martes, 23 de febrero de 2010

El pacto contra la crisis, guerra de propaganda

Recelo del PP y presión para el Gobierno ante la reunión de la comisión negociadora del jueves

LA PROVOCACIÓN de Esperanza Aguirre de proponer a Cristóbal Montoro y a Javier Arenas como ministros de Economía y Trabajo en un Gobierno de concentración presidido por Zapatero es muy reveladora del escepticismo con el que el PP afronta la iniciativa del Ejecutivo de llegar a un pacto contra la crisis. Las palabras de la presidenta madrileña equivalen a decir que, dada la gravedad de la situación, los populares no pueden hacerse corresponsables de la actual política económica maquillándola con algunos retoques y que sólo admitirían un giro radical en la gestión que pudieran encarnar sus dirigentes, algo que, huelga decirlo, el PSOE no está dispuesto a consentir.

Pero tanto la posición de Aguirre como la ocurrencia del presidente riojano, Pedro Sanz, de acudir a la comisión negociadora del jueves con la propuesta de crear un Gobierno de coalición, revelan la incomodidad que esa cita le causa al PP. Los populares temen que, dado que la mayoría de la población es partidaria de acuerdos para afrontar la crisis, el PSOE utilice ese elemento para hacerles pasar por el aro o demonizarles. Si al final hubiese pacto, el Gobierno quedaría blindado para la crítica; si no lo hubiera, siempre podría jugar con la propaganda para achacar el fracaso a la ausencia de implicación del PP, a su falta de altura de miras y de patriotismo.

No les faltan motivos a los populares para desconfiar. Es cierto que una comisión como la propuesta por Zapatero, en la que la búsqueda del consenso entre tantos partidos y de signo tan distinto condiciona el resultado, tiende a rebajar la contundencia de las medidas a adoptar. Y es cierto también, por contra, que lo difícil de la situación requiere de una respuesta valiente y rotunda. Sin embargo, el PP no puede perder la ocasión de presionar para que algunas de sus ideas puedan ser contempladas y llevadas a la práctica. Poco, siempre será más que nada. Por eso, a la reunión del jueves tendría que acudir con una batería de propuestas claras sobre las que negociar. A partir de ese momento, ya se verá quién se mueve dentro de la realidad y quién no.

Si el presidente del Gobierno es sincero en su ofrecimiento, es obvio que se ha equivocado al no convocar a Rajoy antes de reunir a todos los partidos. Un gran pacto como el que dice perseguir Zapatero sólo se puede hacer con la participación del PP. La suma del resto de formaciones al acuerdo, aunque sea positiva, en el fondo resulta anecdótica.

Pero aunque el PP se ha puesto a la defensiva, quien llega más presionado a la cita del jueves es Zapatero. Por primera vez los sindicatos mayoritarios le convocan hoy manifestaciones en las principales ciudades. Protestan contra el retraso de la jubilación. Y ayer mismo el ministro de Trabajo volvía a plantear el debate de la ampliación del periodo del cálculo de las pensiones, un asunto que también levanta ampollas en UGT y CCOO.

Además, las cuentas siguen sin salirle al presidente. Al varapalo que las previsiones del Banco de España contraponen a su discurso optimista hay que sumar los pronósticos del propio Corbacho y del secretario de Estado de Economía. El ministro adelantó ayer que no cuenta con que se cree empleo en España durante el tercer trimestre, mientras que José Manuel Campa advirtió que sólo se creará empleo neto «suavemente» a finales de año. O sea, que ni su propio equipo se cree ya los vaticinios alegres de Zapatero.

Sólo si los dos principales partidos son capaces de salir del discurso de la propaganda el país podrá esperar una colaboración real y respuestas conjuntas y creíbles a la crisis. De lo contrario, seguiremos hasta nuevas elecciones como hasta hoy.


El Mundo - Editorial

La amnesia del 11-M. Por David Jiménez Torres

Cada vez está más claro que nuestra historia más reciente, como poquísimo desde 1996 a 2010, tiene su punto de inflexión en el tenebroso pivote del 11-M.

Uno recuerda lo mucho que los periodistas de izquierdas, historiadores, intelectuales, tertulianos y repetidores a nivel de café-bar del último tópico pseudointelectual han manoseado el presunto "despertar de la amnesia" de la Guerra Civil y el franquismo, a fin de justificar de una década para acá un hiperrevisionismo revanchista. Lo paupérrimo del argumento de esa supuesta "amnesia" en su aplicación a la Guerra Civil resulta evidente, como bien argumentaba, por ejemplo, Pedro Carlos González Cuevas en la introducción a su biografía de Ramiro de Maeztu (Marcial Pons). Difícil hablar de "amnesia" cuando parece que cada día durante los últimos treinta años (y contando) se ha publicado un artículo, ensayo, libro o película contra el franquismo, y cuando la condena del levantamiento, de la guerra y del posterior régimen parecen firmemente establecidos en los currículos de escuelas y universidades.

Sin embargo, y a la luz de las revelaciones de El Mundo sobre la reacción de los peritos ante las posibles "complicaciones" en la versión oficial de lo ocurrido en la masacre de marzo, y sobre la cada vez más dudosa actuación de los jueces que llevaron la investigación del atentado, cabe preguntarse si el proceso "amnésico" tan erróneamente aplicado a la Guerra Civil y al franquismo es transportable, en menor medida y con varias matizaciones, a uno que nos pilla mucho más cerca e incide de forma mucho mayor sobre nuestra vida nacional: el 11-M.

Es verdad que desde aquel día hace casi seis años han salido varios libros al respecto, y que ha habido muchos periodistas, medios de comunicación y grupos organizados a través de internet que han trabajado de forma incansable para intentar establecer lo que verdaderamente ocurrió ese 11 de marzo. Se ha construido una pequeña zona en el Retiro de Madrid en recuerdo a los fallecidos, se ha erigido un monumento bastante horrible delante de la estación de Atocha; por haber, hasta ha habido una canción de La Oreja de Van Gogh. Nadie ignora que el 11-M ocurrió y que fue una atrocidad. Pero falta que calen en la ciudadanía dos asuntos cruciales: el primero, que cada vez está más claro que nuestra historia más reciente, como poquísimo desde 1996 a 2010, tiene su punto de inflexión en el tenebroso pivote del 11-M. Un pivote que cada vez se antoja más profundo, más crucial, más determinante en sus hondas ramificaciones. Y el segundo, que tenemos la tarea pendiente de esclarecer de forma satisfactoria la anatomía de ese pivote, o séase, qué demonios sucedió ese día, qué fue el 11-M.

Resulta irónico porque con la presunta "amnesia" de la Guerra Civil y el franquismo estos dos asuntos se cumplían. Todo el mundo reconocía la importancia de la contienda, todos sabían que la guerra española había marcado, como poco, medio siglo XX español; nadie dudaba (cómo hacerlo) de su decisiva importancia. Y tampoco existía ninguna duda sobre lo sucedido: hace tiempo que conocemos a grandes rasgos la anatomía del alzamiento, de la contienda, de la represión, de todo lo que había venido antes y todo lo que se produjo después. La información la tenemos, completísima, desde hace ya tiempo; lo único que ha cambiado ha sido la apreciación de los hechos.

La información básica del 11-M, sin embargo, nos sigue faltando; frente a la voracidad de la ciudadanía por información sobre la Guerra Civil y el franquismo (ahí están las listas de ventas de El Corte Inglés y la Casa del Libro), la búsqueda de la verdad del 11-M se topa, para qué negarlo, con una gran indiferencia. Dicen algunos, muchos, que es porque los ciudadanos tienen muy claro lo que sucedió. Pero es muy sospechoso ese empeño en no saber, en negar con la cabeza cuando se ven titulares discordantes con la cómoda memoria establecida; esa propensión automática a caricaturizar al que se desmarca de lo aceptado. Casi parece una forma de compensar, de superar un trauma pasado o evitar uno futuro. De huir con un gesto brusco del rostro borroso que entrevemos a nuestro lado. Un proceso típicamente amnésico.


Libertad Digital - Opinión

Frenesí presidencial. Por M. Martín Ferrand

Los viejos militantes de Falange Española, para proclamar la firmeza de su voluntad, se autodefinían como inasequibles al desaliento, una poética expresión que, posiblemente, quiera decir lo contrario de lo que parece.

José Luis Rodríguez Zapatero que, sin serlo, luce mañas de jefe de centuria, es también inasequible al desaliento y, puestos en la evocación del pasado, bien podría ser un miembro del trío Los Panchos cuando entonaban aquello tan bonito: «Yo estoy obsesionado contigo y el mundo es testigo de mi frenesí». Tiene tal fijación con José María Aznar que ha llegado a invocar su nombre como responsable del paro que padecemos en función del urbanismo salvaje desplegado por el PP.

Somos testigos, como el mundo para Los Panchos, del frenesí presidencial. La crisis internacional que padecemos se sustenta, según la patológica obsesión de Zapatero, en la avaricia financiera, la especulación de las instituciones y, en el caso español, en la política urbanística del aznarato. No deja de ser curioso si se considera que la mayoría de las competencias urbanísticas fueron transferidas a las Autonomías en tiempos de Felipe González. Esa obsesión de Zapatero es intelectualmente insostenible y políticamente barata; pero forma parte integral del personaje. Es la misma que le lleva, una y mil veces, a requerir la adhesión de Mariano Rajoy a sus ignotos planes de solución para una situación, crecientemente insostenible, de paro y empobrecimiento colectivo.

La mayoría que asiste a Zapatero en el Congreso, natural o inducida, exime al PP de responsabilidades de apoyo al Ejecutivo. Así lo viene sosteniendo Rajoy y por eso resulta chocante que Javier Arenas, líder del continuado fracaso popular en Andalucía, les dijera a sus subordinados reunidos en Ronda que «... hasta que haya elecciones, el PP tiene que ayudar a salir de la crisis». Ignoro las claves secretas del Curso de Invierno que sirvió de marco al discurso de Arenas; pero, ¿en nombre de qué principio, democrático o ético, la oposición debe ayudar al Gobierno en algo que no considera útil para el Estado, conveniente para la Nación o deseable para la Patria? Ya sabemos que la seriedad y el rigor no son herencia frecuente en nuestra partitocracia; pero la respuesta al disparate de una acusación falaz con un compromiso inexistente nos da la medida del peligro que nos circunda, por la derecha y por la izquierda.


ABC - Opinión

La avaricia. Por José García Domínguez

Zapatero ya ha olvidado su mantra en la cumbre del G-20. Entonces estableció al incuestionable modo que era la codicia –y no la avaricia– la genuina causante de la crisis. Aunque, bien mirado, qué más da la avaricia, la codicia, la sevicia o la Patricia.

Si en algo muestra un respeto reverencial hacia los clásicos el presidente es en el libreto de las comedias mitineras, género de brocha gorda donde siempre obedece el célebre consejo de Lope:

"Como las paga el vulgo, es justo
hablarle en necio para darle gusto".

Así, para mostrar el aprecio que le merece el coeficiente intelectual de los compañeros y las compañeras, Zapatero viene de desvelar ante una nutrida tropa andaluza que "la avaricia" resulta ser "la causa fundamental" de la crisis. Ergo, aquel Nikolai Kondratieff, el que empeñara su entera existencia en descifrar los arcanos estadísticos de los ciclos hasta que el padrecito Stalin mandó fusilarlo en el Gulag, fue un pobre tonto; un desdichado a quien el fátum cruel hurtó pasar dos tardes aprendiendo con ZP.

Y qué decir de Joseph Schumpeter, tenido hasta el domingo al mediodía por el mayor economista que jamás produjera Austria –y quizá Europa toda–; otro simple, un bobo ofuscado en desarrollar alambicados razonamientos con tal de desentrañar asunto tan banal como las crisis sistémicas del capitalismo. Por no hablar de Keynes, aquel risible pasmón. O de Marx, el padre putativo de los rojos que en el mundo han sido, un lerdo superlativo que igual pretendía fundamentar la economía en leyes objetivas. Rudos ignorantes todos ellos, ajenos a los doctos saberes que el magisterio de fray Gerundio de Campazas inculcó en su ilustre paisano leonés. Dejémonos, entonces, de modelos econométricos, tablas input-output, obtusos teoremas y todas esas zarandajas.

Nada, nada, "la avaricia rompe el saco". He ahí el alfa y el omega del nuevo paradigma llamado a expulsar a Samuelson, Quirk, Lipsey, Dornbusch, Fisher y demás farsantes de los manuales de teoría económica para siempre jamás. Pues poco importa que Zapatero ya haya olvidado su mantra en la cumbre del G-20. Y es que entonces estableció al incuestionable modo que era "la codicia" –y no la avaricia– la genuina causante de la crisis. Aunque, bien mirado, qué más da la avaricia, la codicia, la sevicia o la Patricia. El caso es ir tirando con tópicos de barra de bar, chascarrillos de comadres, sentencias de tertulia de rebotica y lugares comunes de patio de colegio. Con lo que hay, no nos engañemos.


Libertad Digital - Opinión

Golpistas. Por Hermann Tertsch

RESULTA que el hermano del alma de nuestro leonés de Valladolid, el presidente del Gobierno de España, que es el islamista Rajip Erdogan, acaba de hacer una redada de militares supuestamente golpistas en Turquía.

Amigos para siempre como se vio ayer. En Turquía tenemos una gran tradición de golpes de Estado, es cierto. Y muchos habría que decir, con la historia en la mano, para bien. Para muy bien. Ya sé que no es muy popular hoy decir que son mejores unos golpistas que otros. Que la llamada Revolución Bolchevique fue «chachi» como diría Leire Pajín y los militares que frenaron procesos de usurpación por el izquierdismo totalitario y devolvieron a sus países a una senda civilizada de democracia occidental son unos canallas que han de ser perseguidos por Garzón hasta después de la muerte. Pero la historia de Europa, sobre todo, pero no sólo, demuestra que hubo golpes muy rentables para la calidad de vida de sus ciudadanos. Cierto que muchos no salieran bien. Y muchos tuvieron incluso más víctimas que las que habrían provocado los regímenes que frustraron.

La miseria moral y la violencia que los golpistas son capaces de imponer, su ristra de crímenes y represión, son fácilmente reconocibles. Muchas veces hacen irreconocibles la represión y la miseria moral de los regímenes que querían derrocar o derrocaron. En Chile, la dictadura de Pinochet duró -cada vez más suave- unos quince años. Dejó un país que hoy es modélico en Latinoamérica. Con una transición que emuló a la española. Aquella que elogiamos todos los que la vivimos hasta que llegaron los niñatos que no la vivieron para descalificarla. En Cuba, en cambio, la dictadura aun existe. Con toda brutalidad. Va ya por encima del medio siglo y sigue implacable y procaz, humillando a todos y cada uno de los cubanos y sólo halaga a nuestros turistas del ideal -artistas, niños de la zejazapaterista y cernícalos del turismo sexual- los españoletes que se van de putas jineteras o a otras actuaciones lujuriosas con el miserable régimen que tan bien los acoge y que mata y tiene las cárceles llenas.

Hace unos días aquí en la España oficial de Rodríguez Zapatero les dieron un homenaje a los golpistas de la UMD. Todos por supuesto unos fracasados. Porque no les salió nada bien y porque todos fueron represaliados por el régimen entonces existente. Y no hicieron nada. Ni sirvieron para nada. Todos acabaron cumpliendo penas blandísimas en castillos o penales medianamente razonables. Habrá quienes piensen que es justicia histórica un homenaje a militares que preparan un golpe contra las instituciones a las que juraron obedecer. Supongo que porque los consideraban inmensamente buenos. Sus fines quizás más que sus medios. Pero también hay muchos españoles que piensan que la transición no la hicieron quienes querían derribar al régimen pasado por la fuerza de la insurrección militar, sino quienes, como Adolfo Suárez y tantísimos otros, hicieron el cambio a partir de las instituciones.Porque entendían la historia de este país. Aquí hay muchos empeñados en olvidar que Franco murió en la cama y que fue su gente la que encauzó esa «construcción de la clase media» que no existía en nuestra desgraciada guerra civil pero que después evitó la siguiente. Porque aquí en España los siete demócratas que existían se fueron de este país tan cainita y maldito en cuanto comenzó la guerra. Y se quedaron todos los totalitarios de ambas partes. Para matarse entre ellos. Y había gente decente en todas partes. Y asesinos, ladrones y delincuentes de todo tipo también. Lo insólito es que setenta años después nos haya surgido un iluminado que dice que su abuelo, gran represor y ejecutor de asturianos comunistas era un santo laico, el capitán Lozano, ejecutado por sus compañeros. Lo absurdo es que un criminal absuelto por la amnistía de 1977 como Santiago Carrillo que tiene sobre su conciencia la muerte de miles de nuestros compatriotas dé clases de moral en las televisiones públicas. Lo terrible es que sigamos hablando de golpes de Estado. Como el 20 de julio de 1944 contra Hitler demostró -pese a su terrible fracaso- hay golpes que tienen mucho sentido. Evitan más males que los que provocan


ABC - Opinión

Las camadas del odio. Por Cristina Losada

En Baracaldo, como antes en Mestalla, el Rey recibía los frutos de la pedagogía del odio como máximo representante de España. Pero los dos grandes partidos han preferido mirar para otro lado.

Los hooligans no aspiran a quince minutos de fama, sólo a segundos basurientos. En la Copa del Rey de baloncesto, los chicos de la pitada, primos de los de la gasolina, hicieron alarde de un gamberrismo que se pretende adornar con perendengues políticos. Aunque lo suyo es pura esquizofrenia. Acuden como borregos a una final deportiva española, y, al tiempo, van a ciscarse en España. Atrapados en el callejón, resuelven con grosería el trance. Así, ya pueden volver a sus tabernas como hombrecitos y jactarse de haber gritado más que nadie. Y eso, porque faltaba el senador Anasagasti, que se sueña un Manolo el del Bombo con una trompeta de 2.000 megavatios. Fantasías de la senectud, compréndanse.

La parte incomprensible no es, desde luego, la existencia de los montaraces. Raro sería que no hubiera anti-españoles en las Vascongadas tras varias décadas de cuidadosa y sistemática crianza de esa incivil ganadería. Cualquiera que se asome a los libros de texto que manejan allí los escolares, entiende que les resulten ajenos, despreciables y odiosos España y la Constitución, el Estatuto de Autonomía y el idioma español.


En la reciente obra de Pedro Antonio Heras, La España raptada. La formación del espíritu nacionalista, se puede medir el grado de adoctrinamiento y manipulación emocional alcanzado en la enseñanza. Un proceso que ha contado siempre con la aquiescencia, por desistimiento, de los gobiernos de Su Majestad.

En Baracaldo, como antes en Mestalla, el Rey recibía los frutos de la pedagogía del odio como máximo representante de España. Pero los dos grandes partidos han preferido mirar para otro lado. Pajín y Corbacho sostienen que el abucheo iba dirigido contra el monarca, como si los exaltados fueran una banda de republicanos. Patxi López se refugia en un "no me muevo por himnos" para pedir respeto a las personas, tan elementales, que sienten afecto por esas antiguallas. Oiga, la próxima vez ponga algo de Pink Floyd, a ver si hay más suerte. Y desde el PP, Cospedal asegura que "el clima político" ha cambiado en el País Vasco, pues la pitada contra España es lo propio de un clima de convivencia agradable. El caso es huir de la evidencia y escapar de responsabilidades. En suma, lo que se ha venido haciendo hasta ahora.


Libertad Digital - Opinión

Aprender de Neira. Por Ignacio Camacho

SI ves a un cabrón pegándole a una mujer, no te metas.

No vayas en ningún caso a defenderla. Te puede pasar como a Jesús Neira, que te dejen hecho un guiñapo de una paliza, te manden medio muerto al hospital y encima acaben echándote la culpa. Al cabo del tiempo, cuando la agredida te haya puesto a parir en todas las televisiones que hayan querido pagarle el salario de la infamia, cuando al agresor lo hayan soltado bajo fianza después de un año y medio sin hacer justicia, cuando entre todos te hayan tirado encima varias toneladas de mierda y tu honor esté tan vapuleado como tus huesos, la gente se hará un lío y te confundirá con un personaje más de ese mundillo miserable y sórdido y ya no se sabrá si eres víctima o culpable, si un caballero andante o un entrometido pendenciero, o simplemente un friki más de esos que andan contando historietas por los platós de la telebasura de medianoche. Te arruinarán la vida y la fama y te someterán a la peor de las condenas: la de la duda, la de la equidistancia, la de esa confusión viscosa e indiferente que uniforma las cosas y las personas en la banalidad de un espectáculo morboso, en la truculencia enfermiza de una máquina de picar escándalos sin distinciones éticas ni categorías morales.

Ésa es la lección. Si una mala tarde te cruzas con un presunto canalla maltratando a guantazos a una muchacha no vayas a dejarte llevar por el impulso de las apariencias. Déjalo correr. Frena tu ímpetu honorable, no saques conclusiones precipitadas. Puede suceder que el tipo al que tomas por un violento chuloputas sea tan sólo la conflictiva víctima de una sociedad injusta o el infeliz sujeto de un trauma inevitable. Quién sabe. No escuches los prejuicios de tu burguesa educación reaccionaria. Puede ocurrir que en vez de un acto de salvaje dominancia machista se trate de un complejo psicodrama liberador, de una retorcida terapia de pareja, de un asunto interno. No te confundas. Hazte el sueco, sigue leyendo el periódico, finge que esperas el autobús. Y, sobre todo, embrida tu nobleza de espíritu y sujeta el reflejo de tu hombría de bien hasta que tengas un cuadro de situación y de circunstancia. Sé prudente, pragmático, realista: no vayas a confundir a una mujer con una dama.

Mira a Neira, si no. Primero molido a golpes y luego sometido a un innoble zarandeo moral, cubierto de insultos, equiparado a la gentuza con la que se mezcló en su arrebato de decencia. La mujer a la que defendió le ha escupido en el alma. Las vestales del feminismo se han cruzado de brazos en un silencio ominoso y despreciable. La justicia se ha empantanado en casuismos y atenuantes. Y cierta opinión pública ha llegado a minimizar la causa de sus lesiones y lo ha humillado con el tormento de la sospecha. Míralo y no te equivoques: si crees que es un héroe civil o un ejemplo de dignidad estás definitivamente pasado de moda.


ABC - Opinión

Los sindicatos se echan a la calle, pero sin exagerar. Por Antonio Casado

A la calle, que ya es hora de pasearnos a cuerpo.

La poética soflama de Gabriel Celaya, muy movilizadora cuando ciudadanos y trabajadores compartían enemigo común en época afortunadamente fenecida, no casa ni de lejos con los motivos de los sindicatos para manifestarse aquí y ahora contra el Gobierno. Los motivos, dígase pensionazo, ni siquiera sirven para calmar a quienes rabian por la flojera sindical en el acoso y derribo de Zapatero. O sea, a la calle pero sin romper platos.

El brazo político y mediático de la derecha sin complejos ve en este tipo de movilizaciones la ocasión de saber cuánta gente vive de los sindicatos. Y le parece insuficiente a todas luces que UGT y CCOO convoquen unas movilizaciones contra el eventual alargamiento de la jubilación hasta los 67 años.

Movilización preventiva porque la propuesta aún está muy lejos del Boletín Oficial del Estado. Pero no es eso, no es eso, lo que esperan aquellos que llevan dos años preguntándose dónde están los sindicatos. La respuesta incluye furiosas alusiones a la burocracia sindical, denostada por preocuparse más de mantener sus privilegios que de pedir cuentas a un Gobierno incapaz de contener la destrucción de puestos de trabajo.


Es lo que hay. Movilizaciones meramente preventivas las convocadas a partir de hoy por las dos principales centrales sindicales. Salvo “catástrofe meteorológica”, en expresión de Fernández Toxo (se teme por el efecto paralizante de la lluvia), los convocantes esperan que las marchas de esta tarde en Madrid, Barcelona y Valencia, entre otras, tengan un respaldo masivo y sean muchos los ciudadanos que acudan en apoyo de los sindicatos. “Contra las propuestas del Gobierno en materia de pensiones”, rezan los llamamientos sindicales. El calendario de protestas se prolongará hasta principios de marzo.

Segunda convocatoria de movilizaciones preventivas en los tres últimos meses. No porque el Gobierno haya aumentado la edad legal de la jubilación a los 67 años. Por si lo hace. Como ya ocurriese con las protestas sindicales del pasado 12 de diciembre (“Que no se aprovechen de la crisis. El trabajo, lo primero”). No porque los empresarios y el Gobierno ya se hubieran puesto de acuerdo para decretar un despido más fácil y más barato. Por si se les ocurría hacerlo.

En ninguno de los dos casos estamos ante un desmentido a quienes llevan cosida a su discurso la dichosa pregunta: ¿Pero dónde están los sindicatos? De modo que éstos seguirán dando motivos para mantener viva la pregunta. Cierto. Tanto Cándido Méndez como Toxo mantienen su motivada resistencia a la convocatoria de una huelga general. Y como tampoco hay una explícita censura a la gestión del Gobierno en relación con la crisis económica, tenemos derecho a temer que sólo estemos ante un acto de reafirmación del poder sindical.

Como ya ocurriese el pasado 12 de diciembre, quienes acusan a los sindicatos de pasividad ante la crisis volverán a poner en duda que lo de esta tarde sea una manifestación de protesta. Lo verán como un paseo turístico por el centro de las grandes ciudades. Seguramente con razón, pues no cuadran en absoluto los análisis que valoran estas movilizaciones como el fin del idilio entre el Gobierno y los sindicatos. Simplemente eso no se ajusta a la realidad.


El Confidencial - Opinión

El terrotaxista. Por Alfonso Ussía

«Y en Irlanda del Norte existe una empresa de taxis que sólo admite a terrotaxistas.»

Los taxistas españoles son, en su mayoría, educados y competentes profesionales. Los franceses, casi en la totalidad, competentes profesionales y antipatiquísimos. Los ingleses han cambiado mucho, porque ya no son ingleses. Los neoyorquinos cumplen a la perfección con la imagen de su ciudad. Son diferentes a los demás y entre ellos. El taxista ruso es melancólico. Cuando vuelve la cabeza para devolver el dinero sobrante, mira al cliente con honda tristeza y parece que va a iniciar la entonación de «Los remeros del Volga». Los escoceses, amables y divertidos. En Portugal, ejemplares en el trato y hasta excesivamente solemnes. Los italianos, caóticos. Los taxistas, como los aeropuertos y las carreteras, ofrecen al turista la primera impresión de las ciudades y naciones que visitan. En Barcelona se caracterizan en que casi todos son del Real Madrid, lo que da a entender el lío del tripartito. Y en Irlanda del Norte existe una empresa de taxis que sólo admite a terrotaxistas.

Cuarenta terroristas del IRA al volante. Se trata de una empresa relacionada con el «Sinn Fein» ése, y el asesino español Iñaki De Juana Chaos ha sido rechazado. Quería ser taxista en Belfast. Según la empresa, no se le ha admitido por omitir su condición de terrorista, pero no me convence la justificación. Si el resto de los conductores lo son, ¿por qué al aspirante a terrotaxista De Juana se le cierran las puertas del oficio? La verdad siempre prevalece. De Juana Chaos no habla ni patata de inglés, no se conoce bien la ciudad, y su carácter no garantiza el buen fin de los servicios solicitados. Es decir, que si un cliente detiene un taxi y manifiesta educadamente al taxista que quiere ir a tal número de la calle cual, lo peor que le puede suceder es que el taxista se equivoque y finalice su carrera después de dar más vueltas de las necesarias. Pero si el taxista, o terrotaxista, es De Juana Chaos, al cliente se le aglomeran los sinsabores. Primero, que el taxista no entiende lo que le dicen; segundo, que al no entender al cliente, el taxista le transporta a la otra punta de la ciudad; tercero, que el cliente, con toda la razón del mundo, protesta; y cuarto, que al agudizarse la iracundia del cliente, el terrotaxista puede sacar una pistola de donde sea y meterle un tiro al usuario entre ceja y ceja, desenlace harto desagradable. Cuando se ha asesinado a veinticinco personas sin motivo, por el mero placer de causar dolor, matar a la vigesimosexta es como coser y cantar. Y más aún, si ésta se muestra contrariada por haber sido transportada al número 7 de la calle Dublín, cuando su intención era alcanzar sin novedad ni contratiempos el número 35 de la avenida del Lenguado.

En conclusión, que De Juana Chaos va a continuar viviendo en Belfast de chulo. Chulea al «Sinn Fein» y chulea a su mujer, Irati Aranzábal, la de los chupachús en las cárceles españolas, que se defiende en inglés y tiene un trabajillo. También les chulea a los de su banda, pero el dinero que recibe de la ETA y de su entorno se puede terminar, porque el negocio no va bien últimamente. Se ha equivocado De Juana Chaos estableciéndose en Belfast. Tendría que haberlo hecho en La Habana o en Caracas, donde sería maravillosamente tratado por su sangriento historial. Con un poco de suerte, terminaría de chofer de Chávez. Además de criminal, hay que ser tonto. Irati, ponle los cuernos, que con este tío no vas a ninguna parte.


La Razón - Opinión

Turquía mira a Oriente

El desencanto con Europa alimenta su presencia cada vez más decisiva en el mundo musulmán.

Turquía ha vuelto a Oriente Próximo con todos los pronunciamientos. La diplomacia y los negocios turcos, cada vez más potentes, se mueven con fluidez en territorios vecinos, se trate de Irán, Irak o Siria. Sus exportaciones a la región y al norte de África se multiplican de año en año, y suponen ya más de 30.000 millones de dólares. Visto superficialmente, un país musulmán regresa a una vasta región que controló parcialmente durante siglos.

El despliegue no sólo aplica la política de "cero problemas con nuestros vecinos", que impulsa con celo un viejo consejero del primer ministro Erdogan, el titular de Exteriores, Davutoglu. Se ha acentuado desde la llegada al poder, en 2003, del partido islamista moderado del jefe del Gobierno, Justicia y Desarrollo (AKP), y, sobre todo, a medida que las puertas de la Unión Europea permanecen consistentemente cerradas a las aspiraciones turcas. En declaraciones recientes al director de este periódico, Erdogan dice que su frustración crece con Alemania y Francia. Y señala cómo en su país se abre paso un juicio universal que considera Europa un club cristiano donde Turquía no tiene cabida.

El progresivo viraje turco, además de económico, tiene especial visibilidad en el campo diplomático, donde el desplante de Erdogan a Israel (otrora estrecho aliado) en Davos, a cuenta de la invasión de Gaza, es quizá su escenificación más conocida. Pero tampoco Washington es ya valedor a ultranza de su aliado en la OTAN y bastión del flanco oriental de la Alianza. El sutil enfriamiento, iniciado cuando Turquía negó su suelo para un segundo frente contra Irak (y que abrió a Ankara un crédito ilimitado en el mundo árabe), se manifiesta ahora en una Casa Blanca contraria, por ejemplo, a las pretensiones territoriales turcas en su deshielo con Armenia. No ayudan tampoco el apoyo de Erdogan al genocida presidente sudanés o su manifiesta indulgencia hacia el dirigente iraní Ahmadineyad.

El jefe del Gobierno turco, pese a su discurso democrático y laico y las profundas reformas que intentan acercar a su país a los estándares europeos, no ha conseguido eliminar entre muchos de sus interlocutores la sospecha de que persigue una agenda islamista. Tampoco su embridamiento de los poderosos militares, considerados garantes de la república secular fundada por Atartük y cuya popularidad cae a medida que el Ejecutivo desvela nuevos complós castrenses y multiplica sus detenciones, como las practicadas ayer.

Ankara mantiene que la OTAN es su opción militar decisiva, y la UE objetivo fundamental de su política exterior. Pero los hechos diluyen la argumentación. Lo cierto es que su influencia en Oriente Próximo no tiene hoy parangón. Y que esa realidad, que aprovecha acertadamente un enorme vacío de poder regional, crece a la par que el enfriamiento de la disposición turca hacia la UE y las instituciones occidentales. Un camino de desconfianza recíproca que tendrá serias consecuencias de no ser alterado.


El País - Editorial

11-M, seguimos queriendo saber

Lo único que cabe hacer es perseverar en la investigación y no dar la espalda a nuevas revelaciones como ha hecho el PP cuando se ha enterado de que, efectivamente, hubo más de un explosivo en el atentado que les sacó del Gobierno hace seis años.

"¡Puff…dinitrotolueno!", exclamó el perito de la Policía Nacional Andrés de la Rosa al descubrir que una de las pruebas tomada en el tren que explosionó en la estación de El Pozo contenía restos de DNT. Un técnico independiente que asistía a la sesión de laboratorio preguntó si pasaba algo; entonces, el jefe del operativo reconoció que, en ese caso, podría haber otra carga explosiva distinta al Goma 2 ECO, único explosivo que entra en la versión oficial de los atentados y único que se aceptó en el juicio del 11-M que se celebraba esos días. Acto seguido reinó el desconcierto y el malestar entre los peritos.

Esta escena fue grabada en vídeo hasta el momento en que se descubre el DNT. Entonces la cámara deja de grabar debido a un supuesto corte de electricidad. Pero, con apagón o sin él, todo lo que se tenía que saber ya se sabía y había quedado oportunamente registrado en una cinta. Era el punto y final del debate sobre los explosivos del 11-M, y los peritos eran perfectamente conscientes de ello. La versión de la Goma 2 ECO extraída ilegalmente de una mina asturiana por la trama que planeó los atentados se derrumbaba, por la simple razón de que el DNT no forma parte de este explosivo sino de otro, del Titadyne, profusamente utilizado por la banda terrorista ETA. El hallazgo de los peritos es tan importante, que podría equipararse a un caso hipotético en el que se condenase a alguien por tener las manos manchadas de pólvora, cuando luego se descubre que la víctima ha muerto a cuchilladas.

El fantasma de los atentados volvió a aletear por aquella sala, y se ha paseado hoy por las primeras planas de los periódicos que todavía tratan de aclarar quiénes cometieron unos atentados que suponen un antes y un después en la historia reciente de España. Porque, aunque el 11-M como caso judicial críe malvas desde hace dos años, sigue siendo sujeto de investigación como crimen. Conocemos bien el efecto de aquella matanza, pero no la causa, es decir, a estas alturas, casi seis años después, no tenemos ni idea de cuestiones elementales del atentado como quién puso las bombas o por qué lo hizo.

A pesar de ello, toda la clase política y buena parte de los profesionales de la información han cerrado un pacto de silencio para que nunca más se vuelva a hablar de un tema que pone a demasiada gente nerviosa. No debería ser así, el 11 de marzo de 2004 fueron vilmente asesinados 192 inocentes, la onda expansiva del atentado nos ha tocado a todos y España como país viró en seco tomando un rumbo muy distinto al que traía hasta aquella fatídica fecha. Tratar de olvidar es condenar a las víctimas al olvido, una infamia que no debe consentirse. Tratar de olvidar es dar por bueno que, con una determinada dosis de violencia, se pueden gobernar los destinos de España y de sus 45 millones de habitantes.

Lo único que cabe hacer es perseverar en la investigación y no dar la espalda a nuevas revelaciones, tal y como ha hecho el Partido Popular cuando se ha enterado de que, efectivamente, hubo más de un explosivo en el atentado que les sacó del Gobierno hace seis años. Esa actitud huidiza y cobarde habrá por la fuerza que demandársela cuando toda la verdad salga a la luz. Y en lo tocante al 11-M, el tiempo está demostrando una generosidad de la que ha carecido la política y todo su cortejo de interesados.


Libertad Digital - Editorial

Estreno sindical

Comisiones Obreras y UGT han decidido estrenarse hoy como sindicatos, desde que el PSOE ganó las elecciones en 2004.

Urgidos por la gravedad de la crisis laboral y por la imagen acomodaticia que estaban transmitiendo a la sociedad, ambas organizaciones salen hoy a la calle para manifestarse contra el «pensionazo». Es una buena noticia que los sindicatos hayan recuperado -o, al menos, lo aparenten - el papel que les corresponde en el sistema económico y social. Pero tampoco las manifestaciones de hoy supondrán un cambio de actitud hacia la política económica del Gobierno. De hecho, los sindicatos han elegido para movilizarse un asunto importante, la ampliación de la edad jubilación, pero que aún se trata de un mero anuncio, ya que el Gobierno tiene que presentarlo al Pacto de Toledo, a los propios sindicatos y a los empresarios. Por tanto, parece que las manifestaciones de hoy están más orientadas a cubrir el expediente, acallar críticas y mejorar la imagen de los sindicatos que a contraponer al Gobierno el poder las movilizaciones obreras. Esto sí lo hicieron los sindicatos con una huelga general contra el Gobierno de Aznar, pese a que la situación del mercado laboral era mucho mejor que la actual. Además, parece un contrasentido que la primera movilización sindical se dirija contra una mera propuesta del Gobierno, mientras los sindicatos han pasado por alto los más de cuatro millones de parados que hay en este momento.

Es probable que los sindicatos hayan querido lanzar una advertencia suave al Gobierno. Las críticas del Foro de Davos y de Bruselas a la política del Ejecutivo encerraban un claro mandato a Zapatero de reformas estructurales a las que se oponen UGT y CC.OO. En parte, el aviso ha sido recibido. En el último Comité Ejecutivo Federal del PSOE se pedía mano izquierda y diálogo con los sindicatos. Y hace poco más de dos días, Zapatero lanzaba en Londres un discurso contra los mercados y sin compromisos contra el déficit, que desmantelaba el que ofreció a la City, con afán encomiable, el secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa.

No sería raro que las manifestaciones sindicales de hoy acabaran haciendo equilibrios en sus eslóganes para terminar culpando del «pensionazo» a las entidades financieras y a esos «especuladores» a los que el Gobierno nunca identifica. Por supuesto, también al PP. A los sindicatos les basta con avisar a Rodríguez Zapatero para que no se le ocurra abandonarlos como socios preferentes, con derecho a veto, de su política económica.


ABC - Editorial