viernes, 5 de marzo de 2010

La normalización lingüística franquista. Por Guillermo Dupuy

Para aquel régimen, que también era nacionalista, que hubiera españoles que tuvieran como lengua propia el catalán era una "anomalía" tan erradicable como lo es para los nacionalistas de ahora que haya catalanes que tengan como lengua propia el castellano

La major part dels castellans gosen dir públicament que aquesta nostra província (Catalunya) no és Espanya y per ço que nosaltres no som verdaders espanyols. Aquesta província no sols és Espanya mas és la millor Espanya.

(Cristòfor Despuig, en sus col·loquis de la insigne ciutat de Tortosa,
1557)
Claro que Franco fue el inmediato precursor de la liberticida "normalización" lingüística que los nacionalismos periféricos han impuesto en muchas partes de España. Claro que la dictadura prohibió a millones de españoles estudiar en su lengua materna y los sometió a una coactiva inmersión lingüística como han hecho los nacionalistas de ahora con los catalanes o los gallegos. Para aquel régimen, que también era nacionalista, que hubiera españoles que tuvieran y consideraran como lengua propia al gallego, el euskera o el valenciano era una "anomalía" tan incomoda y erradicable como lo es para los nacionalistas de ahora que haya catalanes, vascos o gallegos que tengan y sientan como lengua propia el castellano.


En este sentido, no puedo estar más de acuerdo con el título del artículo de Cristina Losada Normalización lingüística. Franco fue el precursor. Ahora bien, sólo con el título. Y es que, sorprendentemente, lo que utiliza Cristina como base de su equiparación no es la coactiva erradicación de la enseñanza de lenguas españolas que se produjo en España durante la dictadura y la que se produce ahora; tampoco son esos moldes y delirios identitarios que, tanto entonces como ahora, conceden los derechos lingüísticos, no a las personas, sino a los territorios. Tampoco se refiere a esa visión homogénea y coactivamente homogeneizadora que en tiempos de Franco –y mucho antes– negaba la diversidad y el pluralismo de España tanto como ahora los nacionalistas niegan la diversidad y el pluralismo lingüístico de Cataluña o de Galicia. No. En lo que se fija Cristina Losada para hablar de Franco como "precursor" de la liberticida normalización lingüística de ahora es paradójicamente en un decreto que, como el 1433 de 30 de mayo de 1975, firmó el dictador poco antes de morir, y en el que básicamente concedía cierta libertad para estudiar otras lenguas españolas distintas del castellano.

Ahora bien. ¿De cuándo acá esta tardía libertad, o ese tardío reconocimiento de que las lenguas regionales son patrimonio cultural de la nación española, son "semillas" o "precursoras" de la liberticida inmersión lingüística que ahora los nacionalistas perpetran contra otros catalanes o gallegos? En todo caso estos tardíos decretos franquistas serían por el contrario precursores de una visión más liberal, constitucional y realista de lo que es España.

Aunque el régimen del General Franco, sobre todo durante sus primeras décadas, se caracterizara por la falta de reconocimiento y de libertad en materia lingüística, hay que reconocer que en muchos casos no fue tan represiva como son algunos nacionalismos de ahora, que vigilan hasta en qué idioma hablan los niños en el recreo. Es cierto que la dictadura, como ponen en evidencia los decretos mencionados por Cristina, fue paulatinamente reconociendo la diversidad de España y dando cada vez mayor libertad en materia lingüística, como también lo ilustra el hecho de la existencia de ikastolas o de otros centros en los que se podía estudiar lenguas distintas castellano o de editoriales que publicaban en esas lenguas. Ahora bien, esa paulatina mayor libertad no borra lo que de represivo tuvo en su mayor parte de vida el régimen franquista en materia lingüística y, menos aun, es "precursora" de la represión que ahora perpetra la inmersión lingüística nacionalista.

Estoy seguro de que Cristina Losada, tanto o más que yo, suscribe que el castellano no es la única lengua española y que el derecho a conocer y a usar cualquiera de ellas debe estar protegido, tal y como venían a reconocer esos tardíos decretos franquistas. Lo que no acabo de entender es que, por este hecho, Cristina y yo tengamos que sentirnos precursores de la liberticida normalización lingüística de ahora.


Libertad Digital - Opinión

Tremendismo antitaurino

Los argumentos contra la Fiesta en el Parlament son demagógicos y vacuos

El Parlamento de Cataluña ha celebrado las comparecencias a favor y en contra de las corridas de toros en la Comunidad. A lo largo de las dos últimas jornadas, se han sucedido los pronunciamientos enfrentados que, en principio, deben alumbrar la decisión final de la Cámara sobre la suerte de la Fiesta Nacional. En el contraste entre defensores y detractores de la tauromaquia ha quedado probada la solidez de los argumentos de los taurinos y la vacuidad de quienes han desnaturalizado la lidia. Lo cierto es que las intervenciones antitaurinas pasaron por alto todo lo que de cultura, tradición y respeto por el animal tienen los toros y se limitaron a un enfoque tremendista y de mal gusto. Que se comparara la Fiesta con la ablación del clítoris demuestra por sí sola la degradación de una posición y la aberrante actitud de algunos extremistas.

Entendemos el malestar de las organizaciones de mujeres, que ayer amenazaron con querellarse contra el filósofo Jesús Mosterín, responsable del desvarío. Alguno de los detractores de las corridas exhibió en la sesión parlamentaria el estoque, la banderilla y la puya para sostener la idea del maltrato del animal, pero el golpe teatral sólo fue eso, teatro y trivialización de una tradición ancestral. Aquellos que piensan que los miles y miles de personas que acuden a un coso sólo lo hacen para disfrutar con el sufrimiento del toro convertirían a esa gran parte de la población en una suerte de sádicos sedientos de sangre. Un disparate. Obviamente, detrás del estoque y la banderilla hay mucho, muchísimo más que no se puede manipular con una puesta en escena tan simplista. En todo este movimiento antitaurino, que reúne a ecologistas radicales con independentistas que persiguen únicamente la erradicación en Cataluña de todo aquello que guarde relación con España, existe también una gigantesca hipocresía. Quienes criminalizan y quieren condenar la Fiesta por el supuesto maltrato a los toros son los mismos que han prácticamente blindado en el Parlamento de Cataluña los denominados «correbous», un festejo taurino en el que los astados no son precisamente acariciados por las calles catalanas. Esa doble moral deja al descubierto la falacia de que la «cruzada antitaurina» protege, sobre todo, al animal. Hay muy sólidas razones para defender la tauromaquia. Frente a la monumental manipulación de los toros por parte de los promotores de una iniciativa ajena por completo a los problemas reales de Cataluña, a los cientos de miles de aficionados les asisten la tradición, la naturaleza del toro y, sobre todo, la libertad. No nos gusta ni compartimos la tendencia cada vez más acentuada de una parte de la clase gobernante a entrometerse en la vida de las personas. La democracia no se fortalece con la injerencia constante de la política en los derechos de la gente. ¿Qué fundamento jurídico puede aplicarse para abolir una actividad respetuosa con el Estado de Derecho, culturalmente enraizada y económicamente sostenible? Entendemos que la Fiesta vivirá o morirá en función de que el público la sostenga o no, de que exista una demanda suficiente, pero no por el capricho puntual del gobernante de turno que se deja condicionar por un animalismo de salón. La Comunidad de Madrid ha tomado la decisión de declarar los toros Bien de Interés Cultural por su relevancia y significación. Nos parece un acierto que reconoce la auténtica naturaleza de la Fiesta, la misma que provoca pasión y admiración, la misma que condujo al filósofo francés Francis Wolf a defenderla como un patrimonio mundial, no sólo español.

La Razón - Editorial

De Zapata a Juan Alberto. Por Carlos Herrera

CUANDO el grupo de periodistas que arribó a La Habana con motivo del siempre interesante Festival del Habano pudo charlar relajadamente con sus amables anfitriones cubanos, constató con sorpresa que ninguno de sus interlocutores sabía ni una palabra de la existencia de Orlando Zapata y, mucho menos, de su muerte como consecuencia de una huelga de hambre llevada al extremo. Sabido es que el periodismo consiste en eso precisamente, en comunicar que Zapata ha muerto a gente que no sabía que Zapata estaba siquiera vivo, y a ello se procedió de inmediato. No se trataba del tradicional disimulo con el que los sufrientes de una dictadura esquivan asuntos prohibidos para ellos: realmente la muerte de Zapata no era motivo de la más mínima información por parte de los medios cubanos. El bloqueo era férreo y, salvo los más allegados a los círculos disidentes que apoyaban al huelguista, nadie tenía acceso a una información que era titular destacado en medio mundo.

Con el paso de los días, sabedores de que hasta por los cierres más pétreos se acaba filtrando el agua inquieta de las noticias, el régimen puso en marcha su proceder habitual: se comunicaba la muerte de un delincuente, se escupía sobre su tumba y se ofrecía alguna imagen convenientemente manipulada que descargase responsabilidades en el muerto, no en los que vigilaban al muerto. Así fue: en las páginas de Granma un tal Enrique Ubieta escribió un vomitivo artículo que hubiese tenido reparos de firmar hasta el mismísimo cretino de Willy Toledo, la televisión cubana ofreció un video de cámara oculta en el que se veía a la madre del muerto agradeciendo a un médico el esfuerzo realizado -video que fue grabado preventivamente, ¿por qué?- y finalmente Fidel Castro declaró que en la Cuba revolucionaria jamás se había torturado a nadie, y mucho menos asesinado a opositor alguno. Sorprendente desahogo este último, ya que son incontables los testimonios de los miles de fusilamientos que practicaron los barbudos en cuanto detentaron el poder, y no digamos los que hacen referencia a las torturas que han venido practicando a todos aquellos a los que han encarcelado bajo las más peregrinas acusaciones.

Por si alguien cree que todo corresponde a la cacareada intoxicación histórica de los enemigos de la Revolución, les relataré un caso. Juan Alberto Valdés Terán estuvo veinticuatro años preso en el Combinado del Este, acusado en una de esas pantomimas judiciales de ser agente contrarevolucionario a sueldo de los americanos -era conductor de guagua-. En prisión, formó parte del grupo de «Los Plantados» -se negaban a vestir el traje carcelario- y recibió por ello no pocas sesiones de torturas, amén de un permanente maltrato ejercido con la maldad más sibilina. Este columnista que cuenta la historia consiguió en el año 83 un permiso de las autoridades para viajar a la isla y visitar a Juan Alberto, pariente lejano, padre de una querida tía política -esposa de mi inolvidable tío Eugenio- residentes en Miami. Una vez en prisión, supe que le obligaron a vestir el traje de preso por el que había mantenido una causa rebelde si quería verme, cosa que no hizo. Lógicamente, no se fiaba. Yo volví por mi camino, perplejo por la maldad de unos tipos que movilizan lo necesario para coaccionar a un pobre preso de algo más de setenta años al objeto de que cese una tímida protesta postural. A los pocos años, seis o siete, fue puesto en libertad. En Miami me explicó con detalle lo vivido en el interior de las prisiones de los Castro y tengo catalogadas todas las atrocidades que vio y sufrió, por si a alguien le interesan. Murió a los pocos años sin haber podido volver a pisar su tierra. Estos días, a cuenta del pobre Zapata, me he acordado mucho de Juan Alberto, a quien Dios tenga en su Gloria. Y también de la madre que parió a los williystoledos que andan por ahí sueltos.


ABC - Opinión

Esto lo arregla Franco. Por Raul Vilas

El diálogo social, que ya no es cosa de cultura política, sino una estructura directamente heredada del franquismo. Uno de sus pocos rasgos puramente fascistas, en el sentido estricto del término: sindicalismo vertical y negociación colectiva.

Lo de la sociedad española con el franquismo es pura esquizofrenia. Con el dictador vivo sólo cuatro gatos –buena parte de ellos están hoy en posiciones liberal-conservadoras, asqueados de la izquierda– se la jugaban frente a la pasividad de la mayoría, que no estaba por eso de "meterse en política". Ahora, con Franco 35 años bajo tierra parece que nada mola más que declararse antifranquista. El certificado lo concede el sumo sacerdote de la progresía ibérica: Juan Luis Cebrián, que guardará en algún cajón de su mansión moralejina la camisa azul que le aupó a la dirección de informativos de TVE con Arias Navarro, nada menos, como presidente del Gobierno.

Tan paradójico o más resulta que esta misma sociedad que ve tan guay oponerse a un esqueleto es el mejor reflejo de lo que dice aborrecer. Por mucho que se afanen en volar el Valle de los Caídos o retirar estatuas del dictador, su verdadera herencia, la que se mantiene vigente es la cultura política dominante, con dos rasgos fundamentales: la sumisión al poder y el miedo a la confrontación política. Exactamente lo contrario de lo que exige una democracia.

Eso explica la cansina sacralización del consenso, que se presenta como la panacea de todos los males, al margen de en qué y para qué se pongan de acuerdo. Su efecto como placebo es innegable. Lo vemos estos días con eso del Pacto del Estado contra la crisis. Ni el Gobierno piensa rectificar, ni el PP se fía del Ejecutivo, ni los asuntos que discuten –ivas, icos, i+d y alguna que otra i– tienen el calado imprescindible para que la economía española remonte. Pero da igual, se reúnen y todos felices.
Vayamos a la barra de cualquier bar de una ciudad española:
  • Esto de la crisis está muy mal, ¿qué hacemos?
  • ¡Que se pongan de acuerdo los políticos!
  • ¿En qué?
  • Ah no sé, yo no entiendo. Es cosa suya.
Luego está la otra gran solución: el diálogo social, que ya no es cosa de cultura política, sino una estructura directamente heredada del franquismo. Uno de sus pocos rasgos puramente fascistas, en el sentido estricto del término: sindicalismo vertical y negociación colectiva. Tinglado costosísimo que esclerotiza el mercado laboral e imposibilita las reformas que, con consenso o sin él, de verdad necesitamos. Ser antifranquista es muy guay, pero liberado sindical no veas.

Todo esto se proyecta en la infame campaña publicitaria del Esto lo arreglamos todos. Si ese es el camino, resucitemos al dictador y listo.


Libertad Digital - Opinión

El ejemplo de los deportistas. Por José María Carrascal

LAS únicas buenas noticias que últimamente recibimos los españoles vienen de nuestros deportistas.

No sólo compiten con la elite mundial, sino también ganan, con lo que, al fin, dejamos atrás las «victorias morales» de antaño. Y por si ello fuera poco, ganan por clase, por técnica, por pegada, jugando mejor que sus adversarios, convirtiendo sus actuaciones en auténticas exhibiciones. Pierden también de vez en cuando, como es natural, pero lo hacen con elegancia y pundonor, habiéndose dejado en la cancha cuanto tenían dentro. En una palabra: que podemos estar orgullosos de ellos y de ellas, pues también hay mujeres entre las mejores en disciplinas donde hasta ahora ni siquiera aparecían.

Y es del fútbol, el deporte rey, de donde nos llegan las mayores alegrías -me refiero a la cantidad, no a la calidad, al haber otros deportes, el tenis, el baloncesto, el motorismo, donde también destacamos- y la racha de victorias de nuestra selección nacional es la mejor muestra. Nunca habíamos ganado tanto durante tanto tiempo, jugando, además, como los ángeles. Ya no son aquellas embestidas de «furia española» que nos dieron más fama que galardones. Es el suyo hoy un juego calculado y preciso, con la cabeza y los pies, en el que no faltan los ramalazos de fiereza cuando se hace necesario romper la resistencia del contrario hasta obligarle a buscar el balón en el fondo de su portería. Una armoniosa conjunción de defensas y delanteros, que a menudo intercambian sus papeles, alimentados por unos medios, que constituyen el corazón y los pulmones del equipo. En una palabra: que da gusto verles jugar, como ocurrió el miércoles frente a Francia. El Barcelona marcó un camino que los demás han seguido con éxito para todos.

Pero más grato aún es verles en los entrenamientos. Encanta contemplar la camaradería que reina entre ellos, las bromas que se gastan, las charlas que sostienen, la dedicación que aplican a preparar las jugadas de conjunto. El espíritu de equipo en suma. Catalanes, madrileños, valencianos, asturianos, manchegos, andaluces, canarios, dando lo mejor de ellos, que es mucho, para lograr la victoria de todos. Cediendo el balón al compañero mejor situado, alegrándose de los goles que marca con entusiasmo de chiquillos y disculpando sus errores, constituyen no ya un orgullo, sino un ejemplo para una nación y un Estado donde cada uno tira para sí sin preocuparse lo más mínimo de los demás ni darse cuenta de que eso nos lleva a la peor de las derrotas: a la desaparición. Y han tenido que ser, miren ustedes por dónde, unos jóvenes «que corren detrás de un balón en calzoncillos», como se definía a los futbolistas, quienes enseñen cómo se sale de una crisis a políticos, intelectuales, financieros, empresarios, trabajadores, artistas y periodistas. Gracias.


ABC - Opinión

El asesor. Por Alfonso Ussía

Anselmi ha conseguido que los soberanistas catalanes comparen la fiesta de los toros con los secuestros y la ablación del clítoris

Los independentistas catalanes –dejémonos de vainas y disfraces–, que pretenden abolir la Fiesta de los toros en Cataluña, se han hecho con un asesor fundamental. Un joven dirigente de la nueva izquierda porteña. Un profundo conocedor del mundo taurino como todo argentino que se precie de serlo. Argentina es la nación que produce más carne de vacuno del mundo. Las vacas que alimentan a los argentinos, mansas o mañeras, acuden al matadero voluntariamente, exultantes de alegría. Saben que su carne hará felices a millones de personas cada día, y sus bistecs trasmiten a los que la degustan sus conocimientos psicológicos.

De ahí la facilidad del argentino por la psicología, la sociología y la psiquiatría. La causa y el origen está en las vacas. Mucha carne de vacuno ha tenido que comer el «profesor» Leonardo Anselmi, asesor de los independentistas catalanes, para conocer con tanta hondura el sufrimiento de los toros durante la lidia. Repito que existe una gran tradición taurina en Argentina, aunque desde la retirada del «Niño de Tucumán», «Farolitos de la Pampa» y Marcial Steinner «Hitlerito de Corrientes» –hijo de un nazi establecido en Argentina–, la afición ha decaído. Ahora parece ser que surge un novillero con buenas maneras, «John de las Malvinas», pero tiene acento inglés. En Argentina siempre ha destacado la altura intelectual y cultural del debate taurino. Anselmi lo ha vivido desde niño, y su militancia en la izquierda le ha convertido en el abanderado de la prohibición. Como todo intelectual de la izquierda, sufre con el padecimiento de los toros y aplaude el aborto, la situación de los presos políticos en Cuba, las expropiaciones en Venezuela y la piratería en Somalia. De ahí su gran importancia en el progresismo provacuno. Los Anselmi están ligados a la fiesta de los Toros desde siglos atrás. Fueron sus grandes adversarios en Sicilia, y gracias a sus antepasados, no se construyó la plaza de toros de Palermo, que iba a quedar preciosa. Asesora a los antitaurinos catalanes por vocación. Que nadie piense que Anselmi cobra por su trabajo. Es un hombre de la nueva izquierda, y el dinero le resbala. Sucede que los independentistas, de cuando en cuando, y para que Anselmi no se vea obligado a pedir limosna en las rotondas del Ensanche, le meten con disimulo abultados sobres en el bolsillo, pero él ni se entera. Los asesores antitaurinos argentinos son así, y no hay manera de que cambien.

Pudiera ser que los Anselmi, incluido Leonardo, sean o hayan sido aficionados al juego del Pato. En muchos lugares de Argentina se juega aún con el viejo reglamento. Se trata de un remedo del Baloncesto, con un pato vivo a modo de balón y a caballo. Los jinetes agarran el pato y tiran de él hasta que amputan su cuerpo. El pato no sufre, porque al ser argentino, también es psicólogo, y entiende el arte que hay detrás de todo ello. Se trata de un divertimento. Han muerto muchos jinetes por picotazos de patos poco preparados para comprender el trasfondo de prosperidad colectiva que conlleva su mutilación.

Anselmi ha conseguido que los soberanistas catalanes comparen la fiesta de los toros con los secuestros y la ablación del clítoris. Se nota, a mil leguas, que está sobradamente documentado. Hay que defender al toro bravo para que no sufran las vacas. Y es que Anselmi también es partidario de Hebe de Bonafini.


La Razón - Opinión

El nacionalismo hace retroceder a Cataluña

Desde que existen estadísticas fiables en España, Madrid ha superado por primera vez a Cataluña en términos de actividad económica. El nacionalismo se ha convertido en el peor lastre para la región.

MIENTRAS el Parlamento de Cataluña debate acaloradamente sobre la prohibición de la fiesta taurina y una sentencia judicial acaba de corroborar que rotular un comercio en castellano es digno de sanción, los datos de un estudio de las cajas de ahorro ponen en evidencia el declive económico de Cataluña, algo que a los políticos de esta comunidad les parece preocupar muy poco en relación al tiempo y la energía que dedican a su «construcción nacional».

Desde que existen estadísticas fiables en España, Madrid ha superado por primera vez a Cataluña en términos de actividad económica. El estudio de Funcas, el más completo y fiable que se realiza sobre desarrollo autonómico, muestra que el PIB de Madrid ascendió a 211.000 millones de euros el año pasado, por delante de los 210.000 millones del de Cataluña.


Madrid ya supone el 18,71% del PIB nacional, mientras que Cataluña se sitúa tres centésimas por debajo con el 18,68%. Estas cifras adquieren su verdadera magnitud cuando se considera que la comunidad catalana tiene 7,3 millones de residentes, un millón más que Madrid.

El estudio de Funcas revela también que la crisis está afectando más duramente a Cataluña que a Madrid. El PIB de la primera cayó un 4,7% en 2009, mientras que el de la segunda, sólo un 3,3%. La explicación reside básicamente en que Cataluña es una zona altamente industrializada, pero también hay otros factores que explican este mayor retroceso, como las trabas lingüísticas y los obstáculos que el Gobierno tripartito impone a quien quiera instalarse en esta comunidad.

Eso se refleja también en la tasa de paro, que se sitúa en Madrid en el 14% de la población activa, mientras que en Cataluña es del 16,2%. En términos de poder de compra, sobre un índice 100 de media nacional, Cataluña está en 107 y Madrid en 132. Pero lo más importante es que Cataluña estaba en 117 hace diez años, lo que supone que ha retrocedido 10 puntos. El dato es demoledor porque refuta la tesis de que la descentralización política y la transferencia de competencias aumenta la riqueza regional. En Cataluña, ha sucedido lo contrario, por lo menos en la etapa final del pujolismo y los siete años en el poder del Gobierno tripartito.

Por mucho que se quieran relativizar las estadísticas, el estudio de Funcas refuerza el hecho de que Madrid tiene ya más peso económico, más nivel de renta y más dinamismo inversor que Cataluña, que ha retrocedido visiblemente en la última década en el conjunto nacional. Ello debería hacer reflexionar a la clase política catalana, pero no sucederá porque los dirigentes de los partidos siguen instalados en un victimismo por el que todos los males vienen de la capital del Estado, a la que culpan de fagocitar la riqueza que se genera en Cataluña. Hay múltiples indicadores que desmienten este tópico porque, como todos los estudios demuestran, Madrid es la comunidad que más aporta a la solidaridad regional. En concreto, 12.000 millones de euros anuales, lo que supone casi el doble de la contribución de Cataluña, según el último informe del BBVA.

Madrid es hoy más solidaria y, ahora, también más rica que Cataluña, lo que pone de relieve el mal negocio que han hecho los catalanes con el nuevo Estatuto, nacido de la impostura del PSC y la frivolidad de Zapatero. Mientras Montilla se afana en imponer una educación en un idioma que no quiere para sus hijos, las empresas se van de Cataluña, el número de parados crece y el poder adquisitivo baja. Eso dicen al menos los números, que siempre son más fiables que la ideología.


El Mundo - Editorial

Una coalición explosiva. Por Fernándo Fernández

COMO esto sólo lo podemos arreglar entre todos, voy a poner mi granito de arena, que consiste en aportar racionalidad a la política económica sin deprimirme, porque vencer la coalición de intereses creados en torno a un presupuesto chicle se esté demostrando un imposible metafísico. Quiero cumplir con mi responsabilidad, que no consiste en pegarme un chute de adrenalina todas las mañanas gritando «voy a vender más», como Annette Bening en American Beauty y parece ser la última moda en gestión de crisis. Mi responsabilidad es sencillamente avisarles de un déficit público este año superior al 12 por ciento del PIB y de una crisis financiera salvaje allá por el año 2012.

Lo del déficit público es fácil. El Pacto de Estado se ha quedado en una colección de subvenciones y desgravaciones fiscales para aquellos sectores con suficiente poder político para ser incluidos en la lista de beneficiarios. Pedid y se os dará, es la nueva política de un gobierno necesitado de cariño. Una repetición de la barra libre autonómica del verano, y entre los invitados al reparto se han apuntado con alegría empresarios y partidos de la oposición. A nadie le amarga un dulce, y si la fiesta es gratis, o la pagan los que no votan, pues a beber, que son dos días.

Lo de la crisis financiera es aún más evidente, aunque quizá requiera una breve explicación, porque los banqueros son siempre culpables y la usura un pecado capital. Dos son las decisiones políticas que harán realidad nuestra peor pesadilla: la conversión del ICO en banca pública de desarrollo y las fusiones intrarregionales de Cajas de Ahorros. Dos malas ideas que se resisten a desparecer y que avanzan en la argentinización del país.

El ICO dispone de ㈔.000 millones (2 por ciento del PIB) para invertir directamente en aquellas empresas que considere oportuno. Vuelve el INI y, como muestra de que no hemos aprendido nada, así como en el franquismo tiramos el dinero en desarrollar una industria propia del automóvil, ahora lo hacemos en tener líneas aéreas de bandera autonómica como Spanair. El ICO prestará hasta 200.000 por autónomo o pyme sin limitación alguna. Y ahí vamos a tirar otros dos puntos del PIB, por lo menos. Gran parte del mundo empresarial y político celebra esta decisión. Por fin llegará el crédito a la economía real, porque ya se sabe que los bancos no prestan porque no quieren, no porque no puedan, y es responsabilidad del Gobierno asegurarse que el dinero llega a los que tienen ideas. Extraña responsabilidad, por cierto, que concibe el sistema financiero como una ONG y supone que el ICO tiene recursos para analizar el crédito. No los tiene y por eso ¡oh, paradoja! va a contratar a jubilados de banca o, más propiamente, no va a analizar nada porque el objetivo no es que el crédito se pague, sino que se gaste, para eso es un banco público y no se va andar con exquisiteces. Me he pasado años deshaciendo bancos públicos y todos tenían las mismas características; la buena voluntad se transformaba primero en favoritismo, luego directamente en corrupción; unos estándares de actuación formalmente impecables se degradaban hasta desaparecer y los controles de crédito sólo se aplicaban a los enemigos. Todos acabaron creando un importante agujero fiscal, aunque normalmente era otro gobierno de distinto signo el que se comía el marrón. Pero aquí somos diferentes, somos serios, no somos PIGS, y no va a pasar. Tan diferentes, que el ahorro de los gallegos es de los gallegos, sic, como las Cajas catalanas son de los catalanes. La globalización o el mercado único financiero es un invento de especuladores y capitalistas neoliberales. Nosotros tenemos nuestras costumbres y nuestras Cajas. Si están mal, déjennos que nos las pulamos solos, y luego ya hablaremos de deudas históricas y cómo pagar la factura. En 2012, si llegamos.


ABC - Opinión

Sobran funcionarios... y faltan empresarios. Por Francisco Carrillo

Nunca ha sido el espíritu empresarial característica dominante en el carácter de los españoles.

Los negocios no son actividad de hidalgos; y, mientras la pobreza honorable se ha visto casi siempre con respeto, se ha desconfiado por lo general del comportamiento de aquellos que intentan obtener beneficios en una actividad comercial o industrial. La mezcla de este espíritu con la tradición católica hacen muy difícil que la sociedad vea con respeto a quienes ganan dinero creando su propia empresa; a diferencia, por cierto, de lo que ocurre a quienes han obtenido su riqueza por nacimiento o por métodos que a menudo ni siquiera se puede mencionar sin sonrojarse. No cabe duda, quien gana dinero trabajando en este país no es objeto de gran aprecio. Pocas frases definen mejor esta curiosa actitud que aquel texto de Quevedo en el que afirma que "conciencia en mercader es como virgo en cotorrera, que se vende no habiéndolo".

Esta actitud, inicialmente limitada a determinadas clases o estamentos, se extendió hace ya siglos a toda la sociedad, y sigue muy presente en la España actual. Las críticas a los empresarios y a los "especuladores", a los que se les acusa de todos los males del país, constituyen una clara muestra de esta forma de entender la economía. En la misma línea está, desde luego, el rechazo a casi cualquier medida que tenga como objetivo aumentar la competencia mediante la liberalización de un sector regulado. Así, que las tiendas puedan abrir el día que quieran sus propietarios es algo que despierta auténtica animadversión en mucha gente, aunque el hecho a ellos en nada les perjudique y la gran mayoría de las personas resulte beneficiada. Tenga cuidado si se le ocurre, por ejemplo, sugerir que se deberían permitir que funcione la competencia en la sanidad, en la educación o en las pensiones. Su integridad física podría correr peligro. "La competencia nos envilece", afirmaban los farmacéuticos hace algo más de cien años; y muchos españoles piensan, en el fondo, lo mismo.

Consecuencia lógica de esta actitud es la obsesión nacional por trabajar para el Estado, la comunidad autónoma o el ayuntamiento del pueblo. Todos queremos ser funcionarios y asumir los valores del conformismo y el rechazo a asumir riesgos. El aumento del nivel de renta y la descentralización administrativa permitieron, a lo largo de bastantes años, un crecimiento absurdo del número de personas que trabajan en el sector público, que ya supera los tres millones. Hay comunidades autónomas, como Extremadura o Andalucía, en las que pocas cosas se pueden hacer al margen de la administración autonómica y local, que han creado un sistema caciquil de nuevo cuño que hace muy difícil que estas zonas puedan experimentar un auténtico progreso económico, al margen de la subvención y las transferencias. Pero incluso regiones que durante mucho tiempo creyeron más en el sector privado que en la Administración se están convirtiendo también en sociedades de funcionarios. Cataluña es un buen ejemplo, aunque no el único, desde luego, de esta renuncia a la iniciativa individual y a la asunción de riesgos.

Una de las vicepresidentas del Gobierno dijo hace sólo unos días, que, en la actual situación de crisis, el sector público es nuestra "tabla de salvación"; y añadió a continuación, sin inmutarse, que "lo público" constituye un "pilar dinamizador". Al margen de lo absurdo de la expresión, la frase refleja lo viva que la actitud contraria a las soluciones de mercado sigue en nuestro país. Pues nada, creemos más funcionarios, hagamos la vida imposible a los empresarios innovadores... y sentémonos a esperar la recuperación de la economía española.


Libertad Digital - Opinión

Otro coordinador. Por M. Martín Ferrand

ENTRE todos los verbos de uso común en las Administraciones Públicas, con escasas diferencias entre las locales, autonómicas y la nacional, el de más impreciso significado es, sin duda, el verbo «coordinar». Posiblemente, la concertación de esfuerzos en pos de una acción común sea un concepto contradictorio con lo público, algo reservado únicamente al ámbito privado; pero, a pesar de todo, la ambición coordinativa aparece siempre en la médula del sermón gubernamental, sea cual fuere el color dominante en cada momento. En lo que a la información respecta, la obsesión llega tan lejos que existe -palabra de honor- una Secretaría de Estado de Comunicación con la principal misión de «coordinar la política informativa del Gobierno». Algo próximo, sospecho, al espiritismo.

La hasta ahora titular de tan singular Secretaría, Nieves Goicoechea, vuelve a sus labores y los hados monclovitas han decidido colocar en su lugar a Félix Monteira, un entusiasta de la causa socialista que, durante el último año, ha dirigido Público, un periódico con más doctrina que lectores que forma parte de la flota de poder e influencia de Jaume Roures, un empresario de raíz marxista que confiesa ganar dinero para defender sus ideas. De González a Aznar el respeto por la información independiente fue escaso; pero, en el zapaterismo, se instaló bajo mínimos. ¿Por qué, ahora, en trance de gran tribulación se decide un relevo tan insólito?

El perfil de Monteira es tan respetable como inadecuado para mantener una relación fluida con los medios. Los de su proximidad ideológica y militante -es uno de los primeros pobladores de El País- se lo quitaron de encima y, encastillado en sus fervores, no se le conocen relaciones fluidas con los medios independientes y, menos aún, con los de sesgo contrario al suyo propio. Quizá, como fue director de Cinco Días, el diario de Prisa especializado en economía, se ajuste a la necesidad expresada estos últimos días en el Palacio de Zurbano: «Tenemos que trasladar con más eficacia el mensaje económico»; algo que, a falta de soluciones, inquieta al complejo entramado electorero de La Moncloa. En ese orden hay que recordar que, bajo su dirección, Cinco Días perdió ventas e influencia. Quizá para entender las razones de tan singular relevo entre la nada y el nada haya que saber que «angélica» es algo más que una planta útil para sazonar cierto tipo de guisos.


ABC - Opinión

Moratinos en acción. Por Emilio Campmany)

Lo peor de todo es la postración de España en el concierto internacional. Si no nos toma ya en serio ni la Venezuela de Chávez, ¿quién lo hará?

Los documentos incautados a ETA ponen de manifiesto que la organización vasca y las FARC mantienen una estrecha colaboración. La base territorial que ambas emplean es Venezuela. Hasta qué punto esta relación goza del beneplácito del Gobierno venezolano es algo que no queda del todo claro en dicha documentación, aunque sí cabe sospechar que lo menos que ha hecho Chávez en el asunto es la vista gorda. Dadas las circunstancias, lo lógico sería que el Gobierno español exigiera al venezolano cumplidas explicaciones de cómo es posible que la ETA opere con tal impunidad en territorio de su soberanía. Tan lógico es que Zapatero no tuvo más remedio que comprometerse a hacerlo por medio de su ministro de Asuntos Exteriores. Al poco, salió Chávez en la televisión diciendo que sí, que habló con Moratinos, pero que nada le pidió y que si llegara a hacerlo, nada le daría.

Luego nos enteramos por el propio Moratinos de que, en efecto, nunca pidió esas explicaciones. Que lo único que hizo fue solicitar información, si bien de sus palabras se desprende que ni siquiera eso hizo. O si lo hizo, Chávez no le informó de nada. Más bien, ocurrió lo contrario. Fue Moratinos quien informó a Chávez de qué había ocurrido. Si llegan a hablar medio minuto más, acaba don Miguel Ángel pidiéndole perdón al dictador caribeño por el inconveniente de haber sido importunado por un juez español.

Con lo cual, una de dos. O Zapatero le ordenó a su ministro que le pidiera explicaciones al Gobierno venezolano y el diplomático desobedeció, o Zapatero dijo en público haber ordenado una cosa y en privado resultó haber mandado otra distinta.

Además, el modo en el que Moratinos le ha explicado a los periodistas por qué no va a insistir en el asunto hace pensar que el Gobierno tan sólo aparenta darle importancia al asunto. De otra manera no puede entenderse que diga que lo único que hay son indicios de colaboración con ETA, "pero nada más". ¿Qué tiene que pasar para que Moratinos pida explicaciones a Chávez si el que haya indicios de colaborar con ETA no es bastante? Claro que, considerando que tiene un compañero de Gabinete sospechoso de haber impedido que un etarra fuera apresado avisándole de que estaba a punto de ser detenido para que huyera, lo de Chávez es peccata minuta.

Pero, además, el ministro se reveló ante los periodistas como un realista furibundo ante quien el mismo Kissinger palidecería. Vino a decirles que los muchos intereses económicos que España tiene en el país caribeño deben prevalecer frente a una colaboracioncilla de nada con la ETA que se ha sacado de la manga un juez calavera. Para ser un progre idealista, amigo de causas perdidas, benefactor de todos los pobres del mundo, no está mal el cálculo.

Es terrible que nuestro Gobierno se arrugue ante la evidencia de que el de otro país colabora con una organización terrorista que pretende nuestra destrucción. Aún más lo es que un Gobierno extranjero nos trate con desdén y desprecio con sólo insinuar que alguna explicación debería darnos. Y no lo es menos que el nuestro encaje los desaires como si no fuera con ellos. Pero lo peor de todo es la postración de España en el concierto internacional. Si no nos toma ya en serio ni la Venezuela de Chávez, ¿quién lo hará? Y nosotros todo el día preocupados por la crisis económica cuando ése, con ser ciclópeo, es el menor de nuestros problemas.


Libertad Digital - Opinión

Españolismo involuntario. Por Ignacio Camacho

EN su afán por rechazar y alejarse de la identidad española, los independentistas catalanes han reverdecido uno de los fenómenos más genuinos de la cultura celtibérica; pocas cosas hay más nacionales que la polémica sobre las corridas de toros, que lleva ahí tanto tiempo como la fiesta misma. Si acaso hay algo aún más nacional es el vicio de prohibir, y esos tipos han caído de golpe en las dos pasiones con un reflejo inconsciente. Les guste o no, España está cosida con ciertos hilos invisibles y uno de ellos es esta morbosa inclinación a la controversia estéril, a un antagonismo banderizo que ni siquiera es ideológico -hay numerosos antitaurinos de derechas e izquierdistas taurófilos-, sino puramente visceral, impulsivo y exaltado. Españolísimo, mal que les pese.

Si algo de novedoso tiene esta enésima edición de un debate secular es la liviandad intelectual con que lo ha planteado el Parlamento de Cataluña. Un litigio histórico en el que han participado Unamuno y Ortega, Goya y Jovellanos, Pérez de Ayala o Noel, Bergamín y Pérez de Ayala, Ferrater Mora o Cossío, no se puede actualizar en una comisión semianónima de ganaderos en crisis, veterinarios ecologistas, sociólogos posmarxistas, escritoras melancólicas, psicólogos conductistas y un alcalde comunista franchute, que por cierto está a favor de la lidia. El único guiño de enlace con la rutilante veta de la querella taurina es un torero que se llama Joselito, al que encima le negaron la traducción del catalán para que se notase el toque identitario. Ese florilegio tan posmoderno será muy del gusto del esquerrismo pero ahí falta masa crítica, enjundia filosofal, materia gris, prestigio doctoral y brillantez retórica. Esa ganadería va corta de trapío; eso no es una discusión de sabios sino un debatillo de penenes.

Claro que si llamasen a gente de peso se iba a notar el desequilibrio en perjuicio de los abolicionistas, que a día de hoy no tienen a un Savater o a un Vargas Llosa, y que para compensar la carencia tratan de hacer pasar por filósofos a profesores de filosofía. Esta desventaja no es de ahora mismo; en la vieja disputa dialéctica sobre la tauromaquia hay una superioridad flagrante, en talento y fama, del bando favorable. Con honrosas excepciones, casi todas dentro de la Generación del 98, la expresión del pensamiento antitaurino ha sido siempre más bien una superficial propaganda de agitación más o menos apasionada. Los adversarios de la fiesta no cuentan en sus filas históricas con un Picasso, un Alberti o un Lorca, por citar sólo ejemplos de incuestionable filiación ideológica.

Pero eso importa poco cuando existe un designio político. El independentismo catalán ha formulado un diktat contra la fiesta por su incuestionable raíz española, aunque lo disfrace de ecologismo y esté tropezando con la cerrada defensa de los franceses. Y en esa ceguera sectaria no cae en la cuenta de que incurre de lleno en una españolísima intransigencia.


ABC - Opinión

Pepiño Gotera y Montoro Chapuzas. Por Cristina Losada

Las propuestas de Zapatero no necesitan de pactos de Estado; sólo tiene que llevarlas al Parlamento. Mucho más se dispone a hacer Papandreu, quien ha anunciado un plan de ajuste sin más historias.

Cuando, el 25 de octubre de 1977, los partidos políticos acudieron a La Moncloa, los deberes ya estaban hechos. El encuentro podía haber durado los minutos suficientes para echar la rúbrica, pero el acto requería mayor solemnidad, razón por la que los protagonistas permanecieron reunidos varias horas antes de proclamar los pactos de La Moncloa. Se procede ahora al revés en la reedición bastarda que el Gobierno pastorea. El foco se desplaza del resultado al procedimiento, del contenido al continente y de lo sustancial a lo accesorio. Así, uno de los puntos de coincidencia notables que han alcanzado PSOE y PP versa sobre la rebaja del IVA a los fontaneros, crucial asunto del programa de reformas que precisa la maltrecha economía.

"Para este viaje no hacían falta estas alforjas", sentenció Rajoy a cuenta de las sesiones. Y tenía razón. Las propuestas de Zapatero no necesitan de pactos de Estado; sólo tiene que llevarlas al Parlamento. Mucho más se dispone a hacer Papandreu, quien ha anunciado un plan de ajuste sin más historias. No hacen falta grandes decorados para obra tan insignificante como la que pergeñan Salgado y Cía. Pero, desde la perspectiva de la política y la comunicación, caso de que no sean sinónimos, resultan convenientes. Se trata de que, a la hora de la verdad, que es la del telediario, Blanco aparezca como un hombre de Estado, serio y responsable, volcado en lograr que "estoloarreglemosentretodos", y Montoro, como un tipo cabreado, alérgico a los consensos, un zascandil que se pitorrea del esfuerzo por aunar voluntades.

El tinglado de la antigua farsa se levanta para una opinión pública que siempre desea que los políticos dejen de pelearse, aparquen sus diferencias y se junten por el bien de todos. Viejos lugares comunes de una cultura política española, que tiende a rechazar la confrontación de alternativas y la lucha partidista, esto es, los rasgos propios de un sistema de partidos, como si sintiera nostalgia de tiempos en los que no existía. La paradoja es que el escenario dialogante ha de servir para atizar la desunión. Una vez perdido el tiempo, si el PP no pasa por el aro, resucitará el cordón. No se vislumbran reformas dignas de ese nombre, ni pactos de Estado, ni Gobierno de concentración. Tengo para mí que esto no lo desatasca ni Super Mario con su IVA superreducido.


Libertad Digital - Opinión

Hipocresía antitaurina

CON el falso pretexto de la defensa de los animales, el nacionalismo radical ha conseguido su propósito de convertir en un circo mediático las sesiones del Parlamento catalán sobre la prohibición de los toros.

La crispación alcanzó su punto culminante tras la comparación lamentable entre la Fiesta y la ablación de clítoris, los malos tratos a la mujer o la lucha entre gladiadores. Por supuesto, el objetivo último es eliminar cualquier vestigio de la cultura común a todos los españoles, en contra de las evidencias históricas y sociológicas sobre el arraigo de los toros en Cataluña. El dogmatismo seudocientífico impide a los «abolicionistas» reconocer que la tauromaquia forma parte esencial del arte y la cultura, como reflejan -entre otros muchos casos- los dibujos de Pablo Picasso que ayer publicaba ABC. Novela, poesía, artes plásticas y otras muchas manifestaciones culturales expresan a través de obras inmortales el componente épico de la Fiesta taurina. Prohibir la Fiesta de los toros supone un atentado contra los derechos individuales y contra un hecho cultural de máxima relevancia. Así lo ha entendido con acierto la Comunidad de Madrid, quien ayer decidió declarar la Fiesta de los Toros Bien de Interés Cultural. El Gobierno de Esperanza Aguirre, presto al quite, ha demostrado, además de reflejos, coherencia y sentido político.

Prohibir la Fiesta es -lisa y llanamente- un «crimen contra la libertad», como proclamaba Santiago Martín, «El Viti», desde la Tercera de ayer.

Es inútil razonar contra quienes prefieren hacer oídos sordos a cualquier argumento objetivo. Algunos apelan al sufrimiento de los animales, pero su actitud -falsamente progresista- no les impide asumir con naturalidad otro tipo de daños que se infligen a los seres humanos al amparo de razones injustificables. Ese «progresismo» lleva a algunos a defender el derecho a la vida del toro, pero a negárselo al ser humano concebido. Las comparecencias que se desarrollan en la Cámara catalana suponen ya un triunfo para los radicales, con independencia del resultado final de un procedimiento legislativo que nunca tendría que haberse iniciado. La libertad es uno de los valores superiores de la Constitución y debe inspirar todo el ordenamiento jurídico, en el ámbito nacional o autonómico.


ABC - Editorial

Los amigos de Zapatero no son amigos de España

El Ejecutivo de Zapatero ha decidido callarse frente a un Gobierno que colabora con una organización que pretende la destrucción de España y que mata para conseguirla. Así, desde luego, no se defienden nuestros intereses, ni económicos ni de ningún tipo.

La llegada de Zapatero al poder supuso un claro cambio de rumbo de la política exterior española. Con sus peculiaridades, no cabe duda de que era la propia de un país desarrollado y occidental, que defendía sus intereses e incluso se ocupaba con preocupación de la violación de los derechos humanos, especialmente en países tan cercanos como Cuba o el Sáhara.

Pero todo eso cambió. Se pasó de combatir el integrismo islámico a defender una Alianza de las Civilizaciones que dejó claro en qué consistía cuando nuestro país se puso del lado de las teocracias y no de la libertad de expresión en su condena a las viñetas danesas. Se dejó de defender los derechos humanos y se pasó al apoyo de toda cosa de izquierdas que hubiera por América, sin importar su carácter vegetariano o carnívoro. Quizá el ejemplo más notable de esa diplomacia bananera fue la promesa hecha a Evo Morales de doblar la ayuda a Bolivia, pero sólo si ganaba él las elecciones. No obstante, fueron los apoyos a la dictadura cubana frente a la disidencia y al "experimento democrático venezolano" frente a la oposición y al más elemental respeto a los derechos humanos los puntos más importantes de esta deriva.


Como le suele suceder a la izquierda en esta materia, los cambios les han salido gratis a Zapatero y Moratinos. Da lo mismo que apoye a gobiernos que tienen por costumbre encarcelar disidentes o aterrorizar a la población mediante bandas de matones armados: si son de izquierdas, para muchos está justificado o, al menos, pueden permitirse mirar para otro lado.

Sin embargo, esos gobiernos tienen otra fea costumbre, como es la de apoyar y auxiliar a otros revolucionarios, entre los cuales incluyen a ETA, banda terrorista y, detalle que muchos olvidan, de extrema izquierda. El auto del juez Eloy Velasco ha sido claro: la relación entre los terroristas colombianos de las FARC y los españoles de ETA tenía lugar en suelo colombiano bajo la amorosa protección de Chávez, que llegó a darle cargos en el Gobierno a un etarra. En Venezuela se probó armamento que luego se usaría en atentados y las dos organizaciones criminales intercambiaron sus conocimientos.

Unos hechos así, en un auto de un juez basado en la propia documentación de los terroristas de ambos lados del charco, habrían movido a cualquier Gobierno digno de tal nombre a llamar a consultas a su embajador y, desde luego, a exigir a Chávez unas disculpas. Zapatero, presionado por una opinión pública que abomina de ETA, prometió que pediría explicaciones al gorila rojo. Pero Moratinos no hizo nada de eso. ¿Mintió Zapatero, le engañó Moratinos? Dado que este último sigue en su cargo, sólo cabe concluir que el presidente del Gobierno hizo esas declaraciones para quitarse el problema de encima, esperando que los días cubriesen con un manto de olvido los graves atentados de Chávez contra nuestro país.

Preguntado por los periodistas, Moratinos ha declarado que le parecen más importantes nuestros intereses económicos en Venezuela –cada vez más exiguos tras las nacionalizaciones del gorila rojo– que "un absurdo enfrentamiento" provocado por "nada más" que unos "indicios de colaboración con ETA". Es comprensible que en un Gobierno investigado por el chivatazo eso de colaborar con ETA le parezca poca cosa. El Ejecutivo liderado por Zapatero ha decidido callarse frente a un Gobierno que colabora con una organización que pretende la destrucción de España y que mata para conseguirla. Así, desde luego, no se defienden nuestros intereses, ni económicos ni de ningún otro tipo. Pero es que está claro que los amigos de Zapatero no son los de España.


Libertad Digital - Editorial

Chávez deja en evidencia al Gobierno

EL Gobierno socialista se equivoca al pretender ignorar la gravedad de lo que implica el contenido del auto del juez Eloy Velasco que acusa a las autoridades venezolanas de cooperación con grupos terroristas en sus planes de cometer atentados en España. El ministro de Asuntos Exteriores no puede insistir en que esto se puede zanjar con una simple llamada de teléfono, mucho menos si -como ha revelado el caudillo venezolano Hugo Chávez- la dedicó precisamente a quitar importancia al asunto. Lo que Moratinos le dijo a las autoridades venezolanas es parcialmente cierto; el Gobierno no está detrás de las acusaciones levantadas por la Audiencia Nacional, de lo que en este contexto se puede deducir que si hubiera tenido conocimiento cabal de esos indicios por sus propios medios, quizá lo habría ocultado concienzudamente.

Pero lo que no puede desconocer el Gobierno es que una vez que el juez ha señalado oficialmente la sospecha razonable de que existe un delito, su obligación constitucional es ayudarle a perseguirlo y, a la vista de las imprecaciones de Hugo Chávez, la confianza del ministro Moratinos en que Venezuela vaya a colaborar con la Audiencia es un sarcasmo, y más después de conocer que el Parlamento venezolano se plantea demandar a la Corona española «por los cien millones de muertos de la Conquista, crímenes de lesa humanidad que no prescriben». Esta reacción de Hugo Chávez era previsible, pero no es aceptable que sea el propio Gobierno español el que desprecie de esta manera una actuación judicial e ignore los ataques a España del «caudillo» venezolano.

La proximidad entre Hugo Chávez y los terroristas colombianos de las FARC no es un secreto para nadie: Venezuela es el único país que se ha atrevido a hacer un monumento al que durante cuatro décadas fue su máximo responsable, «Tirofijo», y ha intentado por todos los medios la pirueta de declarar «fuerza beligerante» a un grupo que está en todas las listas de bandas terroristas del mundo. En cuanto a sus relaciones con el entorno etarra, son de sobra conocidas a través de los nexos públicos con las llamadas «iniciativas bolivarianas». Naturalmente, si el Gobierno español pusiera en marcha las medidas que merece el régimen chavista se desencadenarían ciertos efectos que dificultarían las relaciones bilaterales. Sin embargo, cabe preguntarse si es posible mantener relaciones normales con un régimen que se dedica a ayudar a una banda terrorista que ha asesinado a casi un millar de españoles.


ABC- Editorial