domingo, 28 de marzo de 2010

Garzón, santo sindical. Por M. Martín Ferrand

DESDE que Baltasar Garzón se convirtiera en escolta electoral de Felipe González, en discutible salto del Judicial al Legislativo que remató con otro al Ejecutivo ante de volver a la blindada protección de su toga, pasó a ser el personaje más polémico y contradictorio de la vida española. Una situación que pudiera ser benéfica para un artista del varieté, pero impropia de quien, se supone, debe resultar ejemplo de moderación y equilibrio para alcanzar el respeto que exige su función y que merecen la mayoría de sus colegas. Garzón es a la Justicia lo que Belén Esteban para Telecinco, un protagonista fundamental que, independientemente de sus valores más hondos, mantiene vivo el espectáculo sin necesidad de mucho atrezo y ningún decorado.

Algunos nos inquietamos ante la conducta de tan singular personaje, más que por los asuntos en que se fundamentan sus problemas procesales, por lo que tiene de encarnación de un modo estelar y frívolo de ejercer su oficio. La polémica que suele acompañarle no se deriva de la originalidad de sus autos, la audacia y hondura de sus instrucciones ni de la cabal práctica de su magistratura. Suelen acompañarle vapores histriónicos, aires obsesivos y un entendimiento caprichoso de los tiempos a los que ajusta sus procedimientos. Son varios los casos que comprometen su futuro y habrá que esperar a que sus colegas decidan elevarle a los altares o mandarle a galeras, que todo es posible a la vista de los espasmos con que aquí y ahora cursa la justicia.

Garzón está en apuros y algunos de sus más devotos seguidores, como UGT y CCOO, quieren apoyarle. Ya anuncian que, pasada la Semana Santa -¡las vacaciones son lo primero para quienes dicen ser representantes de los trabajadores!-, saldrán a la calle para, en gesto inequívoco de presión a los tribunales que deben juzgar la conducta del juez estrella, proclamar su inocencia y condición benéfica para la Nación. Me gustaría conocer de qué manera las escuchas ilegales del «caso Gürtel», la hipótesis de prevaricación en el asunto de las fosas de la Guerra Civil o la financiación de sus excursiones americanas se relacionan con el espíritu que, se supone, anima a los sindicatos; pero está claro que quienes debieran centrar su interés en los españoles e inmigrantes que padecen el paro, y en la difícil situación de los demás, anteponen a su deber la devoción a Baltasar Garzón.


ABC - Opinión

Mayor, Zapatero y ETA. Por José María Carrascal

HAY quien dice que Mayor Oreja lanzó su órdago para obligar a Zapatero a retratarse, es decir, a cerrar todas las puertas traseras que le quedaban a ETA para colarse en las próximas elecciones municipales. Cosa que no ha tenido más remedio que hacer para despejar todas las dudas al respecto, aunque le queda devolver aquella autorización que le dio el Congreso para negociar con la banda en condiciones que luego no cumplió. Pero, en fin, el caso es que está más beligerante que nunca contra ella, de lo que todos nos congratulamos.

No creo, sin embargo, que haya sido esa la intención del ex ministro de Interior y hoy parlamentario europeo del PP. Más bien pienso que Jaime Mayor Oreja, como hombre de una pieza que es, fiel al discurso que ha mantenido durante los últimos años, nos ha dicho lo que piensa, sin otras pruebas que su instinto y su experiencia.


Personalmente, sin embargo, no creo que acierte en este caso. Y no lo creo por dos razones para mí de peso, aunque júzguelas cada cual por su cuenta. La primera es que Zapatero no negocia hoy con ETA, no por falta de ganas, que demostró ampliamente, sino por falta de ganas de ETA, que a estas alturas se ha quedado en una banda de fanáticos tan enloquecidos como descerebrados. Si ETA no negoció cuando el Gobierno Zapatero le ofrecía cuanto podía ofrecerle y algo más -que según Ibarretxe era más de lo que le ofrecía a él-, menos va a negociar ahora, cuando está contra las cuerdas. El descabezamiento continuo, las detenciones múltiples y el hallazgo ininterrumpido de zulos la dejan sin otra alternativa que la rendición por la vía de la entrega de armas. Y eso no entra en la cabeza de esos energúmenos, porque sería reducirlos a lo que son: no los liberadores del País Vasco, sino una banda de asesinos que ha causado todo tipo de sufrimientos a millares de persona tanto allí como en el resto de España. Algo, por tanto, que no harán nunca. Seguirán matando, robando extorsionando, cada vez más lejos de la realidad y de la razón, hasta que los detengan a todos.

Pero hay otra causa, de tanto o más peso, por la que no creo que Zapatero negocie con ellos. Y es que al presidente del Gobierno español también se le acaban las opciones. Con una crisis que se agiganta cada día y un desprestigio cada vez mayor en España, en Europa y en el mundo, con más parados, más deuda, menos soluciones y menos aliados, su único triunfo hoy es la lucha antiterrorista. Con él puede hacer olvidar, como está logrando, su anterior error de negociar con ETA, y tratará de hacer olvidar su error, primero, de no reconocer la crisis y, luego, de no acertar con sus remedios.

Por desgracia para él y para nosotros, no va a lograrlo porque esta crisis no se vence reparando aceras, subiendo el IVA ni, tampoco, deteniendo etarras.


ABC - Opinión

Todo claro. Por Alfonso Ussía

Los sindicatos organizan un acto contra el Supremo en apoyo a Garzón.

Lo harán con dinero público, el de ustedes y el mío, porque las cuotas de sus militantes no dan ni para comprar el alpiste del canario, que alguno habrá dando la tabarra en un despacho. La noticia es sorprendente. Tanto como la que sigue si fuera cierta: «El Embajador de Ucrania en Oslo convoca una manifestación ante el Palacio Real de la capital noruega en protesta por el precio de las plumas de las avestruces». La humanidad se preguntaría perpleja. ¿Insinúa el embajador de Ucrania en Oslo que los miembros de la Familia Real noruega acaparan y encarecen las plumas de las avestruces? ¿Será que el señor embajador está llamando «avestruz» a la Reina de Noruega? ¿Desde cuando importa tanto a los noruegos el precio de las plumas de las avestruces? Preguntas, todas ellas, de muy complicada respuesta satisfactoria. En una muy conocida familia madrileña se discutía la conveniencia o no del proyecto matrimonial de uno de sus miembros. Que si la novia tenía veinte años más que él, que si la novia se casaba por el dinero, que si la novia tenía excesivas huellas dactilares en el cuerpo, que si el novio era tonto, que si tal o que si cual. Cuando la discusión adquirió un tono en exceso subido, y aprovechando un segundo de milagroso silencio, alguien comentó: «La flota de Bermeo se ha hecho a la mar». Y no hubo boda.

Con más de cuatro millones de parados, los sindicatos subvencionados por el Gobierno, no han dicho ni mú. Bueno, hay que ser justo. Han dicho una vez «mú» después de dedicarle al Gobierno un «muá». Es lógico. Los españoles estamos acostumbrados a mantener el nivel de vida de multitud de vagos, y en los sindicatos también se vive muy bien sin dar con un palo al agua. Pero van a manifestarse a favor de un juez tres veces empapelado por el Tribunal Supremo. Si albergaba dudas respecto a Garzón, ya no las tengo. Todo ha quedado claro. Que sea la Justicia la que decida si Garzón es culpable o inocente. Para este humilde escribidor de ustedes, Garzón se ha convertido en una persona acreedora a la sospecha.

¿Quiénes han salido en defensa de un juez que ha podido delinquir gravemente? Los subvencionados. Casi todos los mangantes de la Ceja y los sindicatos. Cuando a un personaje público con vocación de ser más público que nadie, y que ha podido meterla hasta el remo, y que se ha creído que sobrevuela a la propia Justicia que administra y representa, le empiezan a salir defensores de las cloacas estalinistas, malo, malo. No digo que sea culpable, pero malo, malo. Los de siempre, sólo a la espera de que Carmen Machi –¿a qué se dedica?–, se sume o no a la relación de los protestantes. Y ahora los sindicatos. Más de cuatro millones de parados abrumados por sus silencios y componendas, y los sindicatos dando la tabarra a favor de Garzón. La verdad es que este hombre cuenta con agarraderas y amistades imprevisibles. Sólo falta que las creadoras del mapa del clítoris se unan a la empresa. Dicen en «El País», periódico gobernado por un falangista y censor en tiempos de Franco, que los magistrados del Supremo han actuado contra Garzón por motivos políticos. «Falangistas» los han llamado. Pero bueno, bueno, bueno. Si Garzón tiene semejantes defensores, puedo proclamar a pleno pulmón y con todo derecho que no merece mi confianza. El refranero dice muchas tonterías, pero también verdades como puños. «Mira con quien andas y te diré quién eres». Los de la Ceja que cobran de nuestros impuestos y los sindicatos que no abren la boca con más de cuatro millones de parados. Garzón, que se te ha visto el plumero, que viene muy bien para cerrar este artículo por lo de las avestruces. Y cerrado queda.


La Razón - Opinión

La reforma sanitaria de Obama: mito y realidad

La razón de este nuevo avance estatista impulsado por Obama no es proveer de asistencia sanitaria estatal a los más desfavorecidos pues ya la disfrutan, sino someter al yugo del estado a todos los demás.

Es sorprendente la unanimidad con que los políticos y medios de comunicación de este lado del Atlántico han saludado la reforma sanitaria emprendida por Obama. A tenor de los ditirambos lanzados con tal motivo, parecería que los ciudadanos de los Estados Unidos tuvieran que agradecer de rodillas a su presidente que vaya a salvarles la vida imponiéndoles un sistema público de sanidad que, paradójicamente, en Europa sólo utilizan los que no pueden costearse, además del estatal, un seguro privado para tales contingencias.

Hay muchos mitos alimentados por la izquierda que al socaire de esta decisión de Obama, validada por los demócratas de ambas cámaras, vuelven a reverdecer laureles a pesar de su escaso apego a la realidad. El más extendido tal vez sea el que los ciudadanos sin ingresos suficientes para pagarse un seguro privado mueren en los EEUU por falta de atención médica. Sin embargo, por más que nuestros autotitulados progresistas se empeñen, los norteamericanos más pobres no están desatendidos por el estado en materia de sanidad gracias a los programas Medicare y Medicaid, que cubren la atención sanitaria de jubilados y personas con bajos ingresos respectivamente, y funcionan en los Estados Unidos desde mediados de los sesenta del siglo pasado.

La razón de este nuevo avance estatista impulsado por Obama no es, por tanto, proveer de asistencia sanitaria estatal a los más desfavorecidos pues ya la disfrutan, sino someter al yugo del estado a todos los demás, una inmensa mayoría del los cuales prefiere decidir libremente sobre el cuidado de ellos mismos y sus familias como han venido haciendo hasta ahora. Obama, como cualquier político de izquierdas, supone que conoce las necesidades de los ciudadanos mejor que ellos mismos, pero lo que resulta aplaudido en el continente europeo como una gran conquista social en los Estados Unidos es mirado con recelo, pues el norteamericano medio, con muy bien criterio, sospecha siempre de las injerencias de los políticos en su vida privada.

Obama se dispone a obligar a más de treinta millones de estadounidenses a adquirir un servicio que no desean, introduciendo nuevas regulaciones en el mercado de los seguros médicos que elevaran su precio y subiendo la presión fiscal que ya soportan los ciudadanos, sin que exista la menor garantía de que todo este inmenso programa de reformas vaya a redundar en un beneficio tangible para los que lo han de sufrir sino al contrario, que es precisamente lo que ha ocurrido en el estado de Massachusetts tras poner en marcha hace cuatro años una ley prácticamente idéntica a la que Obama quiere ahora hacer extensiva a todo el país.

Todo parece indicar que la reforma sanitaria de Obama va a adquirir carta de naturaleza legal a pesar del rechazo público de cientos de miles de estadounidenses y la oposición de varios estados de la Unión. Las razones para esta fuerte contestación siguen siendo tan válidas como lo han sido siempre, especialmente en los Estados Unidos, y en realidad basta una sola palabra para resumirlas: Libertad. No otra cosa quieren los estadounidenses que se oponen a este proyecto socialista de su presidente, y si aquí no se entiende nuestro es el problema. Y ahora, con Obama, suyo también.


Libertad Digital - Editorial

Batasuna también es ETA en Francia

La cooperación antiterrorista francesa está siendo decisiva en el declive de ETA y lo será aún más si las palabras del presidente Sarkozy se convierten en hechos.

Prometió el Jefe del Estado francés desmantelar una a una las bases de ETA. El asesinato del gendarme Jean-Serge Nérin ha sido un trágico revulsivo para aumentar la intensidad de la lucha contra los etarras en suelo galo. Sin embargo, en esta política de colaboración entre ambos gobiernos falta el paso, por parte de las autoridades francesas, de llevar la legislación antiterrorista a los entramados seudo políticos que la banda etarra tiene montados en el país vecino. Así como España aprobó la Ley de Partidos Políticos para quitar a los etarras sus disfraces de concejales o parlamentarios, Francia aún mantiene en la legalidad las tramas «civiles» de ETA, permisividad de la que se ha venido beneficiando Batasuna desde 2001, cuando sus dirigentes empezaron a comprobar que el Gobierno de José María Aznar iba a por ellos, lo que confirmaron en 2002 con la Ley de Partidos Políticos, gracias a la cual se ilegalizó la red de formaciones que los etarras habían impulsado para consolidar su «frente político». Francia ya no es segura para ETA, pero aún representa una alternativa para los dirigentes batasunos, quienes han reproducido en este país el entramado de «herriko tabernas», sociedades de pantalla y grupos sociales que tenían en España, para proteger sus circuitos de financiación y apoyo logístico.

En cuanto el Gobierno francés asuma que ETA y sus tramas políticas se integran en una misma estructura, la policía y la Justicia galas podrán cerrar el cerco a los terroristas y desmantelar, como dijo Sarkozy, las plataformas de respaldo con las que cuentan. Es evidente que la primera condición de esta ampliación de la política antiterrorista francesa es que el Gobierno español no confunda a su homólogo galo con gestos o palabras equívocas acerca de la absoluta ilegalidad de las tramas políticas de ETA. Incluso el mensaje de que si los batasunos condenan a ETA podrán participar en la vida democrática puede ser contraproducente en caso de que se aspire a una adhesión de Francia, en este momento, a la lucha contra el frente «político» de los etarras. Además, cabe preguntarse si a estas alturas es moral y jurídicamente suficiente la condena a ETA para redimir un historial de cooperación criminal con tres décadas de asesinatos, dolor y terror.

ABC - Editorial