martes, 28 de diciembre de 2010

Nada nuevo en Cataluña

CiU parece asumir que Zapatero seguirá hasta 2012 y que lo que toca es aprovechar al máximo estos diecisiete meses de legislatura.

EL inicio del nuevo Gobierno de la Generalitat de Cataluña no se ha caracterizado por la claridad de objetivos, la definición de alianzas y la renovación de estilos. Artur Mas ha sido investido presidente con la abstención de los socialistas catalanes y el voto en contra del PP. Aunque el líder de Unió, Duran i Lleida, se ha apresurado a desmentir que este acuerdo de investidura sea un pacto de estabilidad, resulta chocante que después de años de abierto enfrentamiento entre convergentes y socialistas se produzca un súbito consenso sobre la base de un desafío manifiesto a las sentencias del Tribunal Supremo que anulan la proscripción del castellano en el sistema educativo catalán. Confusión es el término que mejor definiría este arranque del nuevo Gobierno catalán, que estaba llamado a marcar un punto de inflexión en el ciclo político actual y se ha reconvertido en una expectativa de apoyo sobrevenido para Zapatero. O al menos así lo ha interpretado el Gobierno, al valorar con indisimulada satisfacción el acuerdo de investidura de Mas. La elección del socialista Ferran Mascarell como consejero del nuevo Gobierno es un dato que abunda en esta interpretación. Es obvio que el PSOE está rehaciendo sus cuentas parlamentarias, sumando los votos de CiU a los del PNV y Coalición Canaria.

Si así fuera, Mas habría desmantelado buena parte del capital político que acumuló CiU en esta legislatura, al representar, por un lado, la oposición al Gobierno socialista autonómico, y por otro, el factor de estabilidad en Madrid. Fue la propia CiU la que puso fecha de caducidad a Zapatero a finales de este año, tal y como manifestó solemnemente Duran i Lleida en el debate de aprobación de las medidas de ajuste tomadas en mayo pasado. Ahora, CiU parece asumir que Zapatero seguirá hasta 2012 y que lo que toca es aprovechar al máximo estos diecisiete meses de legislatura, en los que podrá obtener del Gobierno socialista lo que difícilmente podrá arrancar a una mayoría absoluta del PP tras las próximas elecciones generales. Por otro lado, Mas se estrena apelando a mensajes soberanistas tópicos y con una reedición nada mejorada del régimen monopolístico implantado en Cataluña, donde convergentes y socialistas se sienten cómodos como ramas de un partido único catalanista. Pactando con el PSC el incumplimiento de las sentencias del Supremo, poca renovación cabe esperar en esta nueva etapa.

ABC - Editorial

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