lunes, 9 de noviembre de 2009

Un error histórico: cien años de dinero de curso legal . Por Anta E. Fekete

Muy probablemente concluirá el año 2009 sin que se haya conmemorado el centenario de un evento de gran importancia en la historia, que figura en forma destacada como la causa principal de la Gran Crisis Financiera del siglo. Este evento fue aquel al cual se le dio el falso nombre de “Legislación de Curso Legal” de 1909. Los billetes de banco, tanto de la Banque de France, así como del Reichsbank de Alemania, se convirtieron en moneda de curso legal, primero en Francia y muy poco después, también en la Alemania Imperial. El resto del mundo siguió el ejemplo.

De esta forma se eliminaron todos los obstáculos a la financiación, por medio de créditos, de la Guerra Mundial que se avecinaba y a la monetización de la deuda que resultaría por medio de billetes de banco.


Un efecto imprevisto fue que se truncaron todos los esfuerzos diplomáticos por evitar la guerra y la gran derrama de sangre y destrucción de propiedad que traería consigo. En ambos países, los partidos que favorecían la guerra se habían anotado una gran victoria. La causa de la paz sufrió una derrota decisiva.

Quiero subrayar que he dicho que la legislación que llevó el nombre de “Legislación de Curso Legal” no fue tal, porque “curso legal” en este contexto fue una maligna distorsión del sentido aceptado de la frase. No había ningún aspecto de coacción en el curso legal, anteriormente a 1909. Los billetes de banco circulaban como dinero, pero su aceptación era enteramente voluntaria. La gente tenía el derecho incondicional de cambiarlos por moneda del país, o sea, por monedas de oro. Si un banco no podía entregar moneda de oro a cambio de un billete estaba en mora técnica y tenía que atenerse a las consecuencias.

En su sentido original el término “curso legal” se refería sencillamente a un estándar de tolerancia aplicable al desgaste de las monedas de oro. Las monedas de oro que estaban dentro del estándar de tolerancia circulaban por número, o sea, que su “valor de curso legal” se establecía por conteo de las mismas – una gran conveniencia. Otras circulaban por peso: todas y cada una de las monedas tenía que ser pesada – una gran inconveniencia. No había coacción alguna establecida en esta discriminación.

La salida de la crisis y el camino para evitar otra Gran Depresión es por vía de la restauración de la libertad en el ámbito de la moneda: por medio de una hábil revocación de las leyes de curso legal

La Casa de Moneda cambiaba monedas de oro dentro del estándar de tolerancia a cambio de nuevas monedas recién acuñadas, sin cargo para el propietario. El gobierno absorbía la pérdida y la cubría con cargo a los fondos generales de ingresos. Al costo se daba el mismo trato que el costo de mantener en buen estado las carreteras del país. No sólo no había coacción alguna en las leyes de curso legal, sino que en efecto, el gobierno proporcionaba un servicio público sin cobrar una cuota por el mismo. Ese era el significado de “curso legal” anteriormente a 1909.

Coacción contra el público

Nótese el cambio disimulado en su significado, como resultado de las leyes de curso legal de 1909. En el lugar de una conveniencia pública se sustituyó una coacción contra el público. Los dos gobiernos con la mayor capacidad bélica del mundo introdujeron la coacción al forzar a sus súbditos a aceptar y usar deuda como dinero. Esto constituyó un acto nunca antes visto en las historia. En particular, los gobiernos estaban obligando a los militares, así como a los empleados del gobierno, a recibir promesas de papel a manera de pago con finiquito por servicios rendidos.

Desde luego, el uso de la frase “curso legal” en esta forma constituye una contradicción. Una promesa de pago que es al mismo tiempo, un finiquito, no es una promesa. Es un edicto arbitrario. Este fue un paso reaccionario, diseñado para facilitar el aumento ilimitado de la circulación monetaria, sin tomar en cuenta la reserva de oro. Permitió la financiación con crédito de la guerra que se avecinaba, gran parte del cual era libre de intereses y sin fecha de vencimiento. La carga financiera de la guerra se le impuso al pueblo sin su consentimiento.

La medida se representó como un simple cambio, conveniente por razones de eficiencia. No hubo debate público respecto a sus implicaciones. En aquel tiempo, nadie podía adivinar las consecuencias ominosas. Nadie sospechaba mala fe de parte del gobierno. Como prueba de buena fe, se permitió que el oro continuara en circulación por otros cinco años. Los bancos entregaban las monedas de oro sin mayor problema. No hubo un notable incremento en la acumulación de monedas de oro por el público, señal que éste albergaba una confianza implícita en su gobierno. Cuando la guerra finalmente estalló en 1914, “los cañones de agosto” anunciaron el efecto demorado de las leyes de curso legal. De inmediato, todas las monedas de oro se escondieron. Los bancos se rehusaron a entregar oro a cambio de billetes. La Legislatura, incluso todos los diputados socialistas, votó a favor de los créditos bélicos que solicitaba el gobierno, sin demora.

El origen de la Gran Depresión

El primer autor que desenmascaró la conexión entre las Leyes de Curso Legal de 1909 y el inicio repentino de la guerra, cinco años más tarde, en 1914, fue el economista alemán Heinrich Rittershausen (1898-1984). También pronosticó la Gran Depresión y mostró la relación que existió entre la subsecuente ola de desempleo sin precedente y estas Leyes, como explicaré en mayor detalle más adelante.

No nos queda más que especular sobre caminos distintos que pudiera haber seguido la historia. ¿Hubiera terminado en breve la matanza insensata y la destrucción de propiedad si no se hubiesen promulgado las Leyes de Curso Legal, tan pronto como los gobiernos en guerra hubiesen agotado el oro necesario para financiarla? La mayoría de los observadores contemporáneos pensaba que así hubiera sido. No había forma de financiar un conflicto de esta magnitud por medio de impuestos. La gente no comprendía que el curso legal era una forma invisible de impuesto, para pagar por la guerra más grande que hubiera visto el mundo hasta ese punto en la historia. No comprendía el poder del crédito que permitiría que los gobiernos gastasen sangre y tesoro con toda libertad, sin limitaciones. La gente no percibió al Moloch detrás de la fachada de Curso Legal – el dios que se preparaba para devorar a sus propios hijos.

Sin embargo, las leyes de curso legal tuvieron otra nefasta consecuencia, que no se reconoció en aquel tiempo. Anteriormente a 1909, el comercio mundial se financiaba por medio de letras de cambio (“real bills” o “bills of exchange”) giradas sobre Londres. Una letra de cambio era papel comercial con vencimiento a corto plazo, pagadero en moneda de oro a su vencimiento. Representaba crédito auto-liquidable para financiar la aparición de mercancía nueva, demandada con mayor urgencia por los consumidores, en los mercados. Como su creación estaba limitada a la cantidad de mercancía nueva en camino al mercado, no era inflacionaria.

El crédito era liquidado por la moneda de oro entregada por el consumidor final de la mercancía subyacente. Una letra de cambio la podríamos entender como un crédito en proceso de “madurar en monedas de oro” en fecha próxima. Como medio de cambio, la letra de cambio era lo que seguía a la moneda de oro misma, en calidad. Su tenencia era virtualmente libre de riesgo, ya que la mercancía subyacente tenía un mercado bien dispuesto a su adquisición, en cuanto llegara a su destino.

El confidencial

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