jueves, 15 de julio de 2010

Rajoy lleva al Parlamento el grito de la calle: Zapatero, vete ya. Por Federico Quevedo

Con otras palabras, si quieren más educadas, propias de un parlamentario de su categoría, pero ayer el líder del Partido Popular le dijo a Rodríguez Zapatero en el debate del Estado de la Nación tres cosas: la primera que es un inútil, la segunda que no es creíble y la tercera que lo mejor que puede hacer es irse por el bien de España, de esta España que ha recuperado su dignidad -o parte de ella- gracias a su selección de fútbol, que manda eso… Rajoy no le podía repetir a Rodríguez aquello que ya le dijo Aznar a González -“¡váyase, señor González, váyase!”-, porque la frase tiene copyright, pero se lo vino a decir con otras palabras, si quieren menos efectistas, pero igual de contundentes: “Usted no está en condiciones de gobernar. Por lo tanto, el mejor servicio que puede hacer al país para cortar este calvario es disolver el Parlamento y convocar elecciones”. Y fue en ese terreno, el de visualizar el Estado de la Nación, el del relato sobre cómo hemos llegado hasta aquí, y el de la única salida que nos queda, donde Mariano Rajoy le ganó el debate a un Rodríguez Zapatero que en su primera intervención directamente no estuvo, y en la réplica al líder del PP sólo supo buscar el cuerpo a cuerpo mediante la descalificación, el insulto y la provocación.

Partamos de una base: el debate del estado de la nación está pensado para que lo gane siempre el presidente del Gobierno. Tiene tiempo ilimitado, siempre cierra el debate, y además su primera intervención la hace él solo por la mañana lo que supuestamente le permite ganar la primera batalla de los medios con su discurso inicial. Por el contrario, los portavoces de la oposición hablan con tiempo tasado -treinta minutos para la primera intervención y diez para la réplica- y en un debate seguido. Ayer, sin embargo, Rodríguez no aprovechó su primera oportunidad y por la mañana nos ofreció un discurso tan vacío de contenido y de propuestas que se lo podía haber ahorrado. Fue por la tarde, en respuesta a la intervención de Rajoy, respuesta que ya llevaba escrita de antemano, cuando Rodríguez sacó su artillería y buscó provocar a Rajoy reprochándole la actitud del PP sobre el Estatuto catalán. Probablemente era la única alternativa que le quedaba a Rodríguez, pero le salió mal porque Rajoy no entró al trapo y después de haberle recordado en su primera intervención que todo lo que está ocurriendo con el Estatuto es culpa suya desde que dijo aquello de que aprobaría lo que surgiera del Parlamento catalán y como luego fue engañando a tirios y a troyanos, no volvió a referirse a este asunto por más que Rodríguez le buscó.

Y lo cierto, lo que quedó en evidencia ayer tras la primera intervención del presidente, es que el asunto del Estatuto catalán, lejos de haberse arreglado con la sentencia del TC, se ha envilecido aún más y ha envilecido la política, y amenaza seriamente con descomponer el modelo de Estado constitucional, porque Rodríguez está dispuesto a cometer la mayor de todas las barbaridades, es decir, saltarse a la torera la sentencia y desarrollar el Estatuto por la vía de la leyes orgánicas. Mal asunto, como casi todo lo que en estos momentos está en manos del presidente, y eso fue lo que ayer evidenció con acierto Mariano Rajoy. “Su tiempo está agotado, y usted lo sabe”, le dijo el líder del PP. No sé si Rodríguez lo sabe, pero lo cierto es que esté país ya no aguanta más esta situación, y en el actual escenario de crisis económica una nueva escalada de tensión territorial, lejos de contribuir a serenar los ánimos, lo que hacer es perjudicar aún más a España y a su imagen de marca. Y eso es algo que, precisamente ahora, después de este ‘subidón’ de orgullo patrio que nos ha traído la selección, se va a hacer mucho más patente para la inmensa mayoría de la gente, para esa inmensa mayoría de izquierdas, de derechas y medio pensionistas que estos días gritaba “yo soy español, español, español” sin complejo alguno por decirlo y por acompañarlo de la presencia externa de los símbolos que lo demuestran.

Rodríguez ayer estaba solo en el Congreso, a pesar de los aplausos de los suyos. Era como un fantasma al que, por cierto, se le había ido la mano en la exposición a los rayos uva para tapar su mala cara y las ojeras que le produce la tensión de ver como conduce al país al abismo irremediable. Y Rajoy se irguió sobre la tribuna como el matador dispuesto a darle la estocada: “No es usted creíble, no se puede confiar en usted, nos ha engañado a todos”, le vino a decir. “Tiene usted poder, pero no tiene autoridad porque no inspira confianza”, fue probablemente una de las frases más contundentes y más acertadas de las que he escuchado en boca de Rajoy dirigidas a Rodríguez. Y es que es así: Rodríguez es un gobernante atrapado en la espiral de sus propias mentiras y de sus engaños, y la única salida que le queda a este país para, en efecto, superar este calvario es que él mismo hiciera honor a su promesa de actuar en bien de España y no en interés particular y convocara elecciones de inmediato.


El Confidencial - Opinión

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