tres meses y no uno o cuatro?, cabe preguntarse. ¿No sería más razonable abrir a todos los colectivos este contrato dejando intactos los derechos de los trabajadores con contrato indefinido ordinario?

No todo es negativo. Hay coincidencia en que lo más positivo es que, como diría Felipe González, el Gobierno se ha dado un baño de realidad. Pero el agua está tan templada que difícilmente podrá sacar del sopor a un país con más de 4,6 millones de parados y que cada vez que le cae un una crisis encima ve como la tasa de desempleo supera el 20% de la población activa.

Es, por decirlo en palabras de Sagardoy, “una reforma estéticamente positiva y necesaria para nuestro país pero de contenido limitado y con alcance corto, sin ninguna ambición política o económica para afrontar los graves problemas que tiene nuestro mercado laboral”. Más claro el agua.


El Confidencial - Opinión

Crisis de Gobierno. Conservar el poder. Por Emilio Campmany

Intentarán una amplia crisis de Gobierno donde los nuevos miembros aporten imagen de seriedad. Para ese fin, un Javier Solana en cualquier ministerio importante puede ser muy eficaz.

El PSOE es una máquina de poder. Como tal lucha por alcanzarlo allí donde no lo ocupa, se esfuerza por expulsar a sus socios en los sitios en que lo comparte, y se aferra a él como una lapa donde lo detenta. Cualesquiera otras consideraciones son secundarias.

Esto es una perogrullada, pero hay que tenerlo bien presente para interpretar la al parecer segura e inminente crisis de Gobierno. El felipismo, desde Felipe González a Prisa, aborrece a Zapatero y desean ver su ruina. Pero no tanto como para cruzarse de brazos mientras arrastra con ella al PSOE. También Zapatero y su cuadrilla odian a la vieja guardia felipista, pero no tanto como para no compartir el poder con ella si se convencen de que es necesario para conservarlo..


La crisis ha puesto a Zapatero contra las cuerdas y, al hacerlo, ha hecho que sea probable que el PSOE pierda cinco elecciones muy importantes que tendrán lugar en los próximos meses, catalanas, municipales, autonómicas, generales y andaluzas. Las catalanas no importan demasiado porque el PSC es demasiado autónomo y desde que llegaron a la Generalidad no han hecho más que importunar al electorado socialista de fuera de Cataluña. Donde se la juega el PSOE es en las otras cuatro. Es probable que pierda bastiones de la importancia de Castilla-La Mancha y Extremadura junto con alguna capital importante. Y luego, también las generales. Esto es ya un gran revés. Si llegan a perder Andalucía, cosa improbable, pero más fácil que nunca, el resultado podría ser fácilmente tildado de catástrofe. Naturalmente, harán cualquier cosa que crean necesaria para evitarlo.

Entre ellas, en principio no está la de prescindir de Zapatero. El presidente conserva cierto ascendiente sobre el electorado de izquierda y la desilusión infligida a los más radicales puede tener el beneficioso efecto de empujar al PSOE nuevamente al centro, donde se encuentran los caladeros de votos que hacen ganar elecciones. Durante estas últimas semanas han intentado convencer a esta parte del electorado, inclinada por naturaleza a votar a la izquierda, de que Zapatero no puede ser acusado de nada que no sea el haber sido algo ingenuo. Y que, sin dejar de ser la buena gente que siempre fue, ahora está decidido a hacer lo que hay que hacer y a prescindir de las patochadas. El Zapatero ojeroso y preocupado que vemos estos días puede ayudar a cementar esta imagen.

Sin embargo, no parece suficiente. El producto ZP carecerá de credibilidad mientras sus ministros sigan siendo la viva imagen de esa falta de consistencia que el Gabinete ha lucido durante seis años y que amenaza con hacerle perder al PSOE las importantes elecciones que se avecinan. Intentarán por tanto una amplia crisis de Gobierno donde los nuevos miembros aporten imagen de seriedad. Para ese fin, un Javier Solana en cualquier ministerio importante puede ser muy eficaz.

Sólo en el caso de que esta solución intermedia no fuera capaz de lograr que el PSOE remontara en las encuestas, se intentaría descabalgar a Zapatero con un Solana que habría tenido mientras tanto tiempo y ocasiones de ocupar unas cuantas portadas de periódicos y telediarios.

Si, por último, tampoco la operación Solana acabara de ofrecer garantías de recuperación, quizá Prisa fuera capaz de imponer su candidato, Rubalcaba, de quien El País nos promete para el próximo domingo un retrato íntimo pintado por Juan José Millás. Ya cuento las horas que faltan para poder leerlo.


Libertad Digital - Opinión

Zapatero se reanima. Por César alonso de los Ríos

Las medidas tomadas por ZP han comenzado a insinuar una inversión en la relación de fuerzas Gobierno/Oposición.

El Gobierno había llegado a una situación de desprestigio total. Incluso la cohorte de comentaristas de izquierda había comenzado a abandonar a Zapatero de forma descarada a pesar de que, desde fuera, desde Estados Unidos concretamente, llegaba el aliento de los neokeynesianos. Pero han sido las durísimas medidas tomadas por ZP las que han comenzado a insinuar una inversión en la relación de fuerzas Gobierno/Oposición. No obstante, el giro del proceso ha tenido unas causas anteriores a la credibilidad de las medidas que afectaron a funcionarios y pensionistas. Me refiero al derroche de confianza del PP durante todo este año y medio. Los directivos populares han vivido confiados en los efectos arrasadores de la crisis sin llegar a imaginar una reacción como la que ha tenido ZP frente al déficit. El hecho es que en ningún momento Rajoy quiso concretar las soluciones «concretas» que el Gobierno debería tomar y para cuya aplicación podría contar con su colaboración. Prefirió abandonar a ZP a su suerte (trágica) sin tener que quemarse él mismo. Prefirió afirmar constantemente la necesidad de la reforma del mercado sin insinuar las directrices de ésta y, aún menos, sus aspectos más dolorosos. Ni una palabra sobre el abaratamiento del despido. Aún hoy, Cospedal insiste en este punto como crítica a las propuestas de Corbacho, además de calificarlas de «confusas y poco claras».

Rajoy debería haber marcado el camino al Ejecutivo. No dejar ese papel de guía a Bruselas y, aún menos, calificar esas relaciones humillantes para España. Esta actitud de pasividad le iba a Rajoy hasta que el Gobierno comenzó a jugársela con funcionarios, pensionistas, sindicatos y CC.AA. Así, al final, ZP ha terminando teniendo el apoyo de Merkel, Sarkozy o de personalidades como Guillermo de la Dehesa, para quien el error fue no haber tomado las medidas cuando lo hizo Irlanda. Y, por supuesto, de Botín.

ABC - Opinión

El día en que Saramago se encontró con Dios. Por Federico Quevedo

El viernes por la mañana San Pedro tenía uno de esos días aburridos, en los que no aparecía por aquella puerta nadie medianamente interesante, hasta que a eso de la una de la tarde, hora de Lanzarote -en el Cielo la eternidad no se mide-, un ángel se acercó al oído del Discípulo más amado por Cristo y le dijo: “Viene José Saramago”. San Pedro, que hasta ese momento andaba recostado sobre un diván pensando en las musarañas, se puso de pie, plisó sus ropas, atusó su barba, y se dispuso a atender a tan insigne huésped. Saramago, en efecto, se acercaba lentamente a las Puertas del Cielo, con gesto visiblemente sorprendido, escudriñando aquí y allá cada rincón del camino que le conducía al lugar cuya existencia había negado sistemáticamente.

-“Don José”, exclamó San Pedro. “Que sorpresa verle por aquí”.

-“Pues imagínese usted la mía”, le respondió el escritor. “Todavía no salgo de mi asombro. ¿Y qué lugar dicen ustedes que es este?”.

San Pedro y el ángel que le acompañaba en su tránsito de la tierra a la Casa de Dios respondieron al unísono: “El Cielo, ¿es que no lo sabe?” Y San Pedro añadió: “¿Ni siquiera sabe quién soy yo?”

-“No, pero empiezo a sospechar que no es usted un vulgar portero… No sé si es por sus ropas, por el hecho de que usted sepa quién soy yo y yo no sepa quién es usted, y porque además estamos flotando en el vacío, pero sospecho que me he muerto, ¿no?”

-“Si”, respondieron el ángel y San Pedro…

-"Y si yo me he muerto y esto es el Cielo… ¿es usted San Pedro?”.

-“Exacto. Yo seré quien le diga si atraviesa usted esta puerta o, por el contrario, su ángel de la guarda le acompaña a otra que hay más abajo…”

-“Ya, la del Infierno. Y esto no parece ninguna broma ni es una cámara oculta, obviamente… Permítame, señor San Pedro, dado que me he pasado la vida negando la existencia de Dios y, por tanto, la del Cielo y la del Infierno, ¿no cabría la posibilidad de que se olvidara usted de este pequeño contratiempo y me permitiera volver a mi amada isla de Lanzarote? Yo le prometo que, a partir de este momento, me convertiré en un testigo de excepción de la existencia divina…”

-“Pues no creo que eso sea posible”, contestó San Pedro. “Una vez que alguien se muere, se muere de verdad. La única vez que hemos resucitado a una persona fue a Lázaro, pero eran otras circunstancias y mi Maestro necesitaba ofrecer una prueba de su poder… Desde entonces, nadie más ha vuelto a resucitar con la excepción de Él mismo…”.

-“Bien. Veo que va a ser difícil convencerle. Siguiendo ese mismo razonamiento, y dado que para mí, hasta hoy mismo, todo esto era fruto de la inconsistente naturaleza humana y su necesidad de buscar explicaciones a las cosas más allá de la razón, ¿no serían tan amables de dejarme vagabundear por los alrededores? A mi me gusta caminar, y prometo no venir a molestarle salvo que usted requiera de mis servicios como conversador… Le prometo que soy muy bueno…”

La eterna pregunta

-“Lo sé, no lo pongo en duda… Pero tampoco eso es posible… Verá, quien pasa por aquí lo hace en función de la respuesta que haya dado durante toda su vida a la eterna pregunta que el ser humano se hace desde el mismo día en que lo creó Dios: quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos… ¿Sería usted capaz de contestarme ahora?”, espetó San Pedro.

Saramago, aturdido por la contundencia de la pregunta y el subidón de decibelios que aplicó San Pedro en su formulación, se retiró un paso atrás. Aquello empezaba a complicarse… “Verá usted”, empezó el escritor, “si esta pregunta me la hubiera hecho ayer mientras todavía descansaba en mi lecho, le hubiera contestado que somos seres humanos racionales, que venimos de la evolución, y que no vamos a ningún sitio sino que, simplemente, existimos sobre la tierra hasta que nuestra vida se extingue… Pero es evidente que me habría equivocado, y ese reconocimiento ya debería de servir como atenuante en mi defensa…”.

San Pedro negó con el dedo: “No, no. Verá usted, don José, eso a lo mejor lo puede utilizar el día del Juicio Final, que ni siquiera yo sé decirle cuándo será… Hoy me toca a mí decirle si pasa o no pasa… Y por ahora no ha hecho usted muchos esfuerzos por pasar, más bien los hace por quedarse ahí y eso es casi lo mismo que enviarle unas cuantas puertas más abajo… Responda a mi pregunta, hombre. Dios le ha dado suficiente inteligencia, tanta que le ha permitido ganar el Nóbel, algo a lo que no todo el mundo puede aspirar, y eso se lo debería usted agradecer al Creador…”

-“Si lo intento”, se excusó Saramago, “pero comprenda usted que después de tantos años negando su existencia, encontrarse ahora de pronto con esto… ¡Joder! Deberían de hacer ustedes una especie de curso de aclimatación… Incluso estoy dispuesto a un cursillo acelerado del catecismo… Reconocerá que voluntad tengo…”

-“Tiene, tiene… Y en su favor cuenta también que ha sabido aprovechar el don que Dios le ha concedido con buena literatura… Sin embargo, debo añadir que ha dedicado muchas de sus obras a luchar contra la religión y contra la existencia misma del Padre… Si al menos hubiera pedido perdón por eso…”, añadió San Pedro al tiempo que se encogía de hombros… “¿Sabe? Ustedes, los que han militado en el marxismo, tienen la cara muy dura, porque se han pasado la vida intentando aniquilar a Dios, y luego llegan aquí queriendo que hagamos la vista gorda porque, eso sí, lo de la infinita misericordia divina no se les ha olvidado de sus lecciones infantiles… Tengo que decirle que los únicos que se han mostrado fieles a si mismos fueron Lenin, Stalin y Hitler… Los tres llegaron aquí y me dijeron que de mí no querían saber nada, que les pusiera directamente en contacto con Belcebú”.

-“Yo también estaría encantado de conocerle”, afirmó misterioso Saramago, “pero no estoy seguro de que pudiera apreciar la maldad que le caracteriza en toda su amplitud, si antes no tengo una prueba razonable de la bondad infinita de Dios…”, añadió.

San Pedro dudó un momento, pero enseguida se irguió sobre si mismo, y en un tono muy solemne, le dijo: “La ha tenido usted, don José, la ha tenido durante toda su vida, la ha tenido delante y no ha querido verla. No solo eso, sino que ha luchado usted contra ella, y ha empujado a mucha gente a rechazarla… Aún así, y como muestra de Su bondad y de Su misericordia, le he dado la oportunidad de responder a una pregunta que me permitiría, al menos, consultar de nuevo su destino…”.

-“No, espere”. Saramago respiró un momento y, en el mismo tono solemne, dijo: “Somos hijos de Dios, venimos del pecado y nos dirigimos a la Casa del Padre donde confiamos en su perdón. Lo que no sabría decirle, camarada Pedro, es en qué momento me olvidé de que esto era así, pero puedo asegurarle que ya no se me va a volver a olvidar…”.

-“¡Hombre -saltó San Pedro-, vaya cara más dura que tiene usted! Ahora ya da igual que se olvide o no… Pero ha respondido bien a mi pregunta, y eso me permite hacer una consulta”. San Pedro se retiró un momento, mientras el ángel y Saramago intercambiaban miradas de expectación… A los pocos segundos, el Portero del Cielo volvió: “En contra de mi opinión, ahí dentro creen que hay que darle a usted otra oportunidad, así que pase y convénzale a Él de que debe quedarse, pero ya le advierto que no le va a resultar tan fácil como le ha resultado conmigo…”.

-“Gracias, amigo Pedro”, dijo presuroso Saramago. “Le dedicaría un ejemplar de mi último libro, Caín, pero sospecho que no sería procedente, así que si usted quiere nos emplazamos a mantener alguna que otra animada charla en el futuro, cuando haya conseguido convencer al mismísimo Dios de que soy su mejor discípulo”.

San Pedro, sonriente, le abrió la puerta…


El Confidencial - Opinión

Tontería económica. Pensamiento único x3. Por Carlos Rodríguez Braun

El gruñón Griñán supone tres cosas. La primera es que es bueno subir los impuestos, en vez de bajarlos. Lo segundo es que es bueno subir los impuestos a los ricos. Y lo tercero es que quien se compra una lancha es un rico.

El presidente andaluz, José Antonio Griñán, declaró a El País: "Acabo de subir un punto a transmisiones patrimoniales cuando se compran viviendas de lujo, coches de lujo y embarcaciones de recreo. Eso supone que he gravado más a las rentas más altas". Por suponer, el gruñón Griñán supone tres cosas. La primera es que es bueno subir los impuestos, en vez de bajarlos. Lo segundo es que es bueno subir los impuestos a los ricos. Y lo tercero es que quien se compra una lancha es un rico. Ninguna de las tres cosas es evidente, pero don José Antonio lo da por sentado.

El presidente de Acciona, José Manuel Entrecanales, escribió en Expansión: "es falaz comparar el coste de un kilowatio/hora eólico, que se queda íntegramente en España, con un kilowatio/hora de energías fósiles cuyo coste se paga a países terceros". Este disparate, literalmente milenario, puede ser refutado sin necesidad de aludir cómodamente a los intereses particulares de quien lo ha proferido. No es ninguna falacia comparar los costes, al contrario, es lo que se debe hacer. En caso contrario incurriríamos en el absurdo de sostener que cualquier precio que el Gobierno obligue a los ciudadanos a pagar por lo que se produce en España será siempre mejor que la libertad de esos ciudadanos de comprar lo mismo más barato en el extranjero.

Dirá usted: no se puede ser severo con políticos y empresarios, que después de todo no tienen como misión razonar de modo sistemático y solvente. Vale. Pues entonces preste atención a Miren Etxezarreta, que es catedrática emérita de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona, y escribió en Público que a partir de 1982 se inició en España una política "neoliberal, uno de cuyos principales componentes lo constituía el rechazo a la participación del Estado en la economía". La participación del Estado en la economía creció espectacularmente desde entonces.


Libertad Digital - Opinión

¿La hora del PP?. Por José María Carrascal

No es la hora de sentarse ante la puerta de casa a esperar ver pasar el cadáver del enemigo.

«NADA trae tanto éxito como el éxito», dicen los anglosajones, que de esto saben un montón. Los españoles podríamos decir «Nada trae tanto al fracaso como el fracaso». El PP vuela en las encuestas, mientras el PSOE se desploma, arrastrado por un gobierno que se equivoca incluso cuando acierta.

Tras haber traicionado a todo el mundo, Zapatero ha terminado traicionándose a sí mismo, quiero decir a sus ideales, a los que le votaron. Y lo hace, para mayor escarnio, obedeciendo órdenes de fuera, para salvarse él. Eso no se perdona. Por más disculpas que ponga, por más razones que dé. Por más que se envuelva en la bandera y más patriotismo que proclame. Si fuera un patriota de verdad, reconocería que se ha equivocado de medio a medio y se iría a casa. O, al menos, formaría un gobierno de coalición nacional. O convocaría elecciones.


Pero no hace nada de eso. Sigue diciendo que la situación es salvable, que vamos por el buen camino, que la recuperación está a la vista, Sigue racaneando, mareando la perdiz, sin acabar de hacer lo que le han ordenado y él ha prometido. Nada de extraño que su partido pierda votos a chorros y que el PP le aventaje en algunas encuestas en más de trece puntos.

Pero que se anden también con cuidado los populares. Esa ventaja no viene de votos que hayan ganado. Viene de votos que ha perdido su rival en los últimos meses y aún semanas. Algo bastante aleatorio en los tiempos actuales, de corrientes cada vez más rápidas y trayectorias imprevisibles. Esos votos pueden volver al PSOE en caso de cambio en su cabeza, pueden dirigirse hacia otras formaciones que resulten más atractivas o pueden quedarse en casa el día de la elección si el PP no les ofrece bastante confianza.

Para ofrecerla, pues a todas luces no la ofrece hoy, tiene que empezar a actuar como partido de gobierno. ¿Qué quiere decir eso? Pues quiere decir tener en cuenta los intereses generales del país y no los suyos específicos. Dicho de otra forma: no actuar en clave electoral. Para claves electorales ya hemos tenido de sobra con Zapatero. El PP tiene que hacer algo distinto, y lo primero es, repito, no buscar alianzas con los nacionalistas, por más que éstos le faciliten el acceso al Gobierno. Antes, buscar la alianza con los socialistas no pertenecientes al clan Zapatero e incluso con Izquierda Unida, si ésta se bajara de su dogmatismo. O intentar gobernar en minoría. Todo menos aliarse con los nacionalistas, que sólo buscarán su beneficio, a costa de España, naturalmente.

No es la hora de sentarse ante la puerta de casa a esperar ver pasar el cadáver del enemigo. Es la hora de hacer lo que no ha hecho, no hace y no hará el enemigo.


ABC - Opinión

Campeón del caos. Por Jesús Cacho

Difícil encontrar en la historia de la Unión Europea un ejemplo tan claro de improvisación. Difícil hallar Gobierno alguno capaz de ofrecer tal sensación de liviandad, de ser un mero rehén del azar, una vela movida por el viento de las circunstancias.

Y no es que la reforma del mercado de trabajo haya sido asunto caído del cielo. Desde el célebre episodio de Davos, enero pasado, Rodríguez Zapatero se sabe viviendo sobre un barril de pólvora. Aquel viaje a los Alpes suizos marcó un punto de inflexión en la legislatura y probablemente en su carrera política. A los pies de La Montaña Mágica de Mann tuvo la brillante idea de sentarse en el estrado al lado del presidente letón y del primer ministro griego, y allí se pegó nuestro soldadito de plomo un tiro en sus partes. Volvió asustado, tras descubrir de pronto el colmillo del lobo de la crisis, prometiendo acometer reformas, recortar el gasto público y meterle mano a las pensiones. Y en Bruselas respiraron alborozados. Hasta los mercados le creyeron, con resultado de un alivio momentáneo de las tensiones sobre nuestra deuda. Pero llegó Paco con la rebaja, es decir, Cándido Méndez. El líder de la UGT dijo que ni hablar, que eso sería considerado un atentado contra los derechos de los trabajadores, y en ese mismo instante ZP reculó y aclaró que de lo dicho nada, que lo anunciado no pasaba de ser una simple especulación a futuro.

En Bruselas se sintieron engañados. Ahí perdió Zapatero el crédito de que disponía ante sus pares, y en ese lance se percataron los mercados de que el presidente español era un individuo poco fiable que, además, carecía de la autoridad suficiente para hacer las reformas que reclamaba el país y los mercados. Desde el lance de Davos ha pasado mucha agua desbordada bajo los puentes hispanos. En las últimas semanas, la posibilidad de que la UE tuviera que poner en marcha el rescate de España a la manera griega ha sido algo más que una hipótesis. La presión había alcanzado tales cotas, que la reforma laboral llegó a plantearse hace una semana como la prueba definitiva para el Gobierno y para España. Había que hincarle el diente al problema para enviar un mensaje de seriedad a los mercados. Pero las ineficiencias y rigideces de la legislación laboral española no son de ahora, razón de más para que la imprevisión y la incuria demostrada estos días por el Ejecutivo haya provocado el asombro de tanta gente.

«Difícil encontrar en la historia de la Unión Europea un ejemplo tan claro de improvisación. Difícil hallar Gobierno alguno capaz de ofrecer tal sensación de liviandad.»

Imposible encontrar mejor ejemplo de ese caos que la reunión nocturna entre Gobierno, patronal y sindicatos que, iniciada a las 8 de la tarde del miércoles 9, terminó en fracaso en torno a las 6 de la mañana del jueves. Desde primera hora de la noche se discute un proyecto salido del magín del jefe del Gabinete del Presidente, José Enrique Serrano, que lleva la voz cantante en su condición de Inspector de Trabajo. Cuando parecía cercano el acuerdo, con los jurídicos incorporados a la negociación, los sindicatos se plantan y Celestino Corbacho extrae de su cartera, pasadas ya las 4 de la madrugada, un nuevo texto más restrictivo, un papel de cuya autoría los reunidos tienen pronto pocas dudas: Méndez, el auténtico ministro de Trabajo del Gobierno Zapatero. Tras años de románticos paseos y dulces reflexiones sobre el brillante futuro del leonés como apóstol de los trabajadores, en la CEOE aseguran que el Presidente le ha cogido miedo al de la UGT. Miedo político, desde luego, aunque hay quien dice que incluso físico. El líder sindical le habría amenazado con provocar un motín en el ala izquierda del PSOE (hay cabreo en el Grupo Parlamentario socialista entre los diputados con carné ugetista) y poner a los sindicatos en la calle de forma permanente. Y Zapatero acepta el chantaje a cambio de que la UGT no se eche al monte. Cuando Corbacho pone sobre la mesa el proyecto inspirado por Cándido, el café y el agua a punto de agotarse, uno de los reunidos masculla un “¡joder, qué Gobierno!” que aparca en el tímpano cansado de muchos de los reunidos.

Navegando en un mar de contradicciones

La patronal no tarda en levantarse de la mesa, cargando con las culpas de un fracaso que los sindicatos se encargan de airear de buena mañana. Tras el Consejo de Ministros del viernes, el Ejecutivo distribuye un proyecto de reforma que rápidamente llega a los medios y que cosecha una casi unánime reprobación. La alarma es general: si eso iba a servir de base al Decreto Ley que el Gobierno pretendía alumbrar el miércoles 16, no era aventurado afirmar que los mercados podían terminar con España en un santiamén. La preocupación alcanza cotas máximas. ZP pasa el fin de semana recibiendo llamadas de banqueros y empresarios alarmados por lo que se viene encima. “Es que los mercados han llegado al límite; estamos muy por encima de Italia y algún día hemos llegado a pagar más que Portugal… Y con el ahorro español escapando a bancos y fondos extranjeros”. El Presidente recibe, entre otros, a una representación de los “Cien Economistas”. “Es impresionante lo de este tío”, reconoce alguien que le ha visto estos días. “A todo el mundo le dice lo que él cree que el interlocutor quiere oír y ante todos se manifiesta convencido de la necesidad de reformas radicales. Incluso ha llegado a decir que los sindicatos son una maldición para España. Algo parecido le dijo al presidente de la patronal europea, Jürgen Thumann, que le visitó en Moncloa el viernes 11. Pero, luego, por un oído le entra y por otro le sale: no hace caso a nadie”.

El desbarajuste es de tal calibre que el lunes 14, a poco más de 24 horas de la salida del Decreto Ley, Moncloa pide informes varios a bufetes de abogados expertos en la materia, entre ellos a Sagardoy y Cautrecasas. Íñigo Sagardoy responde que el material que le han pasado no va a servir para crear empleo, porque está plagado de incoherencias. La reforma es un “fetiche” al que el Gobierno, un mar de contradicciones, no sabe cómo rendir culto. Por fin a mediodía del miércoles, a poco más de un hora del fiasco de la selección en Sudáfrica (“los españoles están deprimidos, José Luis”, que diría Felipe González), el Ejecutivo pare un Decreto Ley que redacta Valeriano Gómez, ex secretario general de Empleo con Jesús Caldera, resultado de refundir, añadir, corregir, cortar y podar montones de papeles manejados en días previos, donde también pone su gratino de arena el fontanero Serrano, pero del que se aparta a Javier Vallés, jefe de la Oficina Económica de Moncloa, y a la ministra de Economía, Elena Salgado, que no ha tenido vela en este entierro, caso insólito en la práctica de un país europeo. Valeriano es el hombre puente entre el Gobierno y la UGT, como militante del PSOE y ugetista al tiempo que es, síntoma claro de que Zapatero ha tratado por todos los medios de aplacar, si no complacer, a su amigo Méndez. En el peor de los casos, el genio de León quiere que, si ha de haber ruptura en meses venideros, lo del Gobierno y la UGT sea una separación amistosa, jamás el “divorcio por lo criminal” que supuso la huelga general del 14 de diciembre de 1988 entre González y Nicolás Redondo.

«Íñigo Sagardoy responde que el material que le han pasado no va a servir para crear empleo, porque está plagado de incoherencias.»

Imposible encontrar una valoración compartida. Opiniones divergentes por doquier. “El Decreto es peor que el texto que se discutió a partir de las 10 de la noche del miércoles, y un poco mejor que el bodrio que UGT intentó colar a las 4 de la madrugada del jueves”. Existe cierto consenso a la hora de admitir que se ha avanzado en el abaratamiento del despido, pero poco o nada en asuntos tan importantes como la clarificación de las causas del despido objetivo (los jueces seguirán calificando de “improcedentes” 8 de cada 10 de los que ahora se producen); la negociación colectiva (imprescindible que una empresa en dificultades pueda descolgarse del convenio del sector); el seguro de desempleo; la flexibilidad interna y algunas cosas más. Una Ley tan genuinamente estalinista como es el Estatuto de los Trabajadores seguirá enseñoreando las relaciones laborales en nuestro país. Por lo demás, la Reforma aprobada es un galimatías ininteligible desde un punto de vista formal, con una redacción oscura y obtusa, acorde con la jungla intransitable en que se ha convertido la legislación laboral española. Un texto idóneo para seguir dando trabajo a los 80.000 abogados laboralistas que se calcula existen en España.

Al enfermo ya no le vale con una “reformita”

¿Es mejor este Decreto Ley que lo que había? “Hombre, sí, un poquito mejor, cierto, pero es que el enfermo está en quirófano con más de un 20% de paro, y en las actuales circunstancias, las peores de nuestra Historia reciente, esto ya no es suficiente”. En efecto, una economía que no es capaz de crear puestos de trabajo con tasas de crecimiento del PIB inferiores al 2% y que destruye 2,5 millones de empleos cuando se desacelera o entra en recesión, necesita algo más que una reformita, por mucho que ello moleste a los sindicatos. “Es una pena, por eso, que con el anuncio de huelga general sobre la mesa, Zapatero no haya pisado el acelerador a fondo para haber hecho algo realmente importante”. El Presidente espera que el trabajo sucio de mejorar ese texto corra a cargo de los grupos parlamentarios, fundamentalmente de CiU, durante su tramitación (¡albricias, por vía de urgencia!) en las Cámaras. Una situación que de nuevo coloca al Partido Popular ante el espejo. Alguien que representa a 10 millones de votantes no puede no tener opinión sobre asunto tan capital. No parece suficiente la abstención. A estas alturas será difícil encontrar un español que no tenga formada opinión sobre el daño infligido por el señor Rodríguez al bienestar de los españoles. Eso ya no tiene arreglo. Lo que sí puede aliviar la situación es ver a la oposición cambiando de estrategia y aportando soluciones. La posibilidad de que, de acuerdo con PNV y CIU, el PP lograra imponer al Gobierno algunas mejoras en el texto aprobado el miércoles aportaría a Mariano Rajoy un caudal de credibilidad incuestionable.

De momento, la tensión sobre España parece haberse relajado tras la cumbre de Bruselas del jueves. La señora Merkel se decidió por fin a echar una mano a nuestro país, mano interesada, desde luego, por la cuenta que le tiene a los bancos germanos. Ninguno de los problemas que ensombrecen nuestro futuro ha menguado y mucho menos desaparecido, pero en el panorama de este fin de semana parece apreciarse un cierto punto de inflexión en la catastrófica deriva a la que nuestro Capitán Achab pilotaba la nave. La decisión de filtrar la situación de la banca tras las pruebas de esfuerzo; el recorte salarial a los funcionarios; la reforma de las Cajas (eppur si muove); la futura LORCA, unido todo a la promesa de reforma de las pensiones (en su tónica, ZP dice también en privado a los visitadores de Moncloa que será “radical”), empieza a sumar una cierta masa crítica de tareas emprendidas que apuntan hacia ese mentado punto de inflexión. “Tal como estaba la situación, ya es una buena noticia que algo como lo publicado esta semana por la edición alemana del FT no se haya llevado a España por delante”. La tensión de los mercados, aunque sigue siendo muy elevada, parece haber aflojado un poco. Habrá que ver si es tendencia o flor de un día. Las cosas están muy mal, cierto, pero hay espacio para abrir hoy un ventanuco a la esperanza.


El Confidencial - Opinión

Sindicatos. Los rojos. Por José García Domínguez

Un mundo, el de ese eterno tiovivo que ansían perpetuar tan terribles rojos, escindido no en clases, sino en castas feudales; amén de asentado sobre el principio axial de la desigualdad ante la Ley.

Se antojaba en verdad difícil salvar a los sindicatos del ostracismo cierto y el desprestigio más que definitivo tras esa empecinada defensa suya del Antiguo Régimen (no el del gallego, sino el de Luis XVI y su hermético, inamovible orden estamental). No obstante, por muy arduo que semeje, nunca hay empeño imposible para una derecha tan sagaz como la española. Así, sus publicistas ya han encontrado la fórmula retórica con tal de redimir a Toxo y Méndez ante los ocho millones de parados y subempleados temporales que sufren su indiferente desidia: acusarlos, sin fundamento alguno, de rojos. "Izquierdistas trasnochados", viene a ser la cantinela canónica con que regalan sus oídos desde el anuncio de la huelga general. Cráneos privilegiados, que hubiera exclamado don Ramón María.

Extraños bolcheviques, sin embargo, los jerarcas de Comisiones y UGT, tan rendidos admiradores de la clase obrera que semejan encantados de que no exista sólo una, sino dos. A un lado, la aristocracia de cuello azul, atrincherada frente a los azares del mercado con las bayonetas de sus cláusulas indemnizatorias; al otro, los subproletarios abocados a eso que el viejo Marx bautizara "el ejército de reserva", nuevos parias prestos a arrostrar de por vida con los contratos basura. Por eso, el muy extravagante carácter ciclotímico de nuestro mercado de trabajo: súbitos crecimientos exponenciales de la contratación durante el tramo alcista del ciclo; derrumbes no menos fulminantes ante el más leve cambio de tendencia.


E, inevitable, su corolario: el paro crónico de los peones de brega del Tercer Estado durante las crisis, un derecho de pernada exigido por la nobleza sindical a fin de garantizar la estabilidad de su exclusiva clientela. Un mundo, el de ese eterno tiovivo que ansían perpetuar tan terribles rojos, escindido no en clases, sino en castas feudales; amén de asentado sobre el principio axial de la desigualdad ante la Ley. La Edad Media apenas travestida para la ocasión de Estado Social de Derecho, he ahí el glorioso pendón que llaman a defender las fuerzas del progreso el próximo 29 de septiembre. La izquierda reaccionaria combatiendo contra los principios del igualitarismo liberal, no en nombre de la revolución, sino en el del más obsceno corporativismo. Lo dicho, unos rojazos, Méndez y el otro.

Libertad Digital - Opinión

El correctivo europeo. Por Ignacio Camacho

Zapatero ha quedado retratado en Europa como un líder insolvente que ha de ser sometido a rigurosa vigilancia.

APROBADILLO raso. El displicente adanista que iba a mostrar a Europa el camino para salir de la crisis, iluminando con el resplandor socialdemócrata los pasos de la Unión, ha terminado su semestre de presidencia examinado por un tribunal de ceño fruncido que le ha pasado la prueba por los pelos para no provocar males mayores, y gracias a un atropellado arreón final de mal estudiante. Todo lo que podía salir mal ha salido mal para Zapatero en este turno europeo que pretendía convertir en el lanzamiento de su liderazgo «planetario». Arrancó exacerbando su protagonismo y no ha logrado sino ganarse enemistades y recelos; continuó con una cosecha de plantones, traspiés y fracasos y ha finalizado con la forzosa revocación de su política mediante una enmienda radical impuesta por aquellos a quienes trataba de impresionar con su novedoso «modelo productivo sostenible». La visibilidad internacional que buscaba sólo ha servido para provocar una profunda desconfianza que ha acentuado el «riesgo-país» y ha hecho zozobrar la estabilidad financiera española.

El resumen de esta brillantegestión comunitaria se resume en una brusca cura de humildad. El zapaterismo amplificó para darse pisto la importancia de un simple turno de dirección de la agenda europea y quiso imponer correctivos a los países que incumplieran los objetivos sociales, para acabar sometido a la amenaza de duras sanciones por saltarse el pacto de estabilidad, acorralado por la presión de los mercados de deuda y rodeado de dudas sobre la solidez de España como miembro del sistema monetario. La sobrevaloración del peso específico español en la Unión ha desembocado en el arrinconamiento de la nación en el grupo de las naciones poco fiables; lo que empezó como una advertencia simbólica —Zapatero sentado en Davos junto a los presidentes de Letonia y Grecia— ha concluido con la evidencia de la asimilación al peligro griego. Y todavía la retórica oficial ha pretendido pasar como un espaldarazo de suficiencia lo que no ha sido más que un aprobado provisional de las medidas de ajuste urgente forzadas por la tutela del directorio francoalemán. Pero en Europa no basta la propaganda al uso de puertas adentro; los socios exigen hechos contundentes para mantener el aval de su dinero.

El Zapatero que sacaba pecho bajo la estela de los cohetes del Año Nuevo ha quedado retratado como un líder insolvente que ha de ser sometido a vigilancia para que no comprometa la estabilidad común. Las bases de la política española han sido revisadas por un protectorado de hecho que ha desmantelado el proteccionismo derrochador y ha obligado al presidente a una reconversión completa de sí mismo. Bien mirado, se trata de un balance involuntariamente positivo; al menos alguien ha impuesto de fuera un poco de cordura en una deriva de desatino.


ABC - Opinión

Pantomima de Batasuna

mo ya viene siendo habitual cuando se aproximan procesos electorales, el brazo político de ETA se multiplica en actos públicos diversos y lanza sucesivos mensajes, bien directamente, bien a través de portavoces interpuestos, para sortear las limitaciones legales y judiciales que pesan sobre él. A este propósito sirvió ayer el acto celebrado en Bilbao con mucho aparato publicitario y al que se prestó el partido legal que fundara el ex lendakari Carlos Garicoetxea, Eusko Alkartasuna (EA). Esta formación nacionalista, fruto de una escisión del PNV, ha ido languideciendo lentamente y hoy no es más que un cascarón vacío, un esqueleto sin musculatura que sobrevive gracias a pactos parasitarios.

Es esa anorexia política la que ha impulsado a sus dirigentes a alquilar su edificio legal a Batasuna, arrojada fuera de la legalidad electoral por el Gobierno socialista tras el fracaso de negociación con ETA. Los batasunos, como los demás nacionalistas vascos, no desean bajo ningún concepto que se repita la experiencia de las elecciones autonómicas, cuya ausencia por imperativo legal no sólo les ha arrojado fuera del Parlamento vasco, sino que además ha propiciado el primer Gobierno autonómico no nacionalista. De ahí que hayan puesto en marcha, desde principios de año, una nueva estrategia para colarse por las rendijas legales y presentarse a las elecciones muncipales y forales de la próxima primavera. Una fórmula, aunque no sea la única, es utilizar un armazón legal existente, como hicieron en las muncipales de 2007 al resucitar Acción Nacionalista Vasca, un partido zombi desde su creación en 1936.


Aquí entra en juego EA, que parece dispuesta a inmolarse y a ser fagocitada por los batasunos. Basta con que copen sus listas electorales con candidatos sin un pasado comprometido o significado para que el brazo político de ETA burle de nuevo al Estado de Derecho, al igual que hizo con PCTV o ANV. En esta nueva etapa, a Batasuna no le faltan apoyos ni aliados de diversa índole nacionalista. Incluso goza de la comprensión y el aliento de dirigentes del Partido Socialista de Euskadi. Concretamente, su presidente, el polémico Jesús Eguiguren, principal impulsor de la negociación política con ETA, se ha prodigado en los últimos días en declaraciones a favor de la legalización de Batasuna al entender que se está alejando de la banda terrorista.

Sorprende que tras la amarga burla que los pistoleros y sus políticos han hecho del Gobierno socialista aún haya personajes como Eguiguren que voceen en el mercado una mercancía tan averiada y caduca como ésta de la Batasuna democrática, respetuosa con la legalidad y enemiga del terrorismo. Ésa fue la pantomima puesta en escena ayer en Bilbao con la complicidad de una EA decrépita y agonizante. Cabe esperar que, esta vez, las instituciones democráticas, empezando por el Gobierno y siguiendo por la Fiscalía, no vuelvan a cometer el mismo error que hace cuatro años y legalicen a los testaferros de los terroristas. La única posibilidad de que Batasuna pueda volver a la legalidad se producirá cuando ETA sea vencida y sus pistoleros encarcelados. Y para eso aún queda mucho trecho.


La Razón - Editorial

Subir impuestos no es la única política económica posible

Los datos de la Comunidad de Madrid contrastan incluso con respecto al dispendio practicado por otros compañeros de partido, como Gallardón, quien incrementó la deuda de la ciudad en más centenares de millones de euros sólo en el primer trimestre de 2010.

A principios de los 90, en plena devastación económica de España, el PSOE trató de convencernos de que debíamos aceptar con resignación las calamidades del paro, el déficit, la inflación o las subidas de impuestos y de que, sobre todo, no debíamos atribuírselas a la excelente gestión de su Gabinete, pues ésta era "la única política económica posible". Poco después, Aznar ganó las elecciones y demostró la rotunda falsedad de esa letanía con la que los socialistas nos habían martilleado a diario desde sus televisiones públicas y privadas.

La victoria de Aznar puso de manifiesto que el déficit puede reducirse no subiendo los impuestos, sino bajándolos y controlando el gasto; que los derechos de los trabajadores se defendían no condenándoles al desempleo crónico, sino liberalizando los mercados para que los empresarios puedan contratarlos; que la inflación no es una enfermedad endémica de la economía española, sino sólo el fruto de las manipulaciones crediticias que perpetraba el Gobierno a través de su banco central


El giro de la política económica hacia posiciones más ortodoxas, sensatas y liberales inauguró una de las mayores etapas de crecimiento de nuestra historia y, además, cambió el centro de la discusión política en nuestro país: la cuestión no era si había que subir o bajar los impuestos, sino cuánto había que reducirlos; la duda ya no residía en si el déficit público era o no positivo, sino a qué velocidad había que alcanzarlo y sustituirlo por un superávit. Incluso Zapatero afirmó aquello de que "bajar impuestos es de izquierdas" y proclamó a los cuatro vientos las virtudes del superávit que se produjo durante la primera legislatura. La única política económica posible llegó a ser la de bajar impuestos y cuadrar las cuentas públicas.

Hoy, a raíz del discurso populista y demagógico que la izquierda y cierta derecha han tejido en torno a la crisis económica, estamos volviendo a cometer los mismos errores del pasado y la izquierda, que algo sabe de arruinar sociedades y someterlas a un pesadísimo yugo fiscal, vuelve a subir los impuestos como si fuera "la única política económica posible". Lo hemos visto de momento con el incremento del IVA, del impuesto sobre ganancias patrimoniales y del IRPF en numerosas comunidades socialistas como Andalucía, Asturias, Extremadura o Cataluña. En Madrid, Tomás Gómez reiteró ayer domingo que pretendía hacer lo mismo si finalmente fuese elegido candidato a la presidencia de la comunidad y ganase las elecciones.

Pero, paradójicamente, Madrid es la comunidad que menos necesidad tiene de reducir su déficit gracias a que el Gobierno regional de Esperanza Aguirre ha seguido una política económica que continúa la que implementó Aznar para toda España. Habiendo rebajado el tramo autonómico del IRPF y suprimido de facto varios otros tributos como el de sucesiones, la de Madrid es la comunidad con menor déficit público según publicó recientemente el Banco de España: en el último año, su desequilibrio presupuestario sólo fue del 0,5% del PIB regional. Esta aceptable cifra contrasta, no ya con el déficit de la Administración Central (superior al 9%), sino con el de otras comunidades como Canarias o Castilla-La Mancha (por encima del 4,5%) o Cataluña y Andalucía (superiores al 2%). De hecho, el dato sobresale incluso con respecto al dispendio practicado por otros compañeros de su partido, como, de manera paradigmática, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, quien incrementó la deuda de la ciudad en más de 600.000 millones de euros sólo en el primer trimestre de 2010.

Claramente, España debe optar por uno de los dos modelos: o la socialdemocracia que sólo nos conduce a más déficit, mayores impuestos, más paro y menores estándares de vida; o las reformas liberales que pasan por reducir el déficit, los impuestos, el desempleo y la pobreza. Pero antes, el PP de Rajoy también debe elegir el suyo: o se decanta por el populismo socialista tan del gusto de Gallardón y otros dirigentes populares manirrotos, o por los planteamientos liberales de Aguirre, Aznar y también en otro momento, es de suponer, del propio Rajoy.


Libertad Digital - Editorial

Andalucía prepara el cambio

En términos políticos, este sondeo de ICM ratifica la paulatina generación de unas nuevas condiciones sociales, no sólo en Andalucía, sino también en toda España.

SI las elecciones andaluzas se celebraran ahora, el Partido Popular ganaría por mayoría absoluta y Javier Arenas sería el nuevo presidente de la Junta de Andalucía. Este es el resultado de la encuesta realizada por la empresa IMC para ABC, en la que se consolida la tendencia apreciada en los sondeos anteriores sobre el avance de los populares en la gran reserva de votos, junto a Cataluña, del socialismo español. Los datos de la encuesta revelan, además, que el cambio político que se avecina en Andalucía no responde sólo a la mala gestión de la crisis por el PSOE, sino también al agotamiento del régimen político establecido tras décadas de hegemonía socialista en una comunidad que no ha terminado de engancharse por completo a las transformaciones sociales y económicas del resto de España. Por tanto, el tópico de la coyuntura no sirve para explicar el 44,3 por ciento de estimación de voto que reciben los populares y que, proyectado en cada una de las provincias andaluzas, suma un total de 56 escaños, frente a 53 que sumaría la izquierda (PSOE e Izquierda Unida).

Los socialistas recibirían el 38,7 por ciento de los votos, en un contexto de opinión pública muy negativa sobre la gestión del Gobierno autonómico y muy proclive a la necesidad de cambio político. La sustitución de Manuel Chaves por José Antonio Griñán ha dejado indiferente a la gran mayoría de andaluces, que califican en un 59,9 por ciento como mala o muy mala la gestión del ejecutivo socialista, opinión mayoritaria también entre los votantes del PSOE. Además, el 66,2 por ciento reclama un cambio político, y todas las opiniones mayoritarias de los encuestados sostienen que tanto el PP como Javier Arenas son los indicados para liderar ese cambio político. Este criterio político de la mayoría de los encuestados explica que el PP reciba un altísimo porcentaje de voto directo, hasta llegar al 35,6 por ciento, frente al 27,5 por ciento de los socialistas. El dato de la intención directa es determinante para valorar la solidez del cambio de tendencia, porque refleja la respuesta espontánea, sin «cocina», del encuestado a la pregunta de a qué partido votaría.

En términos políticos, este sondeo de ICM ratifica la paulatina generación de unas nuevas condiciones sociales, no sólo en Andalucía, sino también en toda España, que pueden desembocar en cambios de gobierno, sostenidos por mayorías parlamentarias amplias. Evidentemente, estos datos, como cualesquiera otros que se recaben en sondeos realizados fuera de período electoral, pueden variar en lo que resta de legislatura. Pero lo importante de la encuesta de ICM es que muestra un cambio de opinión pública sostenido en criterios no coyunturales. El resumen de este sondeo es que el PSOE perdería un nicho de votos que le ha sido imprescindible para todas sus victorias electorales, anteriores y posteriores a la de 2004. Los casos de Madrid y Valencia, donde las mayorías del PP dieron un vuelco a las mayoría ideológica de sus
ciudadanos, son un antecedente muy importante sobre las consecuencias que puede tener una mayoría absoluta del centro derecha en Andalucía.

El avance del PP sólo es posible por la paulatina disolución del discurso contra la derecha como enemiga de los beneficios sociales y de las clases trabajadoras. Es evidente que un partido y unos Gobiernos, como los socialistas, que acumulan tasas de paro descontroladas y que han acreditado su ineficacia como gestores, no tienen autoridad moral para reprochar al PP sesgo antisocial alguno. El ciudadano es consciente de que no hay nada más antisocial que generar paro en masa y recortar pensiones.

POR otro lado, este giro drástico de la tendencia política en Andalucía se produce en un momento de crisis y desempleo que bien habría podido llevar a los encuestados a refugiarse en un Gobierno que prodiga el subsidio como sedante social. Sin embargo, los resultados del sondeo implican necesariamente un cambio de actitud ante esta política de servidumbres desarrollada por el PSOE en las tres décadas de gobierno autonómico. Por eso, antes que un cambio de gobierno, en Andalucía está cuajando un cambio social, a partir una nueva idea de sí misma y de lo que debe hacer en el futuro para abandonar el victimismo en la que la ha sumido una política socialista basada en la renuncia a la modernización, al dinamismo social, a la competitividad y, sobre todo, a la confianza en la capacidad de los andaluces para progresar sin la tutela de una administración partidista.


ABC - Editorial