martes, 28 de diciembre de 2010

Enseñanza. Ignorantes, pero felices. Por Cristina Losada

En eso llevan razón: los resultados son malos, pero equitativos. Hemos de felicitarnos, pues, de que la distribución de la ignorancia se encuentre muy bien repartida y de que nuestros escolares sean (casi) perfectamente iguales en la burricie.

Es un clásico popular que el mucho saber no da la felicidad. Se maneja, incluso, la hipótesis de que cierta dosis de ignorancia resulta imprescindible para lograr ese estado placentero. Pero uno no espera que los pobres resultados del sistema de enseñanza de su país se justifiquen en razón de la mayor felicidad de los alumnos. Y ello por el motivo de que el objeto de la enseñanza no es hacer felices a los escolares, sino impartirles conocimientos. Se recordará que el informe Pisa, al tiempo que dejaba a España por debajo de la media de la OCDE, situaba en el primer puesto a Corea del Sur. Pues bien, en lugar de intentar aprender algo de los surcoreanos, aquí nos hemos dedicado a exponer los peligros de estudiar tanto como ellos.

El encargado de abrir fuego contra los mejores de la clase fue el consejero de Educación de la embajada española ante la OCDE, Rafael Bonete, quien advirtió de que los surcoreanos trabajan muchas horas diarias, sufren stress y presentan altos índices de suicidio. Así las cosas, ¿para qué enviar allá a una comisión que vea si podemos importar alguno de sus usos y costumbres? Además, ya tenemos a Televisión Española. Y, en efecto, hasta Corea del Sur se desplazó una enviada especial y alertó a los espectadores de que la disciplina y el esfuerzo de los escolares de ese país les acarrea todo tipo de males. El peor, que "no son felices".

Desde aquel "menos latín y más gimnasia" de un ministro de Franco, no se había denostado con tanta claridad la aplicación intelectual en la escuela. Resulta que los descendientes de aquellas abuelitas preocupadas por que el niño pasara mucho tiempo con la nariz metida en los libros, no fuera que enfermara, están en el Gobierno. Y no dudan en ofrecer una interpretación sesgada de los datos estadísticos: Corea del Sur tiene un alto índice de suicidios, en general, y por ello también lo tiene entre los escolares.

Pasó el vendaval del informe Pisa y nada hubo. Nada, quiero decir, que se parezca a un propósito de enmienda. Al contrario. El ministro de Educación sostuvo que los datos no eran tan malos. ¡Habíamos mejorado un poquito! Y teníamos el honor de representar todo un ejemplo de "equidad". En eso llevan razón: los resultados son malos, pero equitativos. Hemos de felicitarnos, pues, de que la distribución de la ignorancia se encuentre muy bien repartida y de que nuestros escolares sean (casi) perfectamente iguales en la burricie. La igualdad en la mediocridad constituye el gran valor añadido del sistema educativo español. Así, cabe el inmenso consuelo de que nadie sea más que nadie. Y todos felices.


Libertad Digital - Opinión

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