jueves, 9 de abril de 2009

Zapatero, gran reserva. Por M. Martín Ferrand

LOS politólogos más conspicuos tratan de analizar la génesis, el desarrollo y la potencialidad de la crisis gubernamental que acaba de rematar José Luis Rodríguez Zapatero. Como es costumbre en tan acreditado grupo de expertos, miran y remiran los nuevos nombres incorporados al Gabinete, y a la ascendida Elena Salgado, con el interés que un tratante de ganado analiza el diente de la caballería antes del trato. Están condenados al fracaso. Zapatero y la lógica son conceptos antagónicos y tratar de deducir de un rasgo biográfico de los nuevos ministros una intención del líder socialista es tarea inútil. Sin sentido. Cinco años de experiencia les ha enseñado a los más eximios zapaterólogos que el método prospectivo válido para la predicción de la conducta del vallisoletano que dice ser de León es el mismo que sirve para anticipar el número premiado en un sorteo de la lotería.

Se pueden extraer más enseñanzas con el repaso de los nombres que permanecen. Los que se han salvado de la quema reflejan el espíritu de un líder contradictorio, sin más constantes que el rencor histórico y el ánimo confederal. Dejando aparte a María Teresa Fernández de la Vega y Alfredo Pérez Rubalcaba -el Gobierno propiamente dicho- la supervivencia en el cargo de personajes como Miguel Ángel Moratinos, Bibiana Aído, Miguel Sebastián o Carme Chacón -cuatro patas para el banco de los errores- acreditan el amor de Zapatero por la contumacia. Han sido, con Magdalena Álvarez, los nombres más justamente criticados en el equipo y ahí siguen, en el machito. Es el desplante del líder, su toque de provocación y su exhibición de poderío. Moratinos es un náufrago en la política exterior que, en guerra con Chacón, se rebotan mutuamente los ridículos de nuestra proyección exterior. Aído, un capricho, hace lo que no sabe para poder hacer algo y Sebastián, el desertor del Ayuntamiento de Madrid, nos debe una bombilla. Con ellos, Celestino Corbacho -un millón de parados en un año de gestión-, Cristina Garmendia y Elena Espinosa son la sublimación de la impotencia, la nada política. De Francisco Caamaño no cabe opinión alguna, que todavía están calientes los restos de su predecesor, Mariano Fernández Bermejo, y no sé si procede incluir en esta lista a Beatriz Corredor, según el BOE titular de Vivienda, porque no está probada su existencia política. En ellos Zapatero luce plenamente. Son su gran reserva.

ABC - Opinión

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