lunes, 26 de enero de 2009

26/01/1939 - La entrada de las tropas de Franco en Barcelona

La Vanguardia 25 de Enero de 1.939
La Vanguardia 27 de Enero de 1.939



NASA: la madre de todas las web sobre Cambio Climático (antes llamado Calentamiento Global)

Gracias a Manin (sí, ese comentarista de esta casa que desea que todos los negacionistas -especialmente este que les escribe- nos encerremos en una habitación llena de CO2, a ver si dejamos de dar la lata) descubro la madre de todas las páginas web dedicadas a la difusión indiscriminada y falsaria de la doctrina apocalíptica Algoriana. La web en cuestión está acogida, cómo no, en un portal de la NASA y es ésta.

Muy brevemente les cuento dos o tres cositas, ya que Jose-Antonio (quien también tiene blog) ha puesto los puntos sobre las íes en el c0mentario que deja a Manin (alias Joe esta vez).

1. El nivel de los océanos sube y la masa helada del planeta baja. Y nos dejan gráfico al respecto. Apuntan que la causa es el dehielo provocado por el calentamiento global.
  • No nos dicen que ninguna de las previsiones del IPCC sobre elevación del nivel marino se ha cumplido, no nos dicen que el nivel de los océanos sube desde hace 10.000 años, y no nos dicen qué ha causado ese aumento del nivel oceánico en los 9.950 años en los que el CO2 antropogénico no tuvo nada que ver en el asunto. Una verdad a medias es, como mínimo, una media mentira. Y no nos dicen que las últimas mediciones de la Universidad de Colorado muestran una clara estabilización en los niveles de subida del nivel de los océanos, incluso un descenso desde hace unos años:
  • No nos dicen que la masa total de hielo del planeta se ha mantenido prácticamente invariable desde que se mide la extensión helada por satélite. No nos dicen si la imagen de “deshielo” en Groenlandia es del verano, del otoño o del invierno. Y no nos dicen que nos encontramos en un período interglaciar, en el la disminución de la masa total helada en el planeta debería de ser, de haberla, un fenómeno absolutamente natural.

2. Nos dicen que los niveles de CO2 atmosférico y la temperatura global del planeta suben inexorablemente. Y para dar soporte visual a tales afirmaciones, nos muestrsan sendas gráficas, a cual más torticera.
  • Observemos la gráfica de concentración de CO2 en la atmósfera. Ellos, listos como son, nos muestran una gráfica con datos de los últimos 400.000 años! Una barbaridad, verdad? Pues no, si realmente quieren saber qué ocurre con el CO2 en nuestro planeta, deben tomarse la molestia de manejar todos los proxies posibles y situarlos en un contexto adecuado … el resultado es este otro (pulsar sobre la imagen para aumentar el tamaño):

  • No nos dicen que a lo largo de la historia del planeta, y sin intervención humana alguna, los niveles de CO2 atmosféricos han sido superiores a los actuales. No nos dicen que no está demostrada la correlación “a más CO2, más temperatura”.

  • Y, por supuesto, no nos dicen que, a pesar de que los niveles de CO2 atmosférico han continuado su ascensión, las temperaturas del planeta no han seguido ese “trend” ni remotamente siquiera:


Cada vez es más difícil citar las webs “divulgativas” de la NASA como fuentes serias de información científica. Y es una pena, créanme.


Desde el Exilio

Ateísmo fiscal

Ni Filemón ni Mortadelo. Por Gabriel albiac

No, no fueron Mortadelo y Filemón la inspiración de los ministros del Interior socialistas. Bien lo sabe Rubalcaba

Tiene toda la razón don Alfredo Rubalcaba. Bajo el mandato de un ministro socialista, en nada se han parecido nunca las Fuerzas de Seguridad del Estado español a Mortadelo y Filemón. En nada. Su modelo fue otro. Con larga tradición en América Latina: de Carlos Andrés Pérez a Videla. Si lo sabrá él. 3 de junio de 1998. Interrogatorio judicial de Rafael Vera en el Tribunal Supremo acerca de su actuación cuando, en octubre de 1983 y siendo Secretario de Estado para la Seguridad con José Barrionuevo como ministro de Felipe González Márquez, ordena a sus hombres que perpetren un ilegal secuestro en Francia: -«Usted ha dicho que el intento de secuestro del etarra Larretxea por la policía española iba a ser ejecutado sin violar la ley. -Sí. -¿Dónde iban a decir ustedes al juez de la Audiencia que lo habían detenido? -En la frontera. -¿Iban a secuestrarlo en Francia y a decirle a un juez español que lo habían detenido en España? ¿A eso llama usted respeto escrupuloso de la legalidad? -Sí¿ Bueno¿ Era sólo una irregularidad». Serie completa de lo sucedido, según consta en la sentencia condenatoria de Rafael Vera y José Barrionuevo.


Octubre de 1983: el capitán Martín Barrios ha sido secuestrado por ETA, que acabará asesinándolo al cabo de unas semanas. 16 de octubre: agentes españoles secuestran en el sur de Francia a José Antonio Lasa e Ignacio Zabala; no se volverá a saber nada más de ellos; sus cadáveres calcinados serán sólo descubiertos trece años más tarde, el 21 de mayo de 1996, con inequívocos signos de tortura. 18 de octubre de 1983: el comando policial enviado por Vera fracasa en su intento de secuestrar en Francia al etarra Larretxea. 4 de diciembre, el ministro socialista José Barrionuevo y su mano derecha, Rafael Vera, dan orden errónea de secuestrar al viajante de comercio Segundo Marey. Tras conocer su error, perseveran en el secuestro. Nada que ver, ciertamente, con Filemón ni Mortadelo. Como mejor que casi nadie sabe don Alfredo Rubalcaba. Sumario por el secuestro, desaparición, tortura y asesinato, a cargo de miembros de la seguridad del Estado de José Antonio Lasa e Ignacio Zabala en el otoño de 1983: «Durante varios días Lasa y Zabala permanecieron retenidos y torturados¿, situación que duró hasta que sus secuestradores y torturadores, viendo el estado en que se encontraban -tan lamentable que se convencieron de su imposible recuperación- decidieron darles muerte y enterrarlos en un paraje donde su localización fuese prácticamente imposible». Varios guardias civiles, entre ellos el general favorito de los sucesivos ministerios socialistas, fueron condenados en firme por los hechos. No imagino a los benditos Mortadelo y Filemón descuartizando así, primero en vida y después en cadáver, al más abominable de sus enemigos. No. El axioma de don Alfredo Rubalcaba es, se mire por donde se mire, irrefutable. Las Fuerzas de Seguridad jamás han sido en España, bajo mandato socialista, nada que pueda en la más jocosa broma asimilarse con Mortadelo y Filemón. Y, de eso, este superviviente último del ominoso felipismo que es don Alfredo Rubalcaba sabe más que nadie. Casi.

La Razón - Opinión

Isaiah Berlin, centenario de un liberal. Por José María Lassalle

Las sociedades abiertas van a ser puestas a prueba y tendrán que dar lo mejor de sí mismas para sobrevivir. Lo peor de la crisis está por llegar. Habrá que estar precavidos para afrontar los escenarios de inestabilidad que exigirán grandes dosis de fortaleza entre los partidos democráticos. Lo más importante en estos momentos es saber a qué atenerse y dotarnos de una pedagogía ejemplar, así como de un arsenal de acciones eficaces que desactiven los efectos sociales de la crisis.

Con todo, la consecuencia más grave que puede provocar la frustración colectiva que viviremos es la emergencia de un chovinismo del bienestar frente al que no sepamos reaccionar institucionalmente. Por el momento es imposible aventurar cuál será su rostro ni si tendrá una plataforma concreta que lo aglutine. Tampoco puede saberse si cabalgará con silla política el tigre de ese "contraconocimiento" que mina las bases informativas de nuestra Modernidad ilustrada y que, según explica Damian Thompson en su ensayo Los nuevos charlatanes, se ha adueñado ya de las prácticas de numerosos medios de comunicación. Lo que sí es seguro es que, de salir a la luz, desplegará un lenguaje de sorpresiva novedad que tratará de burlar subversivamente los contrafuegos tradicionales de la democracia.


Quien piense que podemos enfrentarnos ante una formulación idéntica a los totalitarismos de entreguerras se equivoca. De hecho, su diseño será selectivamente postmoderno y estará provisto de una aureola futurista que tratará de seducir transversalmente a mucha gente. Para ello querrá liderar -con un imaginario de vanguardia adaptado probablemente a las formas de comunicación en red y a las nuevas tecnologías-, la atmósfera de desesperación, resentimiento y miedo que propiciará en el futuro la crisis que empezamos a padecer. Pero, sobre todo, querrá rentabilizar y utilizar políticamente esa extendida "banalización del mal" que, como explica Claudio Magris en La historia no ha terminado, ha normalizado y cotidianizado el desprecio al otro y su dignidad, justificando -al amparo de un ejercicio impune y liberticida de la libertad de expresión-, tanto el insulto como la mentira, la propaganda y el uso indiscriminado de una violencia dialéctica que localiza su acción en destruir la imagen de las personas mediante la sustitución de los hechos por interpretaciones manipuladas de los mismos.

Entrado el siglo XXI, una nueva versión de aquello que Kant denominó el "fuste torcido de la humanidad" puede ponerse en circulación. Una versión inédita que, junto a la revolución rusa y sus secuelas, las tiranías de derechas y de izquierdas y las explo-siones de "nacionalismo, racis-mo y, en algunos lugares de fanatismo religioso", podría convertirse en otra más de esas "tormentas ideológicas que han alterado la vida de prácticamente toda la humanidad" y que, como analiza Isaiah Berlin, "muy curiosamente los pensadores más avisados del siglo XIX no llegaron a predecir jamás".

El centenario que este año celebramos del nacimiento de este filósofo liberal puede sernos de ayuda frente a un escenario caracterizado por la concurrencia de las condiciones que pueden producir, por utilizar el título de una famosa película, esa tormenta perfecta que nos conduzca a un nuevo desafío de inhumanidad generalizada.

La defensa cerrada que Berlin hizo a lo largo de toda su vida de la decencia de la democracia es una vía de aproximación idónea para entender su liberalismo. Por eso mismo, la importancia de sus ideas adquiere en estos momentos una dimensión pública de enorme trascendencia. De hecho, la gravedad de la crisis económica y sus crecientes y dramáticos efectos sociales, exigirá de los defensores políticos de la Modernidad ilustrada una estrategia compartida que refuerce los vínculos de respeto, moderación y responsabilidad recíprocos que deben darse entre los demócratas.

El liberalismo igualitario de Berlin es, en este sentido, un antídoto de enorme fuerza antitotalitaria y un punto en común sobre el que fortalecer nuestra convivencia democrática. Su descripción de la libertad como una dualidad positiva y negativa permite hacer de ella el soporte programático de las sociedades abiertas. No hay que olvidar que el juego combinado de esta dualidad trata de desactivar las tensiones sociales y las fracturas que generan las exigencias igualitarias de una convivencia democrática con la defensa de un ámbito de no interferencia personal.

La importancia del pensamiento berliniano radica en haber alcanzado una síntesis que se basa en la necesidad epistemológica de explorar adecuadamente la complejidad de los valores en pugna dentro de un entorno pluralista. De este modo, la propensión al conflicto no sería nunca una disfunción, sino la característica intrínseca a la estructura de una democracia liberal que obliga a elegir entre fines que son cambiantes según las circunstancias, pues, en determinados momentos hay que elegir entre la igualdad y la libertad, y otras veces entre la justicia y la compasión. El desenlace, en cualquier caso, siempre es el mismo: forzar acuerdos que eviten lo peor y hacerlo, además, sin dañar las bases morales que institucionalmente salvaguardan la decencia que posibilita la tolerancia y la paz cívica.

El mejor homenaje que podemos brindar a este autor con ocasión de su centenario es reivindicar el estilo de su racionalismo liberal. Fiel al escepticismo desapasionado, tolerante y sereno de un intelectual educado en la caballerosidad del espíritu liberal descrita por Locke en sus Pensamientos sobre la educación, sus ideas siguen vivas. Sobre todo porque buscaron equilibrios y puntos de encuentro en medio de esos diferenciales en tensión sobre los que se construye siempre cualquier consenso democrático. De hecho, planteó a lo largo de su dilatada vida una indagación liberal sobre la estructura moral de las democracias y sobre los riesgos y ventajas del pluralismo que la sustentan.

Para Berlin, la libertad es básicamente una mirada interrogativa hacia el otro, el que no piensa igual. Una mirada interrogativa con la que desbaratar la ortodoxia de quienes creen poseer conocimientos y principios infalibles a los que habría que someterse con la camisa de fuerza de una devoción quijotesca. Por ello no dudó en defender la heterodoxia y la empatía como instrumentos de una acción intelectual encaminada a desentrañar las claves sobre las que descansa la huidiza verdad y los esquivos principios que cimientan una convivencia pacífica y civilizada. De este modo, el liberalismo de Berlin puede afirmarse que sigue en pie. Porque retrata la encrucijada mayoritaria de esa centralidad política que encarnan aquéllos a "quienes causa idéntica repulsión moral los duros rostros que ven a su derecha y la histeria y la insensata violencia y demagogia que tienen a su izquierda". Quizá por ello no dudó en concluir que la historia siempre estaba abierta, pues, de un modo u otro, "el futuro deberá cuidarse de sí mismo".

José María Lassalle es secretario de Estudios del PP y diputado por Cantabria.

El País - Opinión

El aval son las portadas de El País

«Es de esperar que una Caja Madrid en manos de Gallardón fuera menos renuente a renovar la deuda a Prisa que si Esperanza Aguirre –y, en este caso, los principios bancarios y financieros más elementales– guiara las decisiones de la caja.»

La actual crisis económica tiene su causa última en el abandono por parte de los bancos privados de los principios tradicionales de prudencia, liquidez y solvencia. Animados por los bancos centrales, concedieron créditos masivos a bajísimos tipos de interés sin preocuparse por si sus deudores serían finalmente capaces de devolverles los fondos prestados.

Muchos fueron los sectores económicos que se vieron beneficiados por esta orgía del dinero barato, y aunque la construcción o el automóvil son los que acuden primero a la mente, muchos medios de comunicación tampoco han sido ajenos a esta lluvia de crédito fácil, que han empleado para realizar la transición desde sus soportes tradicionales a los nuevos formatos multimedia. En Estados Unidos ya han comenzado las quiebras de periódicos tradicionales, ahogados por una montaña de deudas, como el Chicago Tribune o, si Carlos Slim no lo impide, el New York Times.


estro país, obviamente, no ha sido ajeno a este proceso. Situados como estábamos en el epicentro de la expansión crediticia europea teníamos, además, dos poderosos catalizadores para emular los acontecimientos del otro lado del Atlántico. Por un lado, en nuestro sistema bancario tienen una importante presencia las cajas de ahorros, entidades de crédito que, movidas por la composición política de sus órganos de gestión, dejaron todavía más a un lado los principios de prudencia bancaria a la hora de conceder préstamos. Por otro, uno de los grupos de comunicación más importantes de nuestro país, Prisa, estaba tratando de consolidar las distintas ramificaciones de su imperio no sólo por papel y radio, sino especialmente por la televisión por satélite.

De este modo, Prisa acumula una deuda de más de 5.000 millones de euros, de los cuales casi 2.000 millones son créditos a corto plazo con los que adquirió su filial Sogecable. Asfixiada por el vencimiento de sus deudas, el grupo de Polanco necesita urgentemente refinanciar sus obligaciones a corto plazo para evitar una suspensión de pagos previa liquidación y partición de sus distintos medios.

En las condiciones actuales, nada resultaría más absurdo para un banco que refinanciar la deuda de una empresa potencialmente ilíquida. El riesgo de la operación es muy grande y la situación financiera de los bancos demasiado poco sólida como para hacerle frente.

La lógica empresarial debería llevar a que Prisa enajenara alguna de las joyas de su corona –a saber, la Cadena Ser, El País o Santillana– para saldar parte de su deuda, pero ello supondría un duro golpe a su influencia sobre la clase política, ya que las sinergias entre la radio, el periódico o la editorial concluirían. Ya no le sería posible amplificar las noticias propias por su circuito de medios y convertir lo que suelen ser simples especulaciones o abiertos bulos en hechos contrastados. Y sin influencia política, sin la posibilidad de derribar a un Gobierno con un simple editorial de El País, la fuente principal del negocio de Prisa, desde sus orígenes a la actualidad, desaparecería.

No es de extrañar, por tanto, que la fiera acorralada salte con uñas y dientes para tratar de defenderse del acoso financiero al que está sometida. Quizá se podría entender mejor la ofensiva que durante los últimos días está llevando a cabo El País contra el Ejecutivo de Esperanza Aguirre si tenemos en cuenta que una buena porción de la deuda que le urge refinanciar a Prisa la mantiene con Caja Madrid, la caja por cuyo control se está librando desde hace meses una cada vez más indisimulada batalla entre el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid.

Es de esperar que una Caja Madrid en manos de Gallardón fuera menos renuente a renovar la deuda a Prisa que si Esperanza Aguirre –y, en este caso, los principios bancarios y financieros más elementales– guiara las decisiones de la caja. Güemes, al menos, así parece advertirlo, cuando señala que el cúmulo de supuestas exclusivas de El País sobre la trama de espionaje que implica, todavía sin ninguna prueba salvo las especulaciones de Prisa, al Ejecutivo regional podrían ir dirigidas a ganarse el corazón de alguna entidad financiera.

Sea cierto o no, desde luego Prisa no es ajena al resultado de la pugna por Caja Madrid, de ahí que tenga unas marcadas preferencias por una de las dos administraciones, al margen de las ya habituales afinidades ideológicas.

Pero además, con este serial de portadas, El País parece querer recuperar su decadente influencia entre la clase política. Bajo la admonición de que todavía tienen mucha información que revelar, Prisa resucita la vieja estrategia chantajista de derrocar Gobiernos y cúpulas de partidos políticos. La revelación de este supuesto Watergate pretende recordar a nuestros burócratas que nadie está libre de "destape" si es menester para preservar la unidad del grupo. Falta ver si unos u otros cederán, ya por miedo ya por agradecimiento, a la que podría ser la última campaña de presión del grupo Prisa tal y como lo hemos conocido en los últimos años.

Libertad Digital - Opinión

Hay Obama para todos. Por Javier Rupérez

RACHEL Maddows, la estrella ascendente del comentario izquierdista norteamericano en la cadena NBC, recibió con satisfacción el discurso de inauguración presidencial de Barack Obama, observando en el texto razón profunda para la coincidencia. Apenas se recató en presentarlo como el modelo del mensaje anti Bush. Pero, según ella misma reconoció, lo que más le gustó del discurso no fue tanto su contenido sino la manera con que había sido recibido por el ahora comentarista politico de la misma cadena Pat Buchanan.

Buchanan es una de las más conocidas figuras del movimiento conservador americano, asesor de los presidentes Nixon y Reagan, varias veces candidato a la nominación republicana para la presidencia del país e inspirador, a través de sus escritos y apariciones públicas, de las causas de la derecha. Y ese mismo Buchanan, desde los estudios de la NBC, manifestaba su alegría al poder asentir con el recién entronizado presidente en su rotunda reafirmación de valores tradicionales: «Los retos pueden ser nuevos. Los instrumentos que utilizamos para enfrentarnos con ellos pueden ser nuevos. Pero los valores de los que depende nuestro éxito -honestidad y trabajo duro, valor y juego limpio, tolerancia y curiosidad, lealtad y patriotismo- son cosas antiguas. Son cosas verdaderas. Han sido la silenciosa fuerza de progreso en nuestra historia».


En una serie de gestos marcados por la explícita voluntad religiosa -los Obama comenzaron el día de la inauguración asistiendo a un servicio religioso en la iglesia baptista de San Juan, en la inmediata vecindad de la Casa Blanca; la ceremonia del juramento estaba puntuada por dos invocaciones sagradas al principio y al final de la misma; el día anterior, el espectáculo festivo ante el memorial a Lincoln en el Mall de Washington fue precedido por una oración; el día siguiente a la inauguración los Obama, y todos los miembros de la nueva administración asistieron a un temprano servicio interconfesional celebrado en la Catedral Nacional- era patente el deseo de incorporar la sensibilidad trascendente del pueblo americano. Y si la selección del reverendo Rick Warren, uno de los «tele-evangelistas» protestantes, para pronunciar la oración introductoria en la inauguración levantaba críticas por las posiciones antiabortistas y contrarias al matrimonio homosexual, rápidamente se recurría al obispo episcopaliano Robinson, cuya declarada homosexualidad está dividiendo irremediablemente a lo que queda de la rama americana del anglicanismo británico, para dirigirse a la multitud que, ante la solemne estatua de Abraham Lincoln, estaba esperando la actuación de Bruce Springsteen. Con Warren ante el Capitolio, una multitud de un millón y medio de personas acabó musitando el padrenuestro, incluyendo aquello de que «tuyos son, Señor, el reino, el poder y la gloria». Unas horas antes Robinson, en el otro extremo del Mall, había desgranado una bella y doliente letanía: «...concédenos la gracia de sentirnos insatisfechos ante las respuestas simplistas y fáciles que, en vez de la verdad que necesitaremos si queremos estar a la altura de los retos del futuro, hemos preferido escuchar de nuestros políticos...». Obama proclamaría horas más tarde: «somos una nación de cristianos y musulmanes, judíos, hindúes y no creyentes». Y ofrecía al «mundo musulmán» un «nuevo camino de futuro, basado en el mutuo interés y en el beneficio mutuo». Todo para todos.

El discurso inaugural de los presidentes americanos es un género político literario de características bien determinadas, en donde suele abundar la retórica -la buena retórica, que hasta en eso destacan los habitantes de la república- y escasear las ofertas programáticas. Algunos han pasado a la historia por la feliz contundencia de sus imágenes -los recordados «miedo al miedo» de Franklin D. Roosevelt o «pregunta más bien qué puedes hacer tú» de John F. Kennedy- y muchos, la inmensa mayoría, están sumidos en el letargo de los archivos históricos y periodísticos. Este de Obama integrará la segunda categoría. Dicho sea con el más profundo de los respetos y sin buscar demérito a los buenos propósitos del nuevo presidente y a su cuidadoso cálculo entre lo nuevo y lo viejo. Quizás sea ello lo más característico del discurso y donde se vislumbran las intenciones y capacidades del que lo pronunció -y, según parece, personalmente escribió.

Obama ha manejado con buen pulso las tres urgencias inmediatas de su mandato: describir sin contemplaciones la gravedad de la situación económica del país, marcar las distancias con respecto a la administración Bush y apuntar las líneas esenciales de la política exterior. Ha estado casi churchilliano en la primera -«sangre, sudor y lágrimas»- firme pero respetuoso en la segunda y maleable en la tercera. Ha sido el suyo el discurso de un pragmático que explícitamente dice abjurar de dogmas ideológicos. «La pregunta que hoy debemos hacer no es si el Gobierno es demasiado grande o demasiado pequeño, sino la de saber si funciona». Eso no es Zapatero y la «socialdemocracia pura» sino González y los ratones de Deng Xiao Ping. ¿Se acuerdan?
El distanciamiento de Bush, tan claro como perifrástico, es un modelo de cirugía profunda con anestesia total: la codicia y la irresponsabilidad de muchos, el sacrificio de los principios a la eficacia, la proclamación de la amistad universal.

Y tiempo le ha faltado para poner en marcha lo más espectacular y fácil del programa: anunciar el cierre de Guantánamo en un año, la retirada de las tropas de Irak en dieciséis meses, la congelación de los salarios de los que trabajan en puestos directivos en la Casa Blanca, las limitaciones para el trabajo privado de los que han trabajado en el sector público. Pero el distanciamiento no llega tan lejos como para poner en duda las líneas maestras de comportamiento: el terrorismo, la libertad, la democracia, la lucha contra los totalitarismos. China ya ha censurado las partes correspondientes del discurso. ¿Pensarán los tiranos de este mundo, desde Cuba hasta Corea del Norte, desde Venezuela hasta Zimbabwe, que con Obama todo el monte es orégano? Craso error de perspectiva: el nuevo presidente asegura a sus conciudadanos que el país retomará el liderazgo frente a los que «inducen al terror y asesinan inocentes... o se agarran al poder a través de la corrupción, el engaño y el silenciamiento de los disidentes». Y, para los que quieran fijarse en el valor simbólico de los gestos, anótese la evidencia del afecto respetuoso con que el saliente y el entrante han celebrado la democrática y bella ceremonia del traspaso de poderes. En realidad lo mejor de Obama es la nación a la que aspira enderezar y dirigir. Los que adquieren la ciudadanía americana reciben una carta del presidente de turno en la que se les recuerda que «nuestro país no está unido por la sangre, el nacimiento o el territorio. Estamos unidos por principios que nos llevan más allá de nuestros entornos, nos elevan por encima de nuestros intereses y nos enseñan lo que significa ser ciudadano». El trasfondo de la alocución del nuevo presidente es el mismo: «la promesa divina de que todos son iguales, todos son libres y todos tienen el mismo derecho a buscar la felicidad».

No existe alocución presidencial que, desde los tiempos de la Declaración de Independencia se haya desviado de esas convicciones. No existe momento en la historia americana en que los ciudadanos de la república, a pesar de fragilidades y vacilaciones, no se hayan sentido impulsados por las mismas aspiraciones.

Hoy todos son Obama, y la estela del entusiasmo que su figura despierta no puede ser minusvalorada. Pero ya mismo, en el recodo del camino, esperan los guijarros de la realidad. Los tropiezos y las vacilaciones serán parte del trayecto. Lo preveía Robinson: «concédenos paciencia para comprender que nuestro nuevo presidente es un ser humano, no un mesías».

ABC - Opinión

I pledge... La "ceja" ^ ^ americana

El Bus de ZP