viernes, 15 de octubre de 2010

Incapacidad para comprender. Por Fernando Fernández

El problema de este Gobierno a la hora de encarar la crisis: no les preocupa crear empleo, sino que los parados dejen de votarles.

LA economía sigue siendo la principal preocupación de los españoles. Más ahora, que cualquier atisbo de recuperación ha sido barrido por las lluvias de otoño. El Gobierno anda desconcertado y se divide entre los partidarios de un mayor ajuste que harían extensivo a las Comunidades Autónomas y los que critican la conversión capitalista de Zapatero y le reprochan haber abandonado todo discurso progresista. Entre estos últimos cunde la idea de restablecer puentes con los sindicatos, se necesitan sus votos y su cobertura ideológica, retirando el retraso en la edad de jubilación. De hacerlo coincidiendo con la colocación de bonos de la Generalitat entre particulares sería la peor campaña de relaciones públicas posible, porque recordaríamos a nuestros acreedores que tenemos un Gobierno débil y un problema fiscal sin resolver.

En estas vacilaciones, los ministros creen haber encontrado un filón en los abucheos al presidente y se lanzan como sabuesos a por una derecha para la que todo vale. Hay hasta a quien se le ha ocurrido un protocolo de fiestas que reservaría un tiempo y un espacio para los pitidos. Algo así como de 10:00 a 10:15 pitidos en el Campo del Moro, mientras las autoridades degustan un ágape. Tendría gracia, y sería digno de una película de Berlanga, si no hubiera cuatro millones y medio de parados que requieren atención.

El ministro Corbacho apura sus últimos minutos de sufrimiento y como siempre fue una buena persona a la que el cargo le vino grande, aprovecha para sincerarse. Se va orgulloso porque durante su mandato se ha alcanzado un elevadísimo nivel de cobertura del desempleo. Y con esa frase desvela, inconscientemente, el problema fundamental de este Gobierno a la hora de encarar la crisis. No les preocupa crear empleo, sino que los parados no sufran y dejen de votarles. No creen en la capacidad del tejido productivo privado para crear empleo, y como se les ha agotado el presupuesto, solo confían en que el subsidio aguante. Porque tampoco se atreven a tocar instituciones obsoletas del mercado de trabajo para no lesionar derechos adquiridos. Esta misma filosofía impregna el debate del cambio de modelo productivo. No creen en la capacidad del emprendedor español para buscarse la vida, identificar oportunidades, aprovecharlas, y al hacerlo generar empleo y riqueza. Prefieren al empresario clientelar, buscador de rentas, subsidios y desgravaciones. Al que pueden someter con una partida presupuestaria convenientemente amañada, como hacen con los partidos políticos cuando necesitan sus votos, como han hecho con el PNV, que se ha llevado siete de cada diez euros de investigación y desarrollo. Prefieren empresarios a los que puedan encerrar como a los manifestantes en un lugar secundario y permitirles que se desahoguen. Pero sin molestar a las altas instituciones del país que están pensando Han estado a punto de conseguirlo en la CEOE. Por eso no pueden entender la globalización ni la revolución tecnológica, porque sus expertos planificadores han analizado el modelo de negocio y han llegado a la conclusión de que será un fracaso. Les hace falta un gobierno mundial. Si no entendieron la mano invisible cómo van a entender el bit virtual o que la divisas puedan flotar libremente sin que alguien intervenga. Recuerden aquella frase del primer Zapatero. No puede ser que no haya
dinero, para esto hemos ganado las elecciones. Volverán a oírla muchas veces en versiones más sofisticadas ahora que se ha abierto el año electoral.


ABC - Opinión

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