lunes, 13 de septiembre de 2010

Noche en blanco sin blanca. Por José maría Carrascal

Esta «Noche en Blanco» —nunca mejor usada la palabra— no es otra cosa que un culto a la mediocridad.

QUE Gallardón se haya gastado lo que no teníamos en una red de transportes públicos que convierte el «poblachón manchego» en una megalópolis, hasta el punto de que podamos hablar del «Gran Madroño», ahora que nos ha dado por imitar a la «Gran Manzana», no lo critico. Al revés, lo aplaudo.

Pero que haya montado una «Noche en Blanco» en plena crisis me parece una paletada indigna de un alcalde ilustrado, como pretende ser. Nueva York, Londres, París, Berlín, Roma no necesitan que su consistorio las divierta. Se divierten a sí mismas. Basta salir a sus calles para encontrarse con todo tipo de diversiones, empezando por su paisanaje. Las máscaras, las verbenas, los conciertos de rock, los globos, los payasos, las bombillas de colores y los espectáculos importados están bien para los pueblos donde se aburre la gente o en las ciudades de provincia que se encierran en si mismas, como ocurre a Barcelona, donde el mayor espectáculo hoy es quemar banderas de España y fotos del Rey. Pero allí donde la energía mana en cada esquina, la expansión está en marcha y la diversidad es tal que resulta difícil dar con un nativo, sobra. Sobre todo si se trata del ayuntamiento más endeudado del país.


Los ayuntamientos están para proporcionar la infraestructura que permita sostener la expansión de sus urbes, no para entretener a sus vecinos. Si a Gallardón le queda aún algún euro, mejor que se lo gaste en centros de enseñanza, para que los madrileños puedan competir en el mercado global, que tan difícil se nos está poniendo. De divertirse, ya se encargarán ellos.

Pero lo que más irrita de esta versión moderna de La Verbena de la Paloma, es que intenta disfrazársela de «gran fiesta lúdica y cultural». Lo de lúdica vamos a dejarlo, pues sobre diversiones no hay nada escrito. Pero lo de cultural me parece un insulto a la inteligencia. Si cultura es montarse en columpios, disfrazarse de madrileño del año, encestar bolas de papel en un cubo o alfombrar de verde una plaza, no tiene nada de extraño que hayamos retrocedido nueve puestos en la lista de Competitividad Global. Porque eso lo hace cualquiera. La cultura, como el arte, es lo que el ingenio y la imaginación humana añaden a la naturaleza. Mientras esta «Noche en Blanco» —nunca mejor usada la palabra— no es otra cosa que un culto a la mediocridad y la chavacanería. Ignacio Ruiz Quintano comentaba algo parecido el sábado a propósito de la supresión de la recogida de trastos viejos. Querido y admirado Ignacio: Gallardón no nos quita los trastos viejos. Nos los pone ante el Palacio Real convertidos en obras de arte. Aunque eso no es arte ni cultura ni nada que se le asemeje. Es demagogia…. cara.


ABC - Opinión

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