jueves, 9 de abril de 2009

Un deslucido relevo a tono con la crisis

LAS PALABRAS, los silencios, las ausencias y las demasiado previsibles presencias en las tomas de posesión de los nuevos ministros ofrecieron ayer una imagen con claroscuros del nuevo equipo de Zapatero.Especialmente deslucida fue la despedida de Pedro Solbes, en la que se hizo patente su poca sintonía con el presidente del Gobierno. Solbes, que agradeció a sus colaboradores el trabajo realizado en estos cinco años, no tuvo una sola mención para Zapatero e incluso se quejó de haber trabajado con «limitaciones», lo que obligó después a De la Vega a aclarar que el vicepresidente se refería sólo a dificultades derivadas de la crisis económica.

Si la comunicación entre un presidente y su responsable de Economía ha de ser especialmente fluida en cualquier gobierno, en época de recesión y con 3.500 nuevos parados de media cada día esa relación debería ser privilegiada. Sin embargo, Zapatero ha ninguneado continuamente a Solbes, haciéndole luz de gas desde la Oficina Económica del presidente, dejándole al margen de operaciones teledirigidas desde Moncloa de la envergadura de la OPA sobre Endesa, prescindiendo de él en asuntos como la financiación autonómica o imponiéndole medidas como la ayuda de los 400 euros. Estos desencuentros han influido probablemente más en el ánimo y el cansancio de Solbes que la propia tarea ministerial. Alguien que sólo está fatigado ni pide el relevo a gritos como hizo al afirmar que sentía «envidia» del destituido Bermejo ni protagoniza una despedida tan fría como la de ayer.

Las sospecha de que el nombramiento de Elena Salgado responde más a un enroque del presidente que a una apuesta por aportar nuevas ideas ha empezado también a tomar cuerpo. El estupor con el que el mundo económico ha recibido a Salgado tuvo fiel reflejo en su toma de posesión, prácticamente huérfana de personalidades de este ámbito. La nueva vicepresidenta estuvo arropada casi en exclusiva por sus amistades políticas y el resto de ministros.Esa soledad fue más evidente si cabe por la esperanzadora presentación de José Blanco en el Ministerio de Fomento. En contra de lo que parecía predecible, el vicesecretario general del PSOE estuvo acompañado por destacados líderes políticos y empresariales como Esperanza Aguirre y Gerardo Díaz Ferrán, a los que invitó en un gesto de apertura y de búsqueda de entendimiento. Blanco era ayer, por su evidente perfil político como látigo socialista durante nueve años, el ministro peor recibido por los lectores de elmundo.es. Sin embargo, empieza a dar muestras de que puede reinventarse como ministro y habrá que esperar a ver su trabajo antes de juzgarle.

Muy previsible, en cambio, fue la llegada de Angeles González-Sinde a Cultura. Pilar Bardem, José Luis Borau, Elías Querejeta...A su lado estuvieron muchos representantes del cine, a los que Zapatero ha querido entregar el Ministerio a través de la guionista.Si Blanco llega condicionado al Gobierno por su perfil político, González-Sinde lo hace marcada por su procedencia, y deberá demostrar que su misión no se limita a conseguir dinero para sus colegas del cine.

El relevo de despachos más amable lo protagonizó Trinidad Jiménez, tanto por su talante como por la simpatía con la que Bernat Soria le entregó la cartera. Las presentaciones de Chaves y de Gabilondo, con llamadas al diálogo y al consenso, estuvieron en la línea de lo esperado. A lo deslustrado de algunas de las tomas de posesión ha contribuido sin duda la falta de audacia de Zapatero en la elección de los nuevos ministros y al hecho de que se filtrase con tanta antelación su nombramiento. La comunicación, en la que Zapatero es especialista, ha fallado. Hay que esperar ahora a valorar el trabajo.

El Mundo - Editorial

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