martes, 28 de diciembre de 2010

Mas. El Molt Honorable "mamador" de Cataluña. Por Guillermo Dupuy

Sabíamos que, con los nacionalistas, los territorios y las personas que en ellos habitan forman un todo que adquiere rasgos antropomórficos. Pero, me reconocerán ustedes, eso de haber "mamado con gran intensidad" a Cataluña supera todo listón.

No sé si prometer el cargo de presidente de la Generalidad catalana añadiendo un "con plena fidelidad al pueblo de Cataluña" es una fórmula legalmente admisible. Pero, qué quieren que les diga, no voy a entrar ahora en esas pequeñeces sobre el valor de la promesa de quien, como Artur Mas, ha ascendido a la dignidad de Molt Honorable comprometiéndose con el PSC a hacer caso omiso a lo que diga el Tribunal Supremo respecto a los derechos lingüísticos de los ciudadanos, o a alcanzar, tal y como ha dicho este lunes, la "plenitud nacional de Cataluña".

Me parece más comentable su discurso. A este respecto, no digo yo que no sea bonito que un político, cuando toma posesión de un cargo, exprese públicamente el cariño que siente hacia su mujer o hacia la tierra en la que nació. El problema está en que si confundes ambos amores corres el riesgo de incurrir en tantas cursilerías y delirios identitarios como en los que ha caído el nuevo presidente de la Generalidad en su toma de posesión del cargo. Si con lo de la "plenitud nacional" a la que quiere llevar a Cataluña, Mas ha estado cerca de hablarnos como si de la consumación de un matrimonio se tratara, al decirnos que se siente "no como un resistente, tampoco un libertador, sino como un constructor de Cataluña, de la nación catalana", ha dejado en evidencia unos delirios de grandeza difícilmente superables. Es verdad que los masones hablan del "Gran Arquitecto del Universo", pero con ese título se refieren a Dios. Y esto de "constructor", aunque sea de la nación catalana, parece que se le queda un poco grande a Mas, por mucho que, refiriéndose a Cataluña, nos diga que "la he conocido a fondo, la he respirado, la he tocado, la he mamado con una gran intensidad".


Sabíamos que, con los nacionalistas, los territorios y las personas que en ellos habitan forman un todo que adquiere rasgos antropomórficos. Es lo que tiene eso de disolver al individuo en el colectivo; que, al final, es este el que adquiere los rasgos que caracterizan a la persona. Pero, me reconocerán ustedes, eso de haber "mamado con gran intensidad" a Cataluña supera todo listón.

Tampoco hay que perder de vista a Mas cuando, más humildemente, dice sentirse "como una válvula más del engranaje que empezó más de mil años atrás". Ya ven, de constructor de una nación por construir, pasa a ser mera "válvula", pero de una nación de más de mil años de existencia. Con esto último, Mas se debe referir a aquel circo que celebró por unanimidad el parlamento regional en 1987 con lo del Milenario del Nacimiento Político de Cataluña". Semejantes delirios de grandeza se basaban, más que en una negativa, en una falta de respuesta del hispano Conde Borrell II de Barcelona a prestar vasallaje en 988 al rey de los franceses, Hugo Capeto. Poco importa que en tal época, ni durante muchos siglos después, ni Cataluña ni esta palabra existiesen, que no hubiera ni territorio unificado ni conciencia de pertenecer a una unidad. Poco importa también el hecho de que entre los títulos que quiso ostentar Borrell II estuviera el de Duque de la Hispania Citerior. En realidad, nada importa, ni la historia, ni la ley, ni los derechos, ni las libertades individuales. A un tipo que ha conocido, respirado, tocado y hasta mamado a Cataluña con tanta intensidad como lo ha hecho Mas, le está permitido todo. Hasta exprimir a los catalanes y al resto de los españoles.


Libertad Digital - Opinión

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