lunes, 5 de marzo de 2007

El gobierno o la Nación



A estas bajuras, poco importa si Rodríguez sigue un plan o decide sobre la marcha. Con agenda o improvisando, lo decisivo son los efectos de sus actos sobre el sistema de libertades. Unas libertades que van a desaparecer, junto con la nación española, por el desagüe.

Invoco al sujeto político que a principios del XIX tomó cuerpo en Cádiz en un acto basado en la afirmación de ciudadanía. Me aparto ahora de otras acepciones que permiten a España competir ventajosamente con cualquier pueblo del mundo sin recurrir a leyendas románticas: la Hispania romana, la monarquía visigótica, la memoria de ésta como motor de la Reconquista, la creación del primer Estado moderno de Occidente... No hace falta. Basta Cádiz: España como pueblo libre y soberano.

Saltando de avatar en avatar, de guerra en revolución, de monarquía en república, de despotismo en dictadura, llagamos al compromiso plasmado en la Constitución de 1978. Es de la máxima importancia comprender –y difundir, como oportunamente está haciendo Pío Moa– que la defensa de la Carta Magna ha devenido prioridad absoluta. Con todos sus defectos, su invocación y la exigencia de su cumplimiento es cuestión de supervivencia.

Si existe el nuevo estatuto de Cataluña, sus desafíos al sistema, la colosal crisis institucional que está a punto de provocar, sus secuelas centrífugas en regiones repentinamente convertidas en realidades nacionales, es por voluntad de Rodríguez. En su debe hay que anotar también la resurrección del guerracivilismo con la "memoria histórica". Y, en íntima conexión con la peligrosa patraña, el sostenido esfuerzo desde todos los frentes para aislar, señalar, acorralar y deslegitimar a la oposición.

La rendición del presidente ante la ETA trasluce, más que un garrafal error de estrategia, una ominosa identificación: su escala de buenos y malos es la misma; el papel que deparan a las víctimas es el mismo; su acusación de fascistas a cuantos se indignan con la excarcelación de De Juana es la misma; ambos conciben el crimen como vía para alcanzar objetivos políticos (la ETA, claro, de forma explícita; Rodríguez implícitamente).

Al ceder al chantaje del matarife, Rodríguez no ha contravenido sus inclinaciones; las ha confirmado. Él y sólo él es responsable de que un asesino múltiple orgulloso de sus actos sea recibido como un héroe y avive las esperanzas de otros asesinos, en acto o en potencia. Está preparando a su partido y a sus votantes para reconocer las "razones" de la ETA (Patxi Nadie es en esto un avanzado) de cara a una futura coalición PSOE-"Izquierda Abertzale".

Por terrible que sea la conclusión, mucho peor sería no aceptar la evidencia y no actuar en consecuencia. Es un cambio de régimen: del de la concordia al del sectarismo. Estando nuestras libertades y derechos individuales seriamente amenazados, es la hora del valor y de los valores. Y de gritar hasta quedarnos sin voz, pues se trata de nuestra libertad. ¡Este no es mi Gobierno! Su pervivencia nos estrangula. Decidan: el Gobierno o la Nación.

Juan Carlos Girauta
Libertad Digital, 4-3-2007