miércoles, 24 de febrero de 2010

Los sindicatos abren el paraguas

Primera protesta contra el Gobierno en dos años de crisis y con un paro desbocado

Los sindicatos rompieron ayer su atronador silencio callejero hacia el Gobierno en más de dos años de crisis económica. UGT y CC OO se movilizaron en distintas ciudades contra la reforma del sistema de pensiones sugerida por el Gobierno, en un primer momento, y luego matizada hasta quedar convertida en un proyecto etéreo cuyo destino parece la papelera. Sea con el objetivo de ponerse la venda antes que la herida, sea por una actuación prácticamente por imperativo formal después de un periodo de colaboración plena con el Ejecutivo, Méndez y Fernández Toxo vendieron ayer la protesta como la respuesta a iniciativas como la prolongación de la vida laboral hasta los 67 años o la ampliación del periodo de cálculo de las jubilaciones.

Si por los sindicatos fuera, nada se tocaría, porque, según ellos, el sistema público de pensiones es sostenible financieramente hablando y goza de una estabilidad y una salud de hierro. Este diagnóstico resulta, sin embargo, opuesto al que han realizado los principales organismos internacionales y nacionales. Hasta el Gobierno parecía disentir de las centrales o, al menos, ésa era su actitud hasta la fecha, aunque después de escuchar al presidente Zapatero todo es relativo.


Ayer mismo, el secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, defendió la necesidad de que España consolide las finanzas y los cambios estructurales. Citó expresamente la reforma del sistema de pensiones, una iniciativa que conllevará una mejora de la calificación crediticia del país. El gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, se pronunció también ayer en términos similares y avaló que la propuesta de elevar a los 67 años la edad de jubilación «contribuiría de forma significativa al equilibrio financiero del sistema». En su opinión, las modificaciones en el mercado de trabajo son «urgentes» e «imprescindibles». Por tanto, la uniformidad de los análisis dentro y fuera de nuestras fronteras ha sido tan apabullante como ha sido incomprensible que el Gobierno haya tardado dos años en comprender a su manera este juicio. En cualquier caso, habrá que ver hasta dónde está dispuesto a llegar el Ejecutivo, más allá de esa retórica que le permite deambular en un terreno de nadie, en el que demora la toma de decisiones y gana todo el tiempo posible. Nos parece poco probable un escenario real de tensión entre el presidente Zapatero y Méndez y Toxo, cuando los tres han sido cómplices en la política económica y social de la recesión y de los cuatro millones y medio de parados, y la discrepancia no ha pasado de meros matices. Lo dijo ayer el presidente, «no habrá decretazos», «y menos, en el ámbito de las relaciones laborales y de la protección social». Las intenciones del Ejecutivo parecen muy lejanas de la cirugía profunda que la economía precisa en busca de estímulos que impulsen la recuperación. Quedarse corto con medidas superficiales sería casi tan contraproducente como no hacer nada.

Si el Gobierno se deja guiar de nuevo por Méndez y Fernández Toxo, si comparte los diagnósticos de los sindicatos y sus respuestas ante las reformas estructurales, se volverá a equivocar. Los socialistas y las centrales han sido corresponsables de una política fracasada, que ha convertido a España en una máquina de destrucción de empleo y en el último país de Europa en salir de la recesión. Con esos precedentes, que UGT y CC OO abrieran ayer el paraguas para que todo siga igual a riesgo de que la Seguridad Social se colapse fue un pésimo servicio al interés general


La Razón - Editorial

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