domingo, 30 de mayo de 2010

España, Zapatero y los nacionalistas. Por José María Carrascal

LA mejor prueba de la ignorancia que asola nuestro país es ese rumor de que Durán Lleida fue el más crítico con Zapatero en el último debate parlamentario.

Cuando fue su salvador, el que le envió el cable para que no se ahogase. Lo hizo, eso sí, con extraordinaria habilidad: poniéndolo verde. Pero lo salvó, que era lo importante, y Zapatero puede decir aquello de «Llámame tonto, pero dame bollos». Mientras Durán se fabricaba una excelente cortada -el interés general- cara a su electorado, buena parte del cual considera a Zapatero un desastre para Cataluña y para España.

Esa ingeniería política, sin embargo, no va a salvarle a él ni a sus salvadores. Las medidas de ajuste aprobadas no sólo no bastan, sino que pueden resultar contraproducentes. De entrada, consisten sólo en recortes, que pueden conducir a la recesión, como advertía ayer en Madrid el nobel de Economía Joseph Stiglitz. Luego, se concentran en los sectores más débiles de la población, lo que enrarece la atmósfera y dificulta el acuerdo social. Por último, un gobierno que tan pronto hace una cosa como la contraria aumenta la desconfianza de los mercados, como demuestra la rebaja de la calificación de la deuda española que acaba de hacer la agencia Fitch. Total, que quienes invocando los intereses del país permitieron pasar las medidas de ajuste pueden haberle hecho un flaco favor. Claro que a los nacionalistas nunca les han importando los intereses de España. Sólo les han importado los suyos, y los de CiU ya sabemos cuáles son: recuperar el poder en Cataluña y tener en Madrid un gobierno de rodillas, como estará el de Zapatero al llegar los próximos presupuestos. Un plan que comenzó con su abstención el martes en el Congreso y debe culminar tras las próximas elecciones catalanas.

Los nacionalistas vascos han sido mucho más directos, como corresponde a su temperamento. A cambio de abstenerse, exigieron que la paralización de las obras públicas no se aplicase a la Y del AVE vasco y que se suspendiera la cesión de las políticas de empleo al Gobierno vasco, una suspensión que perjudicaría a Patxi López, a quien tienen en el punto de mira. Elena Salgado no pudo concedérselo porque la protesta de todas las demás autonomías se oiría, no ya en Bruselas, sino en la Luna, y porque sería una doble traición, al país y a los socialistas vascos, con consecuencias imprevisibles. Ante lo que el PNV votó «no». Lo que no le impedirá votar sí en el futuro, de pagársele lo suficiente. No le criticamos, pues para algo son nacionalistas.

Lo que no aceptamos es que se convierta a los nacionalistas en salvadores de España, cuando sólo han salvado a Zapatero. Aunque después de haberle visto hacer alardes de patriotismo, uno está preparado hasta para verle jurar hoy la bandera en Badajoz. ¡Y luego dicen que no tiene sentido de Estado!


ABC - Opinión

0 comentarios: