domingo, 19 de julio de 2009

Con lengua o sin lengua. Por Arturo Pérez Reverte

Me gusta el centro de Madrid. Es mestizo y cosmopolita: una especie de legión extranjera donde cualquiera puede enrolarse. Es ésta una ciudad bronca, generosa, con una potencia cultural extraordinaria que quisieran para sí otras urbes que van de modernas. Es cierto que casi todos los lugares castizos que amaba han dejado de serlo. En vano busco la huella de Felipe y Mari Pepa, o la de esos pícaros que encarnó en el cine el gran Tony Leblanc por los años 50. Tampoco del Madrid elegante –Pasapoga, Chicote, Fuyma– queda apenas rastro, y el chotis famoso de Agustín Lara dejó de tener sentido. Sin embargo, pasear por el centro es una experiencia intensa de la ciudad, la Europa que representa, el mundo que, para bien o para mal, nos pertenece y espera. No digo que este Madrid me guste más que el otro. Desde luego que no. Falta educación y sobran maneras bajunas. Pero es lo que hay, y lo que queremos que haya. Como tal debo aceptarlo, considerando sus virtudes y ventajas. De lo que no cabe duda es de que se trata de un Madrid más luminoso, justo y libre. Vaya una cosa por la otra.

Pienso en ello mientras camino por la acera de la Gran Vía. Hay allí dos viejos roqueros cubiertos de tatuajes, habituales del sitio. También lumis variopintas, un negro que toca el saxo, un limpiabotas mejicano –el rey del brillo, afirma el cajón– y una librería que sigue viva y llena de gente. Frente a un semáforo en rojo se abraza una pareja. Son dos hombres jóvenes. Lo hacen con mucha naturalidad y afecto. Con ternura. Uno le pasa una mano por la nuca al otro, acariciando su cabello. No hay en ellos nada de extravagante, o escandaloso. La actitud es propia de una pareja cualquiera, heterosexual o no. Otra cosa sería –mis reflejos son viejos y automáticos, qué remedio– dos pavos metiéndose la lengua y sobándose sin recato. Eso lo estimaría tan desagradable como si lo hicieran un pavo y una pava. No por cuestiones morales, sino por simple estética. Hay momentos y lugares para cada cosa. Creo. Por eso no me agradan los que se magrean excesivamente en público, sean hombres, mujeres, pareja convencional o pareja de la Guardia Civil. Me parece una falta de consideración. Una ordinariez propia de gentuza.

Hay a mi lado un fulano que mira a la pareja con cara de desagrado y luego se vuelve hacia mí, como buscando complicidad. No dice nada, pero es evidente lo que piensa. Menudo espectáculo, etcétera. En ésas el semáforo se pone en verde, todos seguimos adelante, y me quedo con la inquietud de si el que me miró se lleva la impresión de que comparto su enfoque del asunto. Me habría gustado contarle algo personal. Un recuerdo de juventud: parque de ciudad mediterránea y pareja de dieciséis o diecisiete años, chico y chica sentados en un banco, ella con la cabeza apoyada en el hombro de él. Y en ésas, un guarda jurado de los de antes, con bandolera de cuero y chapa dorada, parándose delante para darles la bronca por la actitud. El representante de la autoridad, o sea. El esbirro estúpido de un sistema hipócrita regido por curas que tonteaban con niñitos en el cole y por espadones de comunión diaria, casados con loros resecos que meaban agua bendita, ganándose el sucio jornal de la decencia a costa de dos chicos sentados en un banco. «A ver si tenemos posturas más decentes», fueron las palabras exactas de aquel cerdo vestido de pana marrón. Y cuando –ella, avergonzada, mantenía el rostro oculto en el hombro de él– el jovencito se encaró con el guarda diciendo que la chica estaba mareada y se apoyaba por eso, el otro, chulesco, perdonavidas, con esa insolencia que los mierdas con autoridad suelen mostrar ante los más débiles, respondió: «Pues en cuanto se espabile, largo de aquí. Y ligeritos». Y aquel muchacho, que cuarenta años después todavía recuerda aquello con impotencia y rubor, lamentó no tener edad suficiente para levantarse y, con alguna garantía de éxito, intentar romperle la cara a ese hijo de puta.

Calculo ahora, recordando, la suerte que habrían corrido entonces los dos hombres jóvenes abrazados del semáforo. La que corrieron tantos por menos de eso, a manos de representantes de la autoridad, de guardas jurados y guardias ejemplares, custodios celosos de la moral y las buenas costumbres. Cuánto sufrimiento y cuánta amargura irreparables. Cuánta injusticia. Por eso merece la pena lo ganado desde entonces, a cambio de otras cosas, buenas o malas, que se quedaron en el camino. Con miserables como el del parque dedicados hoy –por desgracia, nunca faltarán voluntarios para delatar o reprimir a otros– a menesteres menos evidentes y grotescos. Así que, concluyo, bendito sea este Madrid donde pueden abrazarse dos jóvenes en la calle sin que un sicario a sueldo del obispo o el comisario de turno los importune con su vileza insolente. Puestos a elegir entre esto y aquello, incluso violentando las buenas maneras, prefiero verlos meterse la lengua. Hasta dentro.

XL Semanal

Haydn Abschiedssinfonie

Franz Joseph Haydn - Sinfonía nº 45 en fa sostenido menor, Hob. I/45. "Los Adioses"
IV - Finale: Presto e Adagio molto
Wienner Philharmonic Orchestra, Daniel Barenboim



¡Algo así van a tener que hacer los españoles!

Herejía en UPD

El partido de Rosa Díez vive su primera gran crisis interna tras los expedientes abiertos a 14 cargos y militantes y la marcha de Mikel Buesa.

Conviene que haya herejías. Sirven para espabilar a los creyentes. Les ayudan a conocer mejor las razones (...) los límites y sobre todo las posibles alternativas razonables de su compromiso”. El autor de estas palabras es el escritor Fernando Savater , miembro del partido Unión, Progreso y Democracia (UPD), que el pasado 9 de julio se descolgaba con frases como estas en un artículo publicado en el diario El País que llevaba por título Los herejes imprescindibles. En el texto Savater lamentaba que a su juicio el establishment político español, así como muchos medios de comunicación, consideraban herética y de alguna forma ilegítima la aparición y consolidación de un partido como UPD, fervientemente antinacionalista y sin ninguna intención, de momento, de pactar con el PP o el PSOE. Pues bien, lo escrito por Savater lo podría haber firmado Mikel Buesa , catedrático de Economía y activista político, que dejó UPD hace unos días por profundas diferencias con la dirección, o alguno de los 14 militantes de la formación, entre los que hay cargos de relevancia, que fueron suspendidos de militancia en junio por disentir de la línea oficial.


Tanto Buesa como el grupo de los 14 denuncian un estilo de dirección autoritario, marcado por la ausencia de democracia interna y un excesivo personalismo de la presidenta del partido, Rosa Díez . La fractura ha llegado a tal punto que en unos días una treintena de militantes abandonarán el partido. La dirección de UPD, sin embargo, no eleva a la categoría de herejes imprescindibles a este grupo; los tacha, más bien, de individuos con ansias infinitas de protagonismo y la única intención de hacer carrera a costa del partido. El malestar interno en UPD venía de largo, al menos desde principios de 2009. Diversos cuadros regionales del partido compartían la opinión de que en UPD faltaba democracia interna y comunicación horizontal, y sobraban decisiones unilaterales, ceses arbitrarios de militantes no afectos a la dirección y un estilo de gobernar no compatible con los valores de libertad, igualdad y transparencia que predica el partido.

Según Javier Carroquino , uno de los fundadores del partido, ex coordinador en Aragón y uno de los disidentes más activos de UPD, la chispa que llevó a los descontentos a actuar saltó cuando la dirección propuso un nuevo reglamento del Consejo de Dirección, el órgano que concentra la mayor parte del poder en el partido, formado por unas veinte personas. Afirma Carroquino que el nuevo reglamento imponía que la composición de este órgano se eligiera mediante una votación con listas cerradas, tomaba decisiones que le correspondían a la Asamblea General, formada por todos los miembros del partido, y convertía los órganos de control internos en “elementos decorativos”.

Tiempo

Dos largos años perdidos. Por Victoria Prego

La sentencia del Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña no se ha empezado a preparar seriamente hasta hace un año. Desde julio de 2006, cuando el PP presentó ante el TC un recurso de inconstitucionalidad, hasta la primavera de 2008, el Estatut ha estado durmiendo el sueño de los justos en la sede del Alto Tribunal. Dos años y medio en barbecho.

Algunos magistrados como Vicente Conde insistieron machaconamente desde el comienzo en la urgencia de abordar lo que consideraban una cuestión de Estado de la máxima trascendencia. Pero durante 20 largos meses no se produjo ningún movimiento serio en esa dirección. Por entonces el «equilibrio» entre los calificados por la prensa como progresistas o conservadores era favorable a estos últimos después de que el TC hubiera aceptado recusar a Pablo Pérez Tremps y apartarlo de las deliberaciones.


Las frecuentes declaraciones que la presidenta del TC, María Emilia Casas, hacía en privado en esos años insistiendo en que el tema del Estatut era su prioridad e iba a ser abordado con la máxima urgencia no tienen absolutamente nada que ver con la realidad de los hechos. Ni en 2006 ni en todo 2007 se abordaron los recursos.

No fue hasta abril o mayo de 2008 cuando Casas dio por fin la orden de ponerse a trabajar de verdad en el tema. Para entonces la relación de fuerzas en el seno del tribunal se había equilibrado de nuevo, aunque por un trágico motivo: la muerte de Roberto García-Calvo -juez del Tribunal Supremo-, uno de los más radicales defensores de la tesis de que el Estatuto de Cataluña era inconstitucional en su espíritu y en su articulado.

A partir de mayo, pues, se cambian los ritmos, se pisa el acelerador y se encarga a varios letrados que se ponen a trabajar en un proyecto de sentencia. Elisa Pérez Vera es designada ponente y, por tanto, ella es la responsable de todos los proyectos, incluido este último que ha desatado la caja de los truenos y ha roto los delicados consensos trabajosamente tejidos en los últimos meses.

No podría decirse que Pérez Vera, acérrima defensora de la plena constitucionalidad del Estatut, esté entre los magistrados con más peso e influencia de los que componen el Constitucional. Mucho más prestigio y más peso, con enorme diferencia, tiene la propia presidenta, María Emilia Casas, a la que se considera inteligente y culta aunque, eso sí, muy poco dada a asumir un perfil rotundo en sus posiciones.

Casas quiere salir de este trance sin que se le pueda reprochar el haber influido descaradamente en el sentido de la sentencia. Por eso de ningún modo estará dispuesta a deshacer con su voto de calidad un hipotético empate entre quienes quieren endurecer la resolución de fondo y fijar con mayor claridad los preceptos inconstitucionales y quienes prefieren suavizar el fallo y garantizar las competencias del Estado sin hacerle sangre al Gobierno. Lo que sí es competencia suya, y por lo tanto su responsabilidad, es la administración de los tiempos y del ritmo del trabajo. Ella será quien diga cuándo se vota, pero no lo hará hasta que se asegure de que el panorama está claramente despejado. Y ya ha dicho que no tiene ninguna prisa.

Entre quienes suman hasta ahora los cinco votos favorables a la sentencia interpretativa que se estaba pergeñando, no todos están dispuestos sin embargo a comulgar con según qué ruedas de molino. Y, de entre ellos, el más sólido es Manuel Aragón, catedrático de Derecho Constitucional y reconocido como una de las mejores cabezas en su especialidad. Aragón, del que se habla como próximo presidente del TC, ha criticado ácidamente el tercer proyecto de sentencia y, junto a Pascual Sala, lo ha hecho tambalear hasta hacerlo inútil. El quinto voto en principio favorable a esta sentencia ambigua es el de Eugeni Gay, el único abogado, considerado por los defensores del Estatut como un voto seguro, aunque él lo discuta a veces.

En el lado contrario, y nulamente dispuesto a respaldar una resolución interpretativa ni manipulativa, lo cual significa que es uno de los cuatro votos negativos con que en principio podría salir la sentencia, está Javier Delgado, ex presidente del Supremo, y otra de las grandes cabezas jurídicas del Tribunal. A pesar de encontrarse enfermo, jamás ha faltado a los plenos en los que se ha discutido el Estatut y siempre ha mantenido la misma posición. Él, junto a Vicente Conde y a Jorge Rodríguez Zapata -ambos jueces del Supremo- quieren llevar al fallo y establecer en él con total claridad cuáles de los artículos han de ser declarados inconstitucionales.

Perteneciente también al sector conservador, el catedrático Guillermo Jiménez había suavizado su posición y estaba ya dispuesto a votar a favor de una sentencia que, aunque disimulada en las formas, garantizara la plena protección de los intereses del Estado. Un poco más atrás, pero en la misma línea, se había situado Ramón Rodríguez Arribas, así que María Emilia Casas acariciaba ya una sentencia claramente favorable al Estatut aunque escondiera grandes dosis de truco. Ahora la ponente tiene que volver a empezar. Pero ya no es tan seguro que los votos sigan estando en el mismo lugar en el que estaban.

El Mundo - Opinión

El nuevo embajador USA. Por José María Carrascal

QUE España sigue siendo un país de segunda categoría para Estados Unidos lo demuestra el embajador que Obama ha elegido para representar a su país en el nuestro: Alan D. Solomont, un magnate financiero de Boston, auténtico genio recaudando fondos electorales, que consiguió 800.000 dólares para la campaña del actual presidente norteamericano. Es como suelen pagarse estos favores: una embajada cómoda en un país agradable. Los diplomáticos tienen una palabra para estos puestos: embajada «balneario». Prestigio, descanso, facilidades y el título de embajador para toda la vida. En las capitales de las grandes potencias amigas -Londres, París, Berlín-, se necesitan pesos pesados de la política o la diplomacia, ya que los asuntos a tratar, por mucha amistad que haya, requieren tanto tacto como experiencia política. Pero las de segundo rango vienen de perlas para este tipo de embajadores, que unas veces salen bien y otras no tanto, pues los elegidos no suelen tener idea del país al que van destinados e incluso alguno ha tenido problemas en localizarlo en el mapa durante la comparecencia que está obligado a hacer ante el Senado, para que le dé su visto bueno. Excusado decir que la inmensa mayoría no habla la lengua del mismo. Pero si en los viejos balnearios, con saber francés bastaba, en las embajadas actuales, con saber inglés es suficiente, aunque a veces no se sepa mucho más, como ocurre a los «embajadores» de la Generalitat catalana. Pero ésa es otra historia. ¿O es, en el fondo, la misma?

Pudo, sin embargo, ser peor. Que nos enviasen un experto del Departamento de Estado en situaciones conflictivas, por ejemplo, lo que significaría que la Administración Obama pronosticaba tiempos difíciles para España. O a un jefazo de la CIA, señal de que éramos sospechosos de narcotráfico, terrorismo o algo peor. Pero no, todo apunta que para el Washington de Obama España no es Afganistán, ni Irak, ni Irán, ni Rusia, ni Venezuela ni ninguno de los quebraderos de cabeza -algunos, al pie de la letra- que tiene mundo adelante. Más bien nos ve como un lugar placentero y tranquilo, donde nunca pasa nada. Esperemos que no se equivoque porque en España nunca pasa nada, hasta que pasa todo de repente.

E incluso el hecho de que Mr. Alan D. Solomont, aparte de ser un mago en recaudar fondos, sea también un filántropo, fundador de una empresa asistencial de la tercera edad, el ADS Group, y actualmente consejero delegado de Solomont Bailis Ventures, dedicada a la atención de los jubilados norteamericanos con pocos medios, puede venirnos muy bien, ya que las perspectivas de nuestros jubilados no son precisamente brillantes, tras los palos que el gobierno Zapatero viene dando a las arcas públicas, donde, a este paso, pronto empezará a haber telarañas.

ABC - Opinión

El partido lo gana Zapatero... de momento. Por Fernando Jáuregui

La semana que concluye ha sido verdaderamente de infarto, tanto para Zapatero como para Rajoy, los dos grandes protagonistas del circo político nacional. Pero, si hubiese de poner calificaciones a estos penúltimos exámenes de junio, y atendiendo exclusivamente a los resultados, yo estaría a punto de aprobar a ZP y a punto de suspender a MR. Quizá apenas porque a uno le han salido, de momento, las cosas bien y al otro, por ahora, le están saliendo bastante mal.

A Zapatero le ha salido bastante bien, por ejemplo, lo de la financiación autonómica. Nadie ha votado "no", puesto que de recibir dinero se trataba, y, curiosamente, los "populares" no han exigido demasiadas explicaciones acerca de cómo se ha hecho el reparto, que tanto ha beneficiado a catalanes y andaluces, ni se han preguntado por qué la suma de las previsiones de cada autonomía sobre lo que van a recibir asciende a casi catorce mil millones de euros, cuando lo presupuestado eran once mil. Yo diría que, acuciado entre las exigencias de sus "barones" y la conveniencia de salir a la palestra a denunciar las incoherencias y silencios cómplices del Gobierno en el proceso, Rajoy eligió lo primero: tener al menos semicontentos a sus líderes autonómicos, que han tenido que justificar con diversas acrobacias dialécticas por qué se han abstenido tras una negociación que adquirió tintes surrealistas -justamente denunciados-- y mereció el calificativo de "subasta" por parte del mismo Rajoy.

Lo que cuenta en política es, para bien a para mal, el resultado, y ya digo: Zapatero y su vicepresidenta segunda, Elena Salgado, que ha actuado con enorme eficacia y con métodos expeditivos, han logrado que diez autonomías dijeran "sí" a su proyecto de financiación autonómica, y las restantes se abstuviesen. Ni un presidente autonómico se atrevió a votar "no", pese al ruido previo que muchos hicieron y a las justas dudas expresadas por los medios acerca de la procedencia del dinero que ahora se va a repartir y también acerca de los muchos silencios oficiales que se han impuesto en este tema. Chitón, y todos, especialmente ZP, felices. Uno-cero en contra de Rajoy.

Mientras, el presidente del PP ha tenido que ir sorteando a los micrófonos que le preguntaban por Bárcenas, por Camps, por el "caso Gürtel" en general. No puede dar un paso sin tener que huir de los chicos de la prensa. En el PP no encuentran una respuesta adecuada para el asunto del tesorero del partido, que esta semana que empieza tendrá que declarar en el Supremo, ni para el del presidente de la Generalitat valenciana, que es cuestión diferente, pero poco agradable para la marcha hacia La Moncloa del principal partido de oposición.

Por su parte, Zapatero ve cómo el "affaire Alberto Saiz", el ex director del Centro Nacional de Inteligencia cuyo procesamiento pide el PP, ha quedado relegado a las páginas pares de los periódicos y a mínimos titulares: episodio parece que concluido. Así que ZP se prepara para protagonizar dos nutridas conferencias de prensa, la primera este viernes en Mallorca y la segunda, la de fin de curso en La Moncloa el último día del mes, en las que podrá destacar sus logros: la financiación autonómica, el inicio del diálogo social, que Obama le haya invitado a la "cumbre" del G-20 en Pittsburg/Pensilvana, que Montilla haya acudido a Madrid para dedicarle una de sus infrecuentes sonrisas en plan reconciliación -faltaría más-- Rajoy, mientras, ya digo: escapando como puede de los micros. Dos a cero.

Claro que el partido está apenas concluyendo el primer tiempo. Queda mucho hasta el final y me parece que el mayor desgaste, porque es quien está tomando la iniciativa y corriendo más por el campo, lo está soportando Zapatero. Rajoy no está noqueado: está, pienso, replegado. Cree, no sé por qué, que sus problemas se solucionarán solamente con el paso del tiempo, sin tomar ninguna medida. Está feliz porque las encuestas dicen que, si hubiese ahora elecciones, el PP las ganaría, aunque raspando y mostrando la figura del jefe de la oposición una muy escasa aceptación -o, más bien, un escaso entusiasmo por parte del electorado. Parece, no obstante, que con esto le basta. Como si sus mensajes sobre las incoherencias, el juego marrullero, las improvisaciones y las trampas del Gobierno llegasen a todos sin interferencias -y sin preguntas molestas de los periodistas-- y fuesen suficientes para llegar hasta La Moncloa. Yo no soy entrenador de fútbol, y entiendo poco del asunto, pero siempre he oído que los partidos se ganan cuando sales a ganarlos, con hambre de balón y a la ofensiva, no a la defensiva, que es donde MR, en estos primeros cuarenta y cinco minutos, se ha situado. Y encima, insultando al árbitro, que siempre, ya se sabe, es casero y está con el equipo que gana.

Periodista Digital - Opinión

¿Cuántos para él? . Por Alfonso Ussía

Carod-Rovira es un carísimo pájaro migratorio. En sus constantes vuelos le caen de las plumas millones de euros que se derrochan por nada.

De esos más de cuatro mil millones de euros -cuarenta veces lo entregado a Cantabria-, que se lleva Cataluña en el reparto adicional, ¿cuántos millones irán a parar a Carod-Rovira, sus embajaditas, sus viajes, sus regalos y sus croquetas? Lo decía el pasado jueves Antonio Mingote en su obra de arte de «Abc». El dinero de los españoles para unos nacionalistas catalanes que no quieren ser españoles. Más o menos.


Sucede que si ese dinero se emplea en infraestructuras, hospitales, ayudas a las empresas y demás acciones lógicas y correctas, sólo podríamos hablar de agravio comparativo entre Cataluña y el resto de las autonomías. Pero hay más. Esas infraestructuras, hospitales, ayudas y demás acciones lógicas y correctas suelen correr a cuenta del Estado, y una buena parte de las canonjías que percibe el Gobierno de la Generalidad se destina a las mamarrachadas de Carod-Rovira, que parece estar harto de Cataluña, porque siempre se halla ausente inaugurando chiringuitos con pretensión diplomática que no sólo pagan injustamente los catalanes, sino todos los españoles, aunque en esos chiringuitos no nos representen. Carod-Rovira es, en efecto, un carísimo pájaro migratorio. En sus constantes vuelos le caen de las plumas millones de euros que se derrochan por nada. Los ánsares vuelan en otoño de los fríos rusos a las tibias costas de España. Los más decididos y en número más grande, alcanzan el paraíso de Doñana. Cuando llega la primavera y se marchan -muchos restan aquí para siempre-, de África nos visitan las golondrinas, los abejarucos, las oropéndolas y las cigüeñas, entre otras especies. Los cielos son un constante ir y venir de aves migratorias que no descansan hasta que llegan a su objetivo. Pero es un destino establecido por la naturaleza, que no cambia ni se somete al capricho, y para colmo de bienes, gratuito. Nos regalan su belleza y su presencia sin quitarnos ni un euro del bolsillo. Y no es regalo cómodo. Volar ininterrumpidamente durante días y días con sus noches y noches, no está al alcance de cualquiera. Si Carod-Rovira, para malgastar el dinero de todos los españoles tuviera que dar tres golpes de alerón, no se movía de Barcelona. Él viaja en otros pájaros. Y en primera clase, con un séquito de hortera árabe, la bolsa rebosada de euros que no le pertenecen y la lengua siempre dispuesta para denostar a la nación y a los ciudadanos que le proporcionan, por obligación que no por gusto, el oro que derrocha. Un pájaro de cuentas que se aprovecha de otros pájaros de iguales cuentas que le dan el dinero sin consultar a los contribuyentes. Para ti, todo, para los demás, mucho menos, y para algunos, lo que sobre. Que así ha salido Cantabria, señor Revilla, que a este paso, o se esmera más en las anchoas, o en lugar de recibir lo que le corresponde, va a tener que dar lo que no tiene. Ocurre que en Cantabria no hay violencia nacionalista, ni victimismo, ni coacción racista ni posibilidad de atemorizar a un Gobierno de España caprichoso y pusilánime. El dinero, para el pájaro migratorio a cuenta ajena. El día que los jueces se atrevan a levantar las alfombras de determinadas autonomías privilegiadas nos llevaremos un buen susto. Pero pelillos a la mar. Todo habrá pasado y los derrochadores del dinero público se irán de rositas. Como este Carod-Rovira, el pájaro migratorio, que dilapida el dinero de España para negarla y envilecerla.

La Razón - Opinión

Petulancia de Zapatero, desazón de Aguirre

AUNQUE NADIE se había dado cuenta, España acaba de iniciar una nueva era en su historia: nada menos que la del «verdadero Estado de las autonomías». Eso, claro, si hemos de creer al presidente del Gobierno, quien ayer no tuvo empacho en jactarse además de haber logrado «vertebrar España» gracias al nuevo modelo de financiación autonómica. Zapatero entonó las bondades del recién aprobado sistema en el Consejo Territorial del PSOE, rodeado por todos los barones, que se limitaron a aplaudir sin el mínimo atisbo de crítica, incluidos los presidentes autonómicos a los que poco o nada les gusta este modelo por lo perjudicial que resulta para sus comunidades. El cierre de filas supone, por tanto, la reedición de tiempos no tan lejanos del partido en los que, como decía Alfonso Guerra, «quien se mueve, no sale en la foto». En el PP, la pesada digestión de lo acontecido en el Consejo de Política Fiscal y Financiera todavía dura. Esperanza Aguirre no puede ser más clara en la entrevista que hoy publicamos. «Pienso que el PP debería haber votado en contra de este sistema, por lo que dijo Rajoy: es una chapuza, insolidario y perjudicial para los españoles». La presidenta de Madrid muestra su desazón por la imagen que ha dado el partido y admite que se abstuvo por lealtad a las indicaciones de la dirección. Eso sí, advierte que habría que preguntar a Javier Arenas por qué se optó por actuar así. Lo cierto es que fue una decisión inexplicable y equivocada. Primero, porque ninguna comunidad hubiera perdido los fondos del sistema si votaba en contra, ya que hay por delante 6 meses para acogerse al mismo. Y, sobre todo, porque esa especie de sí pero no, supone ponerle muy fácil la crítica al PSOE, que siempre podrá argumentar que el PP no tiene las cosas claras en un asunto de Estado como es éste.

El Mundo - Editorial

Correa, las FARC y el turbio rastro del chavismo

«El gobierno de Zapatero, uno de los más veloces en retirar a su embajador en Honduras, tal vez podría hacer un gesto similar en el caso de Ecuador, si es que quiere seguir blasonando de defensor de la democracia y enemigo del terrorismo.»

Honduras está dando una lección al mundo de cómo un pequeño país se niega a someterse al dictado de un peligroso totalitario, por más que la denominada "comunidad internacional" siga decidida a no identificar a los verdaderos golpistas, que no son otros que el depuesto presidente Manuel Zelaya y, en un plano superior, Hugo Chávez, su patrón político y financiero.


Pero si hay un ejemplo de país hispanoamericano que lucha por la dignidad y la libertad de todos sus ciudadanos, éste es sin duda Colombia. Situado entre Ecuador y Venezuela, los dos principales polos de desestabilización de la región, Colombia padece desde hace décadas la presión terrorista de las FARC, un grupo de orientación marxista fuertemente armado, que ha hecho del asesinato, el secuestro y el narcotráfico su modo de vida.

A la evidencia de los vínculos entre los gobiernos "bolivarianos" y los terroristas de las FARC, notorios en lo que se refiere a la coincidencia de sus objetivos políticos, esta semana se suma la constatación de que las relaciones entre ambos van mucho más allá. La fiscalía colombiana tiene en su poder documentos que probarían que las FARC financiaron la campaña electoral de Rafaél Correa, entre ellos un vídeo encontrado en el ordenador de Raúl Reyes, líder terrorista abatido por el ejército colombiano en su ataque a un campamento situado en Ecuador en marzo del año pasado, que confirma la entrega de dinero a los emisarios del presidente ecuatoriano.

No se trataría ya únicamente de la acusación de la fiscalía de otro país, sino del reconocimiento por parte de uno de los protagonistas de que el presidente de Ecuador ha recibido dinero de un grupo terrorista. La patética reacción del presidente Correa, negando la evidencia y calificando la incontestable prueba gráfica de sus vínculos con los terroristas de las FARC como "una arremetida de la derecha" con el objetivo de "desestabilizar a los gobiernos progresistas de la región", es la típica reacción de un político populista que elude sus responsabilidades e intenta situar el foco de atención en una imaginaria conjura exterior.

Las investigaciones de las autoridades colombianas y las pruebas halladas hasta el momento de la colaboración de las FARC con el partido político del presidente ecuatoriano, debieran tener también una respuesta adecuada por parte de la "comunidad internacional". El gobierno de Zapatero, uno de los más veloces en retirar a su embajador en Honduras, tal vez podría hacer también en este caso un gesto, aunque fuera simbólico, si es que quiere seguir blasonando de defensor de la democracia y enemigo del terrorismo. En caso contrario, constataríamos una vez más que la política exterior de Zapatero y Moratinos no se inspira en los grandes principios enarbolados en sus discursos, sino simple y llanamente en el sectarismo ideológico tan común en la izquierda de todas las latitudes.



Libertad Digital - Editorial

Zapatero y la España insolidaria

RODRÍGUEZ Zapatero, quien ayer se permitió el lujo de afirmar que el nuevo modelo de financiación configura el auténtico Estado de las autonomías, identifica la política con una operación permanente de imagen, de tal manera que su objetivo consiste siempre en «vender» un producto mediático sin que los ciudadanos sepan con claridad cuál es su contenido. Esta vez se trata de la financiación autonómica, un acuerdo injusto a todas luces que altera sin reparos el principio constitucional de solidaridad para beneficio exclusivo del PSOE y sus necesidades coyunturales de apoyos parlamentarios. Después de sacar adelante la negociación inicial, todo se traduce en abrazos, parabienes e imágenes optimistas de cara a la galería, como refleja la reunión que mantuvo ayer Zapatero con los «barones» regionales. La satisfacción del tripartito catalán tiene cierta lógica, al menos desde una perspectiva particularista, y lo mismo cabe decir -en otro nivel- del socialismo andaluz, oportunamente utilizado para que Manuel Chaves reciba un apoyo político del que anda muy escaso en los últimos tiempos. En cuanto a los demás «barones» territoriales del PSOE, es evidente que hay mucha sonrisa desganada y muchos abrazos de compromiso porque todos ellos son conscientes de que su región se sitúa a la hora de la verdad en el bando de los perdedores. Ferraz acusa a los populares de centralismo y sumisión a los criterios del aparato de Génova, pero antes de hablar algunos líderes deberían mirar en su propia casa y escuchar lo que se dice por los pasillos sobre la «generosidad» del presidente del Gobierno hacia los compañeros y socios catalanes.

El ridículo debate sobre una imaginaria «catalanofobia» y otras fobias regionales refleja el absurdo que supone esta especie de guerra de todos contra todos desatada por Zapatero y cuyo origen directo e inmediato es la financiación privilegiada que establece el Estatuto catalán. Mientras tanto, la vicepresidenta Elena Salgado ha intentado negociar hasta el final con las comunidades gobernadas por el PP en un esfuerzo por abrir una brecha en el mensaje conjunto de todos sus líderes a cambio de ventajas particulares. El interés general es algo más que la yuxtaposición del interés egoísta de unos y de otros, porque exige que los problemas se enfoquen con sentido de Estado y al servicio de todos los ciudadanos. No es éste el caso, como es notorio, porque aquí prima el egoísmo de unos y el oportunismo de otros, por mucho que luego los «barones» socialistas hayan cerrado filas para aparentar en público una satisfacción que no es unánime ni mucho menos.

Mientras llega la sentencia del Tribunal Constitucional -ya superada, a estas alturas, por el desarrollo estatutario- se consolidan los efectos de la mutación del modelo territorial. El presidente del Gobierno ha eludido la reforma formal de la Constitución, pero este sistema de financiación autonómica quiebra las reglas que sustentan un Estado basado en los principios de unidad y autonomía, donde no hay lugar para el ventajismo insolidario. Las reuniones autocomplacientes y las declaraciones a mayor gloria del líder, sólo reflejan la debilidad de unos dirigentes regionales que son incapaces de plantar cara a sus jefes en Ferraz y en La Moncloa. Es probable que lleguen nuevas ofertas particularistas en los próximos días para abrir brecha en la respuesta homogénea de los populares. Frente a ello, es imprescindible que el PP mantenga la defensa sin fisuras de la Constitución y su modelo territorial.

ABC - Editorial