domingo, 30 de mayo de 2010

Reforma laboral, ya

Con una cifra de más de cuatro millones de parados, y un horizonte nada esperanzador si, como afirmó el viernes Elena Salgado se prevé más paro hasta 2013, se antoja imprescindible que los agentes sociales sellen de una vez por todas una reforma laboral que transmita a la ciudadanía y a los mercados la voluntad común, a partir de criterios sólidos, de crear empleo.

Tanto urge este acuerdo –incluso desde organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional, la OCDE y la ONU se está pidiendo a gritos que se concrete la reforma laboral– que hasta el presidente del Gobierno ha decidido no asistir a la cumbre de la Alianza de las Civilizaciones para quedarse en Madrid y calibrar cómo se está desarrollando el proceso. Ayer mismo, y después de que el Ejecutivo decidiera interrumpir los encuentros a tres bandas, hubo una nueva reunión al máximo nivel entre los agentes sociales y el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, para intentar desatascar la situación, lo que no sucedió, hasta el punto de que desde los sindicatos se afirmó que «no habrá un desenlace satisfactorio» , una conclusión que no puede ser más decepcionante, aunque el encuentro no había levantado muchas expectativas.

Seguimos igual que hace unos días o peor. Se han estado dando algunos pasos tímidos y, sobre todo, de una lentitud que sólo puede calificarse como exasperante. Por no hablar del penúltimo y más sonrojante episodio al que hemos tenido que asistir al ver el estéril enfrentamiento entre el líder de UGT, Cándido Méndez, y el presidente de la Comisión de Economía de la CEOE, José Luis Feito. No se contribuye al diálogo social con el intercambio de insultos que protagonizaron. Si Feito tildó a los sindicatos de «infantiles e inmaduros» por amenazar con la huelga general, Méndez le correspondió llamándole «sicario». Estos comportamientos irresponsables no están a la altura del desafio al que se enfrentan y, desde luego, son desalentadores. Sin embargo, es mejor pasar página ante esta tarascada y centrarse en lo esencial: la reforma laboral no admite más demoras. Los agentes sociales dicen que están predispuestos a llegar a un acuerdo, pero éste no se termina de concretar. Es evidente que ambas partes tendrán que hacer sacrificios, pero las circunstancias así lo exigen. La reforma laboral deberá ser ambiciosa para adecuar el mercado de trabajo a las nuevas exigencias. Así, por ejemplo, se debería evitar el actual modelo excesivamente rígido en la contratación indefinida, con lo que se promueve la contratación temporal, que procura en el trabajador una sensación de inestabilidad. También debería modificarse la actual negociación colectiva, liberar la intermediación laboral y rebajar los impuestos sobre el uso del empleo.

El Gobierno ha puesto una fecha límite, el 11 de junio, para que ésta se concrete. Si no es así, el Ejecutivo presentará al resto de fuerzas políticas una propuesta que se aprobaría en el Parlamento. Ése es el peor de los escenarios para el Gobierno, tras el decreto del «tijeretazo». Pero también dejaría en una pésima posición a los sindicatos –que amenazan con una huelga general que no beneficiaría a nadie– y a la patronal, puesto que demostrarían una inoperancia y falta de cintura para presentar a la sociedad un acuerdo tan necesario como inaplazable.


La Razón - Editorial

Reforma laboral, ya

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