domingo, 28 de marzo de 2010

Todo claro. Por Alfonso Ussía

Los sindicatos organizan un acto contra el Supremo en apoyo a Garzón.

Lo harán con dinero público, el de ustedes y el mío, porque las cuotas de sus militantes no dan ni para comprar el alpiste del canario, que alguno habrá dando la tabarra en un despacho. La noticia es sorprendente. Tanto como la que sigue si fuera cierta: «El Embajador de Ucrania en Oslo convoca una manifestación ante el Palacio Real de la capital noruega en protesta por el precio de las plumas de las avestruces». La humanidad se preguntaría perpleja. ¿Insinúa el embajador de Ucrania en Oslo que los miembros de la Familia Real noruega acaparan y encarecen las plumas de las avestruces? ¿Será que el señor embajador está llamando «avestruz» a la Reina de Noruega? ¿Desde cuando importa tanto a los noruegos el precio de las plumas de las avestruces? Preguntas, todas ellas, de muy complicada respuesta satisfactoria. En una muy conocida familia madrileña se discutía la conveniencia o no del proyecto matrimonial de uno de sus miembros. Que si la novia tenía veinte años más que él, que si la novia se casaba por el dinero, que si la novia tenía excesivas huellas dactilares en el cuerpo, que si el novio era tonto, que si tal o que si cual. Cuando la discusión adquirió un tono en exceso subido, y aprovechando un segundo de milagroso silencio, alguien comentó: «La flota de Bermeo se ha hecho a la mar». Y no hubo boda.

Con más de cuatro millones de parados, los sindicatos subvencionados por el Gobierno, no han dicho ni mú. Bueno, hay que ser justo. Han dicho una vez «mú» después de dedicarle al Gobierno un «muá». Es lógico. Los españoles estamos acostumbrados a mantener el nivel de vida de multitud de vagos, y en los sindicatos también se vive muy bien sin dar con un palo al agua. Pero van a manifestarse a favor de un juez tres veces empapelado por el Tribunal Supremo. Si albergaba dudas respecto a Garzón, ya no las tengo. Todo ha quedado claro. Que sea la Justicia la que decida si Garzón es culpable o inocente. Para este humilde escribidor de ustedes, Garzón se ha convertido en una persona acreedora a la sospecha.

¿Quiénes han salido en defensa de un juez que ha podido delinquir gravemente? Los subvencionados. Casi todos los mangantes de la Ceja y los sindicatos. Cuando a un personaje público con vocación de ser más público que nadie, y que ha podido meterla hasta el remo, y que se ha creído que sobrevuela a la propia Justicia que administra y representa, le empiezan a salir defensores de las cloacas estalinistas, malo, malo. No digo que sea culpable, pero malo, malo. Los de siempre, sólo a la espera de que Carmen Machi –¿a qué se dedica?–, se sume o no a la relación de los protestantes. Y ahora los sindicatos. Más de cuatro millones de parados abrumados por sus silencios y componendas, y los sindicatos dando la tabarra a favor de Garzón. La verdad es que este hombre cuenta con agarraderas y amistades imprevisibles. Sólo falta que las creadoras del mapa del clítoris se unan a la empresa. Dicen en «El País», periódico gobernado por un falangista y censor en tiempos de Franco, que los magistrados del Supremo han actuado contra Garzón por motivos políticos. «Falangistas» los han llamado. Pero bueno, bueno, bueno. Si Garzón tiene semejantes defensores, puedo proclamar a pleno pulmón y con todo derecho que no merece mi confianza. El refranero dice muchas tonterías, pero también verdades como puños. «Mira con quien andas y te diré quién eres». Los de la Ceja que cobran de nuestros impuestos y los sindicatos que no abren la boca con más de cuatro millones de parados. Garzón, que se te ha visto el plumero, que viene muy bien para cerrar este artículo por lo de las avestruces. Y cerrado queda.


La Razón - Opinión

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